A la lejanía escuchó a alguien llamándola
por su nombre, lentamente sintió el toque su hombro y la sacudida por lo que rápidamente
abrió los ojos y, sin pensarlo bien, movió su brazo para quitarse de encima la
mano que la tocaba.
Con los ojos llenos de miedo, Naran fue
reconociendo a Ryotarou quien la veía con sorpresa; pronto su mirar se pasó por
la sorpresa a la disculpa, tal como a él le pasaba. Sólo ella se mostró dolida
al hablar.
—Perdóname, yo… yo lo siento… no debí
haber hecho eso… lo siento —Naran se levantó mientras que el retrocedía para
recoger sus cosas
—No, perdóname a mí por haberte despertado
de esa forma —apenado se rascó la nuca sin verla a los ojos—. Te movías mucho y
la hora de ir a clase se acercaba… perdón.
—No, no te disculpes… te agradezco mucho
la ayuda pero me sentiré más culpable si te sigues disculpando.
Ninguno de los dos dijo nada ni se movió
por unos segundos hasta que iniciaron su camino hacia su salón. En la clase
siguieron con el silencio mientras empezaban su práctica con las pinturas
llamadas 'pastel', las únicas palabras que intercambiaron fue de cuando
Ryotarou le ofreció de sus imágenes para dibujar el paisaje que el profesor
pedía ya que ella no las había llevado.
Naran escogió la vista de unas montañas en
lo que parecía un amanecer mientras que Ryotarou elegía algo más complicado
como un fragmento de bosque y lago al atardecer. No sería un trabajo que
pudieran terminar en una tarde por lo que en el salón se escuchaban con suavidad
las conversaciones del resto de los estudiantes.
Casi al final de la clase el profesor pasó
a cada uno de los lugares para revisar cuánto habían avanzado, sólo con Naran
se detuvo un poco más para decirle que la había visto muy distraída aunque su
pintura no iba mal ni lenta.
De nuevo los dos dejaron el salón en
silencio, ella caminando unos pasos detrás de él pues aún se sentía mal por lo
que había hecho mientras que él no encontraba la forma de convencerla que no
había problema, aún así quería intentar hablarlo una vez más por lo que la
enfrentó al final de las escaleras de camino hacia la salida.
—¿Quieres que te acompañe a tu casa? —Naran
se sorprendió no sólo por la súbita interrupción de su camino, también del tipo
de pregunta que le hacía, lo vio sonrojarse un poco al mismo tiempo que él se
sorprendía—. No lo malentiendas, o lo que sea que pienses, yo lo decía porque
no te ves muy bien…
Lo que había pasado antes de su clase la
había hecho olvidar su propia enfermedad hasta que en ese momento se dio cuenta
de que se sentía mal: —¡Ah! No te preocupes, es sólo que no me he tomado mi
medicina… después de eso me sentiré mejor.
—¿De verdad? —la chica recuperó su
sonrisa, el desvío la mirada de nuevo rascándose la nuca pareciendo aún
apenado, ella sabía que haber preguntado algo así habría supuesto un gran
esfuerzo para alguien tan tímido como él.
—Sí —iba a retomar el andar hacia la
salida cuando notó una herida rojiza en el brazo de su amigo, donde la manga de
la sudadera desprotegía su muñeca—. ¡Te cortaste!
Ryotarou abrió los ojos con sorpresa hasta
que ella le señaló su corte, al entenderlo él cambió su ligero miedo o asombro
por una media sonrisa: —Ah sí… ayer me corté con un plástico, es algo
superficial —encogiéndose de hombros se dio la vuelta y continuó lo que ella
había intentado antes de verle esa insignificante herida.
Después de ese incidente no volvieron a
hablar en lo que siguió de la semana además de saludos distantes y preguntas
mínimas cuando terminaban sentados cerca, lo cual sólo ocurría en una clase del
viernes por la distribución del salón ya que sus amigos solían sentarse casi a
la misma altura aunque ellas a la derecha y ellos a la izquierda.
El sábado Naran decidió no ir a sus
actividades normales para ayudar en caridades pues apenas se recuperaba de su
resfrío y no quería contagiar a alguno de los invitados o ayudantes. Por eso
fue que decidió subir a diferentes transportes sólo para llegar a un lugar aleatorio;
caminar sin rumbo muchas veces en el pasado la había llevado a conocer lugares
donde podía ayudar y en esa ciudad aún no terminaba de encontrar los mejores
para ella así que esa era la sexta vez que hacía un viaje así.
Tomó dos transportes que la llevaron hasta
donde ella creyó que era lo mejor y más alejado, la mitad del camino la
observaba, sólo distrayéndose cuando alguien se subía a vender o cantar o en
las paradas donde veía a la gente que subía.
Al bajarse del segundo caminó
aleatoriamente, recordando en qué calles entraba, hasta que media hora después
se encontró en una zona medianamente vieja y un tanto descuidada pero que no
parecía olvidada. Por un lado había departamentos de vista más cuidada que el
otro lado donde las casas dobles tenían sus rejas ya oxidadas y sin cerrar.
Decidió ir a uno de los parques que encontrara
para descansar un poco antes de seguir buscando así que entró al que le parecía
un poco más escondido y se sentó en los restos de una banca de concreto, ahí
dejó que su mente se perdiera en el recorrido que las hormigas realizaban
frente a ella.
A lo lejos escuchaba niños jugando, personas
platicar cuando pasaban cerca, los autos que atravesaban la pequeña calle que
llevaba a ese parque, los perros a la lejanía ladrando a quienes se acercaran a
sus hogares. Era una mañana tranquila, la gente ya debería tener rato de
haberse despertado por lo que algunos ya habían salido en sus días familiares,
aunque a Naran eso ya no le interesaba.
Seguía viendo a los pequeños insectos a
sus pies cuando escuchó a alguien entrar a ese mismo parque, primero decidió no
voltear, después creyó que una sonrisa podría servirle a esa persona aprovechando
que ya no usaba el cubre bocas. Levantó la cabeza cuando la persona estaba ya
casi frente a ella y a un par de metros, sin embargo la sonrisa se quedó a
medio formar al ver a la persona.
Comenzaba a volverse una expresión
constante en ambos pues de nuevo se vieron el uno al otro sorprendidos,
inmóviles y mudos, sólo que esta vez fueron los dos quienes hicieron la media
sonrisa en lugar de una completa además de que juntos bajaron la vista.
—¿Tienes tiempo?
Ryotarou preguntó primero, ella dudó sobre
cómo contestarle sin entender lo que él podría querer, sabía que no tenía
motivos para temerle por esa característica suya de no meterse en la vida de
otros además de que sabía que no era alguien malo. Pensándolo así, decidió asentir.
El chico con un movimiento de cabeza le
pidió que lo siguiera. Avanzaron hacia la zona más interna del parque hasta
llegar a donde la maleza había crecido casi un metro, lo vio internarse sin
detenerse o preocuparse por lo que encontrara, Naran decidió confiar en lo que
hacía así que caminó por la zona donde ya había bajado las hierbas.
El camino siguió un poco más hasta donde
encontraron dos sauces cuyas ramas bajas cubrían a su tercer hermano que ya
había sido cortado, por ese lugar Ryotarou atravesó para llegar a donde ya no
había más hierbas, sólo un pedazo de tronco recostado a forma de banca, el
lugar tenía algunas basuras olvidadas sin mucho tiempo y la pared del fondo
tenía porciones oscurecidas en forma de quemaduras.
El chico sacó una bolsa de plástico de su
sudadera y comenzó a recoger los desechos mientras que ella terminaba de
examinar todo y sentarse: —Los otros que usan este lugar no son tan limpios.
Con una sonrisa pequeña se disculpó, ella
negó con la cabeza esperando a que él se sentara, en cambio lo que el chico
hizo fue pedirle que esperara un poco en lo que tiraba la basura. Naran se
quedó sola apreciando lo relajante del espacio aunque el olor la inquietó hasta
que recordó que ese era el típico olor residual de un tipo de droga común.
Estaba decidida a preguntarle sobre eso en
cuanto llegara hasta que recordó que había dicho que otras personas también
usaban el lugar, aún así sentía curiosidad por saber si él les hablaba a esos
otros y había probado la fuente del olor. Cuando él regresó traía un par de
refrescos de los cuales le entregó uno antes de sentarse un poco cerca de ella
dándole algo de espacio; sin dejar de pensar en lo amable que era, Naran
decidió evitar el interrogatorio por su parte así que únicamente bebió.
—Tú nunca preguntas nada ¿verdad? —viendo
que él no planeaba hablar, ella terminó haciéndolo pues no acostumbraba a estar
entre tanto silencio cuando tenía alguien cerca, como respuesta él se encogió
de hombros.
—No es por falta de interés, sólo no me
siento cómodo metiéndome en la vida de otros —le dio un trago más a su refresco
mientras pensaba qué más decir. Ese chico la hacía querer hablar más de lo que
debería y al mismo tiempo la retraía pues desconocía de cosas que tuvieran en común,
además que sabía que lo que quería contarle no era algo que debería hacer.
—Yo no pensaría eso de ti… —no estaba
segura si era su primera vez o no, pero sé sintió avergonzada de tantas cosas
frente a él al grado de que no lo vio a los ojos, sólo trató de disimular con
la tierra bajo sus pies.
En cierta forma le desesperaba la
pasividad de él, que no tomara la iniciativa, ya que ella estaba muy
acostumbrada a que quien la conociera sacara su lista de preguntas, la cuales
comúnmente terminaban siendo las mismas una y otra vez. No era que le gustara
ser ese tipo de centro de atención o que de verdad le interesara contestarles o
agradarles, sin embargo sentía esa urgencia porque él, especialmente él,
hiciera las preguntas para conocerla, y así ella tuviera una excusa para
conocerlo a él, aún cuando sabía que no debía hacerlo.
—Hagamos un juego —él la vio con
escepticismo mientras que ella le sonreía con malicia, la idea que había
formado la enorgullecía y al mismo tiempo la atemorizaba sobre el tipo de
reacción que él tuviera—. Si tú me haces una pregunta, yo te haré una pregunta;
pero si tu pregunta no la puedo contestar, yo no haré pregunta hasta que hagas
otra que yo te conteste, y lo mismo podrá ser aplicado en tu caso.
Se quedó en silencio aún observándola de
la misma forma, Naran lo vio jugar con el anillo de la tapa de la botella hasta
que esté asintió sonriendo de una forma que provocó que ella alejara la vista
de él pues su sonrisa había cambiado a algo que le pareció honesto: —Me parece
interesante aunque… no es como si yo tuviera cosas que pudieran interesarte
—dejó de verla, se fijó en el tronco muerto frente a ellos, Naran sabía qué
podría decirle pues una amiga que antes había conocido le había dicho algo
similar, sin embargo por alguna razón que no comprendía no podía decírselo. Él,
completamente ignorante de esos pensamientos en ella, decidió iniciar lo que
ella llamó un juego—. No vives por aquí ¿cierto?
—Así es —de nuevo Naran se sorprendió de
él pues sentía que la pregunta que había hecho estaba planteada de forma en que
no la obligara a decir algo que no quería y así quería mantenerlo, mas su boca
pareció ser más honesta—. Vivo hacia el este de nuestra escuela, a dos horas de
camino —se encogió de hombros, tanto por lo que había dicho como por saber que
él no la seguiría a su casa o trataría de ir. Ella también ya sabía qué
preguntar—. ¿Qué tan seguido vienes a este lugar?
—No mucho, sólo cuando quiero perderme un
poco leyendo —el chico le dio otro trago a su refresco aunque ese fue más
largo, después se volteó a verla para continuar con la siguiente pregunta.
Al final Naran ya no se fue a otro lugar
pues se quedó ahí con Ryotarou, hasta que fueron las cinco de la tarde que él
dijo que tenía que regresar a su casa, ella también decidió irse sabiendo lo
lejos que estaba la suya. Él se ofreció a caminar con ella hasta donde el
transporte pasaba, camino que recorrieron en silencio, aún después de que la
sesión de preguntas había perdido la seriedad inicial para cambiar por cosas
banales como decidir entre perros y gatos, haciéndolos reír por un largo rato al
punto de que Naran terminó con dolor de estómago y mejillas.
Dejaron pasar un par de camiones aún sin
hablar, sólo viendo diferentes cosas hasta que ella sacó su dinero para su
pasaje, entonces Ryotarou por fin habló: —¿Es cierto que terminarás cambiándote
de escuela?
Naran bajó la cabeza, durante su tiempo de
preguntas no habían hablado de eso ni de lo que siempre le preguntaban sobre el
trabajo de sus padres o los lugares en los que había estado, lo único serio
había sido sobre el lugar donde ella vivía y el cómo había llegado ahí, por eso
esta última pregunta la hizo recordar por qué no quería acercarse a nadie.
—Sí… tal vez sólo me quede tres meses… —sin
esperar alguna otra reacción del chico o pregunta, Naran le hizo la parada al
transporte que usaría, mientras este se orillaba se volteó a verlo: —Me debes
una pregunta.
Al siguiente día se volvieron a encontrar
en el mismo lugar a la misma hora para pasar otros momentos entre risas y
pensamientos profundos que poco tenían que ver con sus vidas privadas. Ryotarou
ese día aprovechó que el resto de su familia no se encontraba en casa para invitarla
a pasar y comer antes de que se fuera, dejándola después revisar su cuarto el
cual le sorprendió a ella encontrarlo tan limpio y acomodado pues había dado
por sentado que todos los chicos siempre tenían un desorden en sus
habitaciones.
El resto de la semana siguieron hablando
lo mínimo hasta el jueves que estando en su otro lugar tranquilo donde hablaban
sólo un poco antes de que él se centrara en su lectura y ella en sus
pensamientos mientras ambos escuchaban la música que a Ryotarou tanto relajaba.
El siguiente fin de semana ella no se
presentó, tal como le había avisado el jueves a su amigo, ya que el sábado
salió con sus amigas y el domingo se quedó en casa con sus padres. Durante la
semana que siguió ese fin de semana Naran notó al chico diferente a pesar de lo
poco que interactuaban antes del jueves.
Ese día Ryotarou no se presentó en su
lugar durante todo el tiempo que tenía que esperar y a su clase llegó casi diez
minutos tarde sin dar ningún tipo de explicación al profesor que no preguntó ni
a su amiga que tampoco hizo intento por interrogarlo mientras él seguía
extrañamente callado y serio. En la salida la esperó aunque siguió usando sus
audífonos como excusa para evitar preguntas. Por ello Naran no fue capaz de
entender lo que al chico le pasaba, siendo que el fin de semana sus planes
fueron de nuevo mancillados ya que el chico en esa ocasión fue el que no acudió
a su lugar secreto en ninguno de los dos días, y a pesar de que ella ya conocía
su dirección, decidió no ir a molestarlo.
Para el siguiente lunes él se mostró un
poco mejor hablando más con sus amigos; si bien Naran no se atrevió a interrogarlo,
se sintió tranquila de verlo regresar a ser el chico que había comenzado a
apreciar.
—¿Qué estás leyendo ahora? —a propósito
Naran había llegado más tarde al sitio de espera de los jueves, el chico bajó
su libro para saludarla con una sonrisa que también pedía disculpas.
—Eso te va a costar una pregunta.
—Bien, bien, guarda el sarcasmo entonces —se
sentó a su lado suspirando—. Déjame replantear la pregunta —carraspeó
fingidamente—. ¿Cuál es la sinopsis del libro que hoy te encontrabas leyendo
antes de que yo llegara?
Provocó una risa tímida en el chico, a
Naran le gustaba cómo él solía cubrirse la cara o la boca cuando reía
sinceramente como si no le gustara que otros vieran esa parte de él, por eso
fue que casi se sintió orgullosa de hacer que esa expresión en él regresara.
Y así el siguiente sábado volvieron a
encontrarse en el lugar secreto del parque; ese día Naran llegó con un vistoso
parche en su ojo izquierdo por culpa de un golpe que le habían dado en su
camino de regreso a su casa el viernes donde su camión había tenido que
frenarse bruscamente provocando que el hombre que estaba al lado de ella
perdiera el equilibrio, obligándolo a mover su brazo con rapidez para tratar de
sostenerse de nuevo.
Para el lunes de regreso a clases el parche
ya no estaba y ninguna marca quedaba en su rostro por lo que Ryotarou fue el
único en enterarse de ese pequeño accidente de la chica hasta que a mitad de la
semana que siguió, la mala suerte de la chica pareció continuar pues llegó con
su brazo vendado y adolorido que el jueves llevó con una férula y cabestrillo
por una torpe caída que había sufrido en su casa.
Después de eso Ryotarou pasó al silencio
una semana más con una muy breve recuperación durante los días de descanso en
que estuvo con ella, volviendo a su aislamiento la semana en que ella cumplió
los dos meses de su llegada.
El camino hacia el tercer mes fue de nuevo
una mezcla de altibajos en los comportamientos de ambos y su suerte. La mayor
parte de los momentos libres Naran y sus amigas se dieron cuenta que más chicos
se acercaban a ella con las intenciones de coquetearle para convencerla de que
se juntara más con ellos y así poder conquistarla, sin embargo ella se mantuvo
fiel a los amigos que estaba disfrutando así que siempre lograba deshacerse de
sus insistencias con excusas, algunas veces ellas la ayudaban pero en clase de
pintura donde ninguna estaba, ella tenía que buscarse su salida sola ya que
Ryotarou nunca intervenía.
El tercer lunes de ese mes sucedió que
Naran acababa de torcerse el tobillo la tarde anterior, al no tener un
justificante decidió irse al lugar de espera de los jueves para saltarse la
primera clase que era de educación física. El hilo de sus pensamientos se cortó
al ver a Ryotarou llegar igual que ella; ambos se vieron entre ellos, al
explicar sus razones para saltarse la clase comenzaron a reír hasta que ella
sacó lágrimas y él no soportó el dolor del estómago.
Al final él se quedó sentado leyendo y
ella recostada con su cabeza en sus piernas cambiando las canciones de su
reproductor para escoger las que más le gustaban. Cuando faltaban quince
minutos para que los otros salieran, ambos se fueron al salón de la clase que
seguiría.
Mientras Ryotarou seguía leyendo, Naran se
quedó entretenida con los apuntes del chico ligeramente recargada en él. Cuando
la chica alzó la vista, se encontró a dos de sus amigas y dos de los amigos de
él asomados en el resquicio de la puerta, los cuales al captar la vista de ella
se ocultaron, Naran se dio cuenta que él también había visto lo mismo así que
intercambiaron una mirada confundida antes de que ella se levantara para ir a
saludar a sus amigas y explicarles la razón por la que no había ido a esa
clase.
Después de ese día, tanto las amigas de
ella como los de él empezaron a intentar juntarlos más sin que ellos lo notaran
ya que los dos chicos no tenían ningún problema en perderse platicando entre
ellos cuando los obligaban a quedarse solos, por eso fue que pudieron alejar a
todos los otros chicos que trataban de acercarse a Naran aunque no podían hacer
nada durante su clase de pintura.
Esa tarde ya llevaban casi media hora
desde que iniciada la clase cuando el profesor dejó el salón con el aviso de
que tenía que ir a arreglar unos asuntos, entonces tres de los chicos del grupo
dejaron sus mesas para colocarse frente al de Naran y ver cómo estaba avanzando
en la segunda pintura a pastel que estaban haciendo.
—Ya no te creo que nunca antes habías
dibujado o pintado —el chico más alto entre ellos se acercó mucho más hacia
ella con la excusa de ver mejor lo que hacía, ella le sonrió moviéndose un poco
hacia Ryotarou.
—Oh… así que me estás llamando mentirosa —Elizabeth
le había sugerido usar las palabras de esos acosadores, como sus amigas los
llamaban, para alejarlos un poco de ella; en respuesta los otros chicos le
hicieron burla al que había hablado.
—No, para nada, nunca lo haría —nerviosamente
se rascó la sien, Naran comparó la forma en que Ryotarou reaccionaba con la de
ese chico y no pudo evitar pensar que su amigo lo hacía mejor y más natural.
Inconscientemente se giró a verlo un poco,
notó que ya se había puesto sus audífonos para ignorarlos por lo que sonrió
discretamente antes de volver a prestarle atención a los tres que tenía
enfrente y que continuaron con sus preguntas y comentarios por un rato más ya
que el profesor aún no regresaba.
Sin trabajar y sólo distrayéndolos, los
tres ni siquiera se preocupaban por vigilar la puerta o la hora ya que la
salida estaba sólo a cinco minutos. Naran comenzaba a sentirse molesta aunque
no tenía forma de pedirles que se fueran a sus lugares, Ryotarou en cambio
parecía tranquilo como si nadie se hallara a su lado, eso a ella la hacía
sentir entre culpable porque ellos estuvieran ahí por su culpa y dolida porque
ni siquiera intentara ayudarla.
De pronto su amigo se movió para detener
la música de su reproductor, siendo Naran la única que lo notó, después guardó
sus pinturas antes de voltearse a verla. La chica lo notó algo raro pues
parecía serio y con algo diferente que ella no lograba terminar de identificar.
—Ya es hora de irnos, el maestro ya viene.
Comprobando lo que había dicho, los pasos
del profesor se escucharon por lo que los tres tuvieron que regresarse a su
lugar con rapidez, Naran guardó sus cosas aún notando lo extraño en la
expresión de su amigo. El maestro se disculpó por el tiempo en que los había
dejado solos para luego dejarlos irse mientras que él también se preparaba para
lo mismo.
En cuanto Naran terminó de guardar sus
cosas, Ryotarou la tomó de la mano y con un movimiento de cabeza le señaló la
salida para que ya se fueran. La chica se sintió sonrojar, sin embargo intentó
actuar de la forma más natural que pudo siguiéndolo al pasar frente a los
chicos que la habían estado acosando, ahí fue donde ella se despidió de ellos
para llamar su atención mientras salía con él.
Aún sin soltarse, llegaron hasta la parada
de los camiones donde Ryotarou por fin volteó a verla. Estaba ligeramente
sonrojado, había una disculpa silenciosa en sus ojos mientras sonreía de medio
lado.
—Lo siento… no te veías a gusto pero no
pude pensar algo antes… —esta vez ella fue quien se sonrojó, en cuanto él la
notó se rascó la nuca y retiró la vista de ella a pesar de que aún no la
soltaba.
—Gracias…
Se sintió tonta, sabía que debía haber
elegido otro tono u otras palabras, que debía haber continuado la conversación
con algo, mas su decisión por no involucrarse más con él la hizo morderse la
lengua, agachar la cabeza y sentir que se formaba un nudo en su garganta para
evitarle el decir lo que no debía.
Tanto se concentró en el espacio entre sus
tenis y los de él que no notó nada hasta que él tuvo sus labios en su cabello,
cualquier tipo de contacto la hubiera hecho encogerse o sobresaltarse, en
cambio eso que Ryotarou hizo la paralizó mientras sus ojos se humedecían.
—Somos tan mentirosos —soltó su mano,
Naran no se atrevió a levantar la vista para verlo partir, así como él decidió
no ver hacia atrás.
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