Naran faltó el siguiente día al igual Ryotarou
lo hizo con las clases después de la primera; el fin de semana ninguno de los
dos acudió a su lugar en el parque. El lunes volvieron a comportarse como si
nada hubiese ocurrido, no obstante sus amigos se dieron cuenta del cambio que
hubo entre ellos aunque no se atrevieron a intervenir ya que entre ellos habían
hablado y recordado que Naran terminaría yéndose tarde o temprano.
El jueves los dos fueron a su lugar detrás
del auditorio ocupando la misma posición que habían usado la primera vez que se
habían encontrado en ese lugar aunque Ryotarou no dudó en dejarle su
reproductor para que se entretuviera mientras él leía. Durante su clase de
pintura trataron de hablar un poco más entre ellos y de no alejarse tanto para
que los tres mismos chicos no volviera a acercarse a ellos a pesar de que ese
día el profesor no los dejó solos.
Todo siguió igual hasta el fin de semana en
que muy temprano Naran decidió ir de nuevo al parque de su amigo. Sabía que las
razones que el chico tuvo para decir lo de ese jueves eran muchas probables y
que sólo una la asustaba, aún así ya no soportaba el tener que fingir más que
no sentía curiosidad por él, que no se interesaba en él o que no sentía nada
por él.
Quería y aceptaba la confianza que se
había creado al pasar tanto tiempo hablando con Ryotarou, aun cuando sabía que
no era el tiempo suficiente que la gente creería normal. Por eso fue que
durante todo el trayecto de camino al sitio no pudo calmar a su corazón al
sentirse ansiosa, temerosa, tímida y apresurada.
Caminó de la última parada al parque tan
lento como pudo pues todavía no se convencía si estaba haciendo lo mejor o no ya
que tenía más razones para no estar ahí que para seguir caminando y, aún así,
sus deseos no le permitían detenerse.
A pesar de que eran las diez de la mañana,
Naran encontró que el chico que quería ver ya estaba ahí en el solitario tronco
escondido. No había hecho mucho ruido al llegar por lo que pudo acercarse a él
sin que la notara.
Estaba con la porción superior de su
cuerpo hacia adelante y las manos en cada lado de su cabeza con el cabello
entre los dedos después de haberlo jalado. No hacía ningún ruido ni se movía,
sólo estaba ahí atormentándose con la oscuridad que le nublaba la mente en esos
momentos, por eso Naran decidió avanzar más hacia él para sentarse a su lado y
abrazarlo. Su primera reacción fue un ligero salto de sorpresa hasta que se
volteó a verla sólo para comprobar lo que creía.
Permanecieron en silencio un largo rato,
ella abrazándolo a él hasta que se acomodaron con la espalda sobre la pared
trasera viendo hacia ningún punto en especial. Ambos se habían calmado con el
simple hecho de estar juntos, mas la idea de que uno terminaría hablando o
preguntando no los abandonaba.
—Estoy seguro de que si realmente me
conocieras —oírlo la sobresaltó y provocó que su corazón se encogiera por el
miedo, sin embargo al escucharlo bien se confundió— decidirías no volver a
hablarme…
—Te perdono y aprecio el que respetes la
privacidad de la gente de la forma en que lo haces pero no te perdonaré por
creer y juzgar por mí —el chico subió sus pies al tronco para poder abrazar sus
rodillas y así evitar verla.
—Soy un cobarde malagradecido —recostó su
rostro sobre sus rodillas de forma que quedaba viendo el lado contrario de
donde Naran estaba—. Tengo todo lo indispensable para una buena vida: una
familia que me quiere y apoya, estabilidad económica media, una actividad que
me relaja y me gusta, amigos con los que me siento cómodo…
»Y aún así… cada día es más pesado que el
anterior, siento que lastimo a mi familia tanto como para que nuestro lazo se
debilite aunque ellos no lo quieran ver… —Naran lo vio encogerse un poco más—.
Algo está mal conmigo, algo que me hace querer huir de todo, irme de mi casa o…
—la voz se le cortó al final, por eso se quedó callado casi un minuto hasta que
ocultó su rostro entre sus brazos y habló —… o lo peor.
»Uso de excusa el dolor que me provocaría
perder a alguien de mi familia cuando en realidad soy yo el que quiero morir…
tal vez aún no sea tan fuerte pero siento que un día no lo soportaré más y haré
una tontería mayor que cortar mi piel sólo para ver la sangre formarse mientras
el dolor distrae mis pensamientos…
»Sé que si lo hablara con cualquiera
terminarían diciéndome que sólo quiero llamar la atención, que es una fase que
con el tiempo se terminará, que ni siquiera sé que siento o que no tengo
derecho a sentirme así…
Alzó el cuerpo para bajar los pies aún sin
verla a ella, rascó su cabeza de una manera diferente a la de siempre, Naran no
terminaba de entender todo lo que él le había dicho porque las palabras “quiero
morir” parecían repetirse una y otra vez en su mente.
—Y entre todos a los que podía haberles
dicho esto… eres la que más derecho tienes de enojarte y odiarme por querer
deshacerme de algo que tú no tienes… —al terminar de hablar por fin se volteó a
verla, Naran sabía que no estaba mintiendo y que haber dicho las palabras
anteriores le había costado mucho trabajo, por eso mismo cuando volvió a hablar
evitó su mirada de nuevo—. No te lo conté porque deseara que me odiaras, que me
sermonearas o me tuvieras lástima, ni lo hice creyendo que tú me dirías las
palabras que tal vez podrían hacerme cambiar de opinión ni lo dije con
intenciones de lastimarte o molestarte… lo hice porque eres una de las razones
más fuertes que aún me tienen aquí.
Se quedaron en silencio de nuevo, en esa
ocasión este duró más de diez minutos en los que cada uno encontró con qué
distraer su mirada. Ryotarou se debatía internamente si lo que había dicho
estaba bien o no, si ella lo tomaría mal o no. Por otro lado Naran pensaba
tanto en lo que le había dicho como en lo que ella debía decir pues nunca antes
había decidido contar su secreto sin importar si ya lo habían deducido.
Por coincidencia se había enterado de que
Ryotarou había iniciado el año con buenas calificaciones, siendo a veces el
mejor del grupo, sin embargo para los segundos exámenes sus resultados habían
bajado. Aún así ella sabía que ese chico era muy inteligente y casi tan
observador como ella por lo que el que hubiese descubierto su secreto sólo se
lo confirmaba.
—Mis padres son arquitectos, los llaman
para proyectos grandes y a veces importantes por lo que deben viajar
constantemente a lo largo del país… y a pesar de que sólo tienen treinta y seis
años, ya son bastante reconocidos en su industria.
»Y sin embargo fueron jóvenes que hicieron
tonterías mientras estudiaban, como cualquiera espera que alguien lo haga —esta
vez fue Naran la que se encogió en su lugar al hablar—. En su último año de la
carrera ella se embarazó tres veces, lo cual terminó en aborto cada vez hasta
que le dijeron que una cuarta vez sería de riesgo; aún así ella y su novio
siguieron haciéndolo sin protección hasta que volvió a embarazarse a nueve
meses de que su carrera terminara.
»Sin poder recurrir de nuevo al aborto y
con el arrepentimiento sobre de ellos, los dos trataron se seguir adelante
aunque los padres de ella ya la hubiesen abandonado mientras que los de él aún
lo apoyaban —Naran tomó una rama del suelo para enterrarla en la tierra frente
a ella—. Con esfuerzo la futura madre llegó al séptimo mes en que le pidió a
los profesores que la dejaran sólo presentar los exámenes si no aceptaban
aplazarlos.
»De esa forma llegaron al final de su
carrera siendo que los dos no pudieron presentarse a la ceremonia de graduación
pues el hijo por fin estaba por nacer… y eso los hizo atrasarse en su
titulación por tres meses…
»Después de ese momento de estrés
volvieron a ser los mismos jóvenes irresponsables que fueron antes, lo que
llevó a que la familia del padre se rindiera y los abandonara también —Ryotarou
tampoco la estaba viendo a ella, tenía su atención en lo poco que las ramas de
los sauces le permitían ver de la calle y el resto del parque donde sólo un
poco más de niños comenzaban a juntarse para celebrar el inicio de sus
vacaciones de invierno.
El ambiente era sólo un poco más frío que
los días anteriores, el sol que ya se encontraba en lo más alto del firmamento
por lo que aumentaba unos grados la temperatura. Ryotarou escuchaba a Naran
como si narrara algo que no tenía que ver con ella, sin embargo sabía bien a lo
que terminaría llegando así que escuchó tan inmóvil y silencioso como podía.
»De nuevo la desesperación cayó en ellos
hasta que el hermano mayor de ella se ofreció a ayudarlos a cuidar a la niña
mientras terminaban con su proyecto para titulación; él muchas veces trató de
hablar con ellos, de hacerles ver lo que hacían mal o lo que necesitaban hacer,
no obstante los dos eran muy testarudos e inmaduros.
»Eso los llevó a de nuevo perder a su
único apoyo aunque pasó cuando por fin se volvieron oficialmente arquitectos y
su hija cumplió un año —Naran guardó silencio por un tiempo más largo, aplicó
más fuerza en la rama para enterrarla hasta que la quebró, sin embargo no se
detuvo, la trató de seguir clavando al empujar el fragmento roto—. No
conseguían trabajo en lo que se habían graduado, el dinero se les consumía en
los cuidados hacia la niña y su subsistencia, ya no tenían tiempo para
divertirse y comenzaban a pelear hasta que encontraron una forma de deshacerse
de la tensión… sólo unos meses después la salvación llegó a ellos en un hombre
sólo cinco años mayor.
»Él les ofreció trabajo sólo si pasaban
las pruebas, la capacitación y le dedicaban tiempo a obtener un posgrado.
Obviamente ellos no lo dudaron… y así lo hicieron por los dos años en que esa
preparación duró, aun cuando su nuevo estrés llevó a que el maltrato sobre su
hija aumentara…
Con eso su voz se quebró, tal como
Ryotarou lo había hecho, ella se encogió aunque de una forma mucho más evidente
que la de él. El chico quiso acercarse más a ella o hacer algo más pues
imaginaba que hablar sobre de eso era algo difícil.
»Ellos cumplieron y sobrepasaron las
expectativas de sus jefes por lo que mantuvieron su trabajo y constantes viajes
sin preocuparse por su hija… —Ryotarou notó que estaba siendo más difícil para
ella seguir hablando, él no lograba imaginarse si era porque no quería llorar o
era por la prohibición que tanto había mantenido o si era porque no quería que
le tuviera lástima—. Crecí creyendo que era algo normal, que todo lo que hacían
le pasaba al resto de los niños… teniendo cuatro años comencé a dudarlo hasta
que a los seis un profesor me hizo ver que no estaba bien, que todo el dolor,
el miedo y la tristeza no era parte de una vida sana… quiso arreglarlo pero
sólo lo empeoró…
»Se aseguraron de enseñarme que ese era
nuestro secreto y nunca nadie debía saberlo, que no podía huir porque sin ellos
yo nunca sería nada… que todo era mi culpa y como tal debía pagarlo…
Su voz tembló, él supo que si no estaba
llorando estaba al borde de hacerlo y sin embargo no podía abrazarla porque él
simplemente no sabía hacerlo, no importaba cuál fuera la situación o de quién
se tratara, para él abrazar era muy difícil y se lo había dicho a ella en una
de sus sesiones de preguntas, por eso ella se atrevió a hacerlo.
Se abrazó a él sin mostrarle el rostro, el
movimiento y la nueva posición los obligó a deslizarse del tronco a la tierra
donde él por fin pudo pasar sus brazos alrededor de ella sin importarle lo raro
que se sentía pues se estaba esforzando por intentar darle fuerza y confort a
pesar de que él no creía mucho en eso.
Poco a poco ella se fue liberando, sus
temblores ligeros aumentaron de fuerza hasta que los sollozos se volvían un
llanto verdadero. Él mismo sintió la tristeza de ella como si fuera de él por
lo que también derramó lágrimas.
Cuando se calmaron, el cielo ya estaba
coloreado en naranja por el atardecer; Naran se quedó recostada en el pecho de
él quien había pasado el brazo por la cintura de ella para tomarla de la mano.
Poco se movían, los únicos sonidos eran el de los alrededores y sus propias
respiraciones que parecían haberse sincronizado.
Ninguno de los dos sentía frío o hambre,
ninguno estaba preocupado por la hora que era y lo que deberían decir al
volver, debido a eso es que volvieron a iniciar sus pláticas, ya no juagaban a
preguntarse sólo se centraban en hablar sobre quiénes creían que eran y algunas
cosas que habían omitido antes pues querían que entre ellos no volvieran a usar
mentiras, que los escudos que habían creado para el resto del mundo sólo fueran
disminuidos entre ellos.
Aún no se oscurecía cuando escucharon a
personas acercarse específicamente a su lugar, por eso Ryotarou le pidió
levantarse para salir porque los otros usuarios del lugar ya habían llegado.
Naran supo que eran del tipo de gente que su amiga Sara había llamado como
vagos, llevaban ropas de tallas más grandes y de aspecto descuidado; Ryotarou
la tomó de la mano y se colocó frente a ella mientras hablaba con ellos sobre
cosas como que tenían tiempo sin verse o hablarse así que el chico tuvo que
explicarles que había estado ocupado.
Hasta después de unos mi minutos de una
conversación que Naran no pudo entender bien, los dos se fueron hacia la parada
de los camiones ya que el cielo estaba oscureciendo. Él le contó de cómo los
había conocido ahí y se había atrevido a hablarles sólo para pasar el tiempo
aunque muchas veces prefería no ir a verlos por lo poco que soportaba lo que
fumaban.
—Salgamos mañana —Naran ya se había
rendido sobre mantener la distancia entre ellos, ya no podía huir más de eso
así que deseaba sacarle todo el provecho que pudiera antes de que volviera a
irse—. Aunque… yo no sé de lugares para eso…
—Yo tampoco… no soy mucho de eso —de la
forma en que a ella tanto le gustaba, el chico rascó su nuca mientras sonreía de
lado—. ¡Ah! Pero creo que hay una zona que te gustará visitar.
—Bien, confío en eso —justo cuando
llegaron a la parada, dejó el lado del chico sin soltarlo para estar frente a
él—. ¿Nos vemos aquí?
—No, mejor dime dónde es lo más cerca que
puedo recogerte —Naran sólo dudó un poco antes de decirle el punto para verse, no
era muy lejos de su casa porque confiaba en él y que nadie lo vería en ese
lugar.
No podía negar que estaba emocionada,
sabía que esa salida sería diferente a las comunes que hacía con sus amigos a
pesar de que nada hubieran hablado que los hiciera creer que ya no eran amigos.
Después de haber hablado con Ryotarou no sólo había sentido que el lazo entre
ellos se había fortalecido, también sentía una ligereza gratificante que le
provocaba constantes sonrisas cuando recordaba algunas de las cosas que habían
pasado esa tarde o el beso mentiroso, como ella había decidido llamarlo, de ese
jueves en la tarde. Trató de parecer tan seria y sumisa como siempre lo hacía
con sus padres, esperando que no sospecharan nada sobre la fuente de su
felicidad pues ya le habían demostrado un par de veces que sabían atormentarla
con algo que no fueran golpes y eso era lo que habían hecho cuando había
conocido mejor a Lena y a Sara.
No imaginaba qué podrían hacer ahora que ya
no podían provocar que se acercara tanto a alguien como con ellas, no podían
quitarle el verlo en la escuela, lo único que podrían hacer era mudarse en
cuanto pudieran aunque Naran ya estaba preparada para eso después de lo que
había pasado con Pat.
Y aun sin que le importara, por primera
vez, lo que sus padres pudieran hacer, ella siguió emocionada. Eligió lo mejor
de sus ropas, a pesar de que nunca fuera la típica ropa femenina que los
aparadores siempre mostraban pues ella se había rendido sobre desear tener uno
así por culpa de la vida que llevaba haciendo que las faldas, vestidos, camisas
sin mangas o de escote no fueran para ella por las marcas que casi siempre
llevaba.
Al llegar al lugar, Ryotarou ya estaba
ahí, recargado en una pared con la capucha de su sudadera puesta para evitar el
sol de esa mañana, tenía las manos dentro de sus bolsillos y los audífonos
colocados. En cuanto la vio, ella lo notó sonreír honestamente provocando que
se sonrojara porque hubiera notado su esfuerzo por verse diferente.
—No, no tenía mucho esperando —su sonrisa
cambió a una con burla oculta en ella por haber respondido la pregunta que
había estado por hacer, Naran se rio un poco antes de adoptar una expresión
sarcástica como la de ella.
—De hecho te iba a decir que ojalá me
hubiera tardado más en llegar —Ryotarou recuperó su sonrisa verdadera, se
acercó a ella un poco para tomar uno de los mechones que delimitaban su rostro
para besarlo con suavidad como las personas de antes lo harían en la mano de
una mujer.
—Lo siento mucho, estás muy lejos de poder
ejercer el sarcasmo.
Antes de tomar su transporte, Naran le
dijo hacia dónde debía ir para llegar a su casa siendo que sólo necesitaba
caminar cinco calles y una vuelta para llegar. Durante su viaje platicaron otro
poco hasta que en uno de los camiones Ryotarou se levantó para cederle su
asiento a un señor grande que terminó siendo el que platicara con ella hasta
que el chico le avisó que ya tenían que bajar.
—No había notado que venías con tu novio,
espero no haberlo espantado o encelado —le guiñó a Naran con inocencia, ella se
rio mientras que el chico sólo le sonreía con amabilidad.
—La verdad es que sí temí, por eso ya nos
vamos.
Llegaron a la periferia del conocido
centro de la ciudad, ahí el chico la llevó a un gran parque recientemente
arreglado donde podían ver a la gente pasear entre algunos pequeños puestos de
curiosidades. Primero Naran se entretuvo viendo esos puestos hasta que Ryotarou
le mostró la razón por la que creía que ese lugar le agradaría ya que por
varios sitios se veían los hijos de esos vendedores que correteaban por el
lugar o se mantenían tratando de ayudar a sus padres si estos eran lo
suficientemente estrictos para pedirles que no se movieran tanto.
Por las avenidas donde los autos
circulaban, otros pocos niños aún más pobres estaban sentados junto a sus
madres pidiendo dinero o esperando a que los autos se detuvieran para pedir o
intentar vender de los pocos dulces que tenía.
Viendo eso, a Naran se le ocurrió una idea
que la llevó a pedirle al chico que la acompañara a donde hubiera tiendas
baratas de juguetes o ropa, lo que fue sencillo para él ya que era cerca de ese
lugar donde fácilmente podrían encontrar algo de eso.
—¿De dónde sacas el dinero para ayudar?
—el chico hizo la pregunta que más deseos había tenido de hacer desde la
primera compra que había hecho.
—Al fin de cuentas ellos no quieren que yo
dé una mala imagen así que me dan bastante dinero para que compre ropa o coma
fuera o lo que sea, así que la mayor parte de eso la uso para la escuela o para
esto —se encogió de hombros mientras revisaba lo último que había comprado, lo
cual eran un par de balones—. Espero sepas jugar fútbol.
—Bromeas ¿cierto? —llevando la mayor parte
de las bolsas de sus compras, Ryotarou la observó entrecerrando los ojos, ella negó
riendo—. Sólo sé que corren detrás del balón para meterlo en la portería del
oponente, no sé más.
—Eso será suficiente —caminó unos pasos
antes de voltear a verlo de nuevo—. Hoy te ejercitarás, milagro.
Su idea fue entregarle un poco de dinero a
los padres y hablar con ellos para que le prestaran a sus hijos por unas horas
pues quería que jugaran un poco, les prometieron darle algunos premios a los
que mejor jugaran y que tratarían de hacer que sacaran un poco de dinero si
todo salía como quería.
Sólo cuatro familias se negaron a la
petición, y aún así logró juntar diez niños y niñas que estuvieron encantados
con la idea de jugar. Todos juntos se fueron a una de las tres canchas del
parque donde los dividieron en los dos equipos que jugarían equilibrando el
número de niños y de niñas y las edades, Naran les pidió que no buscaran
razones para pelear y que jugaran bien pues intentarían que otros se unieran
para que ganaran algo de dinero.
Después de una rápida consulta a unos de
sus amigos, Ryotarou les explicó las reglas básicas a los niños para que por
fin comenzaran un juego justo mientras que Naran arreglaba el cartel que
comenzaría atraer gente pues su objetivo era que los niños jugaran contra
equipos de adultos o jóvenes que quisieran pasar un rato.
Al cabo de treinta minutos, se juntaron
los diez oponentes donde predominaban los jóvenes que atraía la sonrisa de
Naran, dejaron sus cosas a resguardo de la chica y comenzaron a jugar contra
los niños que aún fallaban en organización y trabajo en equipo, lo que los
llevó a perder después de divertir a los espectadores y oponentes.
En los siguientes juegos Ryotarou ya no
tuvo que estar vigilándolos sobre las reglas o dándoles sugerencias, los diez
niños aprendieron a jugar mejor y dar una mejor pelea contra sus oponentes. Al
final los jugadores dejaban unas monedas de cooperación para comprar aguas o, a
veces, los espectadores eran quienes llevaban el agua a la chica organizadora.
Esa actividad se convirtió en su rutina de
los siguientes días hasta que a la segunda semana dejaron de acercarse,
esperando ver que solos los niños se organizaran y otros pocos se unieran,
además de que vigilaban un poco de que los adultos no se comenzaran a
aprovechar de ellos o de lo que ganaban.
Ese día en que ya no se dejaron ver por
nadie de la actividad, los dos fueron a pasearse por los alrededores mientras
que el chico le enseñaba de algunas plazas comerciales donde él conseguía
libros o videojuegos.
Naran disfrutó esas tres semanas que pasó
casi exclusivamente con Ryotarou aunque el miedo porque sus padres decidieran
ya mudarse de nuevo no dejaba de atormentarla continuamente. Un par de días
había salido con sus primeras amigas y otro par con las segundas chicas con las
que se había juntado.
Esa tarde, después de unas horas en el
lugar secreto del parque cercano a la casa de Ryotarou, se fueron hacia la
parada del transporte de nuevo caminando en silencio. Se detuvieron en la zona
donde el sol no los molestara pues, como ya era costumbre, se quedaron viendo
los autos pasar.
—¿Te han dicho algo tus padres?
—lentamente la tomó de la mano para tener una excusa que le permitiera
acercarse un poco más a ella.
—No… y creo que ya sólo están supervisando
su trabajo… —Naran le dio un suave apretón en la mano al pensar en eso, él se
le dio un beso en el cabello—. Siento que sólo están esperando para que sea más
difícil para mí…
Se abrazó al chico con fuerza, no quería
que el día en que se separaran llegara porque presentía que después de eso no
se volverían a ver si era cierto que sus padres ya se habían enterado de la
relación que tenía con Ryotarou, además de que sentía que el chico se volvía
distante y silencioso en mayor medida que antes por las constantes peleas con
su familia y sus pensamientos.
Sus padres no se habían puesto violentos
en esas últimas tres semanas y eso la había ayudado mucho ya que no estaba
segura de cómo reaccionaría Ryotarou ahora que conocía bien lo que significaba
cuando llevaba un cubre bocas o un parche, no quería que la viera así ni
imaginara lo que había pasado sin que preguntara. Sólo por esa razón ya quería
irse.
—¿Tus padres te dejarían tener un celular?
—por la pregunta tan espontánea del chico, Naran levantó la cabeza para
observarlo, él se mantuvo callado hasta que ella se encogió de hombros—. Si
puedes, mañana vayamos a que compres uno, por hoy toma el mío —mientras lo
sacaba del bolsillo de su pantalón, la chica se alejó de él sorprendida porque
le iba a entregar algo de tanto valor, en cuanto se lo ofreció ella
retrocedió—. Tómalo, si te vas a ir antes de que me puedas venir a decir o
algo, puedes mandarme un mensaje al celular de mi hermano para que yo vaya
hacia allá, ahí podrás devolvérmelo o lo harás cuando vayamos a comprarte uno.
—No, Ryo, es demasiado —retrocedió otro
paso cuando él lo dio hacia ella.
—Sólo será por esta noche, mañana podemos
ir y ya… —Naran negó con la cabeza llevando sus manos a su espalda—. Por favor…
no quiero despertar un día sin que tú estés o sin que pueda despedirte…
Naran vio la tristeza reflejada en la
mirada del chico, ella tampoco quería que eso sucediera y aún así no había buscado
una solución. Lo que le ofrecía era la mejor forma sabiendo que el correo
electrónico sería lento, la idea de él se le hacía demasiado y sin embargo tuvo
que aceptar el ofrecimiento de Ryotarou esperando que el siguiente día ella se
comprara uno y se lo devolviera.
A pesar de sus planes, todo fue arruinado
cuando esa noche los padres de Naran volvieron a la casa para liberar sus
estrés con ella. Desde que llegaron gritándole que bajara, Naran supo que la
salida del siguiente día no sería posible.
Después de tantos años bajo el mismo
estilo de vida, la chica seguía sintiendo mucho miedo cada que ellos dos
llegaban llamándola pues nunca tenían otra razón para hablarle que el deseo de
desquitarse contra ella. A Naran le dolía, no podría nunca acostumbrarse al
dolor que ellos eran capaces de provocarle, ni del terror o la desesperación
que la hacían vivir y por eso lo único que odiaba de Ryotarou era que él se
hiciera daño a sí mismo sólo por su propia ansiedad.
Ella estaba consciente de que era el mejor
ejemplo de por qué debía detenerse cada vez que se cortaba, era quien debía
hacerle comprender que mientras él estúpidamente se provocaba dolor
innecesario, muchos otros sufrían de dolor que no querían, no deseaban ni
merecían por parte de otros, y que esas personas darían lo que fuera porque se
detuviera. Y a pesar de ello, no se atrevería a ir a ver al chico después de
ese desquite de sus padres pues sabía que su estado lo haría sentir mal por no
ser capaz de impedirlo o podría obligarlo a actuar y empeorar la situación.
El tiempo pasó sin que ella se diera
cuenta puesto que toda su concentración la había mantenido en calmarse y
apaciguar su dolor. Estaba empapada y temblando de frío, la toalla que tenía no
le había sido suficiente para secarse ni calentarse por culpa del dolor en sus
costillas que no le permitía abrazarse lo suficiente para darse calor, además
de que su hombro le dolía mucho y esperaba a que no fuera por que se hubiera
dislocado, lo mismo que esperaba de su tobillo derecho que apenas podía usarlo
sobre el suelo.
Ya no quería encender la computadora para
mandarle un mensaje a Ryotarou, sin embargo quería decirle en ese momento de
que no se verían, aunque esa era sólo la excusa para escucharlo y sentirse de
nuevo en paz.
El celular del hermano de Ryotarou
comúnmente estaba apagado y en su cuarto, en cambio esa noche el menor de los
hermanos lo había tomado antes de que se durmieran y lo había colocado muy
cerca de su cama sabiendo que en algún momento ella podría llamarle para las
malas noticias, aún cuando él deseara que no fuera así.
Por eso se sobresaltó cuando el tono más
bajo comenzó a sonar casi en su oído, sintió su corazón agitarse, quería
tomarlo y saber que era otro número, y sin embargo en la pantalla apareció con
claridad su propio nombre. Tomó el celular al reconocer que si tardaba más
podía perder la llamada.
—Ryo…—la forma en que escuchó la voz de la
chica lo hizo sentarse casi al instante y despojarse de toda la somnolencia que
aún quedaba en él.
—Aquí estoy…
—Lo siento, Ryo… no podré ir mañana… no
podremos salir ni podré devolverte tu teléfono mañana —su voz se cortaba, esa
no era nada de la misma chica con la que había estado hablando tanto y pasando
el tiempo como nunca antes se había imaginado, la sentía tan vulnerable y sólo
podía ser por una sola razón.
—Tranquila, no importa ya, podrás
devolvérmelo otro día —apretó su mano en la orilla de su cama, su instinto le
pedía interrogar, mas su personalidad lo detenía así que buscó la forma de
hacerlo lo menos indirecto que podía—. ¿Estás bien? —tan pronto salió la
pregunta de sus labios, supo lo estúpida que era.
La escuchó llorar; con claridad identificó
sus sollozos aunque pareciera haberse alejado la bocina del celular, la
imaginaba y quería abrazarla a pesar de lo difícil que eso era para él, quería
estar a su lado de verdad—. Estoy aquí y aquí me quedaré hasta que lo
necesites… desearía poder estar más cerca, pero sé que eso tú no quieres.
Ryotarou salió de su casa con una sudadera
y un libro, no sabía que más decirle o hacer así que se decidió por no colgarle
hasta que ella lo pidiera y dejarla que lo escuchara leer para poderla distraer
un poco y que se calmara o se quedara dormida. Él mismo no quería colgar y
sabía que no podría dormir aunque lo intentara así que siguió leyéndole hasta
que casi comenzó a amanecer.
Ella había sido la primera en rendirse,
había escuchado unos minutos su suave respiración a través del teléfono que
seguramente había quedado cerca de su boca, había hecho un esfuerzo por
imaginarla por fin descansando hasta que se regresó a su cuarto con la suerte
de que nadie lo escuchara.
Mientras que él poco se atrevió a dormir,
ella despertó al medio día en que sus padres le ordenaron prepararles el
desayuno mientras que ellos terminaban de alistarse para irse, además de que le
exigieron limpiar la casa ya que estaban seguros de que no saldría. Naran se
esforzó por ignorar ese trato, sin embargo a causa de su relación con Ryotarou,
ya no le estaba siendo tan sencillo.
Aún así pudo distraerse a ratos con los
mensajes que el chico le respondía casi al instante. Él había decidido no salir
de su casa ese día ni separarse mucho de la computadora, no sólo por
responderle a Naran, sino también porque sabía que su humor no estaría tan
agradable para el resto que le hablara por lo que prefirió evitar más problemas
con su familia.
El siguiente día pasó de manera similar,
el tercer día empezó exactamente igual hasta que en la tarde, alrededor de las
cuatro, en que Ryotarou recibió de nuevo una llamada de Naran aunque en esta
ocasión fue para decirle que habían comenzado la mudanza. El chico dejó lo poco
que hacía, tomó su cartera y sus llaves y salió corriendo hacia la parada del
transporte.
Desesperado por llegar a tiempo, Ryotarou
se mantuvo viendo una y otra vez su reloj cada que el camión se detenía pues
tenía miedo de que no llegara a tiempo. Ella le había contado que no
contrataban mudanza como tal ya que siempre llegaban a casas ya amuebladas para
no tener que estarlas llevando; por eso sólo tenían un pequeño remolque donde
se llevaban ropa y algunos electrodomésticos que tenían.
Cuando Ryotarou llegó el remolque ya
estaba lleno, el que parecía ser el padre de Naran estaba acomodando las
últimas cosas mientras que la chica se encontraba atrás abrazando una mochila
diferente a la que usaba para las clases; cuando el hombre se volteó, la
observó por encima del hombro antes de arrebatarle la mochila para arrojarla
dentro, desde donde el chico estaba fue capaz de escuchar el sonido de algo
pesado romperse o al menos golpearse.
—¡Naran! —sabía bien que debía calmarse,
que no debía protestar ni provocar a esas personas si no deseaba que siguieran
lastimando a la chica, así que decidió sólo hablarle desde lejos, como ella le
había sugerido.
La vio cambiar su expresión sumisa y
temerosa cuando sus ojos parecieron iluminarse al verlo, la chica caminó hacia
él sin ver a su padre que veía con suspicacia y frialdad al recién llegado que
pacientemente esperó porque ella llegara con él sin mostrar nada acerca de la
ligera cojera que llevaba.
Naran se abrazó a él con fuerza, Ryotarou
se atrevió a devolverle el abrazo aunque fuera con una fuerza ligeramente
menor. De nueva cuenta la sintió temblar bajo sus brazos, tenía muchas cosas
por decirle, mas la presencia de los padres lo detenía, por eso la llevó un
poco más lejos de ellos donde no tuviera que estarlos viendo directamente. Callaron
y permanecieron en la misma posición, tal como parecía ser su costumbre; siendo
Naran la que terminó con ese silencio por el poco tiempo que contaba.
—Seguiremos escribiéndonos ¿verdad?
Trataré de conseguir un celular para que podamos hablar y te diré a qué lugares
voy y esas cosas —Naran se separó un poco de él para hablarle, se estaba
esforzando por no llorar pensando en la posibilidad de que no pudieran volver a
verse.
—No habrá día en que no espere y responda
tus mensajes —Ryotarou bajó los brazos pues el corto efecto del abrazo ya se le
había terminado, sentía su corazón oprimirse al verla, sin embargo había cosas
que ya había tenido tiempo para pensar así que llevó sus manos a los hombros de
ella para hablarle de nuevo—. Si eso no vuelve a pasar, si nuestros caminos no
vuelven a juntarse nunca, sabes que eres libre y que nuestra amistad… o lo que
nos une, nunca deberá ser un impedimento para hacer lo que de verdad desees ¿lo
entiendes?
Al inicio hubo dolor en su rostro, las
lágrimas estuvieron por salir hasta que comprendió las palabras lo suficiente
para que su sonrisa regresara a ella: —Lo sé, pero no cambiará nunca el hecho
de que te haya amado…
De nuevo el silencio quedó entre ellos, el
tiempo se estaba terminando sin que ninguno de los dos se atreviera a moverse o
decir algo más. Desde lo lejos llegó el grito de la madre de Naran para
apresurarla de que se subiera de una vez al coche, eso provocó que bajara la
mirada antes de que le entregara el celular al chico. Estaba por decirle las
últimas palabras cuando él por fin hizo lo que tanto había contenido. La besó.
—Ni en mí cambiará.
Naran se fue de nuevo, por primera vez se
había podido despedir correctamente de quien extrañaría, lo que fue mucho más
doloroso que no hacerlo, sin embargo en ella se quedó la esperanza porque no
fuera un adiós como tal.
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