Todo el día la concentración de Lena
fluctuó entre lo que Sara le había dicho y el hecho de que Naran no hubiera
asistido ese día a la escuela; sabía que veía en Naran algo diferente que nunca
terminaba de comprender aunque no lo había asociado con algo malo, sin embargo
la forma en que Sara se le acercó la hizo dudar.
Al final decidió que el correo electrónico
era lo menos peligroso que podía darle pues sabía que si la molestaba o
amenazaba por ese lugar, fácilmente podría mostrar la evidencia o cerrar su
cuenta.
Sara, por otra parte antes de regresarse a
su casa, decidió ir al mismo sitio que Naran había visitado la semana pasada.
En un inicio esperó por cerca de treinta minutos a que apareciera, luego de eso
decidió entrar con la recepcionista a preguntarle si su compañera estaba ese
día ahí, a lo que le respondieron que no estaban seguros si acudiría ya que su
hora común de llegada ya se había pasado. Pidiéndole guardarle el secreto de su
visita por una supuesta sorpresa, Sara se regresó a su casa para escribirle el
correo a Lena donde le diría lo que había estado viendo la semana pasada.
La respuesta de Lena tardó poco más de
media hora en llegar: “Cual sea la forma que uses, Naran no te dice nada más
acerca de su casa, no aceptó darme su número, ni su dirección de correo, la
invité a ir a mi casa y no aceptó porque tenía cosas que hacer, le ofrecí
llevarla a casa y también se negó. Escuché a sus tres amigos preguntarle, una
vez que ella no aceptó que la acompañaran, qué era lo que hacía después de
clases pero ella sólo les dijo que era un secreto. Cuando le pregunté sobre
cosas como lo que estudiaría en el futuro o la preparatoria a la que iría, ella
se encogió de hombros y dijo que aún no pensaba en eso aunque quería seguir
ayudando a la gente”
“Sus respuestas siempre terminan siendo
incompletas o esquivas, muchas veces lograr zafarse del interrogatorio al hacértelo
a ti. Sé que no hace cosas malas, porque no parece que sea así… pero todo
alrededor de ella termina pareciendo un misterio que ella quiere mantener
oculto. No sé qué es, no me siento con el derecho de hurgar en su vida, pero
tampoco quiero verla sumergirse en esa oscuridad que trata de cubrir la luz que
ella trae… o eso siento…”
Lo primero que pasó por la mente de Sara
fue la sorpresa por ver lo diferente que Lena parecía al escribir correos
comparado con lo tímida que era al hablar frente a frente, mas lo que terminó
por regresarla a la realidad fue que expresara acertadamente lo que había
estado pensando antes sin que lograra darle forma a una idea útil.
Casi al momento de leer lo que la otra
chica dijo, formuló su mensaje de respuesta aunque las últimas palabras habían
provocado que se atrasara un poco. “Lo único que se me ocurre es seguir con lo
que ya hacíamos, yo la sigo en las tardes mientras busco una forma de hablarle,
y tú sigues intentando saber más de ella en la escuela. Si en algún momento a
cualquiera de nosotras nos invita a su casa (lo dudo) o a lo que hace, le
diremos que nos invitaremos. Tu excusa será que piensas que puedo cambiar, que
merecería el intento y cosas tontas como esas; yo le diré que podría ser algo
que tú disfrutarías y que sería una forma de enmendar lo que hice. Tal vez
después se nos ocurran mejores ideas para acercarnos más o algo.”
Al siguiente día Naran volvió con la
explicación de que se había sentido peor que el lunes y por eso había faltado. Ni
Lena ni Sara establecieron contacto en ninguna ocasión aunque Lena algunas
veces vio discretamente a su antigua agresora tratando de comprobar si la
vigilaba al hablar con Naran, sin embargo en ningún momento le pareció que
fuera así.
Ese día la única información que logró de
la enigmática chica fue que tarde o temprano volvería a cambiarse de escuela
aunque esta vez sus padres no le habían dicho cuánto tardarían en terminar su
trabajo. Por otro lado, Sara se decidió mostrarse ya que la chica fuera de regreso
del alberge de animales así que la esperó en el parque por el que siempre
pasaba, para esto actuó hasta que Naran se hubiera sentado a contemplar hacia
la nada para acercarse a ella.
—¿Frecuentas mucho este lugar? —Sara se
sentó desinteresadamente a su lado, al inicio Naran se sorprendió por la
concentración que rompió en ella.
—No mucho… supongo —se encogió de hombros
al hablar, después llevó su espalda al respaldo de la banca, aún usaba el cubre
bocas por lo que sólo en su mirada se podía veía lo relajada que estaba ahora que
ya no tenía la mirada tan perdida, tal como había estado antes de que Sara le
hablara.
—El lunes te vi, estabas con unos amigos —de
su mochila sacó unos chicles, ella tomó uno y luego le ofreció a Naran quien
declinó el regalo—. No sabía si debía intervenir porque te estaban molestando unos
chicos vagos, hasta que escuché que nombraste a uno de ellos.
—No toda la gente es mala si luce mala, y
los que lo son pueden cambiar —esta vez notó que sonrió de la forma usual,
provocando un resoplido como respuesta.
—Si sigues pensando así, algún día te
meterás en una situación peligrosa —al final de su frase hizo una bomba con su
chicle, la cual tronó casi al instante para voltearse a verla con una ceja
alzada—. Y no es amenaza, yo ya no tengo deseos de hacerte nada.
Está vez Naran dejó escapar una risa
inocente después de haber permanecido en silencio viendo con incredulidad a Sara
quien pareció confundida por su reacción hasta que la notó modificar su sonrisa
sincera a una más melancólica, incluso si esta duró menos de diez segundos: —Estoy
segura, y quiero seguir creyéndolo, de que todos pueden cambiar en algún
momento. Además, no soy tan tonta como para tratar sin precaución a un asesino.
De nuevo las dos se quedaron en silencio, a
Sara poco le quedaba para seguir fuera de su casa, mas no quería irse sin haber
logrado algo más que aclarar que ya no le haría daño a nadie. Por eso buscó con
qué alargar su plática hasta que se decidió por la opción que había considerado
como la peor.
—Y entonces… ¿aquí conociste a ese chico
Pat? —no quería parecer demasiado interesada o con la urgencia de mantener su
conversación, sin embargo sintió que esa pregunta sonó completamente como si
estuviera interesada en el chico; como era de esperarse, se incómodo al inicio,
pero al convencerse de que sería una excusa aceptable regresó a su fachada
tranquila e indiferente.
—No realmente —no se atrevió a voltear a verla
por lo que poco pudo ver o comprobar si Naran estaría incómoda por tener que
responder algo o si se le notaba la búsqueda de otro tema—. Lo conocí hace
cuatro años, en sexto de primaria —completamente sorprendida, Sara casi se
olvidó del chicle que traía en la boca hasta que estuvo a punto de tragarlo, carraspeó
para disimularlo pues que ella siguiera hablándole de algo personal debería ser
un gran logro—. Estuve en su escuela por tres meses, él me invitó a sus clases
de pintura porque quería mostrarme ese que era su método de distracción y
liberación.
»Le comencé a llamar así cuando se
equivocó con la palabra pintura en inglés —Sara alcanzó a verla rascar
distraídamente su abdomen mientras hablaba—. Él estaba seguro de que se decía
“pat” hasta que leyó bien sus tubos de pintura y notó las letras que no estaba
pronunciando —al terminar de decirlo, Naran se giró a verla de nuevo
demostrando melancolía en su mirar—. No creía que me recordaría, aunque después
de tanto tiempo ya no es lo mismo.
Sara de nuevo se quedó sin más formas de
hacerla hablar otro poco, no obstante su búsqueda se vio detenida cuando frente
a ellas se plantó un chico alto y delgado de piel bronceada que llevaba su
patineta bajo el pie derecho. Sara no recordaba ya a los chicos del lunes y aún
así estaba casi segura de que él era Pat.
—Sara, él es Pat —al decir su media
presentación, Naran se levantó para saludar al chico. Sara levantó sólo un poco
la mano para saludar mientras que él sólo alzaba un poco la cabeza como otra
forma de saludo—. Nos vemos mañana.
Sin más, ambos se fueron al lado contrario
por donde Sara debía caminar. Poco faltaba para que su hora límite se terminara
así que corrió cuanto pudo, mitad emocionada por lo obtenido, mitad preocupada
por no llegar a tiempo; aun a pesar de que no dejara de recriminarse lo
estúpido que era su comportamiento por algo tan simple.
Llegó a tiempo a su casa dirigiéndose de
inmediato a su cuarto para encender la computadora y ver si Lena ya le había
mandado el informe de ese día o ella tendría que ser la primera.
Terminaba de leer el corto correo de la
otra chica cuando escuchó la llegada de sus padres dándose cuenta que aún
llevaba el uniforme así que se lo cambió con rapidez poco antes de que
escuchara a su madre llamarla para que bajara.
—Aún traes los labios pintados —la
observación de su madre la confundió un poco sabiendo que no era inusual que la
trajera de ese modo además de que los ojos aún los tenía delineados y la cara maquillada.
—Sí… me entretuve en la computadora, no he
bajado a comer —tardó un poco en entender que su razón era la desconfianza
sobre la prohibición de salir, por eso recibió una mirada incrédula por parte
de ambos ya que su padre había regresado de dejar sus cosas en la sala.
—Como sea, un compañero del trabajo nos
mostró esto para ti —su padre le ofreció lo que parecía un tríptico, Sara lo
observó con suspicacia sin terminar de imaginar de lo que pudiera tratarse—. Él
dijo que podría ser una buena idea, nosotros no lo sabemos.
—Pero decidas o no tenerlo en cuenta debes
saber una cosa —sus padres eran personas que siempre se habían concentrado en su
trabajo más que en otra cosa; fuera de eso todo les parecía indiferente,
incluyendo a su propia hija, por lo que la confusión en ella no hizo más que
crecer—. Volvemos a recibir una queja o reporte desde la escuela y te olvidas
de volver a aquí ¿entendido?
Ese comentario final rompió toda la confusión
de Sara dando paso a la ira, decepción y dolor. De entre todas las cosas habría
preferido que sus padres le gritaran, hablaran con ella o hicieran algo tan
drástico como los de Alicia o, incluso, que le pegaran; sin embargo ellos
seguían tan indiferentes como siempre, tal como si ella no fuera siquiera una
conocida para ellos. Sabía que lo que había hecho todos esos años había estado
mal, en el fondo sabía que lo había iniciado para llamar la atención de esos
padres que no parecían preocuparse por ella, que contra Lena se la había tomado
por la envidia de imaginarla amada y consentida por sus padres y familia, por
lo perfecta que parecía su vida.
Por mucho tiempo había deseado que esos
dos adultos la hubieran vuelto a ver aunque sea una vez para preguntarle cómo
había sido su día, si tenía todo lo que necesitaba o si algo le preocupaba, que
le dijeran que estaban felices porque ella existiera; incluso ella al inicio
trató de mostrar interés en ellos esperando ellos lo hicieran con ella, en lugar
de eso, siempre la hicieron de lado al decir lo ocupados que estaban o lo
cansados que ya se encontraban como para hablar. Nunca nada era lo
suficientemente interesante para ellos si no era su trabajo.
Trabajo que ni siquiera era tan
emocionante como podría ser el de los padres de Naran. Sintiéndose furiosa con
ellos, envidiosa con lo que no tenía y dolida por la forma en que las cosas
terminarían, arrebató el papel de la mano de su padre antes de subirse con
pesados pasos hasta su cuarto cerrando con más fuerza de la necesaria su
puerta. Sobre de esta se recargó tomando profundas respiraciones que le
evitaran llorar además de que usaba el método que mucho tiempo habían enseñado
en la televisión sobre contar hasta diez.
En cuanto sintió su cabeza más fría,
regresó a su lugar frente a la computadora donde por fin revisó lo que le
habían entregado. Se trataba de un tríptico que hablaba sobre ayudar a otros
que menos tenían, los desafortunados; al final de todo el palabrerío emotivo y
positivo, estaban cinco organizaciones con las que se podía acudir para
informarse sobre cómo ayudar y donde.
En segundos toda su rabia se transformó en
una pequeña alegría pues sabía que esa era la excusa perfecta para conocer más
a Naran o acercarse más a ella. Sin más distracciones, por fin escribió su
correo para Lena donde le diría lo que había logrado en la tarde y su nueva
idea siendo que el día siguiente se iría a una de las oficinas de esas
organizaciones a pedir información antes de hablarlo directamente con Naran.
Lena no podía confiar aún en Sara, no
podía creer que la forma en que investigaba a Naran era por curiosidad y no por
algo más, esa duda la hacía pensar una y otra vez que debería dejar de ayudarla
porque si su salvadora resultaba herida por todo lo que hacía, Lena nunca
podría perdonárselo a sí misma. Y a pesar de eso a veces el entusiasmo que
parecía transmitir en sus mensajes se le contagiaba, quería creer que no hacía
mal, que se daría cuenta cuando estuviera cerca de descubrir las verdaderas
intenciones de Sara para detenerla, quería conocer más a Naran.
La oscuridad que rodeaba a esa chica tan
amable la intrigaba, quería entenderla más que nada, descubrir una forma de
pagarle la ayuda pasada aún cuando sabía que no lo había hecho exclusivamente
por ella, sin embargo no comprendía por qué o cómo estaba segura de que debajo
de toda la alegría y solidaridad de Naran había un secreto que debía conocer.
Lena se sentía mal por forzar ese secreto, no quería pisotear la confianza que
tal vez empezara a crecer entre ella y Naran, no quería traicionarla, mas ya no
podía detenerse. La última idea de Sara la había atrapado aún más, sabía bien
que era lo mejor que tenían hasta ese momento.
De esa forma esperó con ansia la tarde del
siguiente día cuando Sara le escribiría lo que las organizaciones sugerían; no
confiaría cuando le diera el lugar y la fecha para verse hasta que estuviera
segura que Naran iría igual, no lo haría en secreto de sus padres pues quería
que notaran si algo le pasaba aunque sentía que su paranoia sólo era una
estupidez.
Durante las clases se concentró tanto como
le fue posible, en los momentos libres aprovechó cuanto pudo para hablar más
con Naran aunque lo único que logró sacarle ese día fue la forma en que sus
padres parecían trabajar y un poco del lugar donde había vivido antes de esa
ciudad. Fuera de eso la chica siguió siendo un libro cerrado, sin embargo fue
capaz de notar que esa oscuridad que la rodeaba estaba incrementando su
solidez.
—Ya no toses tanto ¿no te molesta el
cubre? —distraídamente lanzó su pregunta que era de las que más pasaban por su
mente, Naran pareció sonreír de medio lado.
—Lo sé, pero quiero mantenerlo un día más,
ya que esté segura de que mis defensas ya están mejor —la vio comenzar a trazar
un círculo con su lápiz en la última hoja de cuaderno que había usado, de nuevo
parecía perdida en sus propios pensamientos.
Pasando las siete de la tarde, como siempre,
Sara le envió toda la información que había reunido sobre tres de las
organizaciones junto a su plan para invitarlas a ir un sábado donde pudieran
estar más tiempo con Naran. Leyendo eso, Lena comenzó a sentirse nerviosa pues
seguramente sería una de las cosas que demostrarían que tanta verdad decía
Sara.
En la mañana siguiente, mientras Lena aún
estaba con Naran antes de que la campana sonara, Sara fue hacia ellas con el
papel que el día anterior le había explicado que llevaría. Sin poder controlarse,
Lena se giró y agachó ligeramente la cabeza cuando por fin la chica que detuvo
a su lado; había creído que ese miedo ya no fuera tan dominante después de los
mensajes intercambiados, sin embargo parecía que no había cambiado nada aún.
—Mis padres me mandan a esto, creí que
podría interesarte —le entregó la hoja, esta vez Naran ya no llevaba su
mascarilla así que fácilmente pudo ver cómo la sorpresa, suspicacia y felicidad
pasaban por su rostro—. Yo iré mañana sábado a ver qué tal, por si quieres ir.
—Sí lo había visto y me interesaba aunque
no había podido investigar, gracias, veré si puedo ir mañana también.
—Como quieras, también puedes ir si
quieres, Lena, ahí estará Naran para cuidarte si no confías en mí.
Se alejó de ellas sin esperar algún tipo
de respuesta, Naran le dejó el papel a Lena para que terminara de entender su
conversación, siendo que ya sabía de qué se trataba.
—De verdad te gusta ayudar a la gente
¿verdad? —la sonrisa de Naran se amplió un poco más mientras la veía y
asentía—. Espero no sonar grosera pero ¿eres parte de alguna religión o por qué
ayudas tanto?
—No soy creyente de ninguna religión y no
creo que se necesite serlo para ayudar —sin darse cuenta, rascó la costra en la
comisura izquierda de su labio donde le había contado a Lena que le había
salido un fuego labial—. Yo ayudo porque creo que es lo correcto y es algo que
me nace hacer; las consecuencias, lo que gane o pierda no es algo que me
importe mucho mientras no moleste a alguien de forma que no sea benéfica para ellos
—la expresión que hizo le pareció tierna a Lena pues pareció un poco
avergonzada y orgullosa al mismo tiempo.
—De verdad que pareces alguien que
cualquiera diría que no existe —Naran soltó una risa corta y suave que obligó a
Lena a sonreír aún más por lo inocente que aparentaba ser la otra chica.
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