—Lo importante es
¿cómo funciona eso de hablar con las personas? —Tex tomó una papa frita
examinándola como si fuera la primera vez que la comía, el resto se quedó
meditando sobre la pregunta.
—Se supone que el
descargar tus problemas, hacer que alguien más sepa lo que pasa por tu cabeza y
que ese alguien está dispuesto a escucharte es lo que te causa ese sentimiento
de paz o algo así —Riz era la más emocional del grupo, nadie más hubiera
esperado la respuesta saliendo del resto, y aún así ella no parecía del todo
convencida pues las palabras no le alcanzaban para describir algo tan natural.
—Sinceramente, nunca
me ha funcionado de esa forma —para sorpresa de sus dos amigos de la infancia,
Astoku se encogió de hombros al hablar y tomar una fritura más –. Puedo
escuchar a la gente, imaginar lo que desean escuchar o lo que necesitan
escuchar pero a mí no me sirve que sólo me escuchen.
—Debiste habérnoslo
dicho, sabes los problemas que nos habrías ahorrado —Imteri comenzó bromeando
aunque terminó sonriendo sin mucha alegría, por ello fue que recibió un suave
golpe en el hombro por parte de Nari.
—Yo estoy de acuerdo
con él —Cio terminó de mascar las cinco papas que se había metido a la boca—.
No me conforta ser escuchado, aunque tampoco lo hace el que me digan lo que
piensan porque a veces son cosas que yo ya pensé solo... eso me ha llevado a
que muchas de las veces en que decido que me escuchen, termino mostrándome
grandiosamente agradecido para que ellos no se sientan mal, mientras que yo
sigo con mi carga.
Todos se le quedaron
viendo con expresiones que sorprendieron al elocuente chico, incluso su amigo
Tex dejó la papa a medio camino y, sin parpadear, cerró con lentitud la boca.
El silencio abarcó el lugar por unos incómodos minutos hasta que la mayoría
asintió en acuerdo con las palabras de Cio. El mascar en todos se reinició con
los diez meditando en lo último.
—Aún así sigo sin
entender cómo funciona —repitió Tex batiendo su fritura en la salsa con un
cuidado sobresaliente para evitar que alguna fracción del alimento se quedara
sin cubrir—. Estoy seguro de que alguna vez sí sintieron un alivio y una ayuda
el haber hablado ¿no? —la mayoría de ellos volvió a asentir—. Cómo pasó es lo
que no entiendo.
—Yo tampoco lo
entiendo, es espontáneo —el comúnmente feliz Patrei frunció el ceño mientras
jugaba con una de las frituras antes de decidir comérsela, retomando la palabra
con medio bocado aún sin deglutir—. Hay veces en que eliges a quién contárselo
y lo haces pero sólo te llevas una decepción como la que explicó Cio, pero hay
veces en que aciertas —se tragó el resto del alimento con un poco de la dulce
bebida gaseosa—, sea porque te pidió que le contaras, que decidiste contarle o
que se dio cuenta, te dice lo que no estabas tomando en cuenta o lo que de
verdad te ayuda a comprenderte.
—¿Entonces qué? ¿Debo
hablar con todos en los que confío hasta encontrar alguien que me reconforte?
—Zel rellenó cuatro de los vasos mientras hablaba, de nuevo hubo afirmación por
parte de la mitad del grupo—. No es como si tuviera tantos pero aún así suena
estúpido.
—Al menos tienes...
—Nari interrumpió su protesta por las miradas de sus dos amigos que lo hicieron
poner los ojos en blanco y reír— más de uno, quería decir, sin decirlo por mí.
El silencio volvió
entre ellos mientras buscaban una respuesta sensata a la misma pregunta que
había iniciado su conversación; esta vez el momento de meditación duró más, el
sonido lejano de máquinas y el ambiente callejero producía un ambiente
agobiante junto al calor subterráneo del lugar, la vida en aquel escondite sólo
la daba el sonido del mascar de las frituras, las respiraciones y la
iluminación amarillenta de la pobre luz central.
Sin embargo esa vida
se detuvo, los ocho que ya había hablado dejaron todo para observar al más
distante del grupo y al que había observado la conversación simplemente
sonriendo con amabilidad sin dar sus propios puntos de vista. Ambos se dieron
cuenta de las miradas sobre ellos, los ocho dejaron de ser ignorados para
obtener una mirada interrogante y fría junto a una mirada sorprendida y confundida.
—¿Qué? No esperen
respuestas de mí, soy el menos indicado —Khuram se giró hacia el décimo quien
lo miró entrecerrando los ojos reprochándole que se hubiera deslindado de la
atención con él—. Es tu problema, siempre lo fue —levantó el rostro altivamente
con sólo media sonrisa dibujada discretamente.
—Yo tampoco sé la
respuesta, lo entiendo tan poco como ustedes, como es de esperarse —dio un
sorbo a su bebida y les demostró que no diría más al volver a evitar sus
miradas.
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