jueves, 3 de diciembre de 2015

5. Conocer

Despertaron aturdidos e incómodos, por instinto se buscaron el uno al otro antes de examinar sus alrededores, sin embargo esto se vio limitado ya que la habitación en la que se encontraron no tenía mucha luz, esto hizo que sus ojos tardaran en acostumbrarse para notar las sombras de más personas, al mismo tiempo en que se daban cuenta que el poco ruido que podían escuchar era de los discretos murmullos de esa gente.

Sin ventanas u orificios en las paredes, ambos chicos no pudieron determinar la hora del día; se encogieron uno junto al otro muy pegados a la pared, se les hacía extraño aún tener sus mochilas colgadas aunque al revisarlas notaron que de nuevo estaban tan vacías como la primera vez que las habían obtenido, o recuperado. A falta de esas ventilaciones  fue que se dieron cuenta que el aire dentro era pesado y demasiado caliente, debía de haber bastante gente en el lugar si ese espacio, relativamente amplio, podía llenarse de esa forma.

Evitaron encontrar miradas con los demás cautivos, en primer lugar porque no se sentían completamente interesados por ellos y en segundo lugar porque sentían que de alguna forma resultaría confuso o peligroso hacerlo. Por ello fue que pasaron, lo que a ellos les parecieron horas, viendo hacia el suelo frente a ellos sin hablar, sólo centrando su oído en el exterior pues tenían la puerta a su lado. Así fue hasta que escucharon el leve sollozar que poco a poco fue incrementando en volumen, distinguieron el lamento de un niño que después provocó el llorar de una niña de aparente edad similar.

Algo en ellos despertó dentro, no sólo fue la curiosidad de saber si estarían rodeados de personas de diferentes edades sino que también fue un desconocido sentir como si algo les estrujara el centro de su pecho; ese extraño sentimiento en su interior aumentó conforme el dolor se hacía más palpable en la voz de los dos pequeños aun cuando sus aparentes guardianes les susurraban lo que podían para calmarlos. Muy sutilmente se levantó de nuevo el murmullo del resto de los ocupantes del lugar provocando la ansiedad en los que estaban con los pequeños que lloraban.

Kiza y Yone se vieron obligados a por fin observar a las demás personas que llenaban la habitación cuando una de ellas se levantó desde un pequeño grupo, con mucha cautela caminó hacia los dos pequeños que lloraban y les ofreció una pequeña bolsa que los últimos llegados imaginaron que se trataría de comida escondida o algo de ese tipo. Sólo así el silencio completo volvió a la habitación.

Quien se había movido había sido una chica de edad similar a la de Kiza, esta recorrió la habitación con la mirada antes de regresar a donde antes había estado sentada, justo en medio de otras cuatro chicas que aparentaban ser un poco más jóvenes que ella y menos arriesgadas por la forma en que se apretujaron contra ella.

De una sola mirada lograron contar veintitrés personas en total además de ellos, no distinguir el rango de edades o siquiera las apariencias de todos por culpa de la oscuridad que persistía. Notaron a la chica, que se había levantado, viéndolos con una sonrisa amable y algo aliviada; estaba por hablarles cuando la luz de la habitación se encendió provocando que todos cerraran los ojos por la molestia que la repentina iluminación les causó, algunos incluso se quejaron.

En silencio esperaron a que la puerta se abriera o que algún sonido les llegara desde fuera, en cambio el lugar permaneció como antes por los minutos que todos ahí se quedaron inmóviles hasta que la misma chica de antes se volvió a levantar aunque sin dejar el lado de sus cuatro amigas, de nueva cuenta recorrió con la vista a todos los chicos del lugar sin dejar de sonreírle a cada uno con el que cruzaba la mirada.

—¿Hay algún herido? —algunos en la habitación negaron con la cabeza, otros como Kiza y Yone, dejaron de observarla intuyendo lo que seguiría. La chica se giró hacia sus amigas para sonreírles abiertamente cuando una de ellas tiró de una porción de su pantalón para pedirle que volviera a sentarse—. Creo que no nos haría ningún mal presentarnos, digo, no hay nada mejor qué hacer y no parece que seamos enemigos.

El silencio siguió a su voz de nuevo, esta vez sólo cuatro chicos de diferentes grupos aceptaron abiertamente su propuesta así que ella siguió hablando—. De derecha a izquierda ellas son: Teresa, Fania, Ana y Tania, yo soy Alicia, tengo catorce años y ellas doce.

Para Kiza y Yone, las cinco chicas tenían una apariencia común si tomaban como referencia a las personas que habían visto en el hospital; todas ellas tenían un aspecto descuidado y cansado, muy  diferente a las personas con las que Henko vivía por lo que intuyeron que también vagaban como ellos dos. La mirada de la voz cantante se fijó en los dos chicos que tenían a su lado izquierdo, ambos se habían mantenido en una posición como la de Kiza y Yone; esos dos tenían un aspecto más maduro y, un tanto, más miserable que el de las cinco primeras, sólo el vivo color de los ojos azul rey del más alto y los violetas del otro los hacía destacar de aquellos que se habían encontrado en el lugar donde habían despertado. El par se observó el uno al otro antes de que el de los ojos azules se decidiera a hablar.

—Soy Kazu, tengo dieciocho años, y él es mi hermano Suji, dos años menor... —Alicia les agradeció con una de sus sinceras sonrisas, después cambió su mirada hacia los siguientes que se trataban de dos gemelos guardianes o hermanos de los dos niños que habían llorado; eran los menores quienes tenían un mejor aspecto que los otros dos dando a entender que, o bien tenían poco de haberse juntado, o los dos gemelos se esforzaban por cuidar a los dos pequeños aún a costa de su propio bienestar.

—Ellos son Enki y Denka, son mellizos y tienen ocho años —el hablar de uno de los gemelos fue llano en cuanto a emociones, todos notaron a los dos nombrados encogerse entre los brazos de sus protectores al notar las miradas que se habían centrado en ellos.

—Yo soy Robu y él es Hobu... tenemos catorce años —el segundo gemelo sonó aún más frío, a pesar de eso, la chica les agradeció de la misma forma. La siguiente en la habitación era un solitaria joven de aspecto mucho más descuidado que el resto por su cabello alborotado y sucio que le cubría casi la mitad del rostro escondiendo su mirada salvaje, trató de ignorar el hecho de que la atención de la habitación estaba centrada en ella mas al no ver la pérdida de la curiosidad del resto tronó la boca y habló.

—Soy Tanan, también tengo catorce —aún al hablar evitó hacer contacto visual con alguno de los demás chicos; terminó encogiéndose más sin retirar su vista de la discreta grieta en el suelo frente a ella. Sin detener su medio de agradecimiento, Alicia cambió hacia la siguiente pareja compuesta por una niña y una joven.

—Ella es mi hermana Kotaru, tiene quince años, y yo soy Arinoke, tengo diez años —en contraste, la menor de las dos aparentaba ser mucho más vivaz que la mayor quien parecía un tanto sombría aunque en el momento en que Arinoke se giró hacia ella para sonreírle orgullosa de su rápida presentación, todos la vieron suavizar su mirada para regresarle media sonrisa de aprobación. Agrandando su propia sonrisa, Alicia siguió su animación para las siguientes presentaciones.

Se trataban de tres chicos de hipnóticos ojos rojos con destellos purpúreos, uno de los mayores y el más joven tenían un descuidado cabello rubio que trataban de mantener oculto en las capuchas de sus sudaderas. De entre ellos, el del cabello castaño era quien parecía el más animado mientras que el menor era quien evadía las miradas del resto:—. Zokun tiene dieciséis años, su hermano Sitomu y yo, Riaku, tenemos diecinueve —fue él el primero en responderle la sonrisa a la chica con la misma amabilidad con la que la hacía, por eso fue que soltó una muy corta y discreta risa antes de girarse hacia el grupo más grande entre ellos.

Juntos y en silencio se habían mantenido seis chicos donde sólo dos parecían ser los mayores, era un grupo de tres chicos y tres chicas aunque todos parecían centrarse en una sola chica de una apariencia tan normal como el de las primeras presentadas, fue ella quien tomó el papel de representante— ¿Cómo hacerlo?... —casi al mismo tiempo en que expresaba su duda sobre la mejor manera de presentarlos sin que se confundieran, encontró la respuesta al levantarse y pararse a un lado de cada uno que presentaría. Comenzó con el más alto y más llamativo por su cabello rubio y ojos celestes—. Él es Shayanu, tiene diecinueve años —dio un paso para poder señalar al siguiente cuya particularidad eran unos ojos violetas tan vivos como los de Suji—. Él es Ryuji y tiene diecisiete.

Para los siguientes cuatro regresó a su antiguo lugar:—. Nosotros cuatro tenemos quince años, la seria aquí es Tahagame, el sonriente es Julián, la adorable es Ramy y la habladora soy yo, Mayi.

Su tipo de presentación terminó de aligerar el ambiente que Alicia había comenzado a cambiar, ambas líderes innatas intercambiaron una sonrisa y mirada como si fueran confidentes de muchos años atrás y no meras extrañas recién conocidas. Fue cuando la atención se centró en los últimos dos que el ambiente pareció propenso a volver a la incomodidad pues el aspecto de los dos chicos, el cual no notaban, era casi tan miserable como el de los primeros.

—Yo soy Kiza y el Yone... aunque no estamos seguros de eso ni de nuestra edad... —la sorpresa no pudo ser ocultada de los rostros más expresivos de los chicos que ya se habían presentado.

—¿Por qué...? ¿Por qué dices eso? —al final fue Fania la primera en animarse a hablar para preguntar lo que a todos les había despertado la curiosidad.

—Porque no recordamos nada, despertamos sin memoria —el silencio volvió a la habitación provocando que los últimos presentados se encogieran aún más en su lugar tratando de evitar fijarse en la forma en que el resto los veía.

—Debió haber sido difícil... bueno... creo que ha sido difícil para todos en realidad —su alegría fue ligeramente ensombrecida por la melancolía.

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