martes, 5 de mayo de 2015

Si te fueras todos los días

Tercera entrega del concurso~

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La noche es clara, la luna ilumina el marco de la ventana donde has decidido sentarte. El sitio donde vives no está completamente invadido por las luces de la ciudad así que puedes distinguir algunas de las constelaciones y es lo que mantiene ocupada tu mente al tratar de alejar los pensamientos sobre la presencia que sabes que hace falta en ese hogar. Después de siete meses de compartir el mismo techo, es la primera vez en que se separan por más de unas horas; la ansiedad y la sensación de incomodidad no dejan de parecerte estúpidas ante el silencio que siempre fue un fiel compañero de tus días solitarios, justo como ese.

Un par o dos de automovilistas nocturnos rompen el encanto por unos minutos, aparte de ellos, ya no hay más gente en la calle puesto que es la hora en que sólo los más valientes pueden pasear por las inseguras calles, fuera de eso no hay más ruido que el producido por el segundero de uno de tus relojes y el leve roce de tu ropa al mover inconscientemente tus manos para envolverlas en el calor en los bolsillos de tu chamarra. El ligero frío en la noche te hizo recordar algunas de las ocasiones en que fuiste guardián de quien ahora extrañas, esas tardes y casi noches en que juntos caminaron sin dejar de platicar mientras se dirigían a su hogar; había sido en uno de esos momentos cuando la decisión de vivir juntos tomó forma y ambos la habían realizado sin demora. El simple pensamiento de su rostro al escuchar la propuesta, su reacción al estar de acuerdo y lo rápido que ambos consiguieron el lugar provocó en ti una sonrisa seguida de una corta risa contenida; y como si hubiera sido una señal, tu celular abandonado sobre la cama reaccionó a la llegada de un mensaje por lo que dejaste tu lugar de meditación para encontrarte con una simple oración por parte de quien esperabas: "si no dejas de pensar en mí, no dejo de pensar en ti así que ya duérmete, mañana se acaba la restricción", tu mente al instante formula la respuesta perfecta por lo que la envías sin dejar que la sonrisa se borre hasta que cierras los ojos ya en la cama.

Tu siguiente mañana sigue siendo tan solitaria como cuando la oscuridad gobernaba la ciudad, sabes que al medio día volverá por lo que has decidido tomar un refrescante ducha después del desayuno.
El agua cae sobre tu piel, el vapor aún no es completamente evidente mas el agua es lo suficientemente cálida para que te haga cerrar los ojos mientras te concentras en el sonido que las gotas crean al golpear tu cráneo, te pierdes en la banalidad por unos minutos que no te parecen largos ni mucho menos perdidos hasta que lo sientes. El sonido que hizo fue mínimo, el viento del exterior apenas te alcanzaba cuando sus brazos ya atravesaban por tus costados hasta detener las manos sobre tu pecho; el tacto es frío y la acción inesperada, te sobresaltas en un inicio pero tu mente es tan rápida como los ojos que de inmediato reconocen esas pequeñas y delgadas manos unidas a las esculturales muñecas que disfrutas acariciar y retener entre tus dedos más largos. Sientes su cuerpo, su piel contra la tuya, siempre como un tacto familiar; su travesura había sido tan perfecta y tú tan descuidado pues había entrado a la casa sin que te dieras cuenta, se había desnudado con una habilidad abrumadora; su satisfacción y orgullo aumentó con tus reacciones de sorpresa por lo que decides devolverle el susto con otra acción inesperada: te giras rápidamente hacia el agua, lo que lo hace perder el equilibrio y soltar un grito por lo bajo, tú le rodeas las cintura para evitar su caída, con tu cabeza le evitas la caída de agua en su cara aunque esta escurre por los costados de tu rostro, le guiñas y responde poniendo los ojos en blanco sin dejar de sonreír.

Te has ganado un golpe de su mano en tu pecho que, obviamente, no es doloroso; le permites incorporarse sin dejar de observar su cuerpo, esa figura tan memorizada de sus caderas, su espalda, su pecho, el cabello sobre el cuello. Tu mirada tan fija le provoca una risa antes de que rodeé tu cuello con sus brazos para empezar a besarte, el saludo que debía haber sido antes que cualquier otra cosa en parejas normales. Paseas tus manos por su espalda, te entretienes un poco siguiendo la forma de sus omóplatos hasta que bajas a lo largo de su espina a su trasero donde comprimes tus manos, sientes su salto de sorpresa. Sus brazos descienden para llevarlos bajo los tuyos, los dobla hasta posar sus manos en tus hombros y de ahí darse impulso para saltar y rodear tu cintura con sus piernas, dejas tus propias manos en el mismo lugar para darle apoyo entretanto tu lengua se enreda con la suya un par de veces, chupas sus labios y los enfrentas a los tuyos; intentas tomar un poco de aire pero te lo prohíbe cuando aferra suavemente sus dientes a tu labio inferior, no puedes evitar soltar una risa por lo rápido que la pasión y la obsesión se le sube a la cabeza, usas tu lengua para liberarte.

—Solías odiar que el agua se desperdiciara ¿tanto te cambió un día con tus padres? —provocas un gruñido, se ha separado arrojando su cabello hacia atrás para librar su frente.
—Estaba haciendo un esfuerzo por evitar pensar en eso —tomó el jabón y tu esponja de baño, te los da con un enojo fingido—. Interrumpes demasiado tarde, ya se te paró.

El verdadero baño da inicio, tardan veinte minutos lavándose el uno al otro, esta vez como una pareja aparentemente normal. Le das la espalda en lo que secas tu cuerpo y tu cabello, envuelves la parte inferior de tu cuerpo en la toalla y al girar notas que ya no está en la misma habitación aunque su ropa sigue en el mismo sitio, avanzas a la recámara intuyendo la forma en que estará esperándote. No te decepcionas.

Su cuerpo atraviesa horizontalmente la cama, se encuentra sobre su costado derecho con el brazo de ese lado doblado y sosteniendo su cabeza, el otro lo mueve invitándote a tomarlo de una buena vez. Cruzas los brazos sobre tu cuerpo, recargas la espalda en el marco de la puerta del baño y te dejas rogar un poco. Sabiendo que necesitará algo más llamativo para atraerte, pasea su mano libre sobre su pecho siguiendo las líneas naturales de este y apretando donde es posible; mueves tu cabeza de lado a lado para darle a entender que no es suficiente; lo piensa unos segundos, baja su mano hacia sus genitales donde dibuja figuras sin sentido con un dedo antes de empezar a complacerse. Permites que lo intente aunque conoces bien que nunca ha logrado llegar al clímax por su propia mano.

Dejas caer la toalla mientras caminas lentamente hacia su cuerpo, te recibe colocándose bocarriba abriendo las piernas y recogiéndolas un poco; ahora estás sobre su figura, tus muslos enmarcados por sus rodillas, tus manos al lado de sus brazos, tu rostro frente al suyo hasta que sus frentes se tocan.

—¿Has olvidado que tenemos que encontrarnos con ciertas personas en poco menos de una hora? —en esta ocasión no se enoja, sonríe con una ligera malicia alzando sus manos para posarlas en tus pectorales, su pulgar se restriega en tu pezón.
—No, pero ellos tampoco llegan temprano y lo sabes —como respuesta vuelves a sumirte en un beso apasionado, con tus labios abres los suyos, tu lengua se mueve en la parte interna de sus labios hasta que la otra la interrumpe para que se unan. Presionas con fuerza tus labios hasta que te separas, intenta seguirte pero ya estás más allá de su barbilla, le regalas suaves y cortos besos en su cuello hasta la clavícula donde usas la lengua para seguir la línea de esta parte; vuelves a descender besando, esta vez te diriges diagonalmente a la izquierda donde te detienes para succionar el pezón, dejas que tus labios abarquen todo el círculo de piel café y que tu lengua se ocupe de la elevación: lo rodeas, lo hundes, lo empujas de abajo hacia arriba y a los lados; su espalda se arquea con el placer, sus manos aprietan la colcha cada vez que vuelves a succionar para elevarlo. Repites por un tiempo similar las acciones en el pezón derecho, después bajas con besos hacia su ombligo donde haces que se estremezca al usar tu lengua en esa parte tan sensible.

Te alejas de su cuerpo por unos segundos, con la mirada te ruega que no te detengas y con las piernas te aprisiona; por tal acción llevas sus extremidades inferiores a tus hombros, bajas la cabeza y de nuevo pones a trabajar tu lengua, esta vez en su orificio; empiezas sólo en el exterior hasta que entras separando los bordes con delicadeza usando tus dedos, la introduces todo lo que puedes y mueves sintiendo, con satisfacción, como su cuerpo se estremece, los gemidos empiezan a salir de su boca y sus manos que han alcanzado tu cabello aunque sólo puede jalar un poco de las puntas en un torpe intento por contener todo el fuego que empieza a invadir su cuerpo.

Cuando crees que es suficiente te detienes, ves como intenta calmar su respiración; en medio de su éxtasis interrumpido señala su boca, extiende su dedo medio y lo lame para indicarte lo que quiere hacer antes de llegar al final de su momento. Conoces bien la forma en que le gusta hacer eso por lo que te posicionas encima de nuevo, tus rodillas ahora están a la altura de su cuello y tus manos a los lados de su cadera; con facilidad alza su cabeza un poco para alcanzar a meter la punta de tu miembro en su boca lo que te provoca el cosquilleo tan peculiar que siempre hace que tenses todos los músculos por unos cuantos segundos; pasada la sensación eres tú quien se suma a la versión oral de nuevo. Desde su primera vez siempre has disfrutado que sea tan sensible, que al menor roce de tu lengua detenga un poco la suya y que con el inicio de la succión su boca se separe de ti para poder contener el grito de placer, aunque inmediatamente vuelve a su parte; con desesperada pasión sorbía la punta, empujaba el resto al interior y volvía a cosquillear con su lengua una porción más completa; la sensación también te hace estremecer pero en menor grado, la locura no se lleva tu mente aún.

Frenan súbitamente. No esperas a que se recupere, vuelves a colocarte detrás, acercas la punta a su ano como una advertencia a lo que responde con una súplica de que lo introduzcas de una vez. Empujas con suavidad ya que, aunque no fuera la primera vez, la sensación de que la fosa era demasiado estrecha y de que le provocaba un dolor no placentero, nunca te abandonaba; llevas la mitad del glande dentro, ves como jadea y aprieta la colcha, ya arrugada, con sus manos, abre los ojos para guiñarte en señal de que des el último empuje. Inspiras profundamente, después arrojas tu cadera hacia adelante y sientes las paredes de su ano deshacerse de la restricción cuando tus muslos alcanzaron a estar a milímetros de sus glúteos. Arqueó la espalda de nuevo mientras gritaba tu nombre, te inclinaste todo lo que podías al mismo tiempo que hacía lo mismo para que ambos pudieran intercambiar unos nuevos besos; tú mente está completamente nublada, te gobierna el deseo de mantener tus labios contra los suyos, de que su lengua no deje a la tuya volver a la soledad en tu boca, sientes sus piernas atraparte con más fuerza igual que su esfínter lo hace con tu pene. Dejas que regrese su espalda a la cama, colocas tus manos en su cintura y empiezas a moverte de atrás a adelante, primero lento y después vas aumentando a velocidad como sus gritos aumentan en fuerza e insistencia por repetir tu nombre; es cuando vas aumentando el movimiento que puedes degustar con tu vista, admirar todas y cada una de las curvas que conforman el cuerpo que tanto amas, disfrutar del movimiento de su figura, la forma en que el gemido inicia en la base de su cuello y como sale en grito por su boca al lanzar la cabeza hacia atrás.

La fuerza en tus piernas empieza a decaer, tus jadeos se han mezclado con los suyos, tratas de sostenerte un poco más al hacer tu torso inclinarse hacia enfrente con las manos a los costados de su tórax, sus propias manos te han sentido y se aferran a tus muñecas tan fuerte como pueden. Sabes que es la última embestida, tomas un poco de más impulso, luego dejas que todo tu cuerpo vuelva a pegarse al suyo, con esto por fin te corres. Todo tu líquido lo sientes fluir en su interior, lo sientes llenarse y empujar tu miembro para ganarse el lugar que ocupa; la descarga te parece que no sólo fue de tu semen, sientes que la energía y adrenalina se fueron por el mismo medio. Te separas mientras cierra sus piernas, te tiras bocabajo a su lado; sus respiraciones son aún ruidosas y, aparentemente, insuficientes.

A pesar de que sientes la pesadez de cada movimiento, te arrastras para estar más cerca, rozas sus labios con delicadeza, juntas tu frente a la suya y le sonríes; se apoya en su costado para abrazarte, peinar tu cabello y relajarse contigo. Aquello que los quemaba por dentro fue apagándose lentamente, desde la fuente hasta su cabeza, y con eso regresó la razón.

—Tiempo récord —se estiraron para ver el reloj despertador, sólo habían pasado treinta minutos—. Sólo llegaremos unos minutos tarde, a menos que de verdad te hayas quedado sin energía.
—Nunca —tu fuerza volvió, te posaste encima una última vez, le robaste un rápido beso de los labios y te levantaste. Estiraste todos los músculos con las manos hacia el cielo, por fin pudiste ir por tu ropa—. Anda, ya vete a limpiar o ya sabes quién empezará a hacer sus caras —se levantó estirándose como gato y fue al baño donde tardó unos diez minutos en salir con la ropa que había llevado y el cabello peinado en la forma de siempre.


Ya que ambos estuvieron frescos y presentables, dejaron su casa para su reunión.

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Este tercer reto fue de hacer un relato erótico homosexual, en un inicio, pero por quejas de algunos participantes, el organizador accedió a que simplemente fuera erótico. Por esa confusión decidí hacerlo ambiguo (me costó como 15 revisiones asegurarme de que no se me fueran los géneros y aún dudo del resultado). Me siento orgulloso de lo que terminó siendo esto y de que mejoró mucho de mi primer intento, aunque no me sentí nada satisfecha con la pobre calificación y crítica que me dieron... ahí empecé a dejar de sentirme confiada con el concurso, lo verán en la siguiente y última entrega. Nos leemos.

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