Desde su inicio de la preparatoria Naran
se dio cuenta que los cambios constantes de escuela se harían más difíciles
pues la mayoría de los planes de estudio tenían sus variaciones en cuanto a
temas y materias, unas cuantas variaban los periodos ya que esas pocas utilizaban
un curso semestral.
Al preguntar durante su inscripción, cuatro
de las once preparatorias que llamó le negaron la inscripción por ese asunto de
abandonar los cursos al término de unos meses, una parte de la suerte la tuvo al
encontrar una institución pública que tenía catorce preparatorias en la ciudad
donde llegaba ese día así que sólo le quedaba rogar porque en algunas otras
ocasiones el trabajo de sus padres se situara en esa misma ciudad o tendría de
nuevo que pasar los problemas de llamar a tantas preparatorias como pudiera
para que la aceptaran.
Lo que menos le preocupaba de las
condiciones que le habían dado las escuelas era el examen que haría antes de iniciar
las clases para que sus profesores conocieran el nivel que llevaba y los temas
que ya había revisado, aunque ella misma estaba segura que los maestros no le
darían mucha importancia a lo que lograran conocer de su nivel puesto que ya
estaba más que acostumbrada a que en las escuelas públicas los profesores no se
relacionaran demasiado con sus alumnos por la cantidad.
Las clases ya tenían dos meses de haber
comenzado, en su último mes en tercero de secundaria había escuchado a sus
compañeros hablar sobre el examen de selección que la mayoría realizaría para
saber que preparatoria pública los aceptaría, y aunque muchos de ellos temían
sobre no quedar en su primera opción, muchos otros se concentraban en la
alegría de volverse mayores y experimentar nuevas cosas en ese nivel de
estudios que los medios solían marcar como la mejor época de la juventud donde
se acercaban al momento de la transición a adultos.
Para Naran no era así, le agradaba
escuchar a sus compañeros emocionarse de tantas formas diversas, sin embargo
para ella no era otra cosa que una etapa más que recorrer para acercarse a un
futuro que no tenía planeado aún ni tenía el deseo de hacerlo.
Otra de las cosas que su cambiante estilo
de vida le impidió experimentar fue la graduación de la secundaria pues algunas
compañeras le habían contado cómo era que se esperaba que las más sentimentales
lloraran mientras las memorias del pasado las embargaban y los chicos sólo se
despedían como ellos podían hacerlo. Naran no tenía muchos recuerdos con el grupo
con el que convivió sus últimos dos meses de secundaria, no tenía amigos con
quien hacerse la fuerte sobre el final de esa etapa pues la distancia siempre
la había mantenido con todos en un intento por no lastimarse a sí misma por el
adiós que siempre debía dar.
No sólo porque estaba acostumbrada a las
despedidas fue que no experimentó lo mismo que ellos, también fue que cuando
las ceremonias se llevaron a cabo en la mayor parte de las escuelas, ella se
encontraba desempacando en una nueva ciudad.
Recordando parte de lo que ya había
perdido, se dirigió muy temprano a su nueva preparatoria. El jueves de la
semana pasada ya había hecho su evaluación previa por lo que ese primer lunes
debía ir a recoger su horario y demás papeles que necesitaba para ese tiempo en
que sería una alumna de ahí.
Gracias al rápido recorrido que le habían
hecho el jueves, ese primer día no estaba tan perdida por lo que fácilmente
llegó a las oficinas de los directivos y a la búsqueda de su salón.
Los edificios eran ligeramente mayores a
todas las secundarias por las que había pasado, mas lo que hacía esa nueva
escuela ser mucho mayor a las pasadas eran las instalaciones y espacios que
tenía de más, como lo era el gimnasio, la biblioteca, el auditorio, las canchas
de baloncesto y fútbol junto a la pista de correr y los estacionamientos.
Le gustaba esa nueva escuela, había muchos
árboles rodeándola además de que por fuera había un camellón que dividía los
dos flujos de la avenida donde había pequeños parques y zonas para ejercitarse.
Estaba segura que al resto de los estudiantes les agradaba la idea de tener una
plaza en cada lado de la preparatoria, lo cual era una excelente excusa para
saltarse clases o regresar tarde a sus casas.
A las siete en punto llegó a la entrada
del salón que ocuparía en esa primera clase de biología, se detuvo a unos
metros de la puerta mientras veía a los compañeros que habían llegado más
temprano y que parecían ser la mayoría. Después de dos meses era natural que ya
se hubieran formado los grupos de amigos aunque todos eran o de chicas o de
chicos sin que se hablaran mucho entre ellos aún.
Naran observó la variedad de chicos que había,
todos estaban metidos en sus propias conversaciones por lo que no se daban
cuenta de ella o los que lo hacían sólo creían que era alguien que no habían
notado antes pues sus grupos de treinta y cuatro personas les provocaban dudas
sobre si ya conocían a todos sus compañeros o no.
Su maestra llegó dos minutos después de
las siete, con los brazos llenos de cosas para su clase, sin detenerse a
saludar a nadie; abrió la puerta de su salón que al ser un laboratorio se
cerraba con llave, mientras que los salones comunes estaban siempre abiertos.
La chica nueva se esperó a que la mayoría
de sus compañeros ya hubieran entrado, al dirigirse hacia la profesora le
entregó el papel que los administradores le había dado, la maestra la vio como
enojada porque le hubiera interrumpido la rutina. Alzando una ceja leyó el
recado antes de devolvérselo.
—Siéntate donde puedas, pídele a alguno de
tus compañeros sus apuntes —sin hacer más contacto con ella, la profesora se le
dio la espalda para seguir acomodando sus cosas para la clase—. Ah… y vuelve al
final para que te anote en la lista.
—Sí, gracias.
Sus compañeros seguían en sus
conversaciones sin prestarle atención, lo que estaba agradeciendo pues desde
unos meses atrás había decidido que mantendría un perfil más bajo sin llamar
demasiado la atención a menos que lo necesitaran casos donde ella pudiera ayudar.
Pensando de esa forma, fue a una de las
mesas donde estaban los dos chicos que antes ya había visto solos. No estaba
segura si esperaban a alguien o si de verdad eran los solitarios del salón,
cada uno de ellos se había acomodado en los dos extremos de la mesa cuádruple
así que ella ocupó el segundo lugar más cercano al pasillo que separaba las
mesas, de ese lado el chico le parecía ser un tanto más solitario que el otro.
—Disculpa… ¿podrías dejarme ver tus
apuntes anteriores de esta clase? —la pausa la realizó para ver la reacción del
chico, este no se encogió como si alguna vez hubiera pasado por las maldades de
otros chicos aunque su personalidad tímida lo hizo sólo ver de reojo a la chica
antes de empujarle a medio camino su cuaderno que ya había abierto antes de que
ella llegara—. Gracias.
Llevaban escritas veinte páginas, o al
menos ese chico de nombre Alan las llevaba, algunos temas los recordaba de lo
que había visto en su anterior escuela aunque un par más no se le hacían
conocidos. La letra de ese chico no era muy buena, aunque pudo entender bien de
lo último que habían visto y las notas extras que él hacia dentro de sus
apuntes.
Una vez que había leído y entendido su
clase anterior, le regresó el cuaderno agradeciendo de nuevo con su usual sonrisa
amable. La profesora ya llevaba dos nombres de la lista cuando otra chica entró
pareciendo que había corrido para alcanzar a entrar, esta pasó lo más rápido
que pudo hasta notar que la mesa de sus amigas ya estaba llena por lo que
tendría que ocupar el único lugar vacío detrás de la mesa de ellas entre los,
ahora tres, solitarios.
Tres de esas chicas eran las típicas personas
que les gustaba hablar de maquillaje, ropa y chicos aunque no eran de las que
criticaran de forma muy grosera o molestaran a otros, la cuarta chica era alta
y de apariencia poco femenina aunque por la forma en que hablaba con las otras
hacía pensar a Naran que no estaba tan desentendida de las mismas cosas, y la
quinta era la más baja de ellas con una apariencia ni tan femenina ni tan
simple.
La más alta y la más maquillada entre
ellas le hicieron burla a la última en llegar por haberse quedado dormida y por
el lugar que tenía que ocupar. A pesar de que no decían nada grosero, esa
última chica se giró a ver a Naran para sonreírle como si se disculpara, a lo
que la otra respondió con su sonrisa de siempre.
Esa sonrisa provocó que se distrajera
completamente de lo que sus amigas seguían diciendo y de la lista pues era un
tipo de sonrisa que no olvidabas ni dejabas pasar desapercibida por la pureza
de esta, sin embargo no pudo decirle nada debido a la mención de su apellido en
el pase de lista y el inicio de la clase.
El chico a la izquierda de Naran terminó
rápido de guardar sus cosas mientras que ella aún se tardaba por buscar el
papel que debería enseñarle a los demás profesores, además de que notó a la
chica de su derecha verla como si quisiera preguntarle algo aunque no terminaba
de animarse si sus amigas no estaban al tanto.
—Oye… ¿eres nueva? —había incredulidad en
su pregunta, su voz hizo a las otras cuatro chicas voltear a ver a la misma
chica que su amiga veía.
—Sí… hoy es mi primera clase… —le estaba
sonriendo mientras respondía hasta que fijó su mirada al frente donde la
profesora casi terminaba de recoger sus cosas—. ¡Ah! Lo siento, debo ir con la
maestra.
Mitad agradecida por haberse liberado de
la atención que tenía sobre de ella y mitad apenada por irse de esa forma, fue
a decirle sus apellidos a la maestra mientras las otras chicas se quedaban a
hablar entre ellas. Naran pudo notar al chico del otro extremo pedirle permiso
a su compañera para salir pues su banco le impedía pasar, ella se disculpó al
instante aunque él no hizo mucho caso pues parecía querer irse rápido.
Cuando ella terminó con sus asuntos de la materia
salió, afuera las cinco chicas la esperaban llenas de curiosidad por sus
razones de entrar a esas alturas del ciclo, Naran no pudo huir más así que les
contó lo de siempre mientras caminaban hacia el nuevo salón para su siguiente
clase, además de que le facilitaron el prestarle sus cuadernos para que
fotocopiara lo que se había perdido.
Como siempre, el que se cambiara
constantemente de escuela llamó la atención de quienes la acogerían en su grupo
social durante su estancia en esa escuela, gracias a eso no tenía que estar
huyendo de sus propios compañeros o tratando de hablarle a la mayoría, lo que
había decidido dejar de hacer. Por eso fue que su primer día fue muy sencillo
sin tener que recordar todo el recorrido que le habían dado antes, sus
siguientes días también fueron tranquilos mientras observaba a sus compañeros y
entendía a sus nuevas amigas.
No se sentía muy apegada a esas cinco
chicas, de alguna forma le parecían personas simples y superficiales que ya querían madurar para
cumplir lo que sea que se imaginaban para su futuro, aún así no era
desagradecida con ellas por lo que se portaba tan amable y amigable como se
permitía a si misma pues esperaba ya no formar lazos de nuevo con nadie.
Por sus conversaciones se dio que cuenta
de cuáles eran los grupos que esas cinco chicas querían acercarse por el tipo
de chicos que había y les interesaban, Naran evitaba las preguntas de ese tipo
con la excusa de que aún no podía decirlo por lo poco que sabía de ellos aunque
en unas semanas no tendría más opción que responder así que de vez en cuando se
daba cuenta de que terminaba observando a sus compañeros.
Había un pequeño grupo de chicos compuesto
por tres, a Naran le parecía como si se hubieran conocido de toda la vida
puesto que se trataban con tanta confianza y alegría que hacía a otros
envidiarlos, a sus nuevas amigas no les llamaban la atención porque aparentaban
ser los típicos chicos de gustos raros como los videojuegos o los cómics.
Mientras ellas los pensaban como raros, Naran los veía como personas amables
que no tendrían perjuicios sobre el resto aunque sus habilidades de
socialización no parecieran buenas.
Aparte de ellos había un cuarteto de
chicas despreocupadas que no parecían tener nada en común pues cada una vestía
diferente, llevaban cuadernos o mochilas que demostraban una variedad de cosas
que determinaban sus distintos gustos; lo que las había unido, según lo que
Naran intuía, era la forma de ser de ellas pues solían reír con facilidad de
cosas que no solía comprender aunque le parecía lindo que rieran tanto.
Otro grupo notable era de seis chicos, la
mitad de ellos eran los típicos chicos que parecían problemáticos por las
bromas que les gustaba jugar a quienes pudieran, ya fueran bromas pesadas o
inocentes; mientras que la otra mitad parecían más tranquilos en ese aspecto
aunque fumaban y hablaban con groserías o críticas un tanto más agresivas que
las de sus compañeras. Naran sabía que no quería acercarse mucho a ellos no
porque le dieran miedo, si no porque no creía que se pudieran llevar bien.
Y por último estaban los dos chicos
solitarios con los que había decidido no involucrarse más si no encontraba
razones para ello ya que los dos parecían cómodos estando así. Uno era
verdaderamente tímido como lo demostraba con cualquiera que se le acercara, por
otro lado el segundo parecía estar demasiado encerrado en sí mismo como para
notar el resto aunque cuando alguien más le hablaba lo hacía en forma tranquila
y neutral.
A la mitad de la semana su grupo de amigas
se habían atrevido a hablarle al grupo de los seis chicos, no eran tan malos
como se veían aunque Naran ya lo había imaginado por su política de no juzgar a
alguien sólo por su apariencia; los seis fácilmente se entendieron con cuatro
de ellas ya que la más baja se mostró realmente tímida con la presencia de
hombres.
Naran ya estaba acostumbrada a ese tipo de
chicos así que ayudó a esa chica a no sentirse tan presionada por ellos
haciéndole compañía y distrayendo la atención que parecía que la perturbaba.
Ese miércoles no habían podido salir entre
todos por culpa de las materias optativas que llevaban cuatro de ellas y tres
de ellos por lo que lo postergaron al siguiente día aunque Naran era la única
que tenía actividades ese día. Por eso fue que la tarde del jueves se tardó un
poco en convencerlos de que debían irse sin ella y que otro día iría con ellos.
Ninguna de las materias que sus amigas
habían elegido le llamaban la atención, lo que le interesaba era pintura por lo
que su amigo Pat le había enseñado años atrás, sin embargo el lunes que había
ido a buscar un grupo sólo se encontró uno en jueves cuya clase comenzaba una
hora después de que ellos hubieran terminado sus clases, algo que no le había
dicho a sus amigas. El maestro de esa clase no tenía una apariencia muy
carismática, empero era amigable y entendía bien lo que la chica le explicó así
que se sintió a gusto con él además de que llegar tarde a su casa era algo que
siempre acostumbraba.
El lugar donde decidió esperar había sido
el hallazgo del miércoles cuando pudo escaparse un poco antes de sus amigas mientras
buscaban a los seis chicos, su recorrido solitario alrededor de la escuela
había tenido por único objetivo el encontrar un espacio para ella sola donde
pudiera esperar su clase cada jueves o pudiera alejarse un poco de la gente
cuando se sintiera abrumada o lo necesitara.
Alejado de la mayoría de los edificios,
sólo unos pasos detrás del auditorio y cercano al muro que separaba la escuela
del centro comercial contiguo, se encontraba un estrecho espacio de árboles y
un suelo pobremente tapizado con pasto pues las ramas y semillas se habían
encargado de ocupar su lugar. Sólo un estacionamiento solitario separaba ese
espacio del resto de la gente.
Con varias cosas en la cabeza, Naran llegó
al espacio sin fijarse en los alrededores, se sentó en el mejor lugar donde
tuviera vista hacia la avenida por donde los coches circulaban y la reja
frontal donde los estudiantes caminaban hacia las paradas del transporte. Dejó
su mente alejarse un poco hasta que un ruido atrás del árbol donde se había
recargado la hizo despegarse y asomarse, lo que a su vez también hizo un ruido
que llamó la atención del que ocupaba el otro lado del tronco.
Al asomarse se encontró directamente con
la mirada de un chico que ya reconocía. Era uno de los chicos solitarios, el de
respuestas calmadas, quien regresó a su posición inicial en el momento en que
ella se disculpaba con su sonrisa. Naran confirmó que de verdad se trataba de
alguien tímido, no solamente aislado.
Decidió no forzar una conversación pues
notó que él se había encontrado leyendo antes de que se diera cuenta de su
presencia así que no lo interrumpió más. Recargándose de nuevo, cerró los ojos
unos momentos tratando de que sus pensamientos no se fueran hacia lo que no
quería recordar.
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