domingo, 19 de junio de 2016

Lies are in everyone mouth, either they’re white or black, lies are lies. Their lies were a shield without colors.

A la lejanía escuchó a alguien llamándola por su nombre, lentamente sintió el toque su hombro y la sacudida por lo que rápidamente abrió los ojos y, sin pensarlo bien, movió su brazo para quitarse de encima la mano que la tocaba.

Con los ojos llenos de miedo, Naran fue reconociendo a Ryotarou quien la veía con sorpresa; pronto su mirar se pasó por la sorpresa a la disculpa, tal como a él le pasaba. Sólo ella se mostró dolida al hablar.

—Perdóname, yo… yo lo siento… no debí haber hecho eso… lo siento —Naran se levantó mientras que el retrocedía para recoger sus cosas

—No, perdóname a mí por haberte despertado de esa forma —apenado se rascó la nuca sin verla a los ojos—. Te movías mucho y la hora de ir a clase se acercaba… perdón.

—No, no te disculpes… te agradezco mucho la ayuda pero me sentiré más culpable si te sigues disculpando.

Ninguno de los dos dijo nada ni se movió por unos segundos hasta que iniciaron su camino hacia su salón. En la clase siguieron con el silencio mientras empezaban su práctica con las pinturas llamadas 'pastel', las únicas palabras que intercambiaron fue de cuando Ryotarou le ofreció de sus imágenes para dibujar el paisaje que el profesor pedía ya que ella no las había llevado.

Naran escogió la vista de unas montañas en lo que parecía un amanecer mientras que Ryotarou elegía algo más complicado como un fragmento de bosque y lago al atardecer. No sería un trabajo que pudieran terminar en una tarde por lo que en el salón se escuchaban con suavidad las conversaciones del resto de los estudiantes.

Casi al final de la clase el profesor pasó a cada uno de los lugares para revisar cuánto habían avanzado, sólo con Naran se detuvo un poco más para decirle que la había visto muy distraída aunque su pintura no iba mal ni lenta.

De nuevo los dos dejaron el salón en silencio, ella caminando unos pasos detrás de él pues aún se sentía mal por lo que había hecho mientras que él no encontraba la forma de convencerla que no había problema, aún así quería intentar hablarlo una vez más por lo que la enfrentó al final de las escaleras de camino hacia la salida.

—¿Quieres que te acompañe a tu casa? —Naran se sorprendió no sólo por la súbita interrupción de su camino, también del tipo de pregunta que le hacía, lo vio sonrojarse un poco al mismo tiempo que él se sorprendía—. No lo malentiendas, o lo que sea que pienses, yo lo decía porque no te ves muy bien…

Lo que había pasado antes de su clase la había hecho olvidar su propia enfermedad hasta que en ese momento se dio cuenta de que se sentía mal: —¡Ah! No te preocupes, es sólo que no me he tomado mi medicina… después de eso me sentiré mejor.

—¿De verdad? —la chica recuperó su sonrisa, el desvío la mirada de nuevo rascándose la nuca pareciendo aún apenado, ella sabía que haber preguntado algo así habría supuesto un gran esfuerzo para alguien tan tímido como él.

—Sí —iba a retomar el andar hacia la salida cuando notó una herida rojiza en el brazo de su amigo, donde la manga de la sudadera desprotegía su muñeca—. ¡Te cortaste!

Ryotarou abrió los ojos con sorpresa hasta que ella le señaló su corte, al entenderlo él cambió su ligero miedo o asombro por una media sonrisa: —Ah sí… ayer me corté con un plástico, es algo superficial —encogiéndose de hombros se dio la vuelta y continuó lo que ella había intentado antes de verle esa insignificante herida.

Después de ese incidente no volvieron a hablar en lo que siguió de la semana además de saludos distantes y preguntas mínimas cuando terminaban sentados cerca, lo cual sólo ocurría en una clase del viernes por la distribución del salón ya que sus amigos solían sentarse casi a la misma altura aunque ellas a la derecha y ellos a la izquierda.

El sábado Naran decidió no ir a sus actividades normales para ayudar en caridades pues apenas se recuperaba de su resfrío y no quería contagiar a alguno de los invitados o ayudantes. Por eso fue que decidió subir a diferentes transportes sólo para llegar a un lugar aleatorio; caminar sin rumbo muchas veces en el pasado la había llevado a conocer lugares donde podía ayudar y en esa ciudad aún no terminaba de encontrar los mejores para ella así que esa era la sexta vez que hacía un viaje así.

Tomó dos transportes que la llevaron hasta donde ella creyó que era lo mejor y más alejado, la mitad del camino la observaba, sólo distrayéndose cuando alguien se subía a vender o cantar o en las paradas donde veía a la gente que subía.

Al bajarse del segundo caminó aleatoriamente, recordando en qué calles entraba, hasta que media hora después se encontró en una zona medianamente vieja y un tanto descuidada pero que no parecía olvidada. Por un lado había departamentos de vista más cuidada que el otro lado donde las casas dobles tenían sus rejas ya oxidadas y sin cerrar.

Decidió ir a uno de los parques que encontrara para descansar un poco antes de seguir buscando así que entró al que le parecía un poco más escondido y se sentó en los restos de una banca de concreto, ahí dejó que su mente se perdiera en el recorrido que las hormigas realizaban frente a ella.

A lo lejos escuchaba niños jugando, personas platicar cuando pasaban cerca, los autos que atravesaban la pequeña calle que llevaba a ese parque, los perros a la lejanía ladrando a quienes se acercaran a sus hogares. Era una mañana tranquila, la gente ya debería tener rato de haberse despertado por lo que algunos ya habían salido en sus días familiares, aunque a Naran eso ya no le interesaba.

Seguía viendo a los pequeños insectos a sus pies cuando escuchó a alguien entrar a ese mismo parque, primero decidió no voltear, después creyó que una sonrisa podría servirle a esa persona aprovechando que ya no usaba el cubre bocas. Levantó la cabeza cuando la persona estaba ya casi frente a ella y a un par de metros, sin embargo la sonrisa se quedó a medio formar al ver a la persona.

Comenzaba a volverse una expresión constante en ambos pues de nuevo se vieron el uno al otro sorprendidos, inmóviles y mudos, sólo que esta vez fueron los dos quienes hicieron la media sonrisa en lugar de una completa además de que juntos bajaron la vista.

—¿Tienes tiempo?

Ryotarou preguntó primero, ella dudó sobre cómo contestarle sin entender lo que él podría querer, sabía que no tenía motivos para temerle por esa característica suya de no meterse en la vida de otros además de que sabía que no era alguien malo. Pensándolo así, decidió asentir.

El chico con un movimiento de cabeza le pidió que lo siguiera. Avanzaron hacia la zona más interna del parque hasta llegar a donde la maleza había crecido casi un metro, lo vio internarse sin detenerse o preocuparse por lo que encontrara, Naran decidió confiar en lo que hacía así que caminó por la zona donde ya había bajado las hierbas.

El camino siguió un poco más hasta donde encontraron dos sauces cuyas ramas bajas cubrían a su tercer hermano que ya había sido cortado, por ese lugar Ryotarou atravesó para llegar a donde ya no había más hierbas, sólo un pedazo de tronco recostado a forma de banca, el lugar tenía algunas basuras olvidadas sin mucho tiempo y la pared del fondo tenía porciones oscurecidas en forma de quemaduras.

El chico sacó una bolsa de plástico de su sudadera y comenzó a recoger los desechos mientras que ella terminaba de examinar todo y sentarse: —Los otros que usan este lugar no son tan limpios.

Con una sonrisa pequeña se disculpó, ella negó con la cabeza esperando a que él se sentara, en cambio lo que el chico hizo fue pedirle que esperara un poco en lo que tiraba la basura. Naran se quedó sola apreciando lo relajante del espacio aunque el olor la inquietó hasta que recordó que ese era el típico olor residual de un tipo de droga común.

Estaba decidida a preguntarle sobre eso en cuanto llegara hasta que recordó que había dicho que otras personas también usaban el lugar, aún así sentía curiosidad por saber si él les hablaba a esos otros y había probado la fuente del olor. Cuando él regresó traía un par de refrescos de los cuales le entregó uno antes de sentarse un poco cerca de ella dándole algo de espacio; sin dejar de pensar en lo amable que era, Naran decidió evitar el interrogatorio por su parte así que únicamente bebió.

—Tú nunca preguntas nada ¿verdad? —viendo que él no planeaba hablar, ella terminó haciéndolo pues no acostumbraba a estar entre tanto silencio cuando tenía alguien cerca, como respuesta él se encogió de hombros.

—No es por falta de interés, sólo no me siento cómodo metiéndome en la vida de otros —le dio un trago más a su refresco mientras pensaba qué más decir. Ese chico la hacía querer hablar más de lo que debería y al mismo tiempo la retraía pues desconocía de cosas que tuvieran en común, además que sabía que lo que quería contarle no era algo que debería hacer.

—Yo no pensaría eso de ti… —no estaba segura si era su primera vez o no, pero sé sintió avergonzada de tantas cosas frente a él al grado de que no lo vio a los ojos, sólo trató de disimular con la tierra bajo sus pies.

En cierta forma le desesperaba la pasividad de él, que no tomara la iniciativa, ya que ella estaba muy acostumbrada a que quien la conociera sacara su lista de preguntas, la cuales comúnmente terminaban siendo las mismas una y otra vez. No era que le gustara ser ese tipo de centro de atención o que de verdad le interesara contestarles o agradarles, sin embargo sentía esa urgencia porque él, especialmente él, hiciera las preguntas para conocerla, y así ella tuviera una excusa para conocerlo a él, aún cuando sabía que no debía hacerlo.

—Hagamos un juego —él la vio con escepticismo mientras que ella le sonreía con malicia, la idea que había formado la enorgullecía y al mismo tiempo la atemorizaba sobre el tipo de reacción que él tuviera—. Si tú me haces una pregunta, yo te haré una pregunta; pero si tu pregunta no la puedo contestar, yo no haré pregunta hasta que hagas otra que yo te conteste, y lo mismo podrá ser aplicado en tu caso.

Se quedó en silencio aún observándola de la misma forma, Naran lo vio jugar con el anillo de la tapa de la botella hasta que esté asintió sonriendo de una forma que provocó que ella alejara la vista de él pues su sonrisa había cambiado a algo que le pareció honesto: —Me parece interesante aunque… no es como si yo tuviera cosas que pudieran interesarte —dejó de verla, se fijó en el tronco muerto frente a ellos, Naran sabía qué podría decirle pues una amiga que antes había conocido le había dicho algo similar, sin embargo por alguna razón que no comprendía no podía decírselo. Él, completamente ignorante de esos pensamientos en ella, decidió iniciar lo que ella llamó un juego—. No vives por aquí ¿cierto?

—Así es —de nuevo Naran se sorprendió de él pues sentía que la pregunta que había hecho estaba planteada de forma en que no la obligara a decir algo que no quería y así quería mantenerlo, mas su boca pareció ser más honesta—. Vivo hacia el este de nuestra escuela, a dos horas de camino —se encogió de hombros, tanto por lo que había dicho como por saber que él no la seguiría a su casa o trataría de ir. Ella también ya sabía qué preguntar—. ¿Qué tan seguido vienes a este lugar?

—No mucho, sólo cuando quiero perderme un poco leyendo —el chico le dio otro trago a su refresco aunque ese fue más largo, después se volteó a verla para continuar con la siguiente pregunta.


Al final Naran ya no se fue a otro lugar pues se quedó ahí con Ryotarou, hasta que fueron las cinco de la tarde que él dijo que tenía que regresar a su casa, ella también decidió irse sabiendo lo lejos que estaba la suya. Él se ofreció a caminar con ella hasta donde el transporte pasaba, camino que recorrieron en silencio, aún después de que la sesión de preguntas había perdido la seriedad inicial para cambiar por cosas banales como decidir entre perros y gatos, haciéndolos reír por un largo rato al punto de que Naran terminó con dolor de estómago y mejillas.

Dejaron pasar un par de camiones aún sin hablar, sólo viendo diferentes cosas hasta que ella sacó su dinero para su pasaje, entonces Ryotarou por fin habló: —¿Es cierto que terminarás cambiándote de escuela?

Naran bajó la cabeza, durante su tiempo de preguntas no habían hablado de eso ni de lo que siempre le preguntaban sobre el trabajo de sus padres o los lugares en los que había estado, lo único serio había sido sobre el lugar donde ella vivía y el cómo había llegado ahí, por eso esta última pregunta la hizo recordar por qué no quería acercarse a nadie.

—Sí… tal vez sólo me quede tres meses… —sin esperar alguna otra reacción del chico o pregunta, Naran le hizo la parada al transporte que usaría, mientras este se orillaba se volteó a verlo: —Me debes una pregunta.

Al siguiente día se volvieron a encontrar en el mismo lugar a la misma hora para pasar otros momentos entre risas y pensamientos profundos que poco tenían que ver con sus vidas privadas. Ryotarou ese día aprovechó que el resto de su familia no se encontraba en casa para invitarla a pasar y comer antes de que se fuera, dejándola después revisar su cuarto el cual le sorprendió a ella encontrarlo tan limpio y acomodado pues había dado por sentado que todos los chicos siempre tenían un desorden en sus habitaciones.

El resto de la semana siguieron hablando lo mínimo hasta el jueves que estando en su otro lugar tranquilo donde hablaban sólo un poco antes de que él se centrara en su lectura y ella en sus pensamientos mientras ambos escuchaban la música que a Ryotarou tanto relajaba.

El siguiente fin de semana ella no se presentó, tal como le había avisado el jueves a su amigo, ya que el sábado salió con sus amigas y el domingo se quedó en casa con sus padres. Durante la semana que siguió ese fin de semana Naran notó al chico diferente a pesar de lo poco que interactuaban antes del jueves.
Ese día Ryotarou no se presentó en su lugar durante todo el tiempo que tenía que esperar y a su clase llegó casi diez minutos tarde sin dar ningún tipo de explicación al profesor que no preguntó ni a su amiga que tampoco hizo intento por interrogarlo mientras él seguía extrañamente callado y serio. En la salida la esperó aunque siguió usando sus audífonos como excusa para evitar preguntas. Por ello Naran no fue capaz de entender lo que al chico le pasaba, siendo que el fin de semana sus planes fueron de nuevo mancillados ya que el chico en esa ocasión fue el que no acudió a su lugar secreto en ninguno de los dos días, y a pesar de que ella ya conocía su dirección, decidió no ir a molestarlo.

Para el siguiente lunes él se mostró un poco mejor hablando más con sus amigos; si bien Naran no se atrevió a interrogarlo, se sintió tranquila de verlo regresar a ser el chico que había comenzado a apreciar.

—¿Qué estás leyendo ahora? —a propósito Naran había llegado más tarde al sitio de espera de los jueves, el chico bajó su libro para saludarla con una sonrisa que también pedía disculpas.

—Eso te va a costar una pregunta.

—Bien, bien, guarda el sarcasmo entonces —se sentó a su lado suspirando—. Déjame replantear la pregunta —carraspeó fingidamente—. ¿Cuál es la sinopsis del libro que hoy te encontrabas leyendo antes de que yo llegara?

Provocó una risa tímida en el chico, a Naran le gustaba cómo él solía cubrirse la cara o la boca cuando reía sinceramente como si no le gustara que otros vieran esa parte de él, por eso fue que casi se sintió orgullosa de hacer que esa expresión en él regresara.

Y así el siguiente sábado volvieron a encontrarse en el lugar secreto del parque; ese día Naran llegó con un vistoso parche en su ojo izquierdo por culpa de un golpe que le habían dado en su camino de regreso a su casa el viernes donde su camión había tenido que frenarse bruscamente provocando que el hombre que estaba al lado de ella perdiera el equilibrio, obligándolo a mover su brazo con rapidez para tratar de sostenerse de nuevo.

Para el lunes de regreso a clases el parche ya no estaba y ninguna marca quedaba en su rostro por lo que Ryotarou fue el único en enterarse de ese pequeño accidente de la chica hasta que a mitad de la semana que siguió, la mala suerte de la chica pareció continuar pues llegó con su brazo vendado y adolorido que el jueves llevó con una férula y cabestrillo por una torpe caída que había sufrido en su casa.

Después de eso Ryotarou pasó al silencio una semana más con una muy breve recuperación durante los días de descanso en que estuvo con ella, volviendo a su aislamiento la semana en que ella cumplió los dos meses de su llegada.


El camino hacia el tercer mes fue de nuevo una mezcla de altibajos en los comportamientos de ambos y su suerte. La mayor parte de los momentos libres Naran y sus amigas se dieron cuenta que más chicos se acercaban a ella con las intenciones de coquetearle para convencerla de que se juntara más con ellos y así poder conquistarla, sin embargo ella se mantuvo fiel a los amigos que estaba disfrutando así que siempre lograba deshacerse de sus insistencias con excusas, algunas veces ellas la ayudaban pero en clase de pintura donde ninguna estaba, ella tenía que buscarse su salida sola ya que Ryotarou nunca intervenía.

El tercer lunes de ese mes sucedió que Naran acababa de torcerse el tobillo la tarde anterior, al no tener un justificante decidió irse al lugar de espera de los jueves para saltarse la primera clase que era de educación física. El hilo de sus pensamientos se cortó al ver a Ryotarou llegar igual que ella; ambos se vieron entre ellos, al explicar sus razones para saltarse la clase comenzaron a reír hasta que ella sacó lágrimas y él no soportó el dolor del estómago.

Al final él se quedó sentado leyendo y ella recostada con su cabeza en sus piernas cambiando las canciones de su reproductor para escoger las que más le gustaban. Cuando faltaban quince minutos para que los otros salieran, ambos se fueron al salón de la clase que seguiría.

Mientras Ryotarou seguía leyendo, Naran se quedó entretenida con los apuntes del chico ligeramente recargada en él. Cuando la chica alzó la vista, se encontró a dos de sus amigas y dos de los amigos de él asomados en el resquicio de la puerta, los cuales al captar la vista de ella se ocultaron, Naran se dio cuenta que él también había visto lo mismo así que intercambiaron una mirada confundida antes de que ella se levantara para ir a saludar a sus amigas y explicarles la razón por la que no había ido a esa clase.

Después de ese día, tanto las amigas de ella como los de él empezaron a intentar juntarlos más sin que ellos lo notaran ya que los dos chicos no tenían ningún problema en perderse platicando entre ellos cuando los obligaban a quedarse solos, por eso fue que pudieron alejar a todos los otros chicos que trataban de acercarse a Naran aunque no podían hacer nada durante su clase de pintura.

Esa tarde ya llevaban casi media hora desde que iniciada la clase cuando el profesor dejó el salón con el aviso de que tenía que ir a arreglar unos asuntos, entonces tres de los chicos del grupo dejaron sus mesas para colocarse frente al de Naran y ver cómo estaba avanzando en la segunda pintura a pastel que estaban haciendo.

—Ya no te creo que nunca antes habías dibujado o pintado —el chico más alto entre ellos se acercó mucho más hacia ella con la excusa de ver mejor lo que hacía, ella le sonrió moviéndose un poco hacia Ryotarou.

—Oh… así que me estás llamando mentirosa —Elizabeth le había sugerido usar las palabras de esos acosadores, como sus amigas los llamaban, para alejarlos un poco de ella; en respuesta los otros chicos le hicieron burla al que había hablado.

—No, para nada, nunca lo haría —nerviosamente se rascó la sien, Naran comparó la forma en que Ryotarou reaccionaba con la de ese chico y no pudo evitar pensar que su amigo lo hacía mejor y más natural.

Inconscientemente se giró a verlo un poco, notó que ya se había puesto sus audífonos para ignorarlos por lo que sonrió discretamente antes de volver a prestarle atención a los tres que tenía enfrente y que continuaron con sus preguntas y comentarios por un rato más ya que el profesor aún no regresaba.

Sin trabajar y sólo distrayéndolos, los tres ni siquiera se preocupaban por vigilar la puerta o la hora ya que la salida estaba sólo a cinco minutos. Naran comenzaba a sentirse molesta aunque no tenía forma de pedirles que se fueran a sus lugares, Ryotarou en cambio parecía tranquilo como si nadie se hallara a su lado, eso a ella la hacía sentir entre culpable porque ellos estuvieran ahí por su culpa y dolida porque ni siquiera intentara ayudarla.


De pronto su amigo se movió para detener la música de su reproductor, siendo Naran la única que lo notó, después guardó sus pinturas antes de voltearse a verla. La chica lo notó algo raro pues parecía serio y con algo diferente que ella no lograba terminar de identificar.

—Ya es hora de irnos, el maestro ya viene.

Comprobando lo que había dicho, los pasos del profesor se escucharon por lo que los tres tuvieron que regresarse a su lugar con rapidez, Naran guardó sus cosas aún notando lo extraño en la expresión de su amigo. El maestro se disculpó por el tiempo en que los había dejado solos para luego dejarlos irse mientras que él también se preparaba para lo mismo.

En cuanto Naran terminó de guardar sus cosas, Ryotarou la tomó de la mano y con un movimiento de cabeza le señaló la salida para que ya se fueran. La chica se sintió sonrojar, sin embargo intentó actuar de la forma más natural que pudo siguiéndolo al pasar frente a los chicos que la habían estado acosando, ahí fue donde ella se despidió de ellos para llamar su atención mientras salía con él.

Aún sin soltarse, llegaron hasta la parada de los camiones donde Ryotarou por fin volteó a verla. Estaba ligeramente sonrojado, había una disculpa silenciosa en sus ojos mientras sonreía de medio lado.

—Lo siento… no te veías a gusto pero no pude pensar algo antes… —esta vez ella fue quien se sonrojó, en cuanto él la notó se rascó la nuca y retiró la vista de ella a pesar de que aún no la soltaba.

—Gracias…

Se sintió tonta, sabía que debía haber elegido otro tono u otras palabras, que debía haber continuado la conversación con algo, mas su decisión por no involucrarse más con él la hizo morderse la lengua, agachar la cabeza y sentir que se formaba un nudo en su garganta para evitarle el decir lo que no debía.

Tanto se concentró en el espacio entre sus tenis y los de él que no notó nada hasta que él tuvo sus labios en su cabello, cualquier tipo de contacto la hubiera hecho encogerse o sobresaltarse, en cambio eso que Ryotarou hizo la paralizó mientras sus ojos se humedecían.


—Somos tan mentirosos —soltó su mano, Naran no se atrevió a levantar la vista para verlo partir, así como él decidió no ver hacia atrás.

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