jueves, 2 de junio de 2016

At first glance, she was perfect, she was kind but… how true that would be?

La campana de la escuela sonó tan puntual como cada día, algunos de los alumnos corrieron a tiempo para entrar mientras los prefectos comenzaban a cerrar la entrada principal; los que se encontraban platicando en el patio o los pasillos, continuaron su camino hacia sus salones sin detener sus charlas al mismo tiempo que caminaban con la lentitud característica de los jóvenes despreocupados que eran; unos cuantos seguían sentados incorrectamente sobre las bancas sin dejar de hablar sobre su tarde anterior o cosas que recordaban que no habían contado antes acerca de sus fines de semana.

Siguiendo la rutina, los profesores ya se encontraban frente a sus alumnos a los diez minutos pasadas las ocho. Sólo en el salón del tercero C, la profesora aplazó el pase de lista para anunciarle a los jóvenes que una nueva alumna se sumaba a su grupo ese día.

Frente al grupo se detuvo una chica de aspecto modesto, llevaba las dos manos entrelazadas frente a su vientre aparentando timidez aunque la sonrisa sencilla que les dedicó era como si no tuviera miedo de estar frente a tanta gente nueva.

Al cabo de su corta presentación, Naran ocupó una de las tres sillas vacías, la cual se encontraba en la fila cercana a la puerta. Con eso, la profesora comenzó a pasar la asistencia antes de que el ruido de los murmullos se alzara más que su propia voz.

Durante las clases no faltaron las constantes miradas furtivas hacia la recién llegada quien en ningún momento pareció molestarse por ese tipo de atención al responder con una sonrisa tranquila cuando captaba una de esas miradas, las cuales fueron pocas. Para el par de veces en que tenían que usar uno de los libros que ella no llevaba, se juntaba a la compañera que tenía a su derecha, la cual era una chica algo tímida, aunque amable, de estatura media y que frecuentemente recogía su flequillo hacia atrás de su oreja derecha.

En cuanto la campana sonó para el receso y el maestro hubo dejado el salón, Naran fue rodeada por diez de sus compañeros, tanto hombres como mujeres, que se acercaron a terminar de saciar su curiosidad por ella mientras la invitaban a pasar la media hora de descanso con alguno de los grupos. Las cuatro ofertas provocó en ella una mirada de confusión sin saber a quién aceptar hasta que el grupo compuesto por los tres chicos populares del grupo y las dos chicas más intimidantes acordaron juntarse sólo por la nueva.

—Entonces ¿de dónde vienes, Naran? —el chico al preguntar le ofreció de las frituras que había mandado a su amigo a comprar, oferta que la nueva declinó mientras comía de su sándwich.

—He viajado mucho con mis padres, estuvimos en el sur de este estado la última vez.

—¿Has salido del país? —la chica, al preguntar, se acercó a ella por la emoción que demostraba por la idea; en respuesta, Naran retrocedió casi imperceptiblemente.
—No, nunca.

Las preguntas siguieron por más de diez minutos hasta que la invitaron a salir con ellos al final de las clases. Los chicos la querían llevar a un centro de videojuegos, mientras que ellas la querían llevar a ver tiendas por las calles cercanas al centro, como no se ponían de acuerdo, Naran sugirió sólo ir a una nevería o parque donde pudieran beber un refresco y seguir platicando. Los cinco lo aceptaron.

De esa forma los seis se fueron a la cita doble en la que los cinco chicos terminaron siendo los primeros en decir que era momento de regresar a sus casas mientras que ella era la última en tomar el rumbo de su regreso poco antes de que el atardecer terminara.


Lentamente Naran fue dejando de ser el centro de atención a raíz de que hubiera elegido con quién juntarse, aunque en las mañanas al llegar nada la detuviera de hablar con otros de sus compañeros por algunas cosas de la escuela o alguna curiosidad que quisiera resolver, las cuales surgían por lo buena observadora que era.

A pesar de esa amabilidad que siempre parecía portar, los compañeros de su salón que eran más tímidos le respondían sólo lo que les preguntaba antes de tratar de alejarse de ella por culpa de las personas con las que había decidido juntarse en cada descanso.

Si bien Marco, Damián y Víctor no molestaban a nadie como tal, ya que sólo eran el grupo de los chicos apuestos que únicamente se juntaban con chicas con las que pudieran coquetear o fueran mayores que ellos; Alicia y Sara, por otro lado, eran el tipo de chicas que intimidaban con la mirada y de quienes sabías que podrían quedarse fuera de la escuela a esperarte para comenzar una pelea de verdad.

En su primer año de la secundaria habían peleado cinco veces, durante el segundo año sólo fueron cuatro mientras que en los cinco meses que llevaban del tercer año ya habían acumulado cuatro nuevas peleas. No discriminaban entre chicas de diferente edad, escuela o número pues siempre tenían a chicas de otros grupos que las apoyaban aunque fueran las dos quienes pelearan de verdad.

Además de eso, eran conocidas por molestar a los de apariencia y personalidad más débil que ellas; a veces sólo eran insultos, a veces les quitaban el dinero o los obligaban a pasarles las tareas, las menores de las veces les jugaban bromas para humillarlos. Nadie se atrevía a enfrentarlas por miedo a ser el nuevo objeto de su burla o a que los golpearan, así que todos en silencio ignoraban ese tipo de actos agachando la cabeza o girando a ver a otro lado.

Habían parecido calmarse con la llegada de Naran, aun cuando muchos habían creído que ella se convertiría en su nuevo juguete, sin embargo sólo el primer día de ella todos habían disfrutado de un día pacífico ya que en los siguientes días Alicia y Sara siguieron molestando aunque fuera en las mañanas en que ella se iba con otros, y en la hora de la salida en que Naran se iba con los chicos o se iba sola.

La última víctima que no dejaban en paz desde el mes pasado se trataba de Lena, era la chica de mayor estatura dentro de su propia generación pues medía un metro con setenta y un centímetros, era de complexión ligeramente robusta, piel bronceada y largo cabello negro ondulado que parecía no obedecer nunca el peinado que su dueña le diera.

A pesar de que pareciera que podía ser más fuerte que cualquiera, tenía una personalidad modesta y muy femenina, siendo esa la razón de que Sara y Alicia la molestaran sabiendo que en ningún momento se defendería ni hablaría con algún adulto de lo que pasaba.

Ese día, el sexto de la chica nueva, Lena había pasado un mal rato por culpa de las dos chicas que pasaron los últimos diez minutos del recreo insultándola antes de quitarle el dinero que aún tenía además de un par de lápices adornados y nuevos.

Aún se encontraba secando sus lágrimas y arreglando su cabello cuando Naran entró al baño donde las otras dos la habían llevado. Por instinto se encogió ligeramente además de ocultar su rostro de ella en el tiempo en que tardó en meterse a uno de los baños. El miedo la obligó a que el llanto se detuviera aunque el nerviosismo la hacía temblar las manos e impedirle terminar con su peinado, por lo que Naran salió cuando ella aún no acababa con lo suyo.

A través del espejo le sonrió, Lena al verlo se giró para salir del baño tan rápido como su cuerpo grande se lo permitió; a pesar de eso no pudo evitar sentir el miedo por que su acción hubiera significado una grosería para la nueva y que con ello, le trajera peores represalias de Alicia y Sara en supuesta defensa de su amiga.

Se detuvo con el corazón latiéndole dentro de su pecho con una fuerza que la hacía sentir un nudo en la garganta. Sabía que la campana ya tenía unos minutos de haber sonado y aún así se recargó en la pared del pasillo sin estar segura de sus propias razones pues no podía impedir que Naran regresara al salón, ni mucho menos podía hablarle para que la disculpara.

Estaba por reiniciar su camino de regreso cuando la nueva salió del baño, Naran vio a Lena con sorpresa pues había estado segura de que la chica más alta ya estaría llegando a su lugar, sin embargo volvió a sonreírle antes de señalarle el salón con la cabeza.

—Vamos, la clase ya debe haber comenzado.

De nuevo Lena tenía miedo, primero porque el seguirla podía significar una broma, y segundo porque no seguirla podía significar un mal trato de nuevo. Trataba de decidirse por el menor de los males cuando notó que la sonrisa en Naran cambiaba a una mezclada con lástima. De alguna forma Lena notó que esa chica no era tan mala, aunque la voz en su mente le recordaba como las otras dos chicas solían mostrarse amables con los profesores.

Caminó hacia el salón con la mano derecha frente a su pecho y la mirada en el suelo detrás de Naran que no volvió a verla ni hablarle en su corto trayecto. En la puerta el profesor dejó de escribir en el pizarrón para observarlas con severidad al recordarles lo tarde que ya se les había hecho.

—Lo siento, fue mi culpa —Naran recuperó su sonrisa honesta mientras llevaba las manos frente a su abdomen—. No me sentía bien, Lena quiso llamar a un prefecto pero yo no la dejé porque no era para tanto, aún así ella se quedó conmigo hasta que me sentí mejor.

El profesor enarcó una ceja dudando de las palabras, sin embargo notaba que la piel de la chica parecía más blanca de lo normal, por eso asintió relajando su postura:—. La próxima vez llame a un prefecto, adelante.

Al mismo tiempo en que el maestro regresaba a lo que escribía en el pizarrón, las dos jóvenes se fueron a sus lugares con los ojos de sus compañeros sobre de ellas. En cuanto Naran ocupó su lugar, Sara se acercó más a ella para interrogarla a susurros mientras que Alicia escuchaba dos lugares más alejada, donde su maestra la había sentado por la constante distracción que eran juntas.

—¿Qué pasó? Creímos que seguías con Marco.

—Sí lo estaba pero fui al baño antes de la campana pero me entretuve un rato —Naran pareció disculparse con la mirada aunque un poco de ella parecía divertida por la mentira.

—Pues usaste una buena táctica, pero para la siguiente usa a Lena, ella sabe sentirse mal —Sara soltó una risa baja mientras veía a Alicia que respondió igual, por su parte Naran pareció confundida antes de concentrarse en lo que el maestro ya había terminado de escribir.


Era jueves, el segundo día después del incidente con Lena y Naran, la chica nueva estaba ya fuera de la escuela esperando a sus dos amigas que habían alegado aún tener algo que hablar con un profesor por lo que le pidieron adelantarse a la salida. Los alumnos del turno vespertino ya se encontraban en los alrededores, a unos minutos de que sus clases comenzaran, socializando con los de matutino o sólo entre ellos pasándose la tarea.

Naran estaba acuclillada en el camellón frente a la escuela mientras usaba un árbol para cubrirse del sol de las dos de la tarde. Había tomado una rama rota de alrededor para entretenerse escarbando la tierra que trataba de aprisionar una de las anchas raíces del árbol.

Comenzaba a aburrirse y cansarse de la posición que tenía cuando, por coincidencia, volteó a ver la puerta de secundaria notando a Lena salir corriendo tan rápido como podía; no se preocupaba ni detenía por los pocos que llegaba a empujar o de los que notaran su rostro empapado por las lágrimas.
Levantándose casi de un salto, Naran pensó en ir detrás de ella, no obstante las dos chicas que esperaba por fin salieron de la escuela con unas expresiones que demostraban diversión ante algo que Naran no podía imaginar, o al menos esa impresión daba.

Al siguiente día Lena no se presentó. El lunes llegó cuando los prefectos estaban cerrando la puerta de entrada; como era de esperarse, ignoró y evitó todos los intentos de Naran por acercársele además de que se había vuelto mucho más miedosa y retraída con el resto pues evitaba ver a los ojos a todos, se alejaba de ellos y trataba de quedarse muy detrás.

Naran se fue a su lugar, cuando todos sus compañeros ya habían entrado, Sara la recibió con la misma sonrisa de siempre mientras que ella le respondía con una sonrisa y una mirada de disculpa que dejó ligeramente confundida a la chica hasta que se distrajo con Alicia.

Cuando el profesor entró, las pláticas ensordecedoras se convirtieron en un zumbido de murmullos junto al arrastre de sillas y cuadernos siendo abiertos. Naran se quedó en su lugar pareciendo tensa mientras el profesor pasaba lista para después preparar las cosas que utilizaría en la lección de ese día.

Se encontraba escribiendo la primera palabra en el pizarrón, con el resto del grupo disminuyendo su ruido, cuando todos escucharon una silla arrastrarse aunque el maestro no se girara aún.

—Profesor ¿No le parece estúpido que enseñen Cívica y Ética en esta escuela?

Se hizo el silencio total dentro del aula, la mitad de los alumnos observaba a la que había hablado mientras que la otra mitad veía al adulto detener súbitamente su escritura para después girarse lentamente a enfrentar a Naran.

—¿Disculpa?

Todos sabían que la pregunta, siendo cualquiera el rumbo que deseara la chica que tomara, significaba un insulto inicial al maestro pues criticaba sobre la importancia de su propia materia, de las únicas que él daba.

—Pregunto si no se le hace estúpido o incongruente que en esta escuela se adjudiquen esta materia cuando nadie parece importarle —los alumnos casi contuvieron la respiración al notar el color ascender el rostro del profesor por la ira que comenzaba a acumular para responder, sin embargo la chica no lo permitió al seguir hablando—. Todos los adultos, que son las autoridades, se voltean, ignoran o no les importa cuando un alumno molesta a otro, cuando pelean y se pisotean los derechos de otros.

—No entiendo de lo que estás hablando, pero sé que no me gusta tu tono, además de que, si fueras un poco más inteligente o aplicada, sabrías que la educación moral viene desde la casa, no es algo que nosotros debamos enseñarles —para las jóvenes mentes de los estudiantes de tercero de secundaria, las palabras del adulto parecieron ser la única razón.

—¡Estoy hablando de las injusticias que ustedes permiten haciéndose los ciegos, sordos y tontos! —todos se sorprendieron de que una chica de apariencia tan tranquila y amable alzara la voz para hablar de forma tan ofensiva contra un adulto y profesor, todos esperaban que se encogiera y arrepintiera por sus palabras, que el maestro reaccionara mucho más iracundo y la sacara del salón, no obstante la vacilación no se presentó en ella—. ¿Cómo es que no sintió un mínimo de curiosidad de que una chica tan constante y dedicada faltara un día, que muchos otros bajaran su rendimiento, que allá afuera se formaran los círculos que rodeaban una pelea o humillación.

Al final de su oración, al salón entró un prefecto que con la mirada trataba de analizar la situación; al verlo, Naran dejó su lugar para ir al lado de Lena donde la tomó del brazo izquierdo para estirárselo y bajarle un poco el suéter y la camisa del hombro del mismo lado para mostrar las sutiles heridas ya cicatrizadas en su piel donde un objeto de punta fina había marcado letras poco entendibles.

—Lena no es la única víctima, pero ahora es la única que tendrá una marca permanente de esa falta de autoridad suya y del miedo que en el resto evita que hablen de lo que en realidad pasa.

Ambos adultos se acercaron, la ira del profesor de ética disminuyó sólo un poco al notar lo que la insolente joven trataba de mostrarle; por su parte el prefecto parecía comprender más sobre la disputa que parecían tener. Los dos se vieron entre sí antes de cambiar su mirada entre Naran y Lena tratando de decidir quién sería el que explicaría lo que mostraban.

—¿Comprendes que acusar a alguien de esta acción ya es grave? —el prefecto la observó, ella le sostuvo la mirada sin problemas.

—¿Qué es más grave que callar y volverme una cómplice de algo como esto? —Naran no vio a nadie más que a Lena quien tenía una mirada llena de terror mientras contenía las lágrimas pues sabía que si no salía bien lo que la nueva hacía, las represalias sobre de ella empeorarían—. Sara y Alicia lo hicieron… el resto tendrá miedo de decirlo, pero ellas han sido las causantes de muchos otros maltratos.

Esta vez Naran se volteó a verlas; Sara, siendo la principal mente detrás de esos actos, fue quien cargó con más odio su mirar hacia la chica que había acogido como su amiga, tarde recuperó el razonamiento suficiente para calmarse y tratar de zafarse de la acusación pues los dos adultos la notaron además de que Naran recibió apoyo de los tres chicos que también la habían acompañado en sus primeros días.

—Ella no miente, todos aquí lo sabemos bien —Damián levantó una mano al hablar, por costumbre de las clases, sin embargo nadie se fijó en eso pues sus otros dos amigos asintieron al igual que un par más de compañeros.

—Alicia, Sara, Lena y Naran, vengan a la oficina del director inmediatamente.

Con la orden del prefecto, las cuatro chicas dejaron el salón con el adulto en medio de ambas parejas esperando que las dos agresoras no se atrevieran a saltarle encima a las otras dos pues él mismo estaba bien consiente del comportamiento de ambas aunque le daba la razón a Naran por su protesta.


La clase reinició dentro del grupo, hasta la clase siguiente regresó el prefecto con Naran para llevarse las cosas de Lena, Alicia y Sara mientras que la chica nueva se quedaba en su lugar para prestar atención a la clase e ignorar, de nuevo, las miradas sobre de ella.


Por dos semanas ambas chicas estuvieron suspendidas mientras que Lena sólo faltó el resto de ese día siendo que al siguiente volvió de nuevo.

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