viernes, 10 de abril de 2015

Despeja

Lo había logrado casi toda la semana, había sido esa persona que a ellos tanto hacía feliz y quien les agradaba más que mi verdadero ser. Sin problemas mis mañanas habían sido de felicidad cíclica donde yo los hacía feliz y yo lo era al verlos sonreír; mas mi alma acababa exhausta y para la tarde y noche ya no quería más, darme por vencido era lo que mi cobardía y debilidad pedían pero resistí.

Bastó un momento a solas con mis pensamientos, mi alma y mi desconfianza para que mi verdadero yo, aquél que mantenía encerrado, lograra invadirme con sus sentimientos como si me inyectara veneno. No obstante tuve la fuerza suficiente para retenerlo y alejar el egoísmo.

Para el siguiente descuido nada fue suficiente, mi otro yo se apoderó por completo de mí haciendo que todo lo logrado se fuera a la basura con palabras y acciones. De alguna forma logré por un par de horas olvidarme de lo que había hecho y fingir que mi humor anterior regresaba.

Por eso es que ahora el arrepentimiento me embarga, el odio hacia todo mi ser me mantiene enroscado en mi cama con el corazón lleno de rencor. Como siempre, era una molestia así que esperé soñar.


La sacudida la despertó al igual que la constante mención de su nombre. Abrió los ojos para encontrarse con Emisya agitándola del hombro derecho para despertarla.

Había pasado tanto desde la última vez que había estado con ellos que dio un pequeño salto de sorpresa al encontrarse en aquella mansión abandonada que habían transformado en un acogedor espacio para reunirse y descansar de las penurias, las rutinas o para encontrar más momentos de alegría que unir a sus memorias.

No estaba segura de cómo o cuándo había regresado con ellos aunque no necesitaba una verdadera respuesta a eso pues ellos siempre estarían ahí en momentos como esos ya que a ella ese escape le servía igual.

—No vengo en tanto tiempo y cuando lo hago sólo duermo, lo siento —restregó sus ojos intentado parecer que únicamente deseaba deshacerse del sueño.
—¿Repetiremos esa conversación? —Lían la hizo sonreír de medio lado recordando las incontables disculpas que les daba cada que se reencontraba con todos ellos.
—Es cierto, además de que en estos días pasados has estado con nosotros de esa forma en que sólo tú puedes —Fania se llevó las manos detrás de la nuca mientras le sonreía como la niña que era.
—Aún así no ha sido con todos
—¿Y? —Lana se cruzó de brazos recargada cerca de la ventana— Cada que sacas esa porción de sonrisas, nos ves, nos recuerdas y nos piensas ¿me equivoco?

La chica no pudo discutir, sabía bien la tranquilidad que le proporcionaba verlos, recordar sus nombres, sus historias, sus desgracias y sus más grandes alegrías. No había nada que la hiciera sentir más viva que la posibilidad de que alguien más los conociera, que alguien más fuera capaz de ver lo especiales que todos ellos eran. Y aún con eso, aún teniéndolos frente sentía esa fuerte opresión en su interior junto a la intranquilidad; se encogió en el sillón subiendo los pies a este para abrazar sus rodillas.

—¿Por qué soy así? ¿Por qué no puedo callarme todo y seguir siendo la estúpida persona que ellos prefieren? —escondió su cara entre sus brazos— ¿Por qué no dejo de dañar a aquellos que más se me acercan?
—Para alguien que ha mentido toda su vida, es difícil que sea capaz de encontrar la verdad en los demás —Ansel se sentó a su lado derecho llevando su mano al brazo de ella—. Alguien que ha permanecido tanto con la soledad sólo sabe despertarse en ella, cubrirse con ella e impedir que nadie más que ella se acerque.
—Es por ello que ella nos ha hecho dudar de los otros, de si están con nosotros sinceramente o si lo hacen por lástima o compromiso —Alicia se sentó a su izquierda colocando su mano en el hombro de la chica que comenzaba a llorar. Con ellos podía dejar de actuar, se convertía en una persona sensible, consciente de sus propios errores y defectos, no tenía miedo de que supieran que no era tan fuerte como le gustaba aparentar así que no le preocupó que 100 pares de ojos la vieran llorar.
—Esa desconfianza nos obliga a poner a prueba a quienes juran amarnos, con problemas estúpidos al mismo tiempo que tememos que se cansen y nos dejen— Ryotarou no la veía pero apretaba sus puños dentro de las bolsas de su sudadera.
—¿Cuánto más nos soportarán? ¿Por qué cada pequeño cambio significa para nosotros tanto? ¿Por qué los queremos lejos y al mismo tiempo cerca? —Daisuke abrazó a Yumi quien le sonrió con ternura por el dolor que mirada demostraba.
—El destino es acabar solos, al menos para mí lo creo —se secó el rostro en sus mangas.
—¿Qué tan sola? No te olvides que nosotros estaremos contigo hasta en la última respiración —Yuuto la observaba desde donde Ryotarou se encontraba.
—Gracias por ser mi ancla a la vida y por ser quienes me entienden sin palabras.


Para cuando desperté el dolor seguía aunque el sueño hubiera durado tanto, sabía bien que repetiría una y otra vez mis errores por lo que mis temores no cambiarían nunca. O bien merezco la soledad completa o la muerte; sólo con esas soluciones sería capaz de dejar de herirlos, de molestarlos, de ser inútil. De todas formas, si no confían en mí, si no esperan nada de mí, si no me necesitan ¿para qué sigo aquí?

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