miércoles, 15 de julio de 2015

¿Sirvió?

    —Lo importante es ¿cómo funciona eso de hablar con las personas? —Tex tomó una papa frita examinándola como si fuera la primera vez que la comía, el resto se quedó meditando sobre la pregunta.
    —Se supone que el descargar tus problemas, hacer que alguien más sepa lo que pasa por tu cabeza y que ese alguien está dispuesto a escucharte es lo que te causa ese sentimiento de paz o algo así —Riz era la más emocional del grupo, nadie más hubiera esperado la respuesta saliendo del resto, y aún así ella no parecía del todo convencida pues las palabras no le alcanzaban para describir algo tan natural.
    —Sinceramente, nunca me ha funcionado de esa forma —para sorpresa de sus dos amigos de la infancia, Astoku se encogió de hombros al hablar y tomar una fritura más –. Puedo escuchar a la gente, imaginar lo que desean escuchar o lo que necesitan escuchar pero a mí no me sirve que sólo me escuchen.
    —Debiste habérnoslo dicho, sabes los problemas que nos habrías ahorrado —Imteri comenzó bromeando aunque terminó sonriendo sin mucha alegría, por ello fue que recibió un suave golpe en el hombro por parte de Nari.
   —Yo estoy de acuerdo con él —Cio terminó de mascar las cinco papas que se había metido a la boca—. No me conforta ser escuchado, aunque tampoco lo hace el que me digan lo que piensan porque a veces son cosas que yo ya pensé solo... eso me ha llevado a que muchas de las veces en que decido que me escuchen, termino mostrándome grandiosamente agradecido para que ellos no se sientan mal, mientras que yo sigo con mi carga.

    Todos se le quedaron viendo con expresiones que sorprendieron al elocuente chico, incluso su amigo Tex dejó la papa a medio camino y, sin parpadear, cerró con lentitud la boca. El silencio abarcó el lugar por unos incómodos minutos hasta que la mayoría asintió en acuerdo con las palabras de Cio. El mascar en todos se reinició con los diez meditando en lo último.

   —Aún así sigo sin entender cómo funciona —repitió Tex batiendo su fritura en la salsa con un cuidado sobresaliente para evitar que alguna fracción del alimento se quedara sin cubrir—. Estoy seguro de que alguna vez sí sintieron un alivio y una ayuda el haber hablado ¿no? —la mayoría de ellos volvió a asentir—. Cómo pasó es lo que no entiendo.
   —Yo tampoco lo entiendo, es espontáneo —el comúnmente feliz Patrei frunció el ceño mientras jugaba con una de las frituras antes de decidir comérsela, retomando la palabra con medio bocado aún sin deglutir—. Hay veces en que eliges a quién contárselo y lo haces pero sólo te llevas una decepción como la que explicó Cio, pero hay veces en que aciertas —se tragó el resto del alimento con un poco de la dulce bebida gaseosa—, sea porque te pidió que le contaras, que decidiste contarle o que se dio cuenta, te dice lo que no estabas tomando en cuenta o lo que de verdad te ayuda a comprenderte.
    —¿Entonces qué? ¿Debo hablar con todos en los que confío hasta encontrar alguien que me reconforte? —Zel rellenó cuatro de los vasos mientras hablaba, de nuevo hubo afirmación por parte de la mitad del grupo—. No es como si tuviera tantos pero aún así suena estúpido.
    —Al menos tienes... —Nari interrumpió su protesta por las miradas de sus dos amigos que lo hicieron poner los ojos en blanco y reír— más de uno, quería decir, sin decirlo por mí.

    El silencio volvió entre ellos mientras buscaban una respuesta sensata a la misma pregunta que había iniciado su conversación; esta vez el momento de meditación duró más, el sonido lejano de máquinas y el ambiente callejero producía un ambiente agobiante junto al calor subterráneo del lugar, la vida en aquel escondite sólo la daba el sonido del mascar de las frituras, las respiraciones y la iluminación amarillenta de la pobre luz central.

    Sin embargo esa vida se detuvo, los ocho que ya había hablado dejaron todo para observar al más distante del grupo y al que había observado la conversación simplemente sonriendo con amabilidad sin dar sus propios puntos de vista. Ambos se dieron cuenta de las miradas sobre ellos, los ocho dejaron de ser ignorados para obtener una mirada interrogante y fría junto a una mirada sorprendida y confundida.

    —¿Qué? No esperen respuestas de mí, soy el menos indicado —Khuram se giró hacia el décimo quien lo miró entrecerrando los ojos reprochándole que se hubiera deslindado de la atención con él—. Es tu problema, siempre lo fue —levantó el rostro altivamente con sólo media sonrisa dibujada discretamente.

    —Yo tampoco sé la respuesta, lo entiendo tan poco como ustedes, como es de esperarse —dio un sorbo a su bebida y les demostró que no diría más al volver a evitar sus miradas.

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