lunes, 30 de octubre de 2017

Lila

Nuestra clase de física se había cancelado ese día. Después de esperar media hora a que el profesor llegara se decidió que ya no vendría así que nos fuimos de ahí. Obviamente yo no podía dejar de dudar y temer que fuera a llegar después de que nos hubiéramos ido, que al no ver a nadie nos guardaría las represalias para la siguiente clase y que seguramente sería algún tema dado por visto.

Por mí fue que nos fuimos de ahí casi a los cuarenta minutos, quería quedarme donde pudiéramos ver el salón por si llegaba, sin embargo ellos lograron distraerme para que la siguiente vez en que me diera cuenta, ya estuviéramos en nuestro sitio de descanso.

Me resigné con el tema que comenzaron de la nada sobre si nos gustaba o no hacer quehaceres en la casa y cuál era el que preferíamos y el que odiábamos. Me sorprendí de saber que Tomás era el quien más parecía hacer que el resto y que, además, casi disfrutaba.

—Es raro y sonará a excusa pero a mí mis padres nunca me dejan ayudarlos… —comentó Valeria con una mirada contrariada, veía hacia el pasto que sobresalía de debajo de sus pies, sólo antes de que comenzara a arrancarlo—. Tenemos ama de llaves, sí, pero incluso cuando ellos arreglan cosas que usaron o usamos los tres, no puedo ayudarlos. Lo único que logré hacer mi responsabilidad fue mi cuarto.

>>Y es que son sobreprotectores.—A medida que iba siguiendo el hilo de sus pensamientos, hablaba más rápido y arrancaba el pasto con más fuerza para arrojarlo lejos, aún evitando vernos—. O sea, estoy muy agradecida con ellos, siempre he creído que nací con los mejores padres, sé que me quieren y desean lo mejor para mí, que realizan muchos sacrificios por mí y se esfuerzan por mí… Pero a veces quisiera que me dejaran moverme sola, ser más independiente sin torturarlos con el miedo de que podría pasarme algo malo…

—¿Con el tiempo no se han vuelto un poco más flexibles? —le preguntó Iván, yo no estaba segura si intervenir era lo correcto, tampoco es que supiera las palabras necesarias, sin embargo algo en la forma en que él preguntó hizo que se sintiera como la única pregunta necesaria.

—Casi nada y yo no me atrevo a hablar con ellos por miedo a herirlos o hacerlos enojar… —Al decirlo por fin nos observó, sonrió casi con una disculpa en la mirada.

En ese momento creí que el silencio quedaría entre nosotros, que nadie más se atrevería a hablar de nuevo por temor a acaparar la atención. Yo sentía que quería hablar de mi familia, que quería contribuir para que ella supiera que no era la única con una familia imperfecta, mas las palabras no adquirían una forma lógica en mi mente sin que sonaran como un reproche.

—Los míos sí cambiaron con el tiempo, aunque fue demasiado repentino. —La costumbre de Iván era evitar miradas, sin importar de lo que hablara, siempre prefería ver más allá de nosotros—. Desde que tengo memoria, ambos fueron estrictos al grado de que en calificaciones un siete era la peor calificación del mundo y un ocho era la recompensa de un flojo; además eran de esos padres que con una mirada te advertían lo que pasaría si no te comportabas adecuadamente.

—¿La de “ya verás cuando lleguemos a la casa”? —Sonriendo de medio lado, Tomás volvió a callar después de recibir el asentimiento de Iván.

—Sí, eran de esos que sus métodos de disciplina incluía un cinturón y la palma de la mano. —Aún sin que nos viera directamente, se le veía la incomodidad al hablar del tema, la mayoría de las personas no lo veía como maltrato infantil aunque los nuevos padres reprobaban ese método, yo sabía que entre nuestras generaciones era algo normal—. Gracias o no gracias a eso, mi hermana y yo crecimos bien, sin embargo cuando entré a aquí ellos me… liberaron de tanta presión sin decirlo. Ya no me preguntaban por calificaciones o exámenes, no me exigían más dieces, y cuando saqué seis en historia, esperando un regaño terrible, ellos sólo me dijeron que al menos había pasado. —Se encogió de hombros antes de voltear a vernos—. Y ahora arruiné mi promedio porque la libertad es embriagante.

—Mi padres es un punto medio entre los suyos, o eso creo. —Cristal tomó el siguiente turno para hablar, una vez que se aseguró de que Iván había terminado. Ella era mucho más tímida que Iván, así que al hablar se encogió abrazando sus piernas y jugando nerviosamente con su cabello.—Él suele estar encima de mí preguntándome si ya he hecho exámenes y cómo salí, cada vez que le pido permiso para salir me lo niega o me pone condiciones o quiere saber a dónde y con quién estoy. Y al contrario de contigo, Iván, él parece volverse más estricto e insoportable que antes.

>>Y luego está mi mamá… ella me da más libertad y entiende que sólo quiero tener momentos divertidos con mis amigos, pero eso sólo provoca peleas entre ellos porque uno dice que sí y el otro que no —se quejó mientras enterraba un pedazo de rama en la tierra hasta que este se quebraba a la mitad por la fuerza—. Se iban a divorciar hace años ¿saben? Pero detuvieron todo porque mi mamá se enfermó y ella no podía cuidar bien de mí ni yo de ella… No debería pero desearía que se hubieran separado.

—Y cuando eras niña ¿te llevabas mejor con tu papá? —Esta vez un solo pensamiento llenó mi mente y me hizo intervenir en su relato, aunque parecía que ya había terminado, Cristal asintió como respuesta, yo noté un sutil dolor en su mirada al admitirlo—. Creo que deberías considerar no alejarte demasiado de él antes de que sea demasiado tarde…

Ninguno dijo nada, Cristal volvía a ver hacia nosotros, hacia a mí, al igual que el resto. Yo no acostumbraba huir de la mirada, por eso muchos se incomodaban conmigo; a mí eso ya no me importaba.

—Mi papá murió hace dos años, él y mi mamá trabajaban sus ocho horas normales en trabajos diferentes así que no era complicado que nuestras vacaciones pudieran organizarse para estar todos. Tal vez éramos una familia ejemplar, las presiones que nos daban eran normales sin ser demasiado estrictas o desinteresadas aunque sí eran de los creyentes del castigo. —En verdad era complicado hablar sobre castigos, sin embargo mi incomodidad por el tema fue opacado por el dolor que comenzaba a sentir mientras recordaba el tiempo anterior a esos dos años, tiempo que nunca volvería.
 
>>No había problemas reales entre nosotros cuatro, pero desde un poco antes de entrar a sexto de primaria comencé a esforzarme más y más en la escuela por la vez en que noté el orgullo en mis padres cuando obtenía las mejores calificaciones. Entonces me encerré, sólo me preocupaba mejorar hasta que un día, un solo día, decidí hacer caso de la sugerencia de mi mamá por salir una tarde con ellas… —Hasta ese momento dejé de verlos, no quería que se dieran cuenta si mis ojos llegaban a traicionarme con las lágrimas— Papá quiso quedarse porque tenía cosas que acabar de su trabajo así que sería tarde de chicas, como dijeron ellas.

Tuve que callar sólo unos segundos—. Murió de un paro cardíaco, cuando llegamos ya no pudimos hacer nada. —Le resté importancia al encogerme de hombros, no quería que me tuvieran lástima—. A partir de eso cada una de nosotras lidió con su pesar a su manera: mi mamá comenzó a trabajar doble turno para pasar en casa el menor tiempo posible, mi hermana decidió salir constantemente con sus amigos y yo sólo seguí encerrada estudiando porque si eso me arrebató tiempo con él, no lo echaría a la borda como si nada.

Y arruiné el ambiente. Creía que había pasado con Valeria, sin embargo lo que yo dije era más pesado, o eso pensé al inicio hasta que Tomás me dedicó una de sus contadas sonrisas, parecía sincera aunque al final fue un tanto triste.

—Mi familia también está incompleta aunque no igual —rascó su nuca por más pena que por verdadero picor–. Mi mamá se fue de la casa cuando mi hermanita tenía cuatro años y yo seis, lo poco que recuerdo de ella no son cosas agradables, son peleas entre ella y mi papá, no recuerdo ningún abrazo o palabras amables de ella aunque mi viejo asegura que en algunos casos si nos mostraba afecto a pesar de que ser madre nunca había sido su deseo. Mi papá tuvo que trabajar más para mantenernos a los tres, mi hermana mayor y yo decidimos aminorarle la carga al ocuparnos de los trabajos en la casa y cuidar a la menor para que no se presionara demasiado. Fuera de eso, no somos una familia tan complicada, sólo una muestra de que las mamás no siempre son las buenas.

—Y se nos acaba el tiempo, debemos regresar a clase. —Es cierto que ya hasta nos habíamos pasado por quince minutos de nuestra última clase, sin embargo fui la primera en tirar de la manga a Marco para evitar que se levantara mientras los demás usaban palabras para alentarlo a seguir el tema de nuestra conversación.

—Pero no debemos obligarlo, si tiene motivos para no hablar de eso, no vamos a intervenir —casi murmuró Cristal, tan tímida y femenina como solía ser. Marco dejó escapar un suspiro anormalmente largo junto a un par de expresiones de incomodidad y resignación.

—Creo que es obvio, mis padres no son buenos padres —exclamó finalmente—. Mi padre trabaja lejos y hay veces en que pasamos días sin verlo y cuando regresa suele estar borracho o con ganas de discutir con mi madre, algunas veces se golpean en uno al otro aunque la que acaba peor es ella. Y mi madre trabaja en turno vespertino, a veces también le gusta pasar la noche lejos de nosotros; ella nos educó a punta de golpes, aunque su disciplina fue tan ilógica o mala que sus tres hijos terminaron mal.

>>Con suerte mi hermano no acabará muerto o en la cárcel, mi hermana no se embarazará o acabará casada con un viejo que la mantenga, y luego estoy yo, del que no se espera nada, tal vez su muerte o que desaparezca algún día.

Entonces vimos a Marco incómodo y evitando nuestras miradas, una vez más se hizo el silencio sin que supiéramos como romperlo hasta que Iván fue de nuevo el que nos salvara. Se levantó para estirarse y sacudirse de encima todos los restos de árbol mientras veía su reloj.

—Ya no podemos entrar a clase, vamos por un helado —dijo sonriendo de medio lado, Valeria y Tomás fueron los primeros en levantarse aceptando la oferta y tratando de alegrar el ambiente de nuevo.

—De los baratos ¿no? Ando corta de dinero. —Cristal se unió a ellos doblando la cobija en la que ellos estaban sentados.


—No, de los caros, hoy hay dos por uno en los grandes. —Sabía que no siempre tenían dinero para esos helados, así que antes de que me reclamaran y me dijeran pudiente, me adelanté con las cuentas—. Cada uno tendría que pagar la mitad de un grande, en total sólo pagaríamos tres y comeríamos seis. —Ninguno se resistió a la oferta. 

1 comentario:

  1. Tenían que hablar de temas fuertes y tristes tarde o temprano...
    Faltó Iván de hablar (?)

    ResponderBorrar