Los días después del incidente pasaron con
tensión. Naran parecía la misma chica amable y tierna que había demostrado
desde su llegada, a pesar de ello muchos de sus compañeros habían decidido
alejarse más de ella por miedo a que cuando regresaran las otras dos, ella se
volviera su nuevo y único objetivo en su búsqueda de venganza, aunque a la
chica ya no tan nueva parecía no importarle.
Lena siguió siendo tímida e insegura
durante los primeros cuatro días hasta que poco a poco fue recuperando confianza
de que las dos abusivas no la molestarían de nuevo pues sus padres la llevaban
y traían de su casa a la escuela y viceversa. Muchos creyeron volver a ver en
ella una porción de la alegría que solía tener antes de volverse la víctima,
sin embargo seguía sola pues los que habían sido sus amigos en el primer año,
ahora estaban demasiado avergonzados como para creer que podían volverle a
hablar igual.
Los primeros días, tanto Naran como Lena,
se evitaron de todas las formas posibles aunque sin parecer groseras; después
fue Lena quien demostró el interés por esa joven siempre alegre y amable aun
cuando Naran la trataba de la misma forma que al resto, sólo con un poco de
precaución de más.
Durante la primera semana la chica nueva
fue acompañada por los tres chicos en una porción de su camino de regreso a su
casa en caso de que las dos suspendidas la acecharan para vengarse lejos del
territorio de la escuela.
La sexta mañana después del incidente,
Naran llegó saludando a sus compañeros como cada mañana hasta que se quedó sola
en su lugar donde permaneció revisando sus apuntes de la clase anterior.
En los asientos de más atrás Lena la
observaba pues el deseo de hablarle o ser más cercana a ella se incrementaba
con cada día que pasaba sin el temor por las dos chicas suspendidas, aun cuando
sabía que esa tranquilidad podía terminarse la siguiente semana para dar paso a
un infierno peor al anterior. El deseo por agradecerle el haberse enfrentado a las
que creía sus amigas era lo que le provocaba ese nerviosismo por ir con ella,
le tensaba los hombros, le aceleraba el pulso, le hacía las palmas sudar mientras,
internamente, se suplicaba a sí misma por el valor para levantarse e ir hacia
Naran.
Sin embargo su duda y temor fueron mayores,
Damián le ganó la oportunidad al sentarse en la banca detrás de ella, donde
Sara había estado antes. Le sopló suavemente en el oído al mismo tiempo que
pasaba su dedo índice por encima del cuello de tortuga que ese día vestía bajo
la camisa del uniforme.
—¿Por qué tan tapada? Ya estamos en
febrero, ya no hace tanto frío —la primera reacción ante el contacto y el
sonido detrás de su oído había sido de completa sorpresa por lo inesperado, no
obstante Lena fue capaz de notar algo más en el mirar de Naran, aunque esta
regresó a su sonrisa característica en cuanto identificó a Damián.
—Siempre he sido alguien que se enferma
con facilidad, hoy en la mañana hacía frío así que por eso la uso —se encogió
de hombros mientras regresaba su atención a su cuaderno.
—Ya veo… —el chico alargó su silencio unos
escasos segundos—. No creí que fueras tan delicada.
En respuesta, Naran se giró hacia él
mostrándole la lengua en un acto infantil por lo que Damián le pegó con
suavidad en la nariz: —En realidad quería preguntarte algo —sospechosamente, el
chico vio hacia los lados antes de volver a hablar por lo que Naran no pudo
evitar sentirse incómoda—. ¿Cómo supiste lo de Lena? ¿Estuviste con ellas
cuando lo hicieron?
—No, yo sólo me di cuenta de que algo le
habían hecho —la sonrisa que esta vez hizo fue como de disculpa por no tener
una mejor explicación. El resto de preguntas que quiso hacerle fue interrumpido
por el toque de la campana y entrada de sus compañeros así que Damián se
regresó a su lugar.
En la hora de salida Naran por fin pudo convencerlos
de que no habría peligro de ningún tipo si se iba sola; a lo lejos Lena,
mientras se subía a su coche, la vio dejar los alrededores de la escuela sin
sus amigos pero no pudo hacer más que desear que nada malo le pasara.
Ese día estaba ligeramente nublado, Alicia
estaba castigada por la suspensión por lo que tenía prohibido dejar su casa
sola mientras que Sara el castigo sólo se hacía efectivo cuando sus padres se
encontraban en casa, lo que era desde las siete de la tarde a las siete de la
mañana así que tenía tiempo de escabullirse fuera antes de que regresaran.
De esa forma había estado vigilando a
Naran cada tarde, había maldecido que sus tres príncipes no la dejaran en paz toda
la tarde hasta que el atardecer los obligaba a separarse. Sara no había podido
investigar aún dónde era que la traidora vivía pues siempre se regresaba tarde,
además de que tomaba un transporte diferente cada día. Por eso fue que ese
sexto día de espera le fue suficiente para recuperar un poco de su humor al
saber que ese sería el inicio de su venganza, la cual no se trataría de una
simple descarga de golpes ya que la investigaría tanto como pudiera para
exponerla frente al resto como ella lo había hecho.
La siguió en el mismo transporte que tomó al
mantenerse en los asientos más cercanos a la entrada en lo que su objetivo se
iba hasta atrás a seguir comportándose como la chica perfecta que le gustaba
aparentar.
Cambió tres veces de transporte, como si
no llevara un mes en esa ciudad o al menos eso le pareció a Sara pues creía que
no era posible moverse tan bien en poco tiempo si tomaba en cuenta que no la
había visto ir tan lejos cuando aún se juntaban aunque Naran sí les había hecho
algunas preguntas sobre los alrededores o puntos de interés, no obstante
ninguna parecía ser la opción del lugar al que se dirigía.
Serpenteó entre las calles al llegar a la
colonia más cercana al centro, a Sara le parecía que buscaba algo aunque
tampoco podía quitarse la sensación de que Naran realmente sabía a dónde se dirigía.
Incluso alguien como Sara comenzaba a
sentirse insegura o incómoda en esas calles sintiendo que drogadictos o
asaltantes les aparecerían en alguna esquina. Quería regresarse, quería terminar
con su idea de buscarle puntos negativos a la chica “perfecta”, sin embargo el
odio y la curiosidad, junto a un poco de su orgullo la obligaban a seguirla un
poco más.
De esa forma llegaron a un terreno
abandonado donde un pedazo de casa se mantenía aún de pie en medio de la maleza
de lo que parecía haber sido el jardín. Naran no se detuvo, siguió hasta quedar
cerca de la entrada de esa construcción por la que salieron un grupo de perros
que en lugar de gruñirle, la saludaron moviendo sus colas con alegría y
soltando quedos ladridos.
—Debes estar bromeando… —susurró para sí
misma Sara al notar que la amabilidad de la chica seguía pareciendo un estúpido
cliché; la ira regresó a ella, quería saltarle encima y golpearla hasta hacerla
llorar y disculparse, quería someterla hasta que le temiera cada que se le
acercara.
De los alrededores aparecieron cinco niños
de ropas rotas y sucias, con precaución se fueron acercando a la chica y los
perros hasta que ella les sonrió para animarlos junto a un simple saludo. Naran
se agachó, mientras los perros jugaban con los niños, para sacar de su mochila
un bolsa con croquetas y una bolsa con algo sanguinolento que Sara supuso que
se trataba de carne de desecho; los perros volvieron a rodear a la chica
mientras que los niños se iban dentro de la casa para sacar un anafre viejo,
roto y oxidado, que colocaron a la mitad donde ya habían arrancado la hierba.
A pesar de lo inútil que ya sentía el
seguir en ese lugar, Sara no se movió hasta que Naran hubo apagado el fuego
después de asegurarse de que los perros y los niños habían comido un poco de lo
que había conseguido.
Recogiendo sus cosas y despidiéndose de
todos, la chica volvió sobre sus pasos. Sara la siguió, ella misma ya tenía
hambre por culpa del olor que la comida había desprendido, mientras que su
objetivo seguía tan tranquila como siempre. Su regreso fue igual exceptuando la
mitad del camino, antes de subirse al primer transporte, cuando se detuvo en
una farmacia a comprar cosas que Sara no fue capaz de distinguir.
A poco de subirse al último transporte,
Sara notó que la hora en que sus padres regresaban ya estaba cerca por lo que
debía irse a su casa de inmediato si no quería que notaran lo que hacía así que
tuvo que dejar la investigación de la localización de la casa de Naran para el
siguiente día.
Al final su investigación nunca la llevó a
la casa de Naran pues nunca regresaba antes de las siete. Cada día fue del
inútil seguimiento de la chica nueva hacia sitios donde se detenía a mantener
su fachada de chica buena siendo que el lunes iba con los niños y los perros,
el martes de iba a una casa de ancianos, el miércoles iba a un albergue de
animales, el jueves volvía con los niños y los perros y el viernes iba a una
asociación de ayuda a las personas sin casa o pobres donde daban comida,
enmendaban ropas o repartían nuevas, daban chequeos médicos sencillos y
regalaban medicinas.
Sólo el jueves, antes de llegar a la
construcción olvidada, se había detenido en otro lugar donde había algunas
familias que pedían dinero en los semáforos de una avenida, ahí le había
entregado a los más chicos juguetes y unas pulseras coloridas que a Sara le
recordaron a una que Naran siempre llevaba y que estaba hecha de basura.
El final de la suspensión se dio, tanto
Alicia como Sara regresaron a la escuela enfrentando las miradas sobre de ellas
de forma que provocaban que el resto desviara la mirada. Lena volvió a
mostrarse temerosa aunque se mantenía donde había más gente para evitar
problemas, en cambio Naran siguió con su misma rutina matutina además de que
los tres chicos de siempre no la dejaron sola de nuevo.
Cuando Sara cruzaba mirada con Lena, la
veían con enojo sin embargo no intentaban nada más que ignorarla, por otro lado
las dos chicas agresoras veían con un odio mayor a Naran aunque ella no les
respondiera ni asustada ni hipócritamente, sólo intentaba que esas miradas
fueran las menos posibles.
Durante toda la primera mitad del día no
pudieron acercarse a ella, fue hasta el inicio del recreo donde lo harían, sin
embargo fue Naran la primera en moverse al girar en su asiento en cuanto el
maestro dejó el salón. Se quedó frente a Sara, provocando que el resto de sus
compañeros se sorprendieran y se quedaran a satisfacer su curiosidad.
—Hay algo que deben saber, antes de que
intenten lo que sea que quieran intentar —sin una pizca de flaqueza o miedo, la
voz de Naran se escuchó con claridad aunque no gritara—. No las odio, no guardo
rencor ni miedo, lo que hice no fue ni por perjudicarlas ni por ayudar a
alguien en especial, yo sólo lo hice porque era lo correcto y me gustaría que
ustedes puedan comprenderlo.
Dejándolas sorprendidas y algo furiosas,
Naran salió del salón con los tres chicos detrás de ella a culpa de la misma
sorpresa que entorpeció al resto de los presentes. Lo que le siguió al día
detuvieron sus intentos hasta la hora de la salida aunque de nueva cuenta
fueron frustrados por la presencia de los mismos tres.
—No los tendrás a tu alrededor toda la
vida, estúpida, cuando eso pase nos la vas a pagar —los tres chicos la
obligaron a caminar para que no les dijera nada que empeorara su humor, temían
por ella a pesar de que Naran siguiera tan tranquila como siempre. No la veían
sonreír o enojarse, simplemente su rostro estaba cerrado a lo que sea que
pensara provocando en los tres confusión.
Al tercer día desde el regreso de las dos,
Lena por fin tuvo el valor suficiente para hablarle a Naran ya que las otras
dos aún no llegaban en la mañana, por eso le pidió a la chica que la siguiera
al baño donde no podrían verlas sin que ellas lo notaran.
—Por favor… deja que te llevemos a tu casa
en la tarde —la petición de Lena provocó sorpresa en la otra quién no pudo
evitar verla con suspicacia por unos segundos—. Te dejamos cerca, si quieres…
—Estaré bien, gracias por la oferta pero
no lo necesito —la sonrisa volvió al rostro de Naran, eso sólo provocó que la
tímida chica dudara sobre qué tan consciente estaba de su situación—. De
verdad, no tienes de qué preocuparte.
Debido a su castigo, Alicia no podía
acompañar a Sara en seguir a Naran por lo que tendrían que esperar a que un día
en la salida la dejaran sola, sin embargo sus planes se vieron frustrados sin
previo aviso cuando los padres de Alicia decidieron mandarla a otra escuela
después de una semana de planeación y arreglos.
Sin Alicia, Sara detuvo sus intentos
contra Naran por un tiempo; si bien no deseaba que la vieran débil por no vengarse
sin que su amiga estuviera, sabía que no tenía oportunidad si sus amigos no
dejaban de acompañarla. Por eso fue que tuvo que abandonar su orgullo y tratar
de pasar desapercibida un tiempo en lo que volvía a tomar las riendas de su
propia vida, por ello se inventó la excusa de que primero necesitaba volver a
ganarse la confianza de sus padres.
Lena retomó un poco de la confianza que
había estado recuperando antes de que Sara volviera así que comenzó a juntarse
de verdad con Naran en las mañanas ya que en el recreo aún los tres chicos
seguían acompañándola. Sara notaba la fijación que su antigua víctima parecía
haber desarrollado por la chica nueva a causa de un sentimiento de salvación,
en cierta forma eso la molestaba mucho más que la imagen perfecta de Naran, aunque
más la hacía enojar el no poder hacer algo para demostrarles que no debían
sentirse tranquilas en su presencia.
Como cada mañana, Sara se quedó fumando a
una calle de la escuela antes de que la campana sonara, no obstante su nueva
rutina cambió a causa de Naran quien llegó con un cubre bocas y la verdadera apariencia
de alguien enfermo pues tenía la piel visible algo pálida, ojeras bajo sus ojos
y se movía con lentitud.
—Te dije que me enfermaba fácilmente —le
respondió a Damián la pregunta silenciosa que le hizo al verla y acercarse a
ella por su apariencia.
—Pero si te tapaste tanto —esta vez Víctor
fue quien participó en la corta plática que impedía a Lena acercarse.
—Imagínate cómo estaría si no lo hubiera
hecho —los tres chicos no pudieron recibir la sonrisa cálida de la chica a
causa de su cubre bocas, sin embargo la alegría de sus ojos pareció ser
suficiente para ellos, a pesar del cansancio que los acompañaba.
Antes de su hora del descanso, su grupo
tuvo clase de educación física donde los chicos jugaron fútbol en la mitad del
patio mientras que las chicas jugaban voleibol en la otra parte. A causa de su
condición, Naran permaneció en los límites junto a los compañeros de reemplazo
donde Lena estuvo al inicio al igual que Marco hasta que les tocó jugar.
Sara fue quien salió en lugar de Lena, la
chica rebelde fue a sentarse un poco más alejada de donde el resto estaba
aunque aún tenía una buena visibilidad de la chica perfecta que ahora se
encontraba hablando con Víctor mientras veían al resto jugar. De alguna forma
Sara le creía la enfermedad por el aspecto, sin embargo sentía que algo más
había pues no la veía toser o estornudar como esperaba lo hiciera si estaba tan
grave, aunque no confiaba en lo poco que sabía ya que ella misma nunca se había
enfermado de esa forma.
De nuevo la curiosidad la llevó a seguirla
al salir de clases. Como era lunes sabía ya bien a dónde se dirigiría así que
pudo distraerse durante el inicio del trayecto con cosas que no fuera la
obsesión que Lena había terminado por pegarle; de cierta forma ya no entendía
si de verdad buscaba las flaquezas de Naran o si la curiosidad se trataba de
una forma para entenderla, sin embargo no sentía el deseo de entenderse a sí
misma por miedo a descubrir que había cambiado por culpa de esa extraña.
El tren de sus pensamientos se vio
detenido cuando Naran cambió su ruta por una calle antes de llegar con los
niños, entró a la misma farmacia que la semana pasada había visitado así que
Sara sólo se alejó un poco para esperar a que terminara con la compra de la
medicina para su supuesta enfermedad.
Después de eso, ya en la vieja
construcción, se quedó con los niños dentro por más tiempo que la vez anterior
a pesar de que ya les había servido de comer. En los primeros diez minutos supo
entretenerse con su cabello, en los diez posteriores comenzó a desesperarse al
sentir que perdía el tiempo, y para los últimos diez se preguntó si Naran no se
había quedado dormida por su enfermedad o si le habían hecho algo. La
curiosidad se vio mezclada con la ansiedad, quería acercarse y al mismo tiempo
sentía que debía seguir esperando, lo cual la obligó a dar al menos cinco
vueltas indecisas hasta que tuvo que ocultarse rápidamente pues Naran por fin
salía.
Los niños le hablaron mientras recogían, nada
parecía haber cambiado en Naran, aun cuando Sara sentía que los niños sí
parecían diferentes por la forma en que se comportaban con ella. A pesar de eso
nada más sucedió antes de que la chica dejara el lugar para regresar a su casa.
Era más temprano que la vez anterior, Sara
sintió una ligera esperanza creyendo que por fin sabría la verdadera dirección
de su enigmática compañera, no obstante Naran le frustró el plan al dirigirse
hacia el centro para detenerse en el jardín principal donde ocupó una banca vacía.
Soltó un suspiro de exasperación pensando
en lo lenta que era para regresar a su casa, después pensó en acercarse a ella en
un intento de reconciliación creyendo en la frase de que debías mantener más
cerca a tus enemigos que a tus amigos, sin embargo su decisión fue interrumpida
por un cuarteto de chicos con apariencia mayor que ellas. Dos de ellos fumaban,
tres llevaban unas patinetas que combinaban con el aspecto desaliñado que
tenían.
Los cuatro se portaban más desvergonzados
que los de su edad, los notó coquetear directamente con Naran quien no parecía
incómoda ni halagada, simplemente los observaba con su misma sonrisa que Sara
había comenzado a sentir forzada o hipócrita, o eso era lo que podía imaginar
por culpa del cubre bocas. De nueva cuenta sintió su mente discutir entre
ideas: ir a ayudarla a alejarse de ellos o seguir observando lo que la otra
haría pues podía significar que por fin expondría su verdadera naturaleza. Al
final decidió observar un poco más.
A la distancia en que se encontraba se le
dificultaba escuchar lo que hablaban a menos que alzaran la voz, aunque sí
podía ver bien las expresiones de tres de los chicos que no le daban la espalda
y un poco de la de Naran. Veía que los chicos aún le estaban coqueteando
mientras ella los veía con seriedad, o eso le parecía a Sara de nuevo por lo
que usaba en el rostro.
En un momento el chico frente a Naran hizo
un intento por tocarla en la cara, Sara no estaba segura qué parte había
pensado agarrar, por lo que la chica enferma se giró al lado contrario donde la
espía se encontraba. Los cuatro chicos parecieron bromear un poco, incluso si
sus miradas no parecían tan divertidas.
De nuevo el chico central adelantó su mano
hacia el rostro de ella, pudiendo en esta ocasión bajarle el cubre bocas para
satisfacer su curiosidad. Los cuatro se quedaron serios mientras Naran volvía a
subir el objeto que la cubría; se levantó de la banca intentando pasar entre ellos,
deteniéndose a un lado del que le había bajado la mascarilla para susurrarle
algo al oído antes de quitarle su patineta y avanzar unos metros sobre de ella.
—La próxima será, Pat —la voz de Naran se
alzó lo suficiente mientras detenía la patineta para patearla de regreso con su
dueño al mismo tiempo en que le sonreía por debajo del aditamento médico.
El chico llamado Pat detuvo su patineta sonriéndole
abiertamente a la chica. Los cuatro se fueron al lado contrario de la chica
quien volvió a detenerse, esta vez frente al cruce del semáforo donde la luz
verde estaba para que los peatones cruzaran, en lugar de eso ella se quedó
contemplando el cielo sin avanzar. Sara no estaba lo suficientemente cerca para
verla bien, sin embargo creía que algo más había en su mirada.
Al cabo de dos verdes más Naran por fin
avanzó; Sara notó que la ruta que tomó no era hacia donde los transportes
estaban, quería seguirla más pues los misterios y rarezas de ella sólo parecían
aumentar, no obstante la hora en que debía regresar ya había dado.
Al siguiente día, Sara se aprovechó de que
Naran aún no llegaba para acercarse a Lena; como era de esperarse, la chica más
alta volvió a su faceta temerosa en cuanto notó a su agresora dirigirse hacia
ella quien tomó la silla más cercana a ella para acercarse más.
—¿Estás loca? No te voy a hacer nada,
menos con tantos viéndonos —Lena fue capaz de distinguir un tono muy diferente
en la voz de Sara aunque su trauma hacia ella no la dejaba prestarle mucha
atención a eso, obligándola a replegarse al lado contrario de la otra—. Sólo
escúchame —y a pesar de lo que fuera que cambiara en Sara, su mirada
intimidante nunca parecería hacerlo, por eso la chica alta asintió—. Hay algo
raro con Naran y sé que también lo has notado.
Con esa simple observación hizo que el
leve temblor que Lena había estado sufriendo se detuviera súbitamente mientras
por fin alzaba su vista para enfrentar a su agresora a pesar de todo el miedo
que le daba pues la mención de su salvadora cambiaba siempre las cosas: —Pásame
tu correo o tu número de casa, sólo así podré decirte lo que sé y lo que
podremos hacer —Sara regresó la silla a su lugar, comenzaba el camino a su
lugar cuando volvió a verla—. Tienes lo que resta del día para decidirte si
creerás o no lo que te digo.
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