Despertaron aturdidos e
incómodos, por instinto se buscaron el uno al otro antes de examinar sus
alrededores, sin embargo esto se vio limitado ya que la habitación en la que se
encontraron no tenía mucha luz, esto hizo que sus ojos tardaran en
acostumbrarse para notar las sombras de más personas, al mismo tiempo en que se
daban cuenta que el poco ruido que podían escuchar era de los discretos
murmullos de esa gente.
Sin ventanas u orificios en las
paredes, ambos chicos no pudieron determinar la hora del día; se encogieron uno
junto al otro muy pegados a la pared, se les hacía extraño aún tener sus
mochilas colgadas aunque al revisarlas notaron que de nuevo estaban tan vacías
como la primera vez que las habían obtenido, o recuperado. A falta de esas
ventilaciones fue que se dieron cuenta
que el aire dentro era pesado y demasiado caliente, debía de haber bastante
gente en el lugar si ese espacio, relativamente amplio, podía llenarse de esa
forma.
Evitaron encontrar miradas con
los demás cautivos, en primer lugar porque no se sentían completamente
interesados por ellos y en segundo lugar porque sentían que de alguna forma
resultaría confuso o peligroso hacerlo. Por ello fue que pasaron, lo que a
ellos les parecieron horas, viendo hacia el suelo frente a ellos sin hablar,
sólo centrando su oído en el exterior pues tenían la puerta a su lado. Así fue
hasta que escucharon el leve sollozar que poco a poco fue incrementando en
volumen, distinguieron el lamento de un niño que después provocó el llorar de
una niña de aparente edad similar.
Algo en ellos despertó dentro, no
sólo fue la curiosidad de saber si estarían rodeados de personas de diferentes
edades sino que también fue un desconocido sentir como si algo les estrujara el
centro de su pecho; ese extraño sentimiento en su interior aumentó conforme el
dolor se hacía más palpable en la voz de los dos pequeños aun cuando sus
aparentes guardianes les susurraban lo que podían para calmarlos. Muy sutilmente
se levantó de nuevo el murmullo del resto de los ocupantes del lugar provocando
la ansiedad en los que estaban con los pequeños que lloraban.
Kiza y Yone se vieron obligados a
por fin observar a las demás personas que llenaban la habitación cuando una de
ellas se levantó desde un pequeño grupo, con mucha cautela caminó hacia los dos
pequeños que lloraban y les ofreció una pequeña bolsa que los últimos llegados
imaginaron que se trataría de comida escondida o algo de ese tipo. Sólo así el
silencio completo volvió a la habitación.
Quien se había movido había sido
una chica de edad similar a la de Kiza, esta recorrió la habitación con la
mirada antes de regresar a donde antes había estado sentada, justo en medio de
otras cuatro chicas que aparentaban ser un poco más jóvenes que ella y menos
arriesgadas por la forma en que se apretujaron contra ella.
De una sola mirada lograron
contar veintitrés personas en total además de ellos, no distinguir el rango de
edades o siquiera las apariencias de todos por culpa de la oscuridad que
persistía. Notaron a la chica, que se había levantado, viéndolos con una
sonrisa amable y algo aliviada; estaba por hablarles cuando la luz de la
habitación se encendió provocando que todos cerraran los ojos por la molestia
que la repentina iluminación les causó, algunos incluso se quejaron.
En silencio esperaron a que la
puerta se abriera o que algún sonido les llegara desde fuera, en cambio el
lugar permaneció como antes por los minutos que todos ahí se quedaron inmóviles
hasta que la misma chica de antes se volvió a levantar aunque sin dejar el lado
de sus cuatro amigas, de nueva cuenta recorrió con la vista a todos los chicos
del lugar sin dejar de sonreírle a cada uno con el que cruzaba la mirada.
—¿Hay algún herido? —algunos en
la habitación negaron con la cabeza, otros como Kiza y Yone, dejaron de
observarla intuyendo lo que seguiría. La chica se giró hacia sus amigas para
sonreírles abiertamente cuando una de ellas tiró de una porción de su pantalón
para pedirle que volviera a sentarse—. Creo que no nos haría ningún mal
presentarnos, digo, no hay nada mejor qué hacer y no parece que seamos enemigos.
El silencio siguió a su voz de
nuevo, esta vez sólo cuatro chicos de diferentes grupos aceptaron abiertamente
su propuesta así que ella siguió hablando—. De derecha a izquierda ellas son:
Teresa, Fania, Ana y Tania, yo soy Alicia, tengo catorce años y ellas doce.
Para Kiza y Yone, las cinco
chicas tenían una apariencia común si tomaban como referencia a las personas
que habían visto en el hospital; todas ellas tenían un aspecto descuidado y
cansado, muy diferente a las personas
con las que Henko vivía por lo que intuyeron que también vagaban como ellos
dos. La mirada de la voz cantante se fijó en los dos chicos que tenían a su
lado izquierdo, ambos se habían mantenido en una posición como la de Kiza y
Yone; esos dos tenían un aspecto más maduro y, un tanto, más miserable que el
de las cinco primeras, sólo el vivo color de los ojos azul rey del más alto y
los violetas del otro los hacía destacar de aquellos que se habían encontrado
en el lugar donde habían despertado. El par se observó el uno al otro antes de
que el de los ojos azules se decidiera a hablar.
—Soy Kazu, tengo dieciocho años,
y él es mi hermano Suji, dos años menor... —Alicia les agradeció con una de sus
sinceras sonrisas, después cambió su mirada hacia los siguientes que se
trataban de dos gemelos guardianes o hermanos de los dos niños que habían
llorado; eran los menores quienes tenían un mejor aspecto que los otros dos
dando a entender que, o bien tenían poco de haberse juntado, o los dos gemelos
se esforzaban por cuidar a los dos pequeños aún a costa de su propio bienestar.
—Ellos son Enki y Denka, son
mellizos y tienen ocho años —el hablar de uno de los gemelos fue llano en cuanto
a emociones, todos notaron a los dos nombrados encogerse entre los brazos de
sus protectores al notar las miradas que se habían centrado en ellos.
—Yo soy Robu y él es Hobu...
tenemos catorce años —el segundo gemelo sonó aún más frío, a pesar de eso, la
chica les agradeció de la misma forma. La siguiente en la habitación era un
solitaria joven de aspecto mucho más descuidado que el resto por su cabello
alborotado y sucio que le cubría casi la mitad del rostro escondiendo su mirada
salvaje, trató de ignorar el hecho de que la atención de la habitación estaba
centrada en ella mas al no ver la pérdida de la curiosidad del resto tronó la
boca y habló.
—Soy Tanan, también tengo catorce
—aún al hablar evitó hacer contacto visual con alguno de los demás chicos;
terminó encogiéndose más sin retirar su vista de la discreta grieta en el suelo
frente a ella. Sin detener su medio de agradecimiento, Alicia cambió hacia la
siguiente pareja compuesta por una niña y una joven.
—Ella es mi hermana Kotaru, tiene
quince años, y yo soy Arinoke, tengo diez años —en contraste, la menor de las
dos aparentaba ser mucho más vivaz que la mayor quien parecía un tanto sombría
aunque en el momento en que Arinoke se giró hacia ella para sonreírle orgullosa
de su rápida presentación, todos la vieron suavizar su mirada para regresarle media
sonrisa de aprobación. Agrandando su propia sonrisa, Alicia siguió su animación
para las siguientes presentaciones.
Se trataban de tres chicos de
hipnóticos ojos rojos con destellos purpúreos, uno de los mayores y el más
joven tenían un descuidado cabello rubio que trataban de mantener oculto en las
capuchas de sus sudaderas. De entre ellos, el del cabello castaño era quien
parecía el más animado mientras que el menor era quien evadía las miradas del
resto:—. Zokun tiene dieciséis años, su hermano Sitomu y yo, Riaku, tenemos
diecinueve —fue él el primero en responderle la sonrisa a la chica con la misma
amabilidad con la que la hacía, por eso fue que soltó una muy corta y discreta
risa antes de girarse hacia el grupo más grande entre ellos.
Juntos y en silencio se habían
mantenido seis chicos donde sólo dos parecían ser los mayores, era un grupo de
tres chicos y tres chicas aunque todos parecían centrarse en una sola chica de
una apariencia tan normal como el de las primeras presentadas, fue ella quien tomó
el papel de representante— ¿Cómo hacerlo?... —casi al mismo tiempo en que
expresaba su duda sobre la mejor manera de presentarlos sin que se confundieran,
encontró la respuesta al levantarse y pararse a un lado de cada uno que
presentaría. Comenzó con el más alto y más llamativo por su cabello rubio y
ojos celestes—. Él es Shayanu, tiene diecinueve años —dio un paso para poder
señalar al siguiente cuya particularidad eran unos ojos violetas tan vivos como
los de Suji—. Él es Ryuji y tiene diecisiete.
Para los siguientes cuatro
regresó a su antiguo lugar:—. Nosotros cuatro tenemos quince años, la seria
aquí es Tahagame, el sonriente es Julián, la adorable es Ramy y la habladora
soy yo, Mayi.
Su tipo de presentación terminó
de aligerar el ambiente que Alicia había comenzado a cambiar, ambas líderes
innatas intercambiaron una sonrisa y mirada como si fueran confidentes de
muchos años atrás y no meras extrañas recién conocidas. Fue cuando la atención
se centró en los últimos dos que el ambiente pareció propenso a volver a la
incomodidad pues el aspecto de los dos chicos, el cual no notaban, era casi tan
miserable como el de los primeros.
—Yo soy Kiza y el Yone... aunque
no estamos seguros de eso ni de nuestra edad... —la sorpresa no pudo ser
ocultada de los rostros más expresivos de los chicos que ya se habían
presentado.
—¿Por qué...? ¿Por qué dices eso?
—al final fue Fania la primera en animarse a hablar para preguntar lo que a
todos les había despertado la curiosidad.
—Porque no recordamos nada,
despertamos sin memoria —el silencio volvió a la habitación provocando que los
últimos presentados se encogieran aún más en su lugar tratando de evitar
fijarse en la forma en que el resto los veía.
—Debió haber sido difícil...
bueno... creo que ha sido difícil para todos en realidad —su alegría fue
ligeramente ensombrecida por la melancolía.
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