martes, 16 de junio de 2020

La muerte no juzga

La muerte está en todos lados, todo el tiempo. Para muchos es una palabra, un estado, para otros es una deidad, unos más la encuentran inefable e innegable, y unos pocos fascinante o añorada. Sin embargo, la muerte no discrimina, no decide, no salva.

En sus ropas, sus dedos, sus lámparas, o lo que fuera que la gente la imaginaba, se lleva las almas de cada ser vivo que puebla la Tierra. De las hormigas que los humanos pisaron sin notar, de los árboles que talaron para las nuevas construcciones, del perro que mataron a golpes, del gato que murió en los brazos de quien lo cuidaba, del ratón envenenado, del insecto que se estrelló en el parabrisas, de la presa del cazador, de la planta hidratada en exceso, de la elefante alimentada con fuego, de las plantas cultivadas, de los animales hechos alimento.

Sin juzgar, se lleva el alma del desafortunado asesinado por el policía ciego de poder, de la mujer que sin culpa fue asesinada por aquel que creía ser dominante, del niño que siguió al hombre por un juguete o un dulce ofrecido, de la niña que su acto de bondad e inocencia fue visto como un crimen que le costó la vida. Del hombre del que su oprimida esposa tuvo que defenderse, de la mujer que engañaba jóvenes con promesas y dinero, del ladrón que despojó a alguien de todo lo que tenía para vivir, de la que envenenó a otros para obtener lo que quería.

Sin culpa, ni gracia, ni decisión propia se lleva el alma de la joven artista que con sus estrellas iluminó a muchos, mas no pudo vencer al cáncer; del hombre amado y trabajador cuya vida se fue apagando como una veladora; de los jóvenes que no logran entender lo que pasa con ellos, los que no logran encontrar esperanza en el mañana y por su propia mano le entregan su alma. De aquellos que sin culpa o con razón se expusieron a la enfermedad que está matando a muchos; de aquellos que dejan familias devastadas e incompletas, de aquellos que se van sin desearlo y sin miedo.

La muerte se lleva las almas de los que suplican no ver un día más, de los que lloran por tener una noche más, de los que tienen miedo, de los que no lo tienen, de los pobres, de los ricos, de los que están solos y de los que no, de los más corruptos y de los más puros, de los que no sabían que tenían alma, de los que querían salvarla. De los que creen en un Dios, de los que creen en miles, de los que no creen en ninguno. De los que estudian, de los que no saben nada, de los que piensan y de los que se niegan a hacerlo. De los que creen en ella y de los que no. 

La muerte es justa, la muerte es segura, la muerte no descansa.

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