jueves, 10 de diciembre de 2015

6. Cercer

El comentario de Alicia poco tuvo para quedarse prendado de las memorias de los chicos debido a que la única puerta del lugar por fin se abrió. Los veinticinco chicos se encogieron lo más que pudieron en sus lugares exceptuando a las parejas que bordeaban la puerta, estos observaron a los tres militares que entraron.

Vestían ropas de los soldados del país donde habían estado, Kiza y Yone no podían recordar si eran los mismos que los habían noqueado o los que habían buscado más personas en su edificio. Los tres llevaban sus rifles a la espalda, dos de ellos se quedaron a los lados de la puerta impidiendo la salida de cualquiera que lo intentara mientras que el tercero dio un paso hacia adelante para contar a los chicos y analizarlos antes de comenzar a hablar.

—Todos ustedes han sido traídos a este lugar después de corroborar que no tienen un lugar establecido y que sólo vagan.

>>Por ello, y porque ya se han tenido muchas bajas en el frente, se ha decidido que se les entrenará con la finalidad de que sirvan a su país como unos soldados especiales, auxiliares. Como tal serán preparados por los siguientes siete días hasta que se les envíe al país enemigo a cumplir con su misión.

>>Les voy a pedir que salgan al patio en este momento con orden, no traten escapar de ninguna manera pues una bala es mucho más rápida que sus pies —en sus lugares algunos de los chicos se vieron entre ellos mostrándose asustados o inquietos sobre las palabras del hombre. Fue hasta que los tres llevaron sus armas hacia adelante que los jóvenes por fin se levantaron—. No serán lastimados de ninguna forma mientras sigan nuestras indicaciones, nosotros no somos el enemigo que deben odiar.

Con los dos soldados bordeando la puerta los chicos salieron por fin de la habitación. Frente a ellos se encontraron con el patio al que deberían dirigirse, desde ese lugar pudieron examinar mejor el sitio donde los habían llevado. Altas murallas de poco más de tres metros cubrían el único edificio del lugar que estaba dispuesto en forma de L con el patio en el centro, dicha construcción estaba compuesta por cuatro pisos; más de treinta y cinco habitaciones habían sido parte de los salones de esa escuela abandonada por los tiempos difíciles junto a las de las oficinas, almacenes, baños y el comedor. Para formar una herradura con los edificios, había una segunda construcción más pequeña en cuanto a perímetro, este tenía en la porción baja un auditorio y en la porción superior una piscina ya seca.

Notaron que la mayor parte de las habitaciones estaban siendo utilizadas como hospital auxiliar para soldados y campo de entrenamiento aunque ellos eran los más jóvenes ahí dentro. Los hicieron formarse en cinco filas siguiendo un orden por alturas, los tres soldados se plantaron de nuevo frente a ellos para examinarlos por unos segundos, los más nerviosos y desconfiados notaron que detrás, en los pisos superiores y en otros puntos estratégicos por las murallas había más soldados encargados de la vigilancia general. No tenían forma de dejar ese lugar.

En ese primer día les hablaron en concreto sobre su labor en el país enemigo, de cómo irían vestidos y actuarían como chicos normales para acercarse más hacia soldados y refugios donde podrían cumplir misiones de espionaje aunque la mayor de su misión sería la eliminación de soldados activos. Después de la explicación que dejó a muchos preocupados y asustados, los hicieron seguir un corto entrenamiento de acondicionamiento que empezó con trotar alrededor del patio en once vueltas.

El segundo día se concentró en más acondicionamiento físico y en la enseñanza sobre las armas que se les proveería: una pistola semiautomática, un rifle de francotirador y un cuchillo de caza. Sólo la segunda no la portarían a todos lados pues sería la que se les entregaría cada que se les asignara una misión especial, la cual se las explicarían cuando el momento llegara. No sólo les enseñaron a usarlas, también a darles mantenimiento, repararlas y armarlas, además de que les dieron una corta explicación sobre el resto de las armas que pudieran encontrarse, esto con el fin de evitarlas, robarlas o destruirlas. De entre los que más rápido aprendieron el uso de las armas fueron Tanan, Kiza, Yone, Kazu y Suji.

El tercer día continuó con los entrenamientos de acondicionamiento y el uso de armas, se le agregó una extensa clase sobre la geografía del territorio enemigo, la zona por la que llegarían, los puntos tomados por los soldados de su país; la vestimenta, armas, vehículos y zonas de mayor congregación de los soldados enemigos y las estrategias que les conocían. Les advirtieron que no los querían viajando en grupos grandes y que la mayoría de las veces debían pasar inadvertidos tanto con sus compañeros soldados como a los enemigos.

El cuarto día siguió acumulando las labores anteriores, en este día se les agregó el entrenamiento completo de peleas cuerpo a cuerpo pues lo necesitarían en los momentos en que requirieran de robar comida o cuando perdieran sus armas y aún necesitaran defenderse. El día anterior había sido un tipo de descanso para sus cuerpos en entrenamiento, sin embargo ese día volvió a aumentar, dejándolos de nuevo exhaustos a la hora de dormir aunque ya no terminaban tan adoloridos como el segundo día.

En su quinto día los mantuvieron todo el tiempo activos puliendo las habilidades enseñadas, en conjunto con la implementación de nuevos ejercicios que les demostrara que habían aprendido correctamente la forma en que se mantendrían en el país enemigo.

Su sexto día fue de descanso medio pues el inicio de este lo tuvieron centrado en los conocimientos de primeros auxilios y otros tratamientos de supervivencia que pudiera aplicar individualmente o entre ellos. Con esto se les prohibió acercarse a las zonas donde se desarrollaran batallas más grandes entre verdaderos soldados. El resto de su día terminó con más acondicionamiento.

El día final fue de relativo descanso. Se revisó que todos hubieran desarrollado al máximo sus habilidades; se les entregaron mochilas, a los que no tenían antes de ser capturados, donde pudieran ocultar sus armas, municiones, dos mudas de ropa, unas pocas medicinas, vendas y utensilios para el tratamiento de sus heridas. Cerca de la tarde el mismo trío de soldados se presentó en su solitaria habitación en la que al final del segundo día se les habían otorgado literas.

—Han concluido satisfactoriamente su entrenamiento, ya pueden ser llamados como Soldados Auxiliares, sin embargo aún hay una advertencia que debo darles —repasó a cada uno con la mirada antes de seguir hablando—. Allá afuera se encontrarán no sólo en el territorio enemigo, sino en el campo de batalla de una verdadera guerra, no deben mostrar piedad de ningún tipo pues ellos no se las mostrarán si los llegan a descubrir sin importar sus edades.

>>Sé que algunos de ustedes llegaron juntos pero deben recordar que si alguno de ustedes es herido no tienen tiempo que perder en recuperaciones, deben seguir su camino. Lo mismo va para cuando alguno de ustedes muera, no pueden quedarse lamentando su muerte por mucho tiempo, lo mejor es que ni siquiera lloraran y continuaran en lo que se le ha encomendado. Maduren de una buena vez, ya nadie los verá como niños mientras estos conflictos continúen.

jueves, 3 de diciembre de 2015

5. Conocer

Despertaron aturdidos e incómodos, por instinto se buscaron el uno al otro antes de examinar sus alrededores, sin embargo esto se vio limitado ya que la habitación en la que se encontraron no tenía mucha luz, esto hizo que sus ojos tardaran en acostumbrarse para notar las sombras de más personas, al mismo tiempo en que se daban cuenta que el poco ruido que podían escuchar era de los discretos murmullos de esa gente.

Sin ventanas u orificios en las paredes, ambos chicos no pudieron determinar la hora del día; se encogieron uno junto al otro muy pegados a la pared, se les hacía extraño aún tener sus mochilas colgadas aunque al revisarlas notaron que de nuevo estaban tan vacías como la primera vez que las habían obtenido, o recuperado. A falta de esas ventilaciones  fue que se dieron cuenta que el aire dentro era pesado y demasiado caliente, debía de haber bastante gente en el lugar si ese espacio, relativamente amplio, podía llenarse de esa forma.

Evitaron encontrar miradas con los demás cautivos, en primer lugar porque no se sentían completamente interesados por ellos y en segundo lugar porque sentían que de alguna forma resultaría confuso o peligroso hacerlo. Por ello fue que pasaron, lo que a ellos les parecieron horas, viendo hacia el suelo frente a ellos sin hablar, sólo centrando su oído en el exterior pues tenían la puerta a su lado. Así fue hasta que escucharon el leve sollozar que poco a poco fue incrementando en volumen, distinguieron el lamento de un niño que después provocó el llorar de una niña de aparente edad similar.

Algo en ellos despertó dentro, no sólo fue la curiosidad de saber si estarían rodeados de personas de diferentes edades sino que también fue un desconocido sentir como si algo les estrujara el centro de su pecho; ese extraño sentimiento en su interior aumentó conforme el dolor se hacía más palpable en la voz de los dos pequeños aun cuando sus aparentes guardianes les susurraban lo que podían para calmarlos. Muy sutilmente se levantó de nuevo el murmullo del resto de los ocupantes del lugar provocando la ansiedad en los que estaban con los pequeños que lloraban.

Kiza y Yone se vieron obligados a por fin observar a las demás personas que llenaban la habitación cuando una de ellas se levantó desde un pequeño grupo, con mucha cautela caminó hacia los dos pequeños que lloraban y les ofreció una pequeña bolsa que los últimos llegados imaginaron que se trataría de comida escondida o algo de ese tipo. Sólo así el silencio completo volvió a la habitación.

Quien se había movido había sido una chica de edad similar a la de Kiza, esta recorrió la habitación con la mirada antes de regresar a donde antes había estado sentada, justo en medio de otras cuatro chicas que aparentaban ser un poco más jóvenes que ella y menos arriesgadas por la forma en que se apretujaron contra ella.

De una sola mirada lograron contar veintitrés personas en total además de ellos, no distinguir el rango de edades o siquiera las apariencias de todos por culpa de la oscuridad que persistía. Notaron a la chica, que se había levantado, viéndolos con una sonrisa amable y algo aliviada; estaba por hablarles cuando la luz de la habitación se encendió provocando que todos cerraran los ojos por la molestia que la repentina iluminación les causó, algunos incluso se quejaron.

En silencio esperaron a que la puerta se abriera o que algún sonido les llegara desde fuera, en cambio el lugar permaneció como antes por los minutos que todos ahí se quedaron inmóviles hasta que la misma chica de antes se volvió a levantar aunque sin dejar el lado de sus cuatro amigas, de nueva cuenta recorrió con la vista a todos los chicos del lugar sin dejar de sonreírle a cada uno con el que cruzaba la mirada.

—¿Hay algún herido? —algunos en la habitación negaron con la cabeza, otros como Kiza y Yone, dejaron de observarla intuyendo lo que seguiría. La chica se giró hacia sus amigas para sonreírles abiertamente cuando una de ellas tiró de una porción de su pantalón para pedirle que volviera a sentarse—. Creo que no nos haría ningún mal presentarnos, digo, no hay nada mejor qué hacer y no parece que seamos enemigos.

El silencio siguió a su voz de nuevo, esta vez sólo cuatro chicos de diferentes grupos aceptaron abiertamente su propuesta así que ella siguió hablando—. De derecha a izquierda ellas son: Teresa, Fania, Ana y Tania, yo soy Alicia, tengo catorce años y ellas doce.

Para Kiza y Yone, las cinco chicas tenían una apariencia común si tomaban como referencia a las personas que habían visto en el hospital; todas ellas tenían un aspecto descuidado y cansado, muy  diferente a las personas con las que Henko vivía por lo que intuyeron que también vagaban como ellos dos. La mirada de la voz cantante se fijó en los dos chicos que tenían a su lado izquierdo, ambos se habían mantenido en una posición como la de Kiza y Yone; esos dos tenían un aspecto más maduro y, un tanto, más miserable que el de las cinco primeras, sólo el vivo color de los ojos azul rey del más alto y los violetas del otro los hacía destacar de aquellos que se habían encontrado en el lugar donde habían despertado. El par se observó el uno al otro antes de que el de los ojos azules se decidiera a hablar.

—Soy Kazu, tengo dieciocho años, y él es mi hermano Suji, dos años menor... —Alicia les agradeció con una de sus sinceras sonrisas, después cambió su mirada hacia los siguientes que se trataban de dos gemelos guardianes o hermanos de los dos niños que habían llorado; eran los menores quienes tenían un mejor aspecto que los otros dos dando a entender que, o bien tenían poco de haberse juntado, o los dos gemelos se esforzaban por cuidar a los dos pequeños aún a costa de su propio bienestar.

—Ellos son Enki y Denka, son mellizos y tienen ocho años —el hablar de uno de los gemelos fue llano en cuanto a emociones, todos notaron a los dos nombrados encogerse entre los brazos de sus protectores al notar las miradas que se habían centrado en ellos.

—Yo soy Robu y él es Hobu... tenemos catorce años —el segundo gemelo sonó aún más frío, a pesar de eso, la chica les agradeció de la misma forma. La siguiente en la habitación era un solitaria joven de aspecto mucho más descuidado que el resto por su cabello alborotado y sucio que le cubría casi la mitad del rostro escondiendo su mirada salvaje, trató de ignorar el hecho de que la atención de la habitación estaba centrada en ella mas al no ver la pérdida de la curiosidad del resto tronó la boca y habló.

—Soy Tanan, también tengo catorce —aún al hablar evitó hacer contacto visual con alguno de los demás chicos; terminó encogiéndose más sin retirar su vista de la discreta grieta en el suelo frente a ella. Sin detener su medio de agradecimiento, Alicia cambió hacia la siguiente pareja compuesta por una niña y una joven.

—Ella es mi hermana Kotaru, tiene quince años, y yo soy Arinoke, tengo diez años —en contraste, la menor de las dos aparentaba ser mucho más vivaz que la mayor quien parecía un tanto sombría aunque en el momento en que Arinoke se giró hacia ella para sonreírle orgullosa de su rápida presentación, todos la vieron suavizar su mirada para regresarle media sonrisa de aprobación. Agrandando su propia sonrisa, Alicia siguió su animación para las siguientes presentaciones.

Se trataban de tres chicos de hipnóticos ojos rojos con destellos purpúreos, uno de los mayores y el más joven tenían un descuidado cabello rubio que trataban de mantener oculto en las capuchas de sus sudaderas. De entre ellos, el del cabello castaño era quien parecía el más animado mientras que el menor era quien evadía las miradas del resto:—. Zokun tiene dieciséis años, su hermano Sitomu y yo, Riaku, tenemos diecinueve —fue él el primero en responderle la sonrisa a la chica con la misma amabilidad con la que la hacía, por eso fue que soltó una muy corta y discreta risa antes de girarse hacia el grupo más grande entre ellos.

Juntos y en silencio se habían mantenido seis chicos donde sólo dos parecían ser los mayores, era un grupo de tres chicos y tres chicas aunque todos parecían centrarse en una sola chica de una apariencia tan normal como el de las primeras presentadas, fue ella quien tomó el papel de representante— ¿Cómo hacerlo?... —casi al mismo tiempo en que expresaba su duda sobre la mejor manera de presentarlos sin que se confundieran, encontró la respuesta al levantarse y pararse a un lado de cada uno que presentaría. Comenzó con el más alto y más llamativo por su cabello rubio y ojos celestes—. Él es Shayanu, tiene diecinueve años —dio un paso para poder señalar al siguiente cuya particularidad eran unos ojos violetas tan vivos como los de Suji—. Él es Ryuji y tiene diecisiete.

Para los siguientes cuatro regresó a su antiguo lugar:—. Nosotros cuatro tenemos quince años, la seria aquí es Tahagame, el sonriente es Julián, la adorable es Ramy y la habladora soy yo, Mayi.

Su tipo de presentación terminó de aligerar el ambiente que Alicia había comenzado a cambiar, ambas líderes innatas intercambiaron una sonrisa y mirada como si fueran confidentes de muchos años atrás y no meras extrañas recién conocidas. Fue cuando la atención se centró en los últimos dos que el ambiente pareció propenso a volver a la incomodidad pues el aspecto de los dos chicos, el cual no notaban, era casi tan miserable como el de los primeros.

—Yo soy Kiza y el Yone... aunque no estamos seguros de eso ni de nuestra edad... —la sorpresa no pudo ser ocultada de los rostros más expresivos de los chicos que ya se habían presentado.

—¿Por qué...? ¿Por qué dices eso? —al final fue Fania la primera en animarse a hablar para preguntar lo que a todos les había despertado la curiosidad.

—Porque no recordamos nada, despertamos sin memoria —el silencio volvió a la habitación provocando que los últimos presentados se encogieran aún más en su lugar tratando de evitar fijarse en la forma en que el resto los veía.

—Debió haber sido difícil... bueno... creo que ha sido difícil para todos en realidad —su alegría fue ligeramente ensombrecida por la melancolía.

jueves, 26 de noviembre de 2015

4. Perder

Permanecieron recorriendo la ciudad por dos semanas y media en las que pusieron en práctica lo que les enseñaron además de buscar un poco más de comida en los edificios abandonados ya que aún no sentían la suficiente confianza hacia los soldados que repartían los alimentos.

Se mantuvieron racionando su comida tanto como podían ya que al cabo de esos once días continuaron su camino sin destino siguiendo la carretera que les habían dicho que los llevaría a otra ciudad aparentemente más tranquila por lo pequeña que era.

El trayecto fue de un aspecto mucho más monocromático que el de la ciudad, el asfalto se encontraba cuarteado casi en su totalidad con fragmentos ya levantados y agujeros que sólo los vehículos de los militares podían evitar sin problemas, tal como lo habían notado el par de veces en que había tenido que buscar cómo esconderse de las caravanas de coches que llegaron a encontrarse, lo cual no había representado un fuerte desafío ya que al rededor siempre había la suficiente maleza seca o árboles derribados que les proporcionaban ese refugio momentáneo.

A pesar del aviso del señor Henko sobre que los militares no le hacían menor caso a los civiles que transitaban solitariamente las carreteras, los dos chicos decidieron pasar desapercibidos de esa manera por la misma razón por la que no les pidieron alimentos en la ciudad.

De esa forma realizaron su viaje en una semana más aunque cerca del final de esta las cosas se complicaron. Su racionamiento con la comida no había sido suficiente para la poca cantidad que tenían a pesar haberse acostumbrado a una comida y media al día. Por eso fue que esos últimos kilómetros los avanzaron lentamente con constantes descansos que les disminuyeran el mareo y la debilidad en las piernas, aunque no pasara lo mismo con la sequedad en su boca o el molesto vacío de su estómago.

Trastabillando, apoyándose el uno en el otro, llegaron a la nueva ciudad que estaba tan deteriorada como la anterior aunque los edificios en esta eran de menor tamaño y no había humo visible por ningún lado. El silencio fue tan parecido al que los había acompañado en su trayecto por lo que realmente creyeron en las palabras de Henko sobre lo desolado que ya se encontraba ese lugar.

Entraron al primer edificio que encontraron con las mejores condiciones que le impidiera caer sobre de ellos mientras dormían. Con su resto de fuerzas sólo lograron llegar al primer departamento donde se desplomaron sobre los cojines que había compuesto un sofá antes de que alguien hubiera desarmado el mueble para llevarse la madera con un fin que los dos chicos no se interesaron por imaginar.

Dejaron que el sueño les ganara, se dieron el lujo de relajarse aun cuando una de las mujeres con las que vivía el viejo que los había ayudado, les hubieran advertido que si se dormían cuando estuvieran realmente hambrientos podían llegar a no volver a abrir los ojos.


Kiza fue la primera en despertar, su rostro se encontró muy cerca del de Yone como las veces anteriores en que les había tocado dormir tan juntos sólo que esta vez, a diferencia de esas ocasiones, no se sobresaltó o incomodó; en cambio movió su mano hacia la nariz de él para asegurarse de que seguía respirando. Permaneció observándolo unos segundos más, veía como sus ojos se movían detrás de sus pálidos párpados, como sus labios lentamente formaban palabras indistinguibles, notaba su pulso marcarse con suavidad en su cuello. El hechizo se rompió al escuchar su estómago quejarse de nuevo por el hambre.

Se levantó sin darle importancia a la debilidad que nublaba su mente, revisó cada uno de los rincones de la que había sido la cocina del departamento, buscó superficialmente en el resto de las habitaciones antes de repetir la acción con las viviendas superiores. A la mitad de su búsqueda Yone la llamó desde abajo para después acompañarla en el registro del lugar.

Sólo fueron capaces de encontrar un par de latas abolladas y una bolsa con frutos secos que no les llamó la atención en apariencia mas el hambre los obligó a probarlos y convencerse de que no era una mala opción de alimentación suplementaria.

Usaron la estufa de base para la fogata necesaria para calentar sus alimentos, tal como otra de las mujeres de la ciudad pasada les había enseñado. Los frutos les habían servido para alejar un poco la somnolencia y, así, poder cocinar un poco para ellos.

Dejaron el edifico a poco antes de que anocheciera y se instalaron en uno diferente cuando el cielo comenzaba a aclararse, esta vez sólo se encontraron con unos panes ya algo pasados y duros a los que les quitaron fragmentos que aparentaban aún estar bien. Henko les había advertido bien sobre esos productos ya podridos, no obstante, su hambre y deseo por que el contenido de las latas les durara varios días más lo hizo ignorar las palabras del hombre.

Volvieron a dormir en la planta baja donde se habían encontrado unas sábanas amarillentas y roídas que les proporcionaron el calor mínimo para descansar un poco.

No tenían más de cinco minutos dormidos cuando el estruendo de la puerta al ser abierta con violencia los despertó. Tomaron sus cosas y se quedaron juntos viendo que se trataban de soldados del país en el que se encontraban, según la descripción que les habían enseñado.

Once de ellos subieron mientras que cuatro se quedaban abajo, dos de ellos fueron a revisar el resto del departamento asegurándose de que nadie más había. Luego de comunicárselo al par que resguardaba la puerta, los dos fueron hacia el par de confundidos chicos para inmovilizarles los brazos hacia la espalda y golpearles la nuca con la mano recta dejándolos inconscientes al instante.

jueves, 19 de noviembre de 2015

3. Desear

Henko ya se sentía muy viejo como para poder continuar con la angustia que la guerra no dejaba de llevarle; cansado de las constantes movilizaciones hacia los refugios antibombas, decidió que permanecería en su edificio esperando que nada malo le pasara o que fuera lo suficientemente rápido como para que el dolor no lo atormentara durante días, si es que Dios era tan bondadoso con alguien que ningún mal había hecho además de su mal humor.

Su cabello se había ya llenado de canas aunque aún tenía espacios que recordaban lo castaño que había sido en su juventud, se sentía orgulloso de no haber perdido tanto del cabello en sus sesenta años, al igual que lo sentía por la fuerza que creía aún tener a pesar de que esos tiempos intentaran drenarle ese resto, además de que llegó a la conclusión de que lo mejor sería dejar de robarle espacio en esos lugares a gente que aún tenía mucho por vivir si la guerra se los permitía.

Permanecía sentado en la entrada, detrás de una ventana, en su cuarto, en alguna otra habitación; todo por horas hasta el horario de la repartición de provisiones; a veces se distraía escuchando las noticias del radio, otras veces releía sus viejos libros y unas pocas veces más se perdía en sus propios pensamientos. Así fue hasta que, en medio de una emergencia, vio a una mujer llevando de las manos a cinco niños terriblemente asustados por el acercamiento de las avionetas mientras ellos aún se encontraban lejos de los refugios de los que ni siquiera conocían su localización.

En un acto de valentía e iluminación, Henko se movió hacia a ellos para refugiarlos en su deteriorado edificio mientras la amenaza terminara. Sin embargo, los seis permanecieron en el lugar completamente agradecidos y negados a abandonar a su salvador. De esa forma su edificio comenzó a recobrar vida, al igual que él cuando las personas a salvar se incrementaron por un tiempo.

Ese día comenzó como cualquier otro, una de las familias que ahora habitaban el edificio fueron las encargadas de ir por la repartición matutina de víveres, otras dos tuvieron la tarea del lavado de la ropa mientras que el resto cocinaba lo de ese día, escuchaba el radio o visitaba los refugios. Henko permaneció en la entrada cuidando de los más chicos que corrían riendo y gritando por la calle. Después de la hora de la comida siguió la rutina con la mayoría entreteniéndose de sus formas cotidianas hasta que la alarma inició de nuevo.

Las familias tomaron camino al sótano mientras que Henko permaneció en el piso inferior, no muy lejos de la entrada al sótano. No llevaba más de un minuto sonando la alarma cuando avistó dos siluetas cruzando la calle con tranquilidad. Los observó con precaución creyendo que se trataban de soldados enemigos infiltrados mientras las avionetas y los soldados peleaban más en el centro; dentro de su vieja mente cruzaron ideas de intento heroico, suicidas, inteligentes y cobardes hasta que la luz alrededor de ellos les dio una apariencia más clara.

Se trataban de dos jóvenes soportando el frío y que caminaban sin buscar refugio o algo más, simplemente avanzaban como si fuera un día del pasado en los que podías recorrer las calles con tus amigos disfrutando de unas horas libres. Henko sabía que las apariencias podían engañar, que esos chicos también podían ser soldados o alguna clase de oportunista que pudieran querer robarles lo poco que tenían, aún así veía el cansancio y el sufrimiento pasado en la mirada de ambos chicos de facciones similares.

Deliberó mentalmente unos minutos hasta que, chasqueando la lengua, salió del edificio para hacerles señas de que entraran con él. Manteniéndose alerta de los ruidos de las peleas y del cielo, observó a ambos chicos verse confundidos entre ellos hasta que hicieron caso en seguirlo. No había miedo o desconfianza en ellos por el hombre, sólo la curiosidad por la interrupción de su camino.

Dentro del edificio los llevó al sillón cercano a la entrada del sótano, les indicó sentarse con una seña, ambos los hicieron sin decir nada ni mirar nada en específico alrededor mientras que Henko los observaba por unos segundos.

—Díganme una cosa ¿están locos o son sordos? —ambos chicos lo miraron sorprendidos aunque mantuvieron su silencio—. Aparentemente sordos no están, así qué ¿por qué no parecían buscar refugio si la alarma estaba sonando?

—En realidad no sabíamos que debíamos escondernos por ese ruido —la mirada confundida del chico terminó sorprendiendo al adulto, esos chicos de alguna forma le parecían vacíos en cuanto a emociones por lo que no podía identificar mentiras en sus palabras, aunque no se dejaría llevar por la atrofia de su intuición.

—¿Estuvieron encerrados toda su vida o algo? Esa alarma es un aviso de que habrá un ataque, es para que la gente común como nosotros, nos escondamos en los refugios —el adulto pudo notar como los dos chicos estaban teniendo ciertas dificultades para entender lo que él decía, sólo no comprendía si era porque no estaban completamente familiarizados con el idioma, lo cual suponía un riesgo al abrirse de nuevo a la posibilidad de que se trataran de chicos del país enemigo, o si tenían algún tipo de daño en el cerebro que los hubiera hecho lentos, por no usar palabras más duras u ofensivas.

—En el hospital nos dijeron que perdimos la memoria —esta vez fue la chica la que habló, Henko volvió a observarlos en busca de mentiras.

—¡Oh! Eso lo explica todo —el adulto se relajó un poco, dejó que su cuerpo se sumergiera en el sillón desgastado hasta que pensó en lo que podía significar haber encontrado a esos chicos. Volvió a llevar su cuerpo hacia adelante al mismo tiempo que movía su cabello hacia atrás tratando de pensar en las mejores palabras para usar—. Verán, en este edificio viven cinco familias, además de mí, aunque sólo son mujeres y niños porque los hombres ya han sido llamados al frente.

>>Les puedo enseñar lo básico que sé para que sobrevivan allá afuera pero no los puedo dejar que se queden aquí, ustedes ya son jóvenes y creo que podrán cuidarse solos con los conocimientos mínimos —el que los dos jóvenes no demostraran emociones sinceras o completas en su rostro le provocaba cierta incomodidad, quería creer que eso se debía a la amnesia por la que pasaban, sin embargo su falta de conocimientos sobre el tema le provocaba esa desconfianza que lo obligaba a decirles que no los podía dejarlos quedarse—. ¿Saben cuáles son sus nombres?

—No estamos seguros, en estas mochilas encontramos un indició de que ella podría llamarse Kiza y yo Yone —de entre los dos, ese chico le parecía ser el mayor si fueran hermanos...

—¿No son parientes? Digo, ya sé que no recuerdan nada pero... ustedes son tan parecidos —esta vez negaron a las palabras sin mostrarse realmente interesados en el significado de sus palabras.



Mientras la alerta pasaba, Henko ocupó el tiempo en contarles acerca del origen de la guerra y una introducción de la geografía general del mundo centrándose más en la del país que habitaban; al final del ataque, cuando el resto de los habitantes del edificio abandonó su refugio, los presentó rápidamente para continuar con sus enseñanzas acerca de los diferentes militares que podrían encontrar y las mejores formas de evitar problemas cuando los conflictos se dieran.

Al final de ese día les permitió dormir en el sofá que perviamente había ocupado, no sin antes haberles convidado de la poca comida que tenían. Toda la mañana del siguiente día la ocuparon las mujeres de las cinco familias para enseñarles diferentes formas de cocinar los víveres que les dieran mientras que Henko les enseñó un poco de la teoría sobre encender fogatas ya que él mismo nunca había intentado alguna.

Para la tarde los chicos ya estaban listos para partir de nuevo. Les entregaron dos mudas de ropa, tres latas de conservas, un paquete de semillas y cuatro frutas junto a una única botella de agua; con esto los dos chicos partieron completamente agradecidos por su amabilidad en no dejarlos seguir recorriendo su camino en blanco.



Henko permaneció en la puerta hasta que las siluetas de ambos dejaron de ser distinguibles, no podía evitar pensar que podría no volver a ver a ese par de chicos o de preguntarse si en algún momento recuperarían su memoria para que pudieran regresar con la familia que tuvieran aunque también pudiera significar regresar al fuerte impacto o trauma que podría haber desatado esa amnesia. Regresó a su rutina rezando porque la vida no se les complicara y pudieran vivir muchos años más si la guerra terminaba.

jueves, 12 de noviembre de 2015

2. Seguir

Lo único que cruzó su mente al notar la similitud de su mirar fue que ella no era anormal después de todo. Con una de sus preocupaciones eliminadas, terminó de dar su paso sólo para ser interrumpida de nuevo por el llamar de una enfermera que corría para alcanzar la salida y a ellos.

—¡Esperen un poco, por favor! —tendría cinco años más que ellos, aparentemente; llevaba un uniforme que del uso había cambiado su color blanco por uno amarillento lleno de arrugas y manchas de diversas coloraciones y formas. Se paró frente a ellos a recuperar el aliento con la mano derecha sobre su pecho y con la izquierda deteniendo en su hombro las correas de un par de mochilas—. Estas son sus pertenencias, se encontraban bajo las camas que ocuparon así que seguramente llegaron con ellas.

A la chica le entregó una mochila verde militar con una sola correa mientras que al chico le entregaba una de color azul marino con las correas para llevarse en la espalda. Como era costumbre en el atareado personal del hospital, la enfermera los dejó sin dar más explicaciones o permitirles retenerla con preguntas.

Dentro de la mochila ella encontró una bolsa de plástico rota sin nada dentro, fue hasta que examinó por segunda vez cada uno de los rincones dentro de la mochila que se encontró con una porción que aparentaba haberse roto, fue en ese lugar donde extrajo una cadena dorada adornada con una placa plateada en cuyo frente se marcaba un sola palabra: Kiza. Sin estar segura de cómo tomar eso, se colocó el collar, lo escondió bajo su ropa y por fin dio el paso hacia su camino lejos del hospital.

No estaba segura de si la palabra era siquiera un nombre o no aunque estaba un poco convencida de que no se trataba del nombre común de algún objeto; por ello fue que decidió tomarlo como propio hasta que recordara el que le correspondía.

Su camino comenzó siguiendo la línea de sus pensamientos sin memorias, trató de apegarse a lo que acababa de ver dentro del hospital en un intento por relacionarlo con cosas que hubiera vivido antes, sin embargo su cabeza la obligó a detenerse cuando sintió dolerle. Además de que notó que no se encontraba sola.

Desde que había dejado la entrada del edificio lleno de heridos, su camino había sido aleatorio aunque sin abandonar la idea de dirigirse hacia la parte derecha del camino. Escuchaba los pasos de alguien detrás por lo que trató de aumentar su velocidad recibiendo como respuesta la imitación de esa persona que alcanzó a percibir que se colocaba a su lado así que intentó detenerse ligeramente para que se pasara y la dejara de hacer sentirse perseguida, sin embargo resultó de nuevo en una copia de sus acciones.

Sintió miedo sin entender por qué debería estar asustada al mismo tiempo en que sentía un deseo de saltar sobre esa persona para amenazarla y obligarla a que la dejara en paz. La confusión de su mente la obligó a decidirse por detenerse y enfrentar a ese extraño perseguidor que resultó ser el mismo chico de antes.

—¿Por qué me estás siguiendo? —la misma pregunta salió al mismo tiempo de ambos chicos, tratando de olvidar su sorpresa por el raro acontecimiento, ambos volvieron a hablar de la misma manera— Yo no te sigo.

Ambos bajaron la mirada sintiéndose apenados y contrariados por la situación, por unos segundos se mantuvieron en silencio esperando a que el otro hablara ya que casi estaban seguros que en el momento en que alguno reintentara hablar se repetiría el diálogo pasado, por eso la chica decidió no hablar más hasta que él lo hiciera con el ligero sentir de que realmente sería él quien lo haría.

—Mira, yo sólo comencé a caminar hacia este lado sin una razón en particular —comenzó a explicar el chico, relajando completamente el ambiente con su voz suave—. Ni siquiera había notado que venías adelante de mí hasta hace unos pasos... —luego de otro corto silencio, ambos por fin enfrentaron las miradas sin seguir con la amenaza en ellos—. Sinceramente, no recuerdo nada, desperté con la memoria en blanco así que... dejando su frase inconclusa se encogió de hombros.

—Yo... Me pasó lo mismo —la chica llevó su mano a la frente, algo en ella le decía que la situación se estaba tornando completamente extraña, que no debía confiar en que fuera real, sin embargo el rostro de ese chico le daba un tonta seguridad y confianza. Había estado sintiendo un hueco en su existencia a causa del vacío de su memoria, había sentido un dolor y añoranza por lo que imaginaba que había perdido, pero ahora frente a él, todo el ruido en su cabeza y el dolor disminuía—. Yo no estoy segura... creo que me llamo Kiza porque esto se supone que me pertenece —exteriorizó su collar para que el chico pudiera verlo. Formar ese nombre con su voz la hizo creer que realmente le pertenecía.

—En ese caso el mío debe ser Yone —le mostró un collar similar al suyo con esa única palabra escrita en él. Pasaron de nuevo unos segundos en silencio, sólo observando los accesorios que de verdad parecía haber sido hechos para identificarlos—. Viajemos juntos, volvamos a aprender de este lugar juntos.

La idea sonó tan descabellada para Kiza tanto como para Yone, no obstante sabían que era la forma menos dura de enfrentarse a ese mundo que desconocían por completo. Tendrían quién les cuidara las espaldas y complementara lo que alguno de ellos se olvidaba de ver o de pensar, si no tenía viejas memorias podrían crear nuevas o ir recobrando las perdidas. Por eso fue que Kiza asintió sin remordimientos ni dudas.

Ya no era más una chica o un chico de mirar perdido y apariencia infeliz caminando solos, sin rumbo fijo o aleatoriamente, ahora era un par de chicos explorando discretamente el territorio que los rodeaba. El miedo nunca desaparecería mientras nada en ellos recordara pero gracias a su mutua compañía podrían soportarlo de ahora en adelante.


Siguiendo su camino, alcanzaron el extremo este de la ciudad a poco del anochecer. El ambiente se había tornado mucho más frío provocando que su aliento se escapara en forma de humo que rápidamente se disolvía, cada uno se abrazaba a sí mismo tratando de mantenerse calientes dentro de esas delgadas sudaderas negras que ambos traían, las cuales tenían diseños diferentes aunque el material fuera similar; tampoco sus pantalones les estaban ayudando a mantener la temperatura que el constante andar trataba de aumentarles.

Estaban a un costado de los edificios de apariencia menos desastrosa, decidieron que seguirían caminando hasta que la luz ya no les alcanzara cuando una alarma comenzó a sonar haciendo un molesto eco entre las calles desiertas. Ambos se voltearon a ver al inicio del ruido, se encogieron de hombros y siguieron caminando esperando encontrar la fuente del ruido o más personas. Poco a poco el sonido de aviones surcando los cielos cercanos, los motores de los automóviles poniéndose en marcha y el sonido de las armas fueron llenando el lugar conforme la luz se debilitaba mientras que ellos seguían avanzando con el frío como única preocupación.

jueves, 5 de noviembre de 2015

1. Descubrir

El día era frío, las ventanas del hospital se encontraban empañadas con dispersas gotas recorriéndolas hasta que el marco las detenía. Era el calor de tanta gente junta la que provocaba esa humedad en el cristal pues la habitación que ayer podía haber sido para albergar a diez personas, hoy la llenaban veinte camas puestas tan cerca unas de otras que poco espacio tenían los pacientes para caminar. La guerra por el líquido vital había dado inicio siete meses atrás.

Los primeros países donde se terminó el suministro del agua fueron los más grandes cuyas poblaciones habían crecido de tal forma que el abasto en general se estaba volviendo insuficiente, sin embargo los más ricos en el recurso se vieron lo suficientemente humanitarios para venderle a un precio justo una porción de su riqueza.

La solución al problema previsto desde hace muchos años trajo meramente una calma pasajera que se vio acabada cuando la codicia de aquellos limitados creció en contra de los que creían que se aprovechaban de su pérdida. Las tropas fueron enviadas, poco a poco fueron robando por la fuerza el territorio de los países que habían tenido reservas aunque muchos de estos decidieron defender a costa de la seguridad de su gente.

Por eso era que los hospitales se encontraban llenos de heridos. Las enfermeras corrían por los pasillos tan rápido como el cansancio de días de trabajo sin descanso les permitía; los doctores laboraban hasta caer exhaustos aún contando con los voluntarios y el rápido movimiento de la gente que no necesitaba más de unas simples suturas.

Era en una de esas habitaciones donde se encontraba una chica de poco menos o más de catorce años. Despertó sintiéndose tan cansada como si no acabara de abrir los ojos, el sonido a su alrededor le parecía distante hasta que poco a poco fue aclarándose junto a la nitidez de su mirada sintiendo la luz artificial molestarle de tal forma en que la sentía perforar sus ojos hasta su cerebro, por ello fue que se cubrió con su brazo.

Buscando alejar su mirada de la iluminación, notó que el paciente a su lado era un chico aparentemente mayor a ella que dormía con una expresión de relativa calma. La imagen del chico, el clamor de gente llamando por fuera y los quejidos de otros heridos, le despertaron la curiosidad completa por el lugar así que se movió para sentarse, mas el movimiento le provocó un fuerte dolor en su costado izquierdo que no hizo más que por fin eliminarle toda la somnolencia que aún la agobiaba para darle importancia a la realidad.

Examinó la venda que cubría su abdomen, suavemente paseó los dedos donde las gasas estaban en contacto con la supuesta herida que la molestaba. Antes de que terminara su exploración, un apresurado médico llegó a su lado, ella percibió el olor a sudor y sangre en el adulto que removió unas hojas en su desgastada tabla después de revisar el número de cama en el que la chica se encontraba.

    —Veo que por fin ha despertado, dígame ¿le molesta mucho la herida? ¿tiene algún otro síntoma? —sin voltear a verla leyó todo lo escrito en la hoja, ella confundida lo observó sin decir nada hasta que este por fin la enfrentó con la mirada instándole a hablar de una buena vez. Ella sólo negó con la cabeza—. Bien ¿cuál es su nombre? ¿Tiene algún familiar al que podamos tratar de localizar por usted?

Abrió la boca cerrándola en seguida, bajó la cabeza para observar sus manos y después regresar su vista al médico que parecía ver a su alrededor en busca de otros pacientes que también pudiera atender sin perder demasiado tiempo; al regresar su mirada a su actual paciente se sorprendió de ver el cambio de su expresión confundida a una de desesperación: —No lo sé, no puedo recordar nada...

Volviendo a su acelerada calma, el adulto examinó la cabeza de la chica en busca del golpe que le hubiera causado la amnesia, al no encontrarse con nada por el estilo le pidió esperar un poco. La joven se llevó las manos a la cabeza mientras trataba de forzarse a recordar lo mínimo como el origen de su herida, su nombre, el sitio de donde venía o al cual regresar, sin embargo nada llegó a ella.

En poco menos de diez minutos regresó el médico con un pedazo de papel que envolvía diez pastillas de las cuales le hizo tomar dos con una ínfima cantidad de agua dentro de un cono de papel: —Siento mucho tener que decirle esto, no obstante, nosotros ya no podemos hacer más por usted, así que salga de aquí en cuanto crea que ya se siente mejor; busque un refugio y permanezca ahí.

Sin esperar preguntas de la joven, el médico dejó el lugar para volver a su ronda con los pacientes mientras que ella permaneció observando el papel que envolvía la medicina el cual le decía el horario en que debería tomarla además de la forma en que debería tratar su herida. El dolor en su cabeza fue disminuyendo conforme se rendía a la búsqueda de respuestas, dejó de ver lo entregado para concentrarse en el exterior que la ventana le permitía ver: la ciudad humeaba, el cielo gris aumentaba la percepción del desastre, en intervalos largos y aleatorios pasaban avionetas por el cielo y vehículos de guerra por las calles perceptibles desde ese punto. La guerra era palpable con esa sola vista, sin embargo ella no podía entender si eso era normal o no.

Bajaba de la cama cuando notó su paciente contiguo removerse en señal de su despertar. Dejó la habitación cuando una enfermera entraba para ayudar a ese mismo paciente que acababa de tomar asiento en la cama.

Al salir se topó con un pasillo repleto de más camas con muchos más heridos, incluso algunos sentados en el suelo, unos más haciendo compañía y otros cuantos pasando de cama en cama como si buscaran a alguien en especial. El camino que recorrió tenía sonidos más fuertes que en la habitación; escuchaba los sonidos de las máquinas que no lograba comprender, escuchaba y veía el sufrimiento de la gente manifestado con lágrimas y quejidos, presenció el dolor de una persona al abrazar a otra que había dejado de respirar. Todas esas imágenes llegaban a ella sin significado ¿por qué tienen esa expresión? ¿cómo es que su rostro parece mojado? ¿está así por esa persona? ¿así como ellos pudieron haber llegado, ella lo hizo también?.

Tratando de alejarse de la creciente confusión, entro a la única habitación sin camas donde un espejo largo, sucio y ligeramente roto ocupaba la mitad de una de las paredes del cuarto. Un baño. Observó a la chica reflejada sin reconocerla; dudando de la realidad que le mostraba, llevó su mano derecha a su cabeza recibiendo como respuesta la imitación de la otra persona así que se acercó aún más para terminar de conocerse.

El cabello castaño le caía sin forma hasta diez centímetros abajo de sus hombros, estaba enmarañado y lleno de tierra, su piel parecía más oscura por la suciedad; lo que llamó su atención fue que su iris izquierdo era rojo mientras que el derecho era violeta, recordaba que el médico y algunos de los pacientes de los pasillos tenían ambos ojos del mismo color. Detuvo su inspección al notar a un hombre adulto entrar, este no interrumpió su camino a uno de los compartimentos con retretes por verla, así que ella decidió salir.


Después de unos intentos y vueltas equivocadas, logró encontrar la salida del hospital; permaneció unos minutos en el primer de los escalones observando los alrededores mientras intentaba decidirse por qué camino seguir. Frente suyo se abría un amplio camino hacia la ciudad humeante, del lado derecho se alzaba lo que parecía un seco y deteriorado bosque al igual que en el lado izquierdo. Se preparaba para dar ese primer paso cuando notó a alguien más salir detrás de ella, de reojo notó que era el mismo chico que había dormido en la cama contigua; al igual que ella, se detuvo en el lugar para analizar las opciones que lo llevarían lejos de ese lugar. Fue así como pudo distinguir su mirada por unos cortos segundos, suficientes para demostrarle que tenían la misma coloración que los de ella.

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Primer capítulo de mi historia: Olvidados pero Juntos que les presenté aquí. Espero lograr traerla semanalmente e intercalarla con la nueva que ya estoy escribiendo. Si llego a tardar con ella, a pesar de que ya está completa, es porque la estoy re-escribiendo así que ténganme paciencia. Nos leemos luego~

domingo, 1 de noviembre de 2015

Día de los muertos


Colores, sabores, sonidos y calor. Este día es especial para todos empero distinto para cada edad.

Muchos lo inician un día antes siguiendo tradiciones extranjeras aunque, en su mayoría, son almas jóvenes las que se alegran celebrando con amigos en lugares llenos de ruido, de bebidas y diversión que se incrementa cuando cambian sus atuendos de siempre por aquellos que representan viejas leyendas o, incluso, cosas tan banales como profesiones.

El siguiente día significa el regocijo de los más pequeños, el momento de pasar una noche de puerta en puerta con vestuarios únicos como el de los jóvenes. ¿Por qué? Porque es divertido, porque verte como “algo” más es un deleite y una experiencia emocionante que se une a la alegría por recibir esos productos confitados de sabores dulces, picantes, salados o extravagantes que te durarán, por lo menos, dos semanas si fuiste sabio en dónde conseguirlos. Con suerte no tendrás que deshacerte de la mitad de ellos por el hartazgo provocado por la recolección tan generosa de tales manjares.

Mientras que los más maduros creen en estos días como el momento único de volver a sentir y recordar a aquellos que se fueron de este mundo. El primero por los niños, el segundo por los adultos. No lloremos este día, celebremos nuestra vista.

Mira hoy, mira cómo la gente no llora, no se llena de colores grises ni negros. Mira hoy cómo llenamos todo de colores, de música, de sabrosos olores y de risas pues la muerte no es más un dolor, al menos hoy, pues se transforma en nuestra fiesta por aquellos que nos dejaron; porque en estos días nos reuniremos una vez más como la familia que fuimos, los amigos que fuimos.

Papel picado, copal, pan de muerto, cempasúchil, guisos, velas, calaveritas de azúcar o chocolate, catrinas y catrines. Ve ese cementerio como se ha convertido de un lugar lúgubre a uno pintoresco y alegre con esas familias conviviendo con aquellos pequeños que los han dejado, observa ese otro donde comienzan a limpiar las hierbas y la tierra para adornarlos de la forma más bella con el objetivo de comer o cenar a su lado. No hay uno donde al menos una familia haya recordado cuál es el espíritu de esta celebración.

Para aquellos que no pueden ir tan lejos, preparan en sus casas el escenario que recibirá la temprana visita de Ellos. Siguiendo cada una de las instrucciones pasadas de generación en generación, adornan un espacio digno de recibirlos, ni más ni menos, sólo el sentimiento define el significado del altar.

Cuentos, leyendas, bailes y disfraces. Nada podría faltar en esta variada celebración a veces convertida en una atracción.


Vamos, entonces, a unirnos a esta dicha que año con año nos emociona. Vamos a terminarla con un hasta luego. Bienvenidos hoy, bienvenidos mañana. Ya nos reuniremos de nuevo.

jueves, 29 de octubre de 2015

Viento y Nieve III

Un poco antes de que comenzara a oscurecer la gente comenzó a llegar; emocionados veían la gran carpa iluminada por luces de tantos colores posibles, a algunos cirqueros ofreciendo pequeñas muestras de lo que verían adentro, los niños que aún aprendían de sus padres o amigos usaban ese momento para practicar y cuando fallaban hacían reír al público; otros se distraían comprando golosinas, varías las habían traído de ese mismo mundo al medio día. Vientchat vio como se formaban sonrisas en los rostros de la mayoría de los presentes, eran sólo unos pocos que aún se resistían a iluminar su rostro con todo aquello, pero Vincent le aseguró que más tarde nadie saldría con mala cara.

El espectáculo dio inicio con la tercera llamada hecha por Hantei, ya todos los espectadores estaban sentados y atentos a lo próximo que verían. Las luces más grandes se apagaron, el silencio le sobrevino; el corazón de todos los visitantes, incluido el de Vientchat, latían con emoción mientras esperaban la primera aparición. Un reflector se encendió con las vibraciones de los instrumentos de cuerda haciendo que toda la luz cayera en Hantei quien vestía un común traje rojo con partes negras, Vienchat sonrió al ver que al menos el presentador era como los de su mundo. El líder dio la bienvenida a su público, los hizo reír con algunas frases y terminó al presentar a los malabaristas.

La música en ningún momento dejó de acompañar las presentaciones, en las más emocionantes aparecía una hermosa cantante ataviada con el más glamuroso vestido de color azul claro que Vientchat había visto. Los músicos se divertían coordinando sus sonidos con los movimientos de los cirqueros y se lucieron cuando fue el turno de los payasos, ya que si sus acciones no te hacían doblarte de risa, las tonadas ayudaban. Los trapecistas mantuvieron a todos en la carpa casi sin respirar y sin pestañear, ver a esas personas volar como si ningún peligro existiera fue emocionante; Lucín era de las principales y bien merecido tenía ese puesto porque a ojos de todos parecía uno con el viento, tan liviana y tan natural.

El intermedio no fue muy largo, poca gente quiso salir a estirar las piernas porque estaban ansiosos de ver los siguientes números y sentían que quedarse sería lo que acelerara el tiempo. La chica nueva vio como todos sonreían y comentaban el espectáculo, notó algunos niños que habían estado llorando y ahora, felices, hablaban de lo visto con un peculiar brillo en los ojos. Terminados los veinticinco minutos todos ya estaban de nuevo en sus lugares, algunos con nuevas golosinas y otros aún más emocionados.

El primer acto de la segunda mitad fue para los ilusionistas, todos realmente hábiles que con distintas cosas maravillaban al público y engañaban a sus ojos, por unos momentos Vientchat creyó que realmente usaban sus poderes, pero las palabras de Vincent la hicieron notar que no era nada más que ilusión y un buen manejo de los objetos y la percepción. Pasaron los contorsionistas, que más que asquear a la gente o hacerla sentir dolor, los asombraron y los hicieron reír cuando hacían los más difíciles dobleces. El acto de esa mitad que más interesó a la chica fue el de Nieki, unos cirqueros interpretando payasos colocaron cuatro largos y firmes postes, todos tenían una cuerda atada de una parte y en medio todas se cruzaban. El chico trepó a uno de ellos y con un suspiro se paró sobre la cuerda, avanzó con lentitud hasta situarse cerca del centro; una vez ahí hizo una especie de danza acorde con la música, saltaba de cuerda en cuerda como si estuviera sobre el suelo, se paraba sobre sus manos, girada en la cuerda, se hincaba, se sentaba. Todo lo que hacía robaba toda la atención del público que a penas y hablaba. Cerca del final le lanzaron unas pequeñas pelotas, cinco en total, y él realizó malabares, con manos, brazos, piernas, pies y la cabeza mientras se movía con naturalidad sobre las cuerdas; su mirada mostraba completa concentración y confianza. Cuando terminó y todos le aplaudían, le guiñó el ojo a Vientchat y puso una expresión de completa arrogancia lo que hizo a la chica reaccionar y simular un bostezo.

La presentación de Mizio también le interesaba y la hizo sonreír de verdad al verlo, él era un supuesto domador de bestias; supuesto porque simplemente se hacía amigo de ellos cuidándolos desde pequeños o después de salvarlos de alguna situación poco agradable. Presentó al perro que Vientchat había visto esa primera vez, a un león blanco, un caballo, dos gatos y un halcón; la combinación era muy extraña pero todos hicieron un espectáculo entretenido y divertido, lo que le demostró a Vientchat que Mizio no era tímido. El último acto fue de los magos; su diferencia con los ilusionistas era que no usaban objetos, usaban elementos y personas. Con ellos también le costó un poco a la chica saber que no usaban ningún tipo de habilidad sobrenatural, sin embargo, disfrutó mucho de ese cierre.

Con la despedida de Hantei el público comenzó a salir sin parar de reír y hablar de todo el espectáculo. Vientchat notó a gente que había llegado con tristeza, enojo, decepción y otros sentimientos negativos, ahora se marchaban sonrientes y en cierta forma aliviados de poder olvidar, aunque sea un poco, su infortunio. A ella también le había servido de esa forma verlo.

Afuera de la carpa podían encontrar juegos como de feria y sin trucos, algunos objetos de recuerdo hechos por los mismos cirqueros; en un lugar estaba Vincent y otra mujer que se encargaban de leer las cartas y predecir el futuro. El adulto le había dicho a ella que no era lo que él veía, si no lo que las cartas de verdad le decían.

El último de los espectadores se fue cerca de la media noche, fue cuando realizaron lo que acostumbraban después de la primera presentación: un banquete hecho por todos. Habían recibido bastante gente y habían realizado varias ventas, por eso celebraban con mayor entusiasmo según lo que Mizio le contaba a Vientchat. Al final del último plato servido, rodearon a la chica y le pidieron su primera opinión acerca de todo; Vientchat tuvo problemas al principio al notar todas esas miradas sobre ella, pero a medida que avanzaba en su opinión fue perdiendo ese miedo y terminó sonriéndole a todos.

—Pero creo que la mayoría notamos que el que más te gustó fue el de Nieki —exclamó uno de los que hacían de payasos, y ella se sorprendió al ver a varios asentir, no supo si se sonrojó o no pero de inmediato respondió en su defensa.

—Quería ver el momento en que fallara, sabía que lo haría.

—¿Fallar yo? Estás loca, llevo mucho tiempo practicando como para fallar —respondió de inmediato Nieki.

—Sería una pena que en algo tan fácil como lo que hiciste fallaras, esperaba más de ti —sonrió socarronamente, Nieki no borró su sonrisa arrogante a pesar de fruncir el ceño.

—Si dices eso es porque a lo mejor y eres mejor que yo, me gustaría verlo.

—Pues te quedarás con las ganas porque nunca lo he hecho, sólo he visto a varios hacerlo y sé que no eres tan bueno.

—Entonces te enseñaré a hacerlo —intervino uno de los cirqueros, Vientchat lo había visto entre las personas que atendían los juegos de feria—. Yo le enseñé a ese engreído lo que sabe, estoy seguro que podrías hacerlo mejor y en menor tiempo, pero sólo si quieres vencerlo.

—No hagas eso, viejo ¿acaso estás en mi contra? —protestó el chico.

—No lo estoy, pero si puede alguien bajarte ese egocentrismo puede ser ella.

—Bien, lo haré, quiero aprender y quiero ganarle —respondió decidida Vientchat, los demás cirqueros aullaron y rieron de gusto por la intensidad de ese desafío. En menos de unos minutos Vincent se ofreció a manejar las apuestas.

—¡Vincent! —protestaron ambos chicos al unísono provocando risa en los presentes.

—Más niños no pueden ser, Vincent yo apuesto doscientas monedas a que Vientchat gana el desafío —el líder del circo alzó el brazo con tarro en mano y le dedicó un guiño al chico.

—Maldito viejo, sabía que lo harías.

Con el último comentario de Nieki, la junta terminó y todos fueron a dormir, todos emocionados por el desafío y las nuevas presentaciones.

Desde ese segundo día con el circo, Vientchat no volvió a ver las presentaciones por culpa del entrenamiento que Rob, su ahora maestro, le hacía cumplir. Los primeros días terminaba completamente adolorida y cansada pero al término de la primera semana amanecía cada vez con más entusiasmo y energía; cada día las pruebas se complicaban más y la presión aumentaba cada que alguno de los cirqueros la animaba. Ni Rob ni ella le decían a nadie acerca de cómo iba su entrenamiento y los avances; Vincent reía cada que alguna persona iba a hacer pequeñas modificaciones en sus apuestas.

Pasaron tres semanas en completo silencio, cerca del final de la tercera Vincent cerró las apuestas y cinco días después fue el tiempo en que Vientchat mostrara lo que había logrado.

Estaban en un nuevo mundo, el cuarto para Vientchat, ahí toda la vegetación tenía muchos colores, todos los que alguna vez hubiera visto ella mientras que los troncos eran negros y el cielo era de los siete colores de un arcoíris. La mayoría de los animales eran de colores oscuros y la gente solía vestir de blanco con algunas cosas negras.

Tenían armada la carpa, esta vez colocaron seis postes con sus respectivas cuerdas. Ninguno de los dos llevaba trajes especiales, sólo una camiseta y un pantalón liviano. Subieron con audacia y rapidez, todos los cirqueros ya estaba sentados y esperando el espectáculo tan flamante que sin duda darían el par de jóvenes. No había música, sólo las respiraciones de los emocionados cirqueros.

Nieki fue el del primer movimiento y Vientchat sólo tardó un segundo en imitarlo. Iniciaron una perfecta combinación entre pelea y danza sobre las cuerdas; se movían con ligereza, seguridad y audacia, no había mucha diferencia en sus movimientos por no decir que no había ninguna. Paso que daba ella, paso que él imitaba y viceversa. Los dos solos se lucieron por diez minutos hasta que les fueron lanzando objetos; primero las pelotas, cada uno  haciendo malabares con sus cinco esferas hasta que terminaron por lanzárselas el uno al otro en distintas formas. Con un silbido de Rob las dejaron caer con cuidado antes de recibir dos aros cada uno. En ningún momento dejaron de verse; hicieron girar los aros en la cintura, en las piernas, en el cuello, en los brazos, los lanzaron entre ellos y al final los arrojaron al suelo para el último movimiento.

Ambos comenzaron a caminar al centro, llegaron al mismo tiempo mas no se detuvieron; Nieki saltó a la derecha y Vientchat a la izquierda, ambos para alejarse dos cuerdas de la original, al recuperar el equilibro se tiraron de espaldas y formaron un arco con el cuerpo, se impulsaron y después quedaron parados de manos. Dieron dos giros en la cuerda hasta que se soltaron y cayeron de pie otra vez al centro; Nieki hizo algo como una patada que provocó la caída de la chica, pero ella reaccionó a tiempo para sostenerse de su mano y tirarlo con ella. Varios cirqueros se levantaron sorprendidos y asustados, otros gritaron. Sin embargo los chicos no cayeron, ambos entrelazaron los pies en la cuerda y quedaron colgados de cabeza.

— ¡Par de idiotas! —les gritó Rob cuando volvió a sentarse en su sitio intentando tranquilizar su corazón. Los dos chicos se hicieron la seña infantil de evitarse la mirada y bajaron con los demás quienes comenzaron a aplaudirles y alabarlos.

— ¿Entonces quién ganó? —interrogó Ryon, el hijo de Lucín.

—Sin duda fui yo, aprendí en menos tiempo y lo hice mejor —contestó Nieki.

—No, fui yo que aprendí en el mismo tiempo y en mi primer intento lo hice mejor que tú —atacó Vientchat y todos voltearon a ver a Rob y Vincent.

—Los dos lo aprendieron en el mismo tiempo la verdad… aunque quisiera darle la victoria a ella, creo que fue un empate, los dos lo hicieron muy bien —por fin respondió Rob.

Hubo comentarios de queja, de risa, de completo acuerdo; pero nada logró llevarse la emoción que los dos provocaron. A los pocos que apostaron por el empate les repartieron todas las ganancias, entre los que estaban Lucín y Mizio.

A partir de ese día los dos siempre se presentaban juntos, todos aseguraban que disfrutaban estar solos allá arriba a lo que los dos jóvenes respondían que lo único que hacían arriba era competir por ser el mejor que el otro.

Poco a poco Vientchat fue confiando en todos los cirqueros y conociéndolos mejor. No había pasado ni un mes y ya era como si siempre hubiese estado con ellos. Aprendió todas las tradiciones, reglas y varios de los pasados de sus ahora familiares, conoció infinidad de mundos nuevos y aunque hubo algunos en los que le hubiera gustado permanecer, nunca abandonó al circo.

Fue hasta que cumplió dos meses en su nueva vida que conoció mejor a Nieki. Había terminado la peor epidemia que el circo había experimentado, pasaron una semana sin trabajo pero su suerte los había acompañado y no habían tenido ninguna baja gracias a las habilidades que descubrieron en ellos: el chico podía curar de lo peor, pero al ser limitado su uso por el desgaste, habían necesitado de la habilidad de ella para tomar los dolores, heridas y enfermedades de los que deseara.

Estaban descansado del último día agotador en que se dedicaran a cuidar que los enfermos aún respiraran y recibieran la medicina adecuada; esa noche Vientchat había dejado su cama en la madrugada y se había alejado un poco del claro, para su sorpresa se detuvo en el mismo sitio donde su compañero yacía sentado viendo hacia las estrellas, no la había notado por lo que al llegar lo vio con un collar en su mano que sostenía con cariño. Intercambiaron palabras frías e hirientes pero al final ella le contó la razón por la que ahora se encontraba en el circo y él empezó a contarle a ella.


—Llegué un mes y medio antes que tú, yo huí de mis padres para llegar aquí y no fue porque me trataran mal o algo así... sólo fue que como tú, no soporte la pérdida de la persona que más quería en mi mundo... —calló unos segundos, como si las imágenes hubiesen regresado a su mente—. Mi nombre era Nathan, ella era Rebeca... habíamos sido vecinos desde antes de nacer pero nos volvimos amigos en una aburrida fiesta del barrio a la que nos habían obligado a ir nuestros padres para distraernos de la separación que habían tenido... Todo parecía tan natural y perfecto hasta que su madre murió en un asalto, creí que no estaba tan afectada porque me sonreía y ya se había desahogado conmigo, pero un día después del funeral fui a buscarla para decirle de los arreglos que mi madre podía hacer para que ella viviera con nosotros cuando... —el chico tragó saliva y después movió los labios tratando de sacar las palabras, tardó un poco en lograrlo—. La encontré en su cuarto colgada... corté la cuerda de inmediato pero ella ya no respiraba, su padre llegó mientras la abrazaba, la tomó de mis brazos y lloró; en ese momento me levanté y salí corriendo hacia este circo —Nieki por fin posó sus ojos oscuros en los de ella, le sonrió de medio lado—. Al final sí somos parecidos.

jueves, 22 de octubre de 2015

Viento y Nieve II

La puerta se cerró tras de sí al mismo tiempo que una mano tiraba de ella con fuerza y la metía al transporte. Estaba algo oscuro el interior pero no le importaba; una mujer la guió hacía una cama y indicándole que durmiera hasta que llegaran al nuevo sitio, Lía en silencio siguió las indicaciones. Se tumbó de lado, abrazó su mochila y espero que las lágrimas se detuvieran mientras caía en la oscuridad del sueño.

Despertó con un fuerte dolor de cabeza y esa molesta sensación de no haber descansado a pesar del tiempo que durmió. Estaba confundida y esos malestares no hicieron ninguna mejora. Notó que su almohada estaba un poco húmeda y los ojos los sentía irritados, lo que la llevó a saber que aún dormida no había podido detener las lágrimas.

Soltó la mochila que aún abrazaba y se sentó en la orilla de la cama; observó que la casa móvil estaba oscura por tener todas las persianas cerradas, tres almohadas estaban en el suelo a su lado ya que alguien se había encargado de cambiarlas cuando la que Lía tenía ya estaba muy húmeda. La casa era pequeña y simple, sin muchas decoraciones que le ayudaran a conocer un poco al dueño, excepto que todo estaba bien ordenado y limpio. En cuanto se levantó, una mujer entró a la casa, le sonrió con simpatía, la tomó de la mano y con una seña le indicó que la acompañara. Lía no terminó de identificar si era la misma que la había ayudado antes.

Salieron del remolque, rodearon los demás que estaban estacionados a su lado para llegar a un claro donde varias personas ya estaban reunidas con un hombre de más de cuarenta años parado al frente de todos que sonrío de la misma manera que la mujer al ver llegar a Lía. Le tendió las manos y Lía no pudo resistirse ya que su acompañante le colocó su mano sobre la del hombre antes de irse a juntar con los demás.

—Hoy le damos la bienvenida a nuestra más reciente miembro —exclamó aún sonriente el adulto—. ¿Cómo gustas que te llamemos?

—… Vientchat —ese nombre había rondado por mucho tiempo su mente aunque hacía años que lo había olvidado, sin embargo en ese sitio fue lo primero en aparecer.

—Entonces, bienvenida Vientchat a este peculiar circo, todos formamos una gran familia y confiamos en todos, espero pronto te sientas parte de nosotros y confíes —él hizo un gesto estirando su dedo medio e índice frente a sus labios y haciendo una leve inclinación de la cabeza hacia adelante, los demás presentes repitieron el gesto; ese acto la hizo recordar toda la atención que tenía en esos momentos y no pudo evitar sonrojarse puesto que nunca le había agradado ser el centro de atención. Sólo logró pasear con rapidez la vista y ver a la mujer que la había guiado, agarrada de la mano del mismo hombre que ese día le entregó el volante del circo—. Mi nombre es Hantei, soy el líder de este circo, los que se encargarán de explicarte mejor todo serán Vincent y Nieki, con ellos vivirás si no te molesta compartir hogar con dos hombres… bueno un hombre y un crío —el último comentario provocó una mirada asesina por parte del chico que acompañaba al otro adulto quien se le acercó repitiendo el extraño gesto.

Hantei se marchó al igual que los demás espectadores, Vincent la guió de regreso a la casa móvil con Nieki caminando detrás frunciendo el ceño. Mientras caminaban en silencio pudo notar que los árboles eran raros, tenían la apariencia de los que solía ver, pero el tronco de estos y las ramas eran de un blanco muy puro mientras que las hojas tenían tonos violáceos; el pasto sobre el que avanzaban, al menos era normal, de colores verdes. La llevó hasta la cama en la que había despertado y le pidió que se sentara, él se sentó frente a ella en una de las sillas del pequeño comedor mientras que el chico se mantenía de pie a un lado.

—Hay algunas razones por las cuales decimos que es un peculiar circo —comenzó a decir el adulto—. La primera, que a lo mejor notaste o que tal vez no creas, es que no viajamos entre estados o países, nosotros viajamos entre distintos mundos… ¿sabías acerca de mundos alternos? ¿Creías en ellos?

—No es algo que… de donde vengo, se investigué y se trate con naturalidad, es algo que lo conocemos por historias ficticias que relatan en los libros… bueno, lo que se supone son ficticias —a pesar de que sabía que debía sentir desconfianza o rareza por lo dicho, se sintió muy natural; no sólo porque muchas veces había leído ese tipo de libros, sino porque le agradaba imaginar ese tipo de lugares extraños, y los árboles del exterior no hacían más que confirmarle lo dicho.

—Esa es una gran ventaja, significa que me crees ¿no? —Vientchat asintió, Vincent transmitía con su mirada verde, sinceridad y calidez a lo que la chica no pudo hacer más que permitir que invadieran su ser—. Bien, la otra razón por la que no somos un circo normal es que todos llegamos por eventos no gratos. Ya sea que huimos del pasado, del futuro, para proteger a alguien, para protegernos, por la muerte de un ser especial, por varias razones. No te preocupes si no quieres contar las razones por las cuales estás aquí, nadie te preguntará pero si deseas hablarlo, cualquiera de nosotros estaremos dispuestos a escucharte y ayudarte si lo necesitas —ella volvió a asentir y Vincent le sonrió más ampliamente antes de cambiar a una expresión sombría—. Y lo más importante que debes saber… el viaje entre mundos está regido por varias leyes, tanto naturales como impuestas por los guardianes del orden. La principal de todas es que el tiempo pasa muy diferente en los viajeros que en los mundos, mientras más nos alejemos de ese mundo, más tiempo habrá pasado cuando regresemos.

— ¿Significa que si alguna vez volvemos a mi mundo, los de mi edad podrían ser ya unos ancianos o ya no estar vivos? —en el fondo de sí, Vientchat sintió un poco de pena y remordimiento con eso que le decía.

—Exactamente… un ejemplo soy yo. Vengo del mismo mundo que tú, me uní a este circo a los dieciséis años, pero la época en que viví ahí tú aún no nacías ni tus padres. Era de las épocas más oscuras, donde varias cosas te hacían acreedor a la muerte y la tortura, más si osabas en cuestionar el poder y la religión. A nuestro mundo sólo hemos vuelto cuatro veces, y en esta cuarta te nos uniste… ahora que conoces esta regla ¿deseas quedarte con nosotros?

—Sí —contestó completamente decidida, tal como su mirada lo demostraba—. Si logré irme de ahí y llegar hasta este lugar sin preocuparme por lo que pudiera pasar o con quién me iba, es porque ya no tengo nada a que regresar a mi mundo…

—Perfecto entonces. Siéntete en casa aquí, Vientchat —él repitió la extraña seña y esta vez ella no quiso quedarse con la duda sobre eso—. Es nuestra forma de saludar, a los nuevos y a los que vemos después de mucho tiempo; este junto a otras cosas es algo que como circo hemos inventado, también aprendimos varias tradiciones de los circos de otros mundos. Somos un circo bastante tradicional en cierta forma.
  >>Ahora vayamos con Lucín, ella tiene ropa para ti, fue la que cuidó tu sueño aquí y la que hoy te guió, es una grandiosa trapecista y, no sé si lo habrás notado, pero ella es muda.

—Y si te interesa, que no has preguntado y los viejos olvidaron decirte, el circo se llama “Solu ko Graten-bret” —habló por primera vez el chico que no parecía poder cambiar su expresión fría y cortante—. “Alma de árbol” —tradujo al mismo tiempo que ella susurraba palabras iguales, lo que sorprendió a los dos hombres tanto como a ella misma.

—Nunca lo había escuchado… pero ese nombre, el nombre de Nieki y el mío… vienen de ese mismo idioma, realmente no tengo idea de cómo lo sé, es algo que ya viene dentro de mí.
—Más bienvenida en el circo no podrías haber estado —le sonrió de nuevo Vincent mientras se ponía de pie y le ofrecía la mano para guiarla al nuevo sitio que tenían que visitar.

Salieron una vez más, los cirqueros pasaban apresurados pero cuando hacían contacto visual con Vientchat, le sonreían cálidamente, como si siempre hubiese estado entre ellos. Aunque en esos momentos eso no era lo que ocupaba sus pensamientos, lo que sí lo hacía era ese extraño conocimiento del lenguaje en el que estaba su nombre, por más que lo intentara no lograba recordar si en algún momento ya lo había visto.

En la casa de Lucín los hicieron pasar y tomar asiento mientras que la trapecista le entregaba un montoncito de ropa sin dejar de sonreírle; en ese mismo lugar estaba aquel hombre del volante, parecía alguien tímido o al menos así se estaba comportando con ella.

—No debería aceptarla, yo traigo un poco de dinero… —exclamó Vientchat con la ropa en las piernas.

—En el circo la ropa suele reciclarse, bueno la mayoría y para los que quieren, así que no te preocupes —respondió el hombre sonriendo con melancolía como esa primera vez—. Soy Mizio, ella es Lucín y nuestro hijo Ryon salió a jugar por ahí…

—Mucho gusto en conocerlos… —Lucín se sentó a su lado y comenzó a cepillarle el cabello, lo que la hizo recordar que debía de tener un mal aspecto, se sonrojó y agachó la cabeza.
—Ya ni lo hagas, todos ya te vimos en tus peores momentos —comentó Nieki sin verla y sonriendo de forma maliciosa por primera vez.

—Bueno al menos será una vez en la vida, creo que tú nunca encontrarás tus mejores momentos —contestó ella sonriendo con la misma malicia, haciendo que los adultos se sorprendieran.

—Yo siempre estoy en mis mejores momentos, es posible que una normal como tú no lo note —al decirlo levantó los cortos cabellos anaranjados que invadían su frente y los echó hacia atrás con el resto, todo sin dejar de sonreír a su modo.

—Debe ser porque brillas muy poco y nadie lo nota, a lo mejor y eres menos que normal.

—Tú… —Nieki por fin volteo a verla frunciendo el ceño, los adultos por fin se soltaron a reír y los dos chicos, tal como niños, giraron los rostros para evitar verse.

—Y… —la sonrisa de Vientchat desapareció al voltear a ver a Mizio— ¿Usted sabía lo que pasaría? ¿Por eso nos… me dio ese volante?

—Sí y no… —respondió bajando la mirada.

—Aquí es cuando debo decirte la otra parte de nuestra peculiaridad como circo —intervino Vincent—. Varios en este circo, al provenir de distintos mundos, poseen habilidades… lo han llamado poderes, habilidades sobrenaturales, sobrehumanas… —Vientchat estaba sorprendida por eso, pero no lo mostró; su reacción era porque no lo había pensado contando el hecho de que viajaran entre mundos—. Y pues… la habilidad que yo tengo es la de ver ciertos hechos del futuro, y entre mis visiones estuviste tú llegando con nosotros… y un poco acerca de por qué viniste. El encuentro con Mizio era inevitable, él de todas formas te entregaría ese volante… el que yo le dijera un poco era necesario para que llegaras a nosotros.

—Sabías que él… —a Vientchat se le cortó la voz en cuanto el remolino de sentimientos empezó y Vincent lo notó.

—No todo, sólo un poco y si lo hubiera sabido bien no habría podido decirte, ni Mizio ni yo. No porque no quisiera, sino por las reglas… los que vemos el futuro no podemos decirle a cualquiera todo lo que sucederá, sólo pequeñas pistas.

—... lo siento, no debí preguntar.

—Está bien, a todos suele pasarle, yo lo hubiera hecho.

Platicaron por unos cortos minutos más, después mandaron a Nieki a dejar la nueva ropa al remolque mientras que Vincent le enseñaba a Vienchat los preparativos que siempre se hacían al llegar a un nuevo sitio. La mayoría de las personas se estaban encargando de arreglar la carpa, limpiar el sitio, reparar atuendos que lo necesitaran, afinar instrumentos, preparar las golosinas, los boletos, las luces, el sonido y el orden de apariciones; eran pocos los que estaban entrenando para sus actos porque, según dijo Vincent, los mejores entrenamientos los hacían ya que todo estuviera instalado y hubiese pasado la primera presentación. Fueron unos cuantos los que salieron a entregar propaganda y a correr la voz de la llegada del espectáculo.

Vientchat estaba maravillada al ver que la mayoría de las tareas que realizaban las hacían usando sus habilidades; eran muchos los que tenían alguna, por no decir que todos. Ella no pudo evitar preguntar si alguna de las habilidades era usada en el espectáculo.

—Eso sería hacer trampa… consideramos que no estaría muy bien visto. Son muy pocas las ocasiones donde la han utilizado, la situación debe ameritarlo.

— ¿Y qué situaciones lo amerita?


—Cuando el mundo necesita una chispa de magia, recuerda que nosotros trabajamos para traerle felicidad al público.