jueves, 22 de octubre de 2015

Viento y Nieve II

La puerta se cerró tras de sí al mismo tiempo que una mano tiraba de ella con fuerza y la metía al transporte. Estaba algo oscuro el interior pero no le importaba; una mujer la guió hacía una cama y indicándole que durmiera hasta que llegaran al nuevo sitio, Lía en silencio siguió las indicaciones. Se tumbó de lado, abrazó su mochila y espero que las lágrimas se detuvieran mientras caía en la oscuridad del sueño.

Despertó con un fuerte dolor de cabeza y esa molesta sensación de no haber descansado a pesar del tiempo que durmió. Estaba confundida y esos malestares no hicieron ninguna mejora. Notó que su almohada estaba un poco húmeda y los ojos los sentía irritados, lo que la llevó a saber que aún dormida no había podido detener las lágrimas.

Soltó la mochila que aún abrazaba y se sentó en la orilla de la cama; observó que la casa móvil estaba oscura por tener todas las persianas cerradas, tres almohadas estaban en el suelo a su lado ya que alguien se había encargado de cambiarlas cuando la que Lía tenía ya estaba muy húmeda. La casa era pequeña y simple, sin muchas decoraciones que le ayudaran a conocer un poco al dueño, excepto que todo estaba bien ordenado y limpio. En cuanto se levantó, una mujer entró a la casa, le sonrió con simpatía, la tomó de la mano y con una seña le indicó que la acompañara. Lía no terminó de identificar si era la misma que la había ayudado antes.

Salieron del remolque, rodearon los demás que estaban estacionados a su lado para llegar a un claro donde varias personas ya estaban reunidas con un hombre de más de cuarenta años parado al frente de todos que sonrío de la misma manera que la mujer al ver llegar a Lía. Le tendió las manos y Lía no pudo resistirse ya que su acompañante le colocó su mano sobre la del hombre antes de irse a juntar con los demás.

—Hoy le damos la bienvenida a nuestra más reciente miembro —exclamó aún sonriente el adulto—. ¿Cómo gustas que te llamemos?

—… Vientchat —ese nombre había rondado por mucho tiempo su mente aunque hacía años que lo había olvidado, sin embargo en ese sitio fue lo primero en aparecer.

—Entonces, bienvenida Vientchat a este peculiar circo, todos formamos una gran familia y confiamos en todos, espero pronto te sientas parte de nosotros y confíes —él hizo un gesto estirando su dedo medio e índice frente a sus labios y haciendo una leve inclinación de la cabeza hacia adelante, los demás presentes repitieron el gesto; ese acto la hizo recordar toda la atención que tenía en esos momentos y no pudo evitar sonrojarse puesto que nunca le había agradado ser el centro de atención. Sólo logró pasear con rapidez la vista y ver a la mujer que la había guiado, agarrada de la mano del mismo hombre que ese día le entregó el volante del circo—. Mi nombre es Hantei, soy el líder de este circo, los que se encargarán de explicarte mejor todo serán Vincent y Nieki, con ellos vivirás si no te molesta compartir hogar con dos hombres… bueno un hombre y un crío —el último comentario provocó una mirada asesina por parte del chico que acompañaba al otro adulto quien se le acercó repitiendo el extraño gesto.

Hantei se marchó al igual que los demás espectadores, Vincent la guió de regreso a la casa móvil con Nieki caminando detrás frunciendo el ceño. Mientras caminaban en silencio pudo notar que los árboles eran raros, tenían la apariencia de los que solía ver, pero el tronco de estos y las ramas eran de un blanco muy puro mientras que las hojas tenían tonos violáceos; el pasto sobre el que avanzaban, al menos era normal, de colores verdes. La llevó hasta la cama en la que había despertado y le pidió que se sentara, él se sentó frente a ella en una de las sillas del pequeño comedor mientras que el chico se mantenía de pie a un lado.

—Hay algunas razones por las cuales decimos que es un peculiar circo —comenzó a decir el adulto—. La primera, que a lo mejor notaste o que tal vez no creas, es que no viajamos entre estados o países, nosotros viajamos entre distintos mundos… ¿sabías acerca de mundos alternos? ¿Creías en ellos?

—No es algo que… de donde vengo, se investigué y se trate con naturalidad, es algo que lo conocemos por historias ficticias que relatan en los libros… bueno, lo que se supone son ficticias —a pesar de que sabía que debía sentir desconfianza o rareza por lo dicho, se sintió muy natural; no sólo porque muchas veces había leído ese tipo de libros, sino porque le agradaba imaginar ese tipo de lugares extraños, y los árboles del exterior no hacían más que confirmarle lo dicho.

—Esa es una gran ventaja, significa que me crees ¿no? —Vientchat asintió, Vincent transmitía con su mirada verde, sinceridad y calidez a lo que la chica no pudo hacer más que permitir que invadieran su ser—. Bien, la otra razón por la que no somos un circo normal es que todos llegamos por eventos no gratos. Ya sea que huimos del pasado, del futuro, para proteger a alguien, para protegernos, por la muerte de un ser especial, por varias razones. No te preocupes si no quieres contar las razones por las cuales estás aquí, nadie te preguntará pero si deseas hablarlo, cualquiera de nosotros estaremos dispuestos a escucharte y ayudarte si lo necesitas —ella volvió a asentir y Vincent le sonrió más ampliamente antes de cambiar a una expresión sombría—. Y lo más importante que debes saber… el viaje entre mundos está regido por varias leyes, tanto naturales como impuestas por los guardianes del orden. La principal de todas es que el tiempo pasa muy diferente en los viajeros que en los mundos, mientras más nos alejemos de ese mundo, más tiempo habrá pasado cuando regresemos.

— ¿Significa que si alguna vez volvemos a mi mundo, los de mi edad podrían ser ya unos ancianos o ya no estar vivos? —en el fondo de sí, Vientchat sintió un poco de pena y remordimiento con eso que le decía.

—Exactamente… un ejemplo soy yo. Vengo del mismo mundo que tú, me uní a este circo a los dieciséis años, pero la época en que viví ahí tú aún no nacías ni tus padres. Era de las épocas más oscuras, donde varias cosas te hacían acreedor a la muerte y la tortura, más si osabas en cuestionar el poder y la religión. A nuestro mundo sólo hemos vuelto cuatro veces, y en esta cuarta te nos uniste… ahora que conoces esta regla ¿deseas quedarte con nosotros?

—Sí —contestó completamente decidida, tal como su mirada lo demostraba—. Si logré irme de ahí y llegar hasta este lugar sin preocuparme por lo que pudiera pasar o con quién me iba, es porque ya no tengo nada a que regresar a mi mundo…

—Perfecto entonces. Siéntete en casa aquí, Vientchat —él repitió la extraña seña y esta vez ella no quiso quedarse con la duda sobre eso—. Es nuestra forma de saludar, a los nuevos y a los que vemos después de mucho tiempo; este junto a otras cosas es algo que como circo hemos inventado, también aprendimos varias tradiciones de los circos de otros mundos. Somos un circo bastante tradicional en cierta forma.
  >>Ahora vayamos con Lucín, ella tiene ropa para ti, fue la que cuidó tu sueño aquí y la que hoy te guió, es una grandiosa trapecista y, no sé si lo habrás notado, pero ella es muda.

—Y si te interesa, que no has preguntado y los viejos olvidaron decirte, el circo se llama “Solu ko Graten-bret” —habló por primera vez el chico que no parecía poder cambiar su expresión fría y cortante—. “Alma de árbol” —tradujo al mismo tiempo que ella susurraba palabras iguales, lo que sorprendió a los dos hombres tanto como a ella misma.

—Nunca lo había escuchado… pero ese nombre, el nombre de Nieki y el mío… vienen de ese mismo idioma, realmente no tengo idea de cómo lo sé, es algo que ya viene dentro de mí.
—Más bienvenida en el circo no podrías haber estado —le sonrió de nuevo Vincent mientras se ponía de pie y le ofrecía la mano para guiarla al nuevo sitio que tenían que visitar.

Salieron una vez más, los cirqueros pasaban apresurados pero cuando hacían contacto visual con Vientchat, le sonreían cálidamente, como si siempre hubiese estado entre ellos. Aunque en esos momentos eso no era lo que ocupaba sus pensamientos, lo que sí lo hacía era ese extraño conocimiento del lenguaje en el que estaba su nombre, por más que lo intentara no lograba recordar si en algún momento ya lo había visto.

En la casa de Lucín los hicieron pasar y tomar asiento mientras que la trapecista le entregaba un montoncito de ropa sin dejar de sonreírle; en ese mismo lugar estaba aquel hombre del volante, parecía alguien tímido o al menos así se estaba comportando con ella.

—No debería aceptarla, yo traigo un poco de dinero… —exclamó Vientchat con la ropa en las piernas.

—En el circo la ropa suele reciclarse, bueno la mayoría y para los que quieren, así que no te preocupes —respondió el hombre sonriendo con melancolía como esa primera vez—. Soy Mizio, ella es Lucín y nuestro hijo Ryon salió a jugar por ahí…

—Mucho gusto en conocerlos… —Lucín se sentó a su lado y comenzó a cepillarle el cabello, lo que la hizo recordar que debía de tener un mal aspecto, se sonrojó y agachó la cabeza.
—Ya ni lo hagas, todos ya te vimos en tus peores momentos —comentó Nieki sin verla y sonriendo de forma maliciosa por primera vez.

—Bueno al menos será una vez en la vida, creo que tú nunca encontrarás tus mejores momentos —contestó ella sonriendo con la misma malicia, haciendo que los adultos se sorprendieran.

—Yo siempre estoy en mis mejores momentos, es posible que una normal como tú no lo note —al decirlo levantó los cortos cabellos anaranjados que invadían su frente y los echó hacia atrás con el resto, todo sin dejar de sonreír a su modo.

—Debe ser porque brillas muy poco y nadie lo nota, a lo mejor y eres menos que normal.

—Tú… —Nieki por fin volteo a verla frunciendo el ceño, los adultos por fin se soltaron a reír y los dos chicos, tal como niños, giraron los rostros para evitar verse.

—Y… —la sonrisa de Vientchat desapareció al voltear a ver a Mizio— ¿Usted sabía lo que pasaría? ¿Por eso nos… me dio ese volante?

—Sí y no… —respondió bajando la mirada.

—Aquí es cuando debo decirte la otra parte de nuestra peculiaridad como circo —intervino Vincent—. Varios en este circo, al provenir de distintos mundos, poseen habilidades… lo han llamado poderes, habilidades sobrenaturales, sobrehumanas… —Vientchat estaba sorprendida por eso, pero no lo mostró; su reacción era porque no lo había pensado contando el hecho de que viajaran entre mundos—. Y pues… la habilidad que yo tengo es la de ver ciertos hechos del futuro, y entre mis visiones estuviste tú llegando con nosotros… y un poco acerca de por qué viniste. El encuentro con Mizio era inevitable, él de todas formas te entregaría ese volante… el que yo le dijera un poco era necesario para que llegaras a nosotros.

—Sabías que él… —a Vientchat se le cortó la voz en cuanto el remolino de sentimientos empezó y Vincent lo notó.

—No todo, sólo un poco y si lo hubiera sabido bien no habría podido decirte, ni Mizio ni yo. No porque no quisiera, sino por las reglas… los que vemos el futuro no podemos decirle a cualquiera todo lo que sucederá, sólo pequeñas pistas.

—... lo siento, no debí preguntar.

—Está bien, a todos suele pasarle, yo lo hubiera hecho.

Platicaron por unos cortos minutos más, después mandaron a Nieki a dejar la nueva ropa al remolque mientras que Vincent le enseñaba a Vienchat los preparativos que siempre se hacían al llegar a un nuevo sitio. La mayoría de las personas se estaban encargando de arreglar la carpa, limpiar el sitio, reparar atuendos que lo necesitaran, afinar instrumentos, preparar las golosinas, los boletos, las luces, el sonido y el orden de apariciones; eran pocos los que estaban entrenando para sus actos porque, según dijo Vincent, los mejores entrenamientos los hacían ya que todo estuviera instalado y hubiese pasado la primera presentación. Fueron unos cuantos los que salieron a entregar propaganda y a correr la voz de la llegada del espectáculo.

Vientchat estaba maravillada al ver que la mayoría de las tareas que realizaban las hacían usando sus habilidades; eran muchos los que tenían alguna, por no decir que todos. Ella no pudo evitar preguntar si alguna de las habilidades era usada en el espectáculo.

—Eso sería hacer trampa… consideramos que no estaría muy bien visto. Son muy pocas las ocasiones donde la han utilizado, la situación debe ameritarlo.

— ¿Y qué situaciones lo amerita?


—Cuando el mundo necesita una chispa de magia, recuerda que nosotros trabajamos para traerle felicidad al público.

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