lunes, 6 de junio de 2016

People want to know other people, want to help or want to see, it doesn’t matter how weak you think the bond is made.

Todo el día la concentración de Lena fluctuó entre lo que Sara le había dicho y el hecho de que Naran no hubiera asistido ese día a la escuela; sabía que veía en Naran algo diferente que nunca terminaba de comprender aunque no lo había asociado con algo malo, sin embargo la forma en que Sara se le acercó la hizo dudar.

Al final decidió que el correo electrónico era lo menos peligroso que podía darle pues sabía que si la molestaba o amenazaba por ese lugar, fácilmente podría mostrar la evidencia o cerrar su cuenta.

Sara, por otra parte antes de regresarse a su casa, decidió ir al mismo sitio que Naran había visitado la semana pasada. En un inicio esperó por cerca de treinta minutos a que apareciera, luego de eso decidió entrar con la recepcionista a preguntarle si su compañera estaba ese día ahí, a lo que le respondieron que no estaban seguros si acudiría ya que su hora común de llegada ya se había pasado. Pidiéndole guardarle el secreto de su visita por una supuesta sorpresa, Sara se regresó a su casa para escribirle el correo a Lena donde le diría lo que había estado viendo la semana pasada.

La respuesta de Lena tardó poco más de media hora en llegar: “Cual sea la forma que uses, Naran no te dice nada más acerca de su casa, no aceptó darme su número, ni su dirección de correo, la invité a ir a mi casa y no aceptó porque tenía cosas que hacer, le ofrecí llevarla a casa y también se negó. Escuché a sus tres amigos preguntarle, una vez que ella no aceptó que la acompañaran, qué era lo que hacía después de clases pero ella sólo les dijo que era un secreto. Cuando le pregunté sobre cosas como lo que estudiaría en el futuro o la preparatoria a la que iría, ella se encogió de hombros y dijo que aún no pensaba en eso aunque quería seguir ayudando a la gente”

“Sus respuestas siempre terminan siendo incompletas o esquivas, muchas veces lograr zafarse del interrogatorio al hacértelo a ti. Sé que no hace cosas malas, porque no parece que sea así… pero todo alrededor de ella termina pareciendo un misterio que ella quiere mantener oculto. No sé qué es, no me siento con el derecho de hurgar en su vida, pero tampoco quiero verla sumergirse en esa oscuridad que trata de cubrir la luz que ella trae… o eso siento…”

Lo primero que pasó por la mente de Sara fue la sorpresa por ver lo diferente que Lena parecía al escribir correos comparado con lo tímida que era al hablar frente a frente, mas lo que terminó por regresarla a la realidad fue que expresara acertadamente lo que había estado pensando antes sin que lograra darle forma a una idea útil.

Casi al momento de leer lo que la otra chica dijo, formuló su mensaje de respuesta aunque las últimas palabras habían provocado que se atrasara un poco. “Lo único que se me ocurre es seguir con lo que ya hacíamos, yo la sigo en las tardes mientras busco una forma de hablarle, y tú sigues intentando saber más de ella en la escuela. Si en algún momento a cualquiera de nosotras nos invita a su casa (lo dudo) o a lo que hace, le diremos que nos invitaremos. Tu excusa será que piensas que puedo cambiar, que merecería el intento y cosas tontas como esas; yo le diré que podría ser algo que tú disfrutarías y que sería una forma de enmendar lo que hice. Tal vez después se nos ocurran mejores ideas para acercarnos más o algo.”

Al siguiente día Naran volvió con la explicación de que se había sentido peor que el lunes y por eso había faltado. Ni Lena ni Sara establecieron contacto en ninguna ocasión aunque Lena algunas veces vio discretamente a su antigua agresora tratando de comprobar si la vigilaba al hablar con Naran, sin embargo en ningún momento le pareció que fuera así.

Ese día la única información que logró de la enigmática chica fue que tarde o temprano volvería a cambiarse de escuela aunque esta vez sus padres no le habían dicho cuánto tardarían en terminar su trabajo. Por otro lado, Sara se decidió mostrarse ya que la chica fuera de regreso del alberge de animales así que la esperó en el parque por el que siempre pasaba, para esto actuó hasta que Naran se hubiera sentado a contemplar hacia la nada para acercarse a ella.

—¿Frecuentas mucho este lugar? —Sara se sentó desinteresadamente a su lado, al inicio Naran se sorprendió por la concentración que rompió en ella.

—No mucho… supongo —se encogió de hombros al hablar, después llevó su espalda al respaldo de la banca, aún usaba el cubre bocas por lo que sólo en su mirada se podía veía lo relajada que estaba ahora que ya no tenía la mirada tan perdida, tal como había estado antes de que Sara le hablara.

—El lunes te vi, estabas con unos amigos —de su mochila sacó unos chicles, ella tomó uno y luego le ofreció a Naran quien declinó el regalo—. No sabía si debía intervenir porque te estaban molestando unos chicos vagos, hasta que escuché que nombraste a uno de ellos.

—No toda la gente es mala si luce mala, y los que lo son pueden cambiar —esta vez notó que sonrió de la forma usual, provocando un resoplido como respuesta.

—Si sigues pensando así, algún día te meterás en una situación peligrosa —al final de su frase hizo una bomba con su chicle, la cual tronó casi al instante para voltearse a verla con una ceja alzada—. Y no es amenaza, yo ya no tengo deseos de hacerte nada.

Está vez Naran dejó escapar una risa inocente después de haber permanecido en silencio viendo con incredulidad a Sara quien pareció confundida por su reacción hasta que la notó modificar su sonrisa sincera a una más melancólica, incluso si esta duró menos de diez segundos: —Estoy segura, y quiero seguir creyéndolo, de que todos pueden cambiar en algún momento. Además, no soy tan tonta como para tratar sin precaución a un asesino.

De nuevo las dos se quedaron en silencio, a Sara poco le quedaba para seguir fuera de su casa, mas no quería irse sin haber logrado algo más que aclarar que ya no le haría daño a nadie. Por eso buscó con qué alargar su plática hasta que se decidió por la opción que había considerado como la peor.

—Y entonces… ¿aquí conociste a ese chico Pat? —no quería parecer demasiado interesada o con la urgencia de mantener su conversación, sin embargo sintió que esa pregunta sonó completamente como si estuviera interesada en el chico; como era de esperarse, se incómodo al inicio, pero al convencerse de que sería una excusa aceptable regresó a su fachada tranquila e indiferente.

—No realmente —no se atrevió a voltear a verla por lo que poco pudo ver o comprobar si Naran estaría incómoda por tener que responder algo o si se le notaba la búsqueda de otro tema—. Lo conocí hace cuatro años, en sexto de primaria —completamente sorprendida, Sara casi se olvidó del chicle que traía en la boca hasta que estuvo a punto de tragarlo, carraspeó para disimularlo pues que ella siguiera hablándole de algo personal debería ser un gran logro—. Estuve en su escuela por tres meses, él me invitó a sus clases de pintura porque quería mostrarme ese que era su método de distracción y liberación.

»Le comencé a llamar así cuando se equivocó con la palabra pintura en inglés —Sara alcanzó a verla rascar distraídamente su abdomen mientras hablaba—. Él estaba seguro de que se decía “pat” hasta que leyó bien sus tubos de pintura y notó las letras que no estaba pronunciando —al terminar de decirlo, Naran se giró a verla de nuevo demostrando melancolía en su mirar—. No creía que me recordaría, aunque después de tanto tiempo ya no es lo mismo.

Sara de nuevo se quedó sin más formas de hacerla hablar otro poco, no obstante su búsqueda se vio detenida cuando frente a ellas se plantó un chico alto y delgado de piel bronceada que llevaba su patineta bajo el pie derecho. Sara no recordaba ya a los chicos del lunes y aún así estaba casi segura de que él era Pat.

—Sara, él es Pat —al decir su media presentación, Naran se levantó para saludar al chico. Sara levantó sólo un poco la mano para saludar mientras que él sólo alzaba un poco la cabeza como otra forma de saludo—. Nos vemos mañana.

Sin más, ambos se fueron al lado contrario por donde Sara debía caminar. Poco faltaba para que su hora límite se terminara así que corrió cuanto pudo, mitad emocionada por lo obtenido, mitad preocupada por no llegar a tiempo; aun a pesar de que no dejara de recriminarse lo estúpido que era su comportamiento por algo tan simple.


Llegó a tiempo a su casa dirigiéndose de inmediato a su cuarto para encender la computadora y ver si Lena ya le había mandado el informe de ese día o ella tendría que ser la primera.

Terminaba de leer el corto correo de la otra chica cuando escuchó la llegada de sus padres dándose cuenta que aún llevaba el uniforme así que se lo cambió con rapidez poco antes de que escuchara a su madre llamarla para que bajara.

—Aún traes los labios pintados —la observación de su madre la confundió un poco sabiendo que no era inusual que la trajera de ese modo además de que los ojos aún los tenía delineados y la cara maquillada.

—Sí… me entretuve en la computadora, no he bajado a comer —tardó un poco en entender que su razón era la desconfianza sobre la prohibición de salir, por eso recibió una mirada incrédula por parte de ambos ya que su padre había regresado de dejar sus cosas en la sala.

—Como sea, un compañero del trabajo nos mostró esto para ti —su padre le ofreció lo que parecía un tríptico, Sara lo observó con suspicacia sin terminar de imaginar de lo que pudiera tratarse—. Él dijo que podría ser una buena idea, nosotros no lo sabemos.

—Pero decidas o no tenerlo en cuenta debes saber una cosa —sus padres eran personas que siempre se habían concentrado en su trabajo más que en otra cosa; fuera de eso todo les parecía indiferente, incluyendo a su propia hija, por lo que la confusión en ella no hizo más que crecer—. Volvemos a recibir una queja o reporte desde la escuela y te olvidas de volver a aquí ¿entendido?

Ese comentario final rompió toda la confusión de Sara dando paso a la ira, decepción y dolor. De entre todas las cosas habría preferido que sus padres le gritaran, hablaran con ella o hicieran algo tan drástico como los de Alicia o, incluso, que le pegaran; sin embargo ellos seguían tan indiferentes como siempre, tal como si ella no fuera siquiera una conocida para ellos. Sabía que lo que había hecho todos esos años había estado mal, en el fondo sabía que lo había iniciado para llamar la atención de esos padres que no parecían preocuparse por ella, que contra Lena se la había tomado por la envidia de imaginarla amada y consentida por sus padres y familia, por lo perfecta que parecía su vida.

Por mucho tiempo había deseado que esos dos adultos la hubieran vuelto a ver aunque sea una vez para preguntarle cómo había sido su día, si tenía todo lo que necesitaba o si algo le preocupaba, que le dijeran que estaban felices porque ella existiera; incluso ella al inicio trató de mostrar interés en ellos esperando ellos lo hicieran con ella, en lugar de eso, siempre la hicieron de lado al decir lo ocupados que estaban o lo cansados que ya se encontraban como para hablar. Nunca nada era lo suficientemente interesante para ellos si no era su trabajo.

Trabajo que ni siquiera era tan emocionante como podría ser el de los padres de Naran. Sintiéndose furiosa con ellos, envidiosa con lo que no tenía y dolida por la forma en que las cosas terminarían, arrebató el papel de la mano de su padre antes de subirse con pesados pasos hasta su cuarto cerrando con más fuerza de la necesaria su puerta. Sobre de esta se recargó tomando profundas respiraciones que le evitaran llorar además de que usaba el método que mucho tiempo habían enseñado en la televisión sobre contar hasta diez.

En cuanto sintió su cabeza más fría, regresó a su lugar frente a la computadora donde por fin revisó lo que le habían entregado. Se trataba de un tríptico que hablaba sobre ayudar a otros que menos tenían, los desafortunados; al final de todo el palabrerío emotivo y positivo, estaban cinco organizaciones con las que se podía acudir para informarse sobre cómo ayudar y donde.

En segundos toda su rabia se transformó en una pequeña alegría pues sabía que esa era la excusa perfecta para conocer más a Naran o acercarse más a ella. Sin más distracciones, por fin escribió su correo para Lena donde le diría lo que había logrado en la tarde y su nueva idea siendo que el día siguiente se iría a una de las oficinas de esas organizaciones a pedir información antes de hablarlo directamente con Naran.


Lena no podía confiar aún en Sara, no podía creer que la forma en que investigaba a Naran era por curiosidad y no por algo más, esa duda la hacía pensar una y otra vez que debería dejar de ayudarla porque si su salvadora resultaba herida por todo lo que hacía, Lena nunca podría perdonárselo a sí misma. Y a pesar de eso a veces el entusiasmo que parecía transmitir en sus mensajes se le contagiaba, quería creer que no hacía mal, que se daría cuenta cuando estuviera cerca de descubrir las verdaderas intenciones de Sara para detenerla, quería conocer más a Naran.

La oscuridad que rodeaba a esa chica tan amable la intrigaba, quería entenderla más que nada, descubrir una forma de pagarle la ayuda pasada aún cuando sabía que no lo había hecho exclusivamente por ella, sin embargo no comprendía por qué o cómo estaba segura de que debajo de toda la alegría y solidaridad de Naran había un secreto que debía conocer. Lena se sentía mal por forzar ese secreto, no quería pisotear la confianza que tal vez empezara a crecer entre ella y Naran, no quería traicionarla, mas ya no podía detenerse. La última idea de Sara la había atrapado aún más, sabía bien que era lo mejor que tenían hasta ese momento.

De esa forma esperó con ansia la tarde del siguiente día cuando Sara le escribiría lo que las organizaciones sugerían; no confiaría cuando le diera el lugar y la fecha para verse hasta que estuviera segura que Naran iría igual, no lo haría en secreto de sus padres pues quería que notaran si algo le pasaba aunque sentía que su paranoia sólo era una estupidez.

Durante las clases se concentró tanto como le fue posible, en los momentos libres aprovechó cuanto pudo para hablar más con Naran aunque lo único que logró sacarle ese día fue la forma en que sus padres parecían trabajar y un poco del lugar donde había vivido antes de esa ciudad. Fuera de eso la chica siguió siendo un libro cerrado, sin embargo fue capaz de notar que esa oscuridad que la rodeaba estaba incrementando su solidez.

—Ya no toses tanto ¿no te molesta el cubre? —distraídamente lanzó su pregunta que era de las que más pasaban por su mente, Naran pareció sonreír de medio lado.

—Lo sé, pero quiero mantenerlo un día más, ya que esté segura de que mis defensas ya están mejor —la vio comenzar a trazar un círculo con su lápiz en la última hoja de cuaderno que había usado, de nuevo parecía perdida en sus propios pensamientos.

Pasando las siete de la tarde, como siempre, Sara le envió toda la información que había reunido sobre tres de las organizaciones junto a su plan para invitarlas a ir un sábado donde pudieran estar más tiempo con Naran. Leyendo eso, Lena comenzó a sentirse nerviosa pues seguramente sería una de las cosas que demostrarían que tanta verdad decía Sara.

En la mañana siguiente, mientras Lena aún estaba con Naran antes de que la campana sonara, Sara fue hacia ellas con el papel que el día anterior le había explicado que llevaría. Sin poder controlarse, Lena se giró y agachó ligeramente la cabeza cuando por fin la chica que detuvo a su lado; había creído que ese miedo ya no fuera tan dominante después de los mensajes intercambiados, sin embargo parecía que no había cambiado nada aún.

—Mis padres me mandan a esto, creí que podría interesarte —le entregó la hoja, esta vez Naran ya no llevaba su mascarilla así que fácilmente pudo ver cómo la sorpresa, suspicacia y felicidad pasaban por su rostro—. Yo iré mañana sábado a ver qué tal, por si quieres ir.

—Sí lo había visto y me interesaba aunque no había podido investigar, gracias, veré si puedo ir mañana también.

—Como quieras, también puedes ir si quieres, Lena, ahí estará Naran para cuidarte si no confías en mí.

Se alejó de ellas sin esperar algún tipo de respuesta, Naran le dejó el papel a Lena para que terminara de entender su conversación, siendo que ya sabía de qué se trataba.

—De verdad te gusta ayudar a la gente ¿verdad? —la sonrisa de Naran se amplió un poco más mientras la veía y asentía—. Espero no sonar grosera pero ¿eres parte de alguna religión o por qué ayudas tanto?

—No soy creyente de ninguna religión y no creo que se necesite serlo para ayudar —sin darse cuenta, rascó la costra en la comisura izquierda de su labio donde le había contado a Lena que le había salido un fuego labial—. Yo ayudo porque creo que es lo correcto y es algo que me nace hacer; las consecuencias, lo que gane o pierda no es algo que me importe mucho mientras no moleste a alguien de forma que no sea benéfica para ellos —la expresión que hizo le pareció tierna a Lena pues pareció un poco avergonzada y orgullosa al mismo tiempo.


—De verdad que pareces alguien que cualquiera diría que no existe —Naran soltó una risa corta y suave que obligó a Lena a sonreír aún más por lo inocente que aparentaba ser la otra chica.

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