Estás recostada o recostado sobre el pasto, un
gran árbol de ramas caídas impide que los rayos del sol te den directo en los
ojos; cuando volteas, logras ver un poco de las nubes, moviéndose lentamente
sobre todos y formando cuanta figura pueda existir o deformándose hasta no ser
más que un pedazo blanco como algodón cortado. Hay tantos ruidos a tu alrededor
que sólo concentrándote de verdad puedes distinguir cuáles son naturales, los
pocos que puede haber, y cuáles son humanos. Pero a pesar de todo, tú no estás
concentrado en eso, ni siquiera parecería que está a tu alrededor. No, tú estás
muy lejos de ahí…
Frente a tus ojos pasa corriendo uno de los
personajes que más alabas, una de las figuras fantásticas que más anhelas
conocer, el paisaje es tan bello como alguna vez lo imaginaste detrás de tus
párpados; los sonidos, los olores, las luces, todo parece verdadero. Y sin que
te des cuenta ya no estás sólo ahí parado admirándolo todo, ahora estás en un
búsqueda de algún tesoro o persona importante que fue robada o revisando las
evidencias para poder llegar al fondo del misterio, o tal vez en medio de una
gran guerra liderando a valientes guerreros que defienden una causa común, o
incluso puedes estar en una habitación oscura, esperando a que aquel ser
malévolo abra la puerta de una patada y te ataque.
Pero toda felicidad siempre tiene un final.
Una voz, un timbre, un claxon o un movimiento te ha regresado a la realidad, tu
espalda ha quedado húmeda por el pasto, un pequeño insecto recorre tu abdomen
tranquilamente. Has regresado a la realidad, debes cerrar ese preciado objeto
de tinta y papel, la hora de hacer lo que debías hacer ha llegado y la historia
tendrá que esperar, ese mundo esperara a que regreses a revivirlo y te vuelvas
de nuevo uno con la lectura.
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