Tercera entrega del concurso~
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La noche es clara, la luna
ilumina el marco de la ventana donde has decidido sentarte. El sitio donde
vives no está completamente invadido por las luces de la ciudad así que puedes
distinguir algunas de las constelaciones y es lo que mantiene ocupada tu mente
al tratar de alejar los pensamientos sobre la presencia que sabes que hace
falta en ese hogar. Después de siete meses de compartir el mismo techo, es la
primera vez en que se separan por más de unas horas; la ansiedad y la sensación
de incomodidad no dejan de parecerte estúpidas ante el silencio que siempre fue
un fiel compañero de tus días solitarios, justo como ese.
Un par o dos de automovilistas
nocturnos rompen el encanto por unos minutos, aparte de ellos, ya no hay más gente
en la calle puesto que es la hora en que sólo los más valientes pueden pasear
por las inseguras calles, fuera de eso no hay más ruido que el producido por el
segundero de uno de tus relojes y el leve roce de tu ropa al mover
inconscientemente tus manos para envolverlas en el calor en los bolsillos de tu
chamarra. El ligero frío en la noche te hizo recordar algunas de las ocasiones
en que fuiste guardián de quien ahora extrañas, esas tardes y casi noches en
que juntos caminaron sin dejar de platicar mientras se dirigían a su hogar;
había sido en uno de esos momentos cuando la decisión de vivir juntos tomó
forma y ambos la habían realizado sin demora. El simple pensamiento de su
rostro al escuchar la propuesta, su reacción al estar de acuerdo y lo rápido
que ambos consiguieron el lugar provocó en ti una sonrisa seguida de una corta
risa contenida; y como si hubiera sido una señal, tu celular abandonado sobre
la cama reaccionó a la llegada de un mensaje por lo que dejaste tu lugar de
meditación para encontrarte con una simple oración por parte de quien
esperabas: "si no dejas de pensar en mí, no dejo de pensar en ti así que
ya duérmete, mañana se acaba la restricción", tu mente al instante formula
la respuesta perfecta por lo que la envías sin dejar que la sonrisa se borre
hasta que cierras los ojos ya en la cama.
Tu siguiente mañana sigue siendo
tan solitaria como cuando la oscuridad gobernaba la ciudad, sabes que al medio
día volverá por lo que has decidido tomar un refrescante ducha después del
desayuno.
El agua cae sobre tu piel, el
vapor aún no es completamente evidente mas el agua es lo suficientemente cálida
para que te haga cerrar los ojos mientras te concentras en el sonido que las
gotas crean al golpear tu cráneo, te pierdes en la banalidad por unos minutos
que no te parecen largos ni mucho menos perdidos hasta que lo sientes. El
sonido que hizo fue mínimo, el viento del exterior apenas te alcanzaba cuando
sus brazos ya atravesaban por tus costados hasta detener las manos sobre tu
pecho; el tacto es frío y la acción inesperada, te sobresaltas en un inicio
pero tu mente es tan rápida como los ojos que de inmediato reconocen esas
pequeñas y delgadas manos unidas a las esculturales muñecas que disfrutas
acariciar y retener entre tus dedos más largos. Sientes su cuerpo, su piel
contra la tuya, siempre como un tacto familiar; su travesura había sido tan
perfecta y tú tan descuidado pues había entrado a la casa sin que te dieras
cuenta, se había desnudado con una habilidad abrumadora; su satisfacción y orgullo
aumentó con tus reacciones de sorpresa por lo que decides devolverle el susto
con otra acción inesperada: te giras rápidamente hacia el agua, lo que lo hace
perder el equilibrio y soltar un grito por lo bajo, tú le rodeas las cintura
para evitar su caída, con tu cabeza le evitas la caída de agua en su cara
aunque esta escurre por los costados de tu rostro, le guiñas y responde
poniendo los ojos en blanco sin dejar de sonreír.
Te has ganado un golpe de su mano
en tu pecho que, obviamente, no es doloroso; le permites incorporarse sin dejar
de observar su cuerpo, esa figura tan memorizada de sus caderas, su espalda, su
pecho, el cabello sobre el cuello. Tu mirada tan fija le provoca una risa antes
de que rodeé tu cuello con sus brazos para empezar a besarte, el saludo que
debía haber sido antes que cualquier otra cosa en parejas normales. Paseas tus
manos por su espalda, te entretienes un poco siguiendo la forma de sus
omóplatos hasta que bajas a lo largo de su espina a su trasero donde comprimes
tus manos, sientes su salto de sorpresa. Sus brazos descienden para llevarlos
bajo los tuyos, los dobla hasta posar sus manos en tus hombros y de ahí darse
impulso para saltar y rodear tu cintura con sus piernas, dejas tus propias
manos en el mismo lugar para darle apoyo entretanto tu lengua se enreda con la
suya un par de veces, chupas sus labios y los enfrentas a los tuyos; intentas
tomar un poco de aire pero te lo prohíbe cuando aferra suavemente sus dientes a
tu labio inferior, no puedes evitar soltar una risa por lo rápido que la pasión
y la obsesión se le sube a la cabeza, usas tu lengua para liberarte.
—Solías odiar que el agua se
desperdiciara ¿tanto te cambió un día con tus padres? —provocas un gruñido, se
ha separado arrojando su cabello hacia atrás para librar su frente.
—Estaba haciendo un esfuerzo por
evitar pensar en eso —tomó el jabón y tu esponja de baño, te los da con un
enojo fingido—. Interrumpes demasiado tarde, ya se te paró.
El verdadero baño da inicio,
tardan veinte minutos lavándose el uno al otro, esta vez como una pareja
aparentemente normal. Le das la espalda en lo que secas tu cuerpo y tu cabello,
envuelves la parte inferior de tu cuerpo en la toalla y al girar notas que ya
no está en la misma habitación aunque su ropa sigue en el mismo sitio, avanzas
a la recámara intuyendo la forma en que estará esperándote. No te decepcionas.
Su cuerpo atraviesa
horizontalmente la cama, se encuentra sobre su costado derecho con el brazo de
ese lado doblado y sosteniendo su cabeza, el otro lo mueve invitándote a
tomarlo de una buena vez. Cruzas los brazos sobre tu cuerpo, recargas la espalda
en el marco de la puerta del baño y te dejas rogar un poco. Sabiendo que
necesitará algo más llamativo para atraerte, pasea su mano libre sobre su pecho
siguiendo las líneas naturales de este y apretando donde es posible; mueves tu
cabeza de lado a lado para darle a entender que no es suficiente; lo piensa
unos segundos, baja su mano hacia sus genitales donde dibuja figuras sin
sentido con un dedo antes de empezar a complacerse. Permites que lo intente
aunque conoces bien que nunca ha logrado llegar al clímax por su propia mano.
Dejas caer la toalla mientras
caminas lentamente hacia su cuerpo, te recibe colocándose bocarriba abriendo
las piernas y recogiéndolas un poco; ahora estás sobre su figura, tus muslos
enmarcados por sus rodillas, tus manos al lado de sus brazos, tu rostro frente
al suyo hasta que sus frentes se tocan.
—¿Has olvidado que tenemos que
encontrarnos con ciertas personas en poco menos de una hora? —en esta ocasión
no se enoja, sonríe con una ligera malicia alzando sus manos para posarlas en
tus pectorales, su pulgar se restriega en tu pezón.
—No, pero ellos tampoco llegan
temprano y lo sabes —como respuesta vuelves a sumirte en un beso apasionado,
con tus labios abres los suyos, tu lengua se mueve en la parte interna de sus
labios hasta que la otra la interrumpe para que se unan. Presionas con fuerza
tus labios hasta que te separas, intenta seguirte pero ya estás más allá de su
barbilla, le regalas suaves y cortos besos en su cuello hasta la clavícula
donde usas la lengua para seguir la línea de esta parte; vuelves a descender
besando, esta vez te diriges diagonalmente a la izquierda donde te detienes
para succionar el pezón, dejas que tus labios abarquen todo el círculo de piel
café y que tu lengua se ocupe de la elevación: lo rodeas, lo hundes, lo empujas
de abajo hacia arriba y a los lados; su espalda se arquea con el placer, sus
manos aprietan la colcha cada vez que vuelves a succionar para elevarlo.
Repites por un tiempo similar las acciones en el pezón derecho, después bajas
con besos hacia su ombligo donde haces que se estremezca al usar tu lengua en
esa parte tan sensible.
Te alejas de su cuerpo por unos
segundos, con la mirada te ruega que no te detengas y con las piernas te
aprisiona; por tal acción llevas sus extremidades inferiores a tus hombros,
bajas la cabeza y de nuevo pones a
trabajar tu lengua, esta vez en su orificio; empiezas sólo en el exterior hasta
que entras separando los bordes con delicadeza usando tus dedos, la introduces
todo lo que puedes y mueves sintiendo, con satisfacción, como su cuerpo se
estremece, los gemidos empiezan a salir de su boca y sus manos que han alcanzado tu
cabello aunque sólo puede jalar un poco de las puntas en un torpe intento por
contener todo el fuego que empieza a invadir su cuerpo.
Cuando crees que es suficiente te
detienes, ves como intenta calmar su respiración; en medio de su éxtasis
interrumpido señala su boca, extiende su dedo medio y lo lame para indicarte lo
que quiere hacer antes de llegar al final de su momento. Conoces bien la forma en
que le gusta hacer eso por lo que te posicionas encima de nuevo, tus rodillas
ahora están a la altura de su cuello y tus manos a los lados de su cadera; con
facilidad alza su cabeza un poco para alcanzar a meter la punta de tu miembro
en su boca lo que te provoca el cosquilleo tan peculiar que siempre hace que
tenses todos los músculos por unos cuantos segundos; pasada la sensación eres
tú quien se suma a la versión oral de nuevo. Desde su primera vez siempre has
disfrutado que sea tan sensible, que al menor roce de tu lengua detenga un poco
la suya y que con el inicio de la succión su boca se separe de ti para poder
contener el grito de placer, aunque inmediatamente vuelve a su parte; con
desesperada pasión sorbía la punta, empujaba el resto al interior y volvía a
cosquillear con su lengua una porción más completa; la sensación también te
hace estremecer pero en menor grado, la locura no se lleva tu mente aún.
Frenan súbitamente. No esperas a
que se recupere, vuelves a colocarte detrás, acercas la punta a su ano como una
advertencia a lo que responde con una súplica de que lo introduzcas de una vez.
Empujas con suavidad ya que, aunque no fuera la primera vez, la sensación de
que la fosa era demasiado estrecha y de que le provocaba un dolor no
placentero, nunca te abandonaba; llevas la mitad del glande dentro, ves como
jadea y aprieta la colcha, ya arrugada, con sus manos, abre los ojos para
guiñarte en señal de que des el último empuje. Inspiras profundamente, después
arrojas tu cadera hacia adelante y sientes las paredes de su ano deshacerse de
la restricción cuando tus muslos alcanzaron a estar a milímetros de sus
glúteos. Arqueó la espalda de nuevo mientras gritaba tu nombre, te inclinaste
todo lo que podías al mismo tiempo que hacía lo mismo para que ambos pudieran
intercambiar unos nuevos besos; tú mente está completamente nublada, te
gobierna el deseo de mantener tus labios contra los suyos, de que su lengua no
deje a la tuya volver a la soledad en tu boca, sientes sus piernas atraparte
con más fuerza igual que su esfínter lo hace con tu pene. Dejas que regrese su
espalda a la cama, colocas tus manos en su cintura y empiezas a moverte de
atrás a adelante, primero lento y después vas aumentando a velocidad como sus
gritos aumentan en fuerza e insistencia por repetir tu nombre; es cuando vas
aumentando el movimiento que puedes degustar con tu vista, admirar todas y cada
una de las curvas que conforman el cuerpo que tanto amas, disfrutar del
movimiento de su figura, la forma en que el gemido inicia en la base de su
cuello y como sale en grito por su boca al lanzar la cabeza hacia atrás.
La fuerza en tus piernas empieza
a decaer, tus jadeos se han mezclado con los suyos, tratas de sostenerte un
poco más al hacer tu torso inclinarse hacia enfrente con las manos a los
costados de su tórax, sus propias manos te han sentido y se aferran a tus
muñecas tan fuerte como pueden. Sabes que es la última embestida, tomas un poco
de más impulso, luego dejas que todo tu cuerpo vuelva a pegarse al suyo, con
esto por fin te corres. Todo tu líquido lo sientes fluir en su interior, lo
sientes llenarse y empujar tu miembro para ganarse el lugar que ocupa; la
descarga te parece que no sólo fue de tu semen, sientes que la energía y
adrenalina se fueron por el mismo medio. Te separas mientras cierra sus piernas,
te tiras bocabajo a su lado; sus respiraciones son aún ruidosas y,
aparentemente, insuficientes.
A pesar de que sientes la pesadez
de cada movimiento, te arrastras para estar más cerca, rozas sus labios con
delicadeza, juntas tu frente a la suya y le sonríes; se apoya en su costado
para abrazarte, peinar tu cabello y relajarse contigo. Aquello que los quemaba
por dentro fue apagándose lentamente, desde la fuente hasta su cabeza, y con
eso regresó la razón.
—Tiempo récord —se estiraron para
ver el reloj despertador, sólo habían pasado treinta minutos—. Sólo llegaremos
unos minutos tarde, a menos que de verdad te hayas quedado sin energía.
—Nunca —tu fuerza volvió, te
posaste encima una última vez, le robaste un rápido beso de los labios y te
levantaste. Estiraste todos los músculos con las manos hacia el cielo, por fin
pudiste ir por tu ropa—. Anda, ya vete a limpiar o ya sabes quién empezará a
hacer sus caras —se levantó estirándose como gato y fue al baño donde tardó
unos diez minutos en salir con la ropa que había llevado y el cabello peinado
en la forma de siempre.
Ya que ambos estuvieron frescos y
presentables, dejaron su casa para su reunión.
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Este tercer reto fue de hacer un relato erótico homosexual, en un inicio, pero por quejas de algunos participantes, el organizador accedió a que simplemente fuera erótico. Por esa confusión decidí hacerlo ambiguo (me costó como 15 revisiones asegurarme de que no se me fueran los géneros y aún dudo del resultado). Me siento orgulloso de lo que terminó siendo esto y de que mejoró mucho de mi primer intento, aunque no me sentí nada satisfecha con la pobre calificación y crítica que me dieron... ahí empecé a dejar de sentirme confiada con el concurso, lo verán en la siguiente y última entrega. Nos leemos.
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