Un poco antes de que
comenzara a oscurecer la gente comenzó a llegar; emocionados veían la gran carpa
iluminada por luces de tantos colores posibles, a algunos cirqueros ofreciendo
pequeñas muestras de lo que verían adentro, los niños que aún aprendían de sus
padres o amigos usaban ese momento para practicar y cuando fallaban hacían reír
al público; otros se distraían comprando golosinas, varías las habían traído de
ese mismo mundo al medio día. Vientchat vio como se formaban sonrisas en los
rostros de la mayoría de los presentes, eran sólo unos pocos que aún se
resistían a iluminar su rostro con todo aquello, pero Vincent le aseguró que
más tarde nadie saldría con mala cara.
El espectáculo dio
inicio con la tercera llamada hecha por Hantei, ya todos los espectadores
estaban sentados y atentos a lo próximo que verían. Las luces más grandes se
apagaron, el silencio le sobrevino; el corazón de todos los visitantes,
incluido el de Vientchat, latían con emoción mientras esperaban la primera
aparición. Un reflector se encendió con las vibraciones de los instrumentos de
cuerda haciendo que toda la luz cayera en Hantei quien vestía un común traje
rojo con partes negras, Vienchat sonrió al ver que al menos el presentador era
como los de su mundo. El líder dio la bienvenida a su público, los hizo reír
con algunas frases y terminó al presentar a los malabaristas.
La música en ningún
momento dejó de acompañar las presentaciones, en las más emocionantes aparecía
una hermosa cantante ataviada con el más glamuroso vestido de color azul claro
que Vientchat había visto. Los músicos se divertían coordinando sus sonidos con
los movimientos de los cirqueros y se lucieron cuando fue el turno de los
payasos, ya que si sus acciones no te hacían doblarte de risa, las tonadas
ayudaban. Los trapecistas mantuvieron a todos en la carpa casi sin respirar y
sin pestañear, ver a esas personas volar como si ningún peligro existiera fue
emocionante; Lucín era de las principales y bien merecido tenía ese puesto
porque a ojos de todos parecía uno con el viento, tan liviana y tan natural.
El intermedio no fue muy
largo, poca gente quiso salir a estirar las piernas porque estaban ansiosos de
ver los siguientes números y sentían que quedarse sería lo que acelerara el
tiempo. La chica nueva vio como todos sonreían y comentaban el espectáculo,
notó algunos niños que habían estado llorando y ahora, felices, hablaban de lo
visto con un peculiar brillo en los ojos. Terminados los veinticinco minutos
todos ya estaban de nuevo en sus lugares, algunos con nuevas golosinas y otros
aún más emocionados.
El primer acto de la segunda
mitad fue para los ilusionistas, todos realmente hábiles que con distintas
cosas maravillaban al público y engañaban a sus ojos, por unos momentos Vientchat
creyó que realmente usaban sus poderes, pero las palabras de Vincent la
hicieron notar que no era nada más que ilusión y un buen manejo de los objetos
y la percepción. Pasaron los contorsionistas, que más que asquear a la gente o
hacerla sentir dolor, los asombraron y los hicieron reír cuando hacían los más
difíciles dobleces. El acto de esa mitad que más interesó a la chica fue el de
Nieki, unos cirqueros interpretando payasos colocaron cuatro largos y firmes
postes, todos tenían una cuerda atada de una parte y en medio todas se
cruzaban. El chico trepó a uno de ellos y con un suspiro se paró sobre la
cuerda, avanzó con lentitud hasta situarse cerca del centro; una vez ahí hizo
una especie de danza acorde con la música, saltaba de cuerda en cuerda como si
estuviera sobre el suelo, se paraba sobre sus manos, girada en la cuerda, se
hincaba, se sentaba. Todo lo que hacía robaba toda la atención del público que
a penas y hablaba. Cerca del final le lanzaron unas pequeñas pelotas, cinco en
total, y él realizó malabares, con manos, brazos, piernas, pies y la cabeza
mientras se movía con naturalidad sobre las cuerdas; su mirada mostraba
completa concentración y confianza. Cuando terminó y todos le aplaudían, le
guiñó el ojo a Vientchat y puso una expresión de completa arrogancia lo que
hizo a la chica reaccionar y simular un bostezo.
La presentación de Mizio
también le interesaba y la hizo sonreír de verdad al verlo, él era un supuesto
domador de bestias; supuesto porque simplemente se hacía amigo de ellos
cuidándolos desde pequeños o después de salvarlos de alguna situación poco
agradable. Presentó al perro que Vientchat había visto esa primera vez, a un
león blanco, un caballo, dos gatos y un halcón; la combinación era muy extraña
pero todos hicieron un espectáculo entretenido y divertido, lo que le demostró
a Vientchat que Mizio no era tímido. El último acto fue de los magos; su
diferencia con los ilusionistas era que no usaban objetos, usaban elementos y
personas. Con ellos también le costó un poco a la chica saber que no usaban
ningún tipo de habilidad sobrenatural, sin embargo, disfrutó mucho de ese cierre.
Con la despedida de
Hantei el público comenzó a salir sin parar de reír y hablar de todo el
espectáculo. Vientchat notó a gente que había llegado con tristeza, enojo,
decepción y otros sentimientos negativos, ahora se marchaban sonrientes y en
cierta forma aliviados de poder olvidar, aunque sea un poco, su infortunio. A
ella también le había servido de esa forma verlo.
Afuera de la carpa
podían encontrar juegos como de feria y sin trucos, algunos objetos de recuerdo
hechos por los mismos cirqueros; en un lugar estaba Vincent y otra mujer que se
encargaban de leer las cartas y predecir el futuro. El adulto le había dicho a
ella que no era lo que él veía, si no lo que las cartas de verdad le decían.
El último de los
espectadores se fue cerca de la media noche, fue cuando realizaron lo que
acostumbraban después de la primera presentación: un banquete hecho por todos.
Habían recibido bastante gente y habían realizado varias ventas, por eso
celebraban con mayor entusiasmo según lo que Mizio le contaba a Vientchat. Al
final del último plato servido, rodearon a la chica y le pidieron su primera
opinión acerca de todo; Vientchat tuvo problemas al principio al notar todas
esas miradas sobre ella, pero a medida que avanzaba en su opinión fue perdiendo
ese miedo y terminó sonriéndole a todos.
—Pero creo que la mayoría notamos que el que más te gustó
fue el de Nieki —exclamó uno de los que hacían de payasos, y ella se sorprendió
al ver a varios asentir, no supo si se sonrojó o no pero de inmediato respondió
en su defensa.
—Quería ver el momento en que fallara, sabía que lo haría.
—¿Fallar yo? Estás loca, llevo mucho tiempo practicando
como para fallar —respondió de inmediato Nieki.
—Sería una pena que en algo tan fácil como lo que hiciste
fallaras, esperaba más de ti —sonrió socarronamente, Nieki no borró su sonrisa
arrogante a pesar de fruncir el ceño.
—Si dices eso es porque a lo mejor y eres mejor que yo,
me gustaría verlo.
—Pues te quedarás con las ganas porque nunca lo he hecho,
sólo he visto a varios hacerlo y sé que no eres tan bueno.
—Entonces te enseñaré a hacerlo —intervino uno de los
cirqueros, Vientchat lo había visto entre las personas que atendían los juegos
de feria—. Yo le enseñé a ese engreído lo que sabe, estoy seguro que podrías
hacerlo mejor y en menor tiempo, pero sólo si quieres vencerlo.
—No hagas eso, viejo ¿acaso estás en mi contra? —protestó
el chico.
—No lo estoy, pero si puede alguien bajarte ese
egocentrismo puede ser ella.
—Bien, lo haré, quiero aprender y quiero ganarle
—respondió decidida Vientchat, los demás cirqueros aullaron y rieron de gusto
por la intensidad de ese desafío. En menos de unos minutos Vincent se ofreció a
manejar las apuestas.
—¡Vincent! —protestaron ambos chicos al unísono
provocando risa en los presentes.
—Más niños no pueden ser, Vincent yo apuesto doscientas
monedas a que Vientchat gana el desafío —el líder del circo alzó el brazo con
tarro en mano y le dedicó un guiño al chico.
—Maldito viejo, sabía
que lo harías.
Con el último
comentario de Nieki, la junta terminó y todos fueron a dormir, todos
emocionados por el desafío y las nuevas presentaciones.
Desde ese segundo día
con el circo, Vientchat no volvió a ver las presentaciones por culpa del
entrenamiento que Rob, su ahora maestro, le hacía cumplir. Los primeros días
terminaba completamente adolorida y cansada pero al término de la primera
semana amanecía cada vez con más entusiasmo y energía; cada día las pruebas se
complicaban más y la presión aumentaba cada que alguno de los cirqueros la animaba.
Ni Rob ni ella le decían a nadie acerca de cómo iba su entrenamiento y los
avances; Vincent reía cada que alguna persona iba a hacer pequeñas
modificaciones en sus apuestas.
Pasaron tres semanas
en completo silencio, cerca del final de la tercera Vincent cerró las apuestas
y cinco días después fue el tiempo en que Vientchat mostrara lo que había
logrado.
Estaban en un nuevo
mundo, el cuarto para Vientchat, ahí toda la vegetación tenía muchos colores,
todos los que alguna vez hubiera visto ella mientras que los troncos eran
negros y el cielo era de los siete colores de un arcoíris. La mayoría de los
animales eran de colores oscuros y la gente solía vestir de blanco con algunas
cosas negras.
Tenían armada la
carpa, esta vez colocaron seis postes con sus respectivas cuerdas. Ninguno de
los dos llevaba trajes especiales, sólo una camiseta y un pantalón liviano.
Subieron con audacia y rapidez, todos los cirqueros ya estaba sentados y
esperando el espectáculo tan flamante que sin duda darían el par de jóvenes. No
había música, sólo las respiraciones de los emocionados cirqueros.
Nieki fue el del
primer movimiento y Vientchat sólo tardó un segundo en imitarlo. Iniciaron una
perfecta combinación entre pelea y danza sobre las cuerdas; se movían con
ligereza, seguridad y audacia, no había mucha diferencia en sus movimientos por
no decir que no había ninguna. Paso que daba ella, paso que él imitaba y
viceversa. Los dos solos se lucieron por diez minutos hasta que les fueron
lanzando objetos; primero las pelotas, cada uno haciendo malabares con sus cinco esferas hasta
que terminaron por lanzárselas el uno al otro en distintas formas. Con un
silbido de Rob las dejaron caer con cuidado antes de recibir dos aros cada uno.
En ningún momento dejaron de verse; hicieron girar los aros en la cintura, en
las piernas, en el cuello, en los brazos, los lanzaron entre ellos y al final
los arrojaron al suelo para el último movimiento.
Ambos comenzaron a
caminar al centro, llegaron al mismo tiempo mas no se detuvieron; Nieki saltó a
la derecha y Vientchat a la izquierda, ambos para alejarse dos cuerdas de la
original, al recuperar el equilibro se tiraron de espaldas y formaron un arco
con el cuerpo, se impulsaron y después quedaron parados de manos. Dieron dos
giros en la cuerda hasta que se soltaron y cayeron de pie otra vez al centro;
Nieki hizo algo como una patada que provocó la caída de la chica, pero ella
reaccionó a tiempo para sostenerse de su mano y tirarlo con ella. Varios
cirqueros se levantaron sorprendidos y asustados, otros gritaron. Sin embargo
los chicos no cayeron, ambos entrelazaron los pies en la cuerda y quedaron
colgados de cabeza.
— ¡Par de idiotas! —les gritó Rob cuando volvió a
sentarse en su sitio intentando tranquilizar su corazón. Los dos chicos se
hicieron la seña infantil de evitarse la mirada y bajaron con los demás quienes
comenzaron a aplaudirles y alabarlos.
— ¿Entonces quién ganó? —interrogó Ryon, el hijo de
Lucín.
—Sin duda fui yo, aprendí en menos tiempo y lo hice mejor
—contestó Nieki.
—No, fui yo que aprendí en el mismo tiempo y en mi primer
intento lo hice mejor que tú —atacó Vientchat y todos voltearon a ver a Rob y
Vincent.
—Los dos lo
aprendieron en el mismo tiempo la verdad… aunque quisiera darle la victoria a
ella, creo que fue un empate, los dos lo hicieron muy bien —por fin respondió
Rob.
Hubo comentarios de
queja, de risa, de completo acuerdo; pero nada logró llevarse la emoción que
los dos provocaron. A los pocos que apostaron por el empate les repartieron
todas las ganancias, entre los que estaban Lucín y Mizio.
A partir de ese día
los dos siempre se presentaban juntos, todos aseguraban que disfrutaban estar
solos allá arriba a lo que los dos jóvenes respondían que lo único que hacían
arriba era competir por ser el mejor que el otro.
Poco a poco Vientchat
fue confiando en todos los cirqueros y conociéndolos mejor. No había pasado ni
un mes y ya era como si siempre hubiese estado con ellos. Aprendió todas las
tradiciones, reglas y varios de los pasados de sus ahora familiares, conoció
infinidad de mundos nuevos y aunque hubo algunos en los que le hubiera gustado
permanecer, nunca abandonó al circo.
Fue hasta que cumplió
dos meses en su nueva vida que conoció mejor a Nieki. Había terminado la peor
epidemia que el circo había experimentado, pasaron una semana sin trabajo pero
su suerte los había acompañado y no habían tenido ninguna baja gracias a las
habilidades que descubrieron en ellos: el chico podía curar de lo peor, pero al
ser limitado su uso por el desgaste, habían necesitado de la habilidad de ella
para tomar los dolores, heridas y enfermedades de los que deseara.
Estaban descansado
del último día agotador en que se dedicaran a cuidar que los enfermos aún
respiraran y recibieran la medicina adecuada; esa noche Vientchat había dejado
su cama en la madrugada y se había alejado un poco del claro, para su sorpresa
se detuvo en el mismo sitio donde su compañero yacía sentado viendo hacia las
estrellas, no la había notado por lo que al llegar lo vio con un collar en su
mano que sostenía con cariño. Intercambiaron palabras frías e hirientes pero al
final ella le contó la razón por la que ahora se encontraba en el circo y él
empezó a contarle a ella.
—Llegué un mes y
medio antes que tú, yo huí de mis padres para llegar aquí y no fue porque me
trataran mal o algo así... sólo fue que como tú, no soporte la pérdida de la persona
que más quería en mi mundo... —calló unos segundos, como si las imágenes
hubiesen regresado a su mente—. Mi nombre era Nathan, ella era Rebeca...
habíamos sido vecinos desde antes de nacer pero nos volvimos amigos en una
aburrida fiesta del barrio a la que nos habían obligado a ir nuestros padres
para distraernos de la separación que habían tenido... Todo parecía tan natural
y perfecto hasta que su madre murió en un asalto, creí que no estaba tan
afectada porque me sonreía y ya se había desahogado conmigo, pero un día
después del funeral fui a buscarla para decirle de los arreglos que mi madre
podía hacer para que ella viviera con nosotros cuando... —el chico tragó saliva
y después movió los labios tratando de sacar las palabras, tardó un poco en
lograrlo—. La encontré en su cuarto colgada... corté la cuerda de inmediato
pero ella ya no respiraba, su padre llegó mientras la abrazaba, la tomó de mis
brazos y lloró; en ese momento me levanté y salí corriendo hacia este circo
—Nieki por fin posó sus ojos oscuros en los de ella, le sonrió de medio lado—.
Al final sí somos parecidos.
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