Al despertarse, Naran se sintió más
cansada de lo que había creído estar, le ardían los ojos y la garganta, aunque
todo eso dejó de importarle al recordar lo último que había pasado. Tenía miedo
de que Ryotarou hubiera sido un sueño y que lo que sus padres hubieran intentado fuera su realidad pues se encontraba sobre una cama
y habitación desconocidas, sin embargo el chico estaba en la puerta hablando
con alguien que ella no podía ver por lo poco que tenía abierto.
Bajaba los pies cuando el chico se giró
sorprendido, el de afuera era alguien que parecía de su edad aunque sus ojos naranjas,
además de ser muy raros de color, lo hacían parecer un tanto mayor o menor, no
lograba descifrarlo.
—Dile eso, luego iré —el de afuera asintió
a las palabras de Ryotarou, después se fue sin fijarse en la chica que no
dejaba de verlo.
Al cerrar la puerta fue a sentarse a su
lado luego de ofrecerle un vaso con agua, el cual agradeció para refrescar su
garganta: —Perdona… tardé mucho…
—Eso ya no importa —agachó la cabeza al
pensar en el mal aspecto que tendría por culpa del llanto y noches anteriores, así
que aprovechó el agua que aún le quedaba para ver su reflejo. Le parecía
extraño verse como si nada hubiera pasado aunque no lo sintiera así, pero más
raro le parecía el no sentirse confundida o asustada así que decidió seguir la
iniciativa de Ryotarou de no preguntar nada. Se giró a verlo, esta vez fue su
mano izquierda la que descansó en el rostro de él: —Estás aquí, a mi lado, y
sólo eso me importa.
»Eso y el poder ver tu nuevo estilo —recuperó
su sonrisa, bajó su mano al verlo girarse con una expresión avergonzada que lo
hizo sonrojarse hasta que se giró a verla como si acabara de notar que lo que
había dicho no tenía sentido.
—¿Lo puedes ver?
Lo que le preguntaba la confundió, no
entendía cómo él esperaba que ella no notara como su cabello castaño había
cambiado a ser rojo encendido y que, además, peinaba de una forma completamente
distinta pues lo llevaba tan corto del lado izquierdo que podía ver su oreja,
mientras que el lado derecho estaba más largo de lo que antes lo había llevado.
—En primera, obviamente lo noto, no fue
sutil el cambio; y en segunda, a pesar del cambio nunca sería capaz de
confundirte… —vio al chico volver a evitar su mirada, distinguió el
comportamiento que mostraba cada que trataba de hablar de algo serio: abría y
cerraba las manos, se veía concentrado y tratando de hablar aunque no producía
ni un sonido. La curiosidad aumentó en ella, sabía que ese ya era el momento de
preguntarle por todo lo que no podía explicarse, sin embargo sabía que él ya
estaba buscando la forma de decírselo.
Iba a tomarlo de la mano cuando en la
puerta se escucharon dos golpes pausados, al inicio el Ryotarou frunció el cejo
hasta que una idea lo invadió; se levantó para ir hacia la puerta y abrirla, no
obstante se detuvo con la mano en la chapa para voltear a verla.
—No tengo forma de explicarte todo… así
que aprovecharé esto para hacerlo —volvió a ver hacia la puerta sólo unos segundos
antes de volver a verla, en otras circunstancias Naran se habría reído por la
ternura del gesto de él—. Mantén la mente abierta, por favor.
Al abrir habló un poco con los que estaban
fuera hasta que los dejó entrar. Naran se esforzó por no mostrar ningún tipo de
emoción, sin embargo ver bien a los dos chicos que entraron la hizo alzar las
cejas en asombro por la apariencia de ellos. Uno de ellos era el mismo chico de
los ojos naranjas, Naran había creído que su cabello negro estaba muy largo y
alborotado, no obstante ahora veía que ese efecto se lo había provocado el par
de alas negras que tenía por detrás tal como muchos artistas habían plasmado
sus ideas de ángeles, sólo que este era una de las diferentes variantes que
habían descrito como malévola.
A su lado, y un poco detrás, estaba otro
chico que por el tamaño y rostro daba a entender que era más joven, sin embargo
el blanco puro y total de su cabello provocaba dudas; la chica podía notar lo
tímido que era por la forma en que esquivaba la mirada de ella quien quería ver
de cerca el azul de sus ojos, aunque lo que finalmente llamó su atención fue el
par de orejas gatunas sobre su cabeza que hacían juego con la cola que se
enroscaba en su pierna.
Naran no estaba segura de qué podía decir
o hacer, mas su deseo de comprobar que las características de los dos chicos
eran reales la obligó a tratar de ir hacia ellos hasta que fue interrumpida
cuando alguien fuera de la habitación pronunció el nombre del chico que la
había llevado a ese lugar. Al mismo tiempo del llamado, un chico con la misma
apariencia que Ryotarou entró y se detuvo al ver a quien ocupaba la cama. Naran
sabía que no era completamente igual a su Ryotarou, sin embargo la semejanza
era tanta que no pudo quitarle la vista de encima, tal y como él parecía
quedarse hipnotizado por ella.
Lo que rompió ese silencio fue el chico
del cabello negro cuando elevó una de sus alas para cubrir la vista del recién
llegado y evitar así que siguiera viendo a la chica; esto provocó que
reaccionara y retrocediera un paso mientras levantaba las manos en modo
apaciguador: —Ah… lo siento… —se giró a ver a su doble enarcando una ceja—.
Supongo que tienes cosas que explicar…
»Bien… luego hablamos.
El segundo Ryotarou dejó el lugar así que
el otro cerró por fin la puerta para ir a sentarse a un lado de la chica que
había traído y que ya no podía contener la confusión y asombro sobre todo lo
que ahora veía.
—Ese que acabas de ver es real y no es mi
hermano gemelo malvado o perdido —la forma en que lo dijo provocó una corta risa
en ella, escucharla casi lo hizo suspirar de alivio al comprobar que ella
seguía siendo su Naran—… ese día en que te hablé, yo de verdad me quité la
vida… sólo que alguien me salvó al traerme a este lugar.
»Se supone que yo de todas formas moriría,
fuera por las ideas que metieron en mi mente, las que yo creé o porque
simplemente me hicieran desaparecer ya que el objetivo era que mi vida la
tomara mi otro yo… —al hablar había evitado verla, como era su costumbre y por
eso ella pudo ver las expresiones que hacía al relatar lo que había pasado, él
trataba de mantenerse serio, sin embargo solía fruncir el ceño o sonreír amargamente
de medio lado—. Tal y como pasa en los libros, en este mundo alterno se supone
que yo puedo usar magia, que esta es mi verdadera apariencia pero que por las
restricciones de nuestro mundo no es visible…
»Y porque aquí todo es tan irreal, los
conflictos también lo son… él quería mi vida para recuperar su nivel de magia,
la que me salvó quería alejarme de él para que siguiera viviendo —rascó su nuca
como siempre—. Yo no quería nada más que mi yo hiciera lo que quería, no por
ayudarlo, sólo porque me dejaran en paz… y sin embargo todo terminó empeorando.
»Me encontré regresando a nuestro mundo
porque me obligaron, aunque no podía volver a mi vida cotidiana por las
personas que ahora me perseguían; algunas me querían muerto, otros me querían
usar en contra de mi otro yo y unas cuantas más querían entregarme a él… por
eso a ellos dos se les dio la orden de que se quedaran a mi lado para que me
protegieran.
»Muchas cosas pasaron en este tiempo,
quería contestarte y verte, pero sabía que si lo intentaba te involucraría en
esto, te pondría en peligro… por eso me resistí hasta que sentí todo tu dolor,
miedo y desesperación… sabía que debía ir a tu lado como fuera…
»Tal vez no debía haberte traído, tal vez
debía haber hecho caso a mi inteligencia para darme cuenta que sólo estaba
siendo egoísta…
—No eres egoísta, yo también quería estar
a tu lado —la chica colocó su mano sobre la de él antes de verlo—. Sean las
circunstancias que sean, estoy feliz de estar aquí y saber lo que has pasado…
Sé que tampoco es lo que quisieras pero me alegro que aún sigas vivo, y no me
importa si sólo me trajiste para despedirte porque esta vez quiero irme
contigo.
Ryotarou por fin la volteó a ver, mientras
él se veía sorprendido y un tanto incrédulo, ella se mantuvo firme con una
sonrisa cálida: —Lo digo en serio… Sé que antes te dije que no valía la pena
hacerlo, que no iba a desaparecer de las vidas de mis padres para traerles
satisfacción, que aún había muchos a los que podía ofrecerles ayuda… pero estos
últimos meses han sido muy difíciles.
»Ellos se han vuelto peores, me falta poco
para la mayoría de edad y eso no puede asustarme más con lo último que
planeaban hacer… y después estás tú —de nuevo sus ojos se humedecieron, evitó
verlo intentando contener las lágrimas, sin embargo estas no la obedecieron—.
No puedo pensar ya en un futuro si tú no estás, no puedo imaginarme una mañana
en que despierte sabiendo que tú ya no me escucharás, ya no me hablarás o me acompañarás…
Cuando me fui acercando a ti me dije que serías un dolor que me permitiría una
vez más porque me haría más fuerte, pero no salió tan bien… terminé
entregándote una parte de mi alma sin que pudiera detenerme, terminé
encargándote mi paz y mi felicidad tanto que cuando nos separamos sentí mi alma
partirse cada día hasta que quedé con la mitad de mí lejos…
»Fue doloroso, fue difícil y no quiero
repetirlo; no quiero ya nada si no estás tú.
Naran lo notó intentar de nuevo un abrazo,
por eso ella fue quien se aferró de nuevo a él, ambos parecieron olvidar la
presencia de los otros dos chicos que se mantuvieron tan quietos y callados
como pudieron y evitando verlos hasta que, al cabo de menos de cinco minutos,
ambos se separaron.
—Olvidé decirlo… ellos son Rimken —señaló
al chico del cabello blanco y después al de cabello negro—, y Lonetsu.
—Veo que ambos han sufrido… —les había
sonreído inocentemente hasta que vio sus expresiones sorprendidas formarse al
igual que pasaba con Ryotarou, por eso ella se sonrojó y sacudió las manos
frente a ella casi a la misma velocidad con la que agitaba su cabeza—. Perdón,
lo dije sin pensar… pero es verdad ¿no?
Los dos chicos se vieron entre sí antes de
asentir a sus palabras. Lonetsu se veía escéptico y frío, mientras que Rimken
se mostraba más tímido con un poco de curiosidad; Naran les sonrió con
melancolía en su mirada: —Gracias por cuidarlo, aun si fueron órdenes, gracias.
En esta ocasión se mostraron incómodos o
confundidos, sin saber cómo deberían actuar por eso, al notarlo, Ryotarou se levantó.
—Vamos con el otro yo —los dos chicos se
levantaron y caminaron para salir mientras que Naran comenzaba a usar sus dedos
en su cabello para peinarlo, Ryotarou enarcó una ceja mientras la veía—. ¿Qué? ¿Tanto
te encantó mi otro ser?
—¿Eh? No, claro que no… o sea sí, era como
tú pero no… —sus palabras se atropellaron torpemente hasta que se detuvo a
tomar un poco de aire—. Sólo recordé el aspecto que tengo y que no quiero que
el resto me vea así, si es que hay gente por ahí… —agachó la cabeza para
ocultar su sonrojo—. Soy una chica después de todo.
Ryotarou caminó al pequeño mueble a un
lado de su cama, de este sacó un cepillo y se lo entregó, la chica lo observó
con una mirada divertida por lo que él habló antes de que ella hiciera su
comentario: —Con tu cabello los dedos son suficiente para acomodarlo, con el
mío no y se ve peor que el tuyo.
Los primeros en irse fueron los dos chicos
mientras que la pareja salía después. Naran pudo ver que se encontraban en un
edificio de construcción simple aunque con adornos lujosos además de que todo
estaba rodeado por ventanas muy grandes aunque la mayoría tenía algún vidrio
roto o madera cubriéndolas.
No se encontraron con nadie en el camino
hacia una de las habitaciones del lugar, ni Ryotarou que llevaba un poco más de
tiempo ahí, ni Naran, pudieron determinar qué tipo de edificio era o de qué
forma había sido utilizado aunque de cierta forma les daba la idea de que había
sido la casa de algún rico.
El lugar donde llegaron era una oficina,
altos estantes llenos de libros enmarcaban la habitación y guiaban al fondo
donde un gran escritorio estaba repleto con papeles, un mapa y más libros;
Naran sabía que ese debería haber sido un paraíso para Ryo, aunque no se
imaginaba al otro Ryotarou disfrutando los libros como él. Podía tener su mismo
rostro, sin embargo el otro chico tenía una mirada más fría y calculadora, se
veía mucho más maduro que su Ryotarou por la forma tan diferente en que él
debía haber vivido.
Los dos chicos que se habían ido primero
ya se encontraban de pie frente a una de las estanterías, Naran notó que ellos no
se veían tan cómodos con el otro Ryotarou por la distancia que habían tomado y
de cómo se habían casi alegrado de haber visto al otro llegar. El Ryotarou de
ese mundo dejó de ver los papeles frente a él para centrarse en los dos recién
llegados aunque se fijara más en la chica.
—Eso fue rápido —el chico se acomodó en la
silla de su escritorio señalando las dos de enfrente para ellos, se sentaron
casi al mismo tiempo en que entraban un par de hombres con armadura y espada en
el cinto, esos dos en silencio se quedaron completamente inmóviles a los lados
de la puerta, aparentando que no se estaban ahí—. ¿Y bien?
—Mi respuesta sigue siendo la misma —Ryotarou
se mostró serio y sin dudas—. Yo no me opongo en entregarte mi vida, lo que
hagas con lo que ganes de ella ya no es mi problema y no me importa…
»Sin embargo ahora quiero pedir dos cosas…
—el otro chico enarcó una ceja sin interrumpir—. Lonetsu y Rimken se quedarán,
quiero que te hagas cargo de ellos. Saben pelear y defenderse solos pero
necesitan compañía y protección de lo que no los ataca por fuera…
—Te prometo que los protegeré de todo lo
que pueda, sólo espero no decepcionarlos si no puedo ser como tú fuiste con
ellos —al decirlo se giró a verlos a ellos, sonrió de medio lado de una forma
mucho más sutil que la que Naran había visto en su Ryo, como respuesta ambos
esquivaron la mirada asintiendo, con eso el chico volvió a ver con el que
hablaba—. ¿Y lo segundo?
—Eso… —Ryotarou sabía que no tenía forma
de decir lo segundo sin que sonara egoísta o grosero, de hecho ni siquiera
estaba seguro de si deseaba decirlo o no. Notando esa duda, Naran colocó su
mano sobre la de él para sonreírle antes de hablar.
—Lo segundo es que yo quiero que me ayudes
a mí a quitarme la vida —las palabras lo sorprendieron por completo, paseó su
vista del uno al otro tratando de ver dónde estaba la broma, sin embargo
ninguno de los dos lo demostró—. Seguramente mi vida no te servirá como la de
él, así que sólo necesito veneno rápido o que tú me quites la vida.
—¿Estás segura de eso? —Naran percibió un
poco de tristeza en su rostro al preguntar, por eso ella le sonrió, casi de la misma
manera de antes, asintiendo—. Creía que esas historias de amor sólo eran un
invento de los artistas para entretener a la gente… —negó con la cabeza
suspirando—. Lo haré, hay magia en ti y podré usarla por tu lazo con él…
El chico se levantó mientras caminaba
hacia la puerta: —Quedan como testigos los cuatro, que fue decisión de ellos
que yo tomara sus vidas —los cuatro asintieron a las palabras, el otro Ryotarou
volvió a verlos—. Tienen hasta mañana para terminar de decidirse, en la noche
haremos… esto.
El resto del día Ryotarou y Naran no se
separaron, pasearon por el edificio la mitad del día, mientras que en la otra
mitad pasearon por los alrededores hasta donde los guardias se los permitieron.
Ryotarou terminó de explicarle todo lo que había pasado en esos meses al igual
que ella lo hacía.
Durante la mañana del siguiente día, el
otro Ryotarou los acompañó hasta que a medio día se fueron ambos dejando a la
chica con Rimken y Lonetsu. Con ellos poco a poco fue abriéndose para hablar de
cosas que sólo ellos comprenderían, pues esos dos habían también pasado por el
maltrato de sus padres aunque de una forma mayor y que sólo los llevó a una
peor al lograr huir.
Después de esos momentos juntos, cuando el
cielo comenzó a oscurecerse, la pareja volvió a reunirse ya que todo lo
necesario estaba en su lugar. No había más presentes en el lugar que los dos
guerreros, Lonetsu y Rimken, los dos Ryotarou y Naran, siendo los tres últimos
quienes ocuparon la mitad del espacio donde estaban.
—No vuelvas a preguntar si estamos listos,
por favor —el Ryotarou de ese mundo puso los ojos en blanco al ser interrumpido
tan abruptamente algo que de verdad iba a volver a preguntar—. Lo estamos y no
dudamos.
—Bien… entonces haremos esto rápido.
Se sentaron los dos chicos tomándose de la
mano, sólo se vieron una última vez dándose cuenta que ninguno de ellos se
sentía nervioso ni asustado, tenían curiosidad por lo que fuera a hacer el otro
Ryotarou pero no sobre si dolería o terminaría rápido. Antes de volver su vista
al frente o cerrar los ojos, ambos volvieron a besarse una vez más.
Naran aferró con fuerza la mano de
Ryotarou; mentalmente no dejó de rogar porque, fuera lo que hubiera después de
la vida, ella pudiera volver a verlo o que no tuviera que ver al chico irse. Sintió
la voz del otro Ryotarou mezclarse con el olor dulce que desprendía el fuego
que iluminaba el lugar. De pronto ya no escuchaba nada ni sentía nada cuando
cayó dormida por el hechizo que el otro estaba haciendo.
Ya que los dos se encontraron recostados,
sin saber nada de lo que ocurría a su alrededor, el cambió su hechizo para
robarles la vida de una forma lenta pero indolora que sería como si su energía los
fuera abandonando mientras dormían. Era una forma más larga y diferente a la
que había hecho con los otros de quienes ya había tomado su magia, y no por
ello se le hacía más difícil a menos que pensara en que esta vez el otro él se
había ofrecido a entregar su vida y que no hubiera sido él quien la arrebatara.
Ese Ryotarou, en cuanto juntó toda la vida
de ambos en una única esfera intangible, sintió la fuerza fluyendo de esa
energía, sintió una calidez y paz cuando esta entró en su cuerpo para
revitalizar toda la magia que él ya había usado y las heridas que había
sufrido. Sabía que ninguna de las vidas de los otros Ryotarou le había
provocado tanta fuerza y recuperación que la de los dos chicos que ahora había obtenido
y sólo por eso por primera vez sintió dolor.
—Sus almas nacieron para estar juntas, sus
almas vivieron para conocerse y por eso sus almas quedarán juntas aún después
de la muerte —con un movimiento de cabeza le indicó a los otros dos chicos que
cubrieran los cuerpos—. Ryotarou y Naran, déjenme ser quien cuide que sus almas
nunca se separen, a cambio préstenme la fuerza que necesito para terminar esta
guerra.
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