Nuestra
reunión fue increíble y maravillosa, aunque habría sido perfecta si Iván
también hubiera estado con nosotros. A primera vista el cambio fue evidente, ya
no éramos esos chicos de dieciséis años que se conocieron por casualidad, no
éramos esos jóvenes de dieciocho que aún soñaban con el día que tomaríamos
clases juntos de nuevo, y poco quedaba de los que fuimos cuando dejamos de
vernos, casi a los veinte.
Marco
ya no usaba el cabello largo y rebelde aunque su corte no le restaba lo guapo
que siempre fue, Tom se había dejado una barba bien delineada que le daba una
personalidad más masculina y adulta que resaltaba muy bien su atractivo, Lila
lucía hermosa con la forma en que arreglaba su cabello y se maquillaba, Cristal
se había dejado crecer el cabello y ahora se veía más como una mujer adulta,
aún más bella. Yo ahora vestía más femenina y usaba lentes de contacto porque
me había convencido a mí misma de que así lucía mejor. Quien parecía llevar los
lentes ahora era Iván, aunque por la ausencia de fotos recientes no sabíamos si
aún los llevaba.
Hablamos
sobre más gente que conocimos, sobre cómo nos había ido en la escuela después
de que dejamos de hablarnos, de los últimos meses de clases, de la titulación (fue
una sorpresa saber que Marco fue el primero en obtener su título e Iván el
segundo), sobre nuestro servicio social, los primeros trabajos, los primeros
jefes y lo que ahora hacíamos.
Cuando
Lila preguntó por nuestros padres, todos decidimos que hablaríamos de eso
cuando estuviera Iván pues era un tema que considerábamos como nuestro secreto.
Yo no le había contado a nadie más de la misma forma en que lo hice con ellos,
y ellos aseguraron haber hecho lo mismo.
Comimos
tarde por seguir hablando, por eso a las seis y media a penas estábamos
recogiendo y decidiendo si iríamos a la casa de Marco o ya nos despediríamos,
sin embargo Cristal nos convenció al recordarnos los tiempos en que dormíamos
hasta tarde por estar jugando juntos o platicando en el chat. Lila contraatacó diciendo
que ya no éramos tan jóvenes para pasar tiempo sin dormir bien, lo que nos hizo
reír a todos por el pesimismo que extrañábamos de ella. Al final aceptó
llevarnos.
Bebimos
algunas cervezas en su casa, seguimos hablando de lo nuevo y lo viejo, cuando tratamos
de hablar de nuevo con Iván, su teléfono ya no conectó así que no insistimos. Terminamos
yendo a nuestros hogares a las doce de la noche, algunos tomamos los últimos
viajes de nuestros transportes.
Y
aunque llegué a la una a mi casa, los mensajes que nunca se detuvieron me
hicieron dormir hasta las cuatro cuando Tomás aceptó que ya era suficiente
muestra de nuestra vitalidad para un día y que tendríamos cosas que hacer al
siguiente.
Luego
de ese reencuentro no dejamos de hablar, me encontré en cada momento libre
leyendo sus mensajes y respondiendo, las mañanas eran cuando menos mensajes
intercambiábamos, y en la noche cuando más nos conectábamos todos.
Pasamos
dos semanas enfrascados en las opciones para la siguiente vez que nos veríamos,
ya teníamos día para apartar, sin embargo aún nos debatíamos si iríamos solos o
llevaríamos a la pareja o amigo cercano. Pensábamos en ir a un punto turístico
a descansar o a un parque acuático a disfrutar del día.
Esa
noche hablábamos de un sitio medianamente popular en el que había deportes
extremos y una vista natural impresionante, cuando Cristal nos detuvo diciendo:
—¿No creen que ya fue mucho sin saber de Iván? O al menos a mí no me ha
respondido mis mensajes.
—Ahora
que lo dices… a mí tampoco.
Con
la respuesta de Tomás, salí del chat con ellos para mandarle mensajes a Iván.
La última vez que lo había hecho fue una semana atrás para preguntarle sobre su
mamá, siendo que nunca recibí respuesta sin que lo hubiese notado. Llamé sólo
una vez pensando que el resto podía estar haciendo lo mismo, la monótona voz
del teléfono me respondió lo mismo que en mi último intento: el número estaba
fuera del área de servicio.
—O
ya no quiere hablarnos o algo ha pasado —les escribí al terminar mis intentos.
—No
podría ser ¿o sí? —El comentario de Marco se quedó entre nosotros por unos
largos minutos hasta que Tom volvió a responder.
—Trataré
de contactarlo, alguna explicación lógica debe haber como que se haya ido de
viaje de trabajo o familiar. No se preocupen ya lo traeré de regreso.
Hasta
ese momento no me había sentido tan nerviosa, muchos pensamientos negativos llenaron
mi mente sobre lo que podría ser la causa, por eso me concentré de más en mi
trabajo para evitarlos, lo cual notaron mis compañeros. Cuando pensé en hablar
con mi novio recordé que él me había pedido tiempo para pensar en lo siguiente
de nuestra relación, sabiendo que debía dejarlo solo con sus pensamientos o lo
que fuera que hiciera, le hablé a mi amiga sobre lo que pasaba, ella me
tranquilizó dándome opiniones más positivas.
Dos
días faltaban para que la tercera semana se terminara desde que nos vimos,
cuando Tom nos pidió acompañarlo a la casa de Iván pues no había logrado
contactarlo por ningún medio y ya se sentía tan nervioso como nosotros. Sabía
que no sería fácil, pero nos pidió vernos al siguiente día en la tarde para ir
a esa visita de emergencia.
Fui
yo quien llevó el auto en esta ocasión; la suerte parecía no estar en contra de
nosotros pues los cinco pudimos tomar el resto de la tarde. El coche quedó en
silencio al final de nuestros rápidos saludos, sólo unos segundos tardó Tom en
contarnos las llamadas que le había hecho a su amigo y los mensajes no
respondidos.
Tardamos
hora y media en llegar. Iván vivía en un conjunto habitacional bastante grande,
había casas cuádruples, dobles y edificios que tenían desde tres pisos hasta
cinco. El centro era donde habían acomodado los departamentos, en la parte más
externa estaban las casas cuádruples y al fondo las dobles, en una de esas
vivía quien buscábamos.
Todo
ahí estaba hecho de ladrillos rojos y concreto, rejas delgadas de malla
ciclónica separaban los edificios de las casas, aunque la mayoría estaba rota o
chueca. Eran los jardines de las casas las que estaban mejor cuidados y
adornados, aunque a veces nada más la mitad lo estaba. Cada casa y edificio
estaba marcado por una gran letra metálica ya oxidada, el orden parecía ir de
alrededor hacia el centro y de dos en dos casas.
La
de Iván era la H-02, vivía en la parte de arriba así que estacionamos el coche
frente al que era su mitad de estacionamiento y, después de un intercambio de
miradas, subimos las escaleras hacia su puerta donde llamamos dos veces con el
timbre.
El
que no estuviera el coche de su familia nos hizo temer que nadie se encontrara
en la casa, además sentíamos algo diferente en el lugar pues las plantas y el
pasto ya no estaban tan bien cuidadas, al papá de Iván le gustaba relajarse
como jardinero en su propia casa, además de que las siempre variadas y bonitas
cortinas de su casa eran ahora simples pedazos de tela de color uniforme, nada
parecía quedar de aquellas cortinas de las que su mamá se sentía orgullosa.
Tocamos
un par de veces más con el timbre y los nudillos, sin embargo nadie respondió.
O no había nadie o Iván se había mudado con su familia sin que a nosotros nos
hubiera dicho.
—Preguntémosle
a su vecina de abajo —sugirió Cristal, se había detenido antes de empezar a
bajar las escaleras, todos supimos que su vecina se encontraba en casa por el
movimiento de cortinas que hubo cuando esta se asomó al escucharnos llegar—.
Recuerdo que Iván dijo que no se llevaban mal con ella, sólo la saludaban con
cortesía y ya… tal vez sepa algo.
Sin
mucha convicción en lo último que dijo, los cinco aceptamos su idea porque no
teníamos nada más, así que nos detuvimos frente a la puerta de ella y tocamos con
tanta amabilidad como se podía.
La
señora era una mujer de más de cincuenta años, su cabello estaba pintado en
color castaño oscuro para ocultar sus canas, supuse; el maquillaje era sencillo
al igual que su peinado y sus ropas. Parecía estar sola.
—Disculpe
la molestia, venimos a buscar a Iván —La mujer mantuvo su mirada molesta y
crítica sobre Cristal mientras hablaba, parecía que entendía poco de lo que le preguntaba—.
¿Hijo de sus vecinos de arriba?
—No
sé de quién me hablan. —Estuvo por cerrarnos la puerta en la cara hasta que
Marco intervino.
—Su
madre se llama Edith y su padre Francisco, tienen un hijo que se llama Iván y
una hija menor que se llama Beatriz. —Trató de sonreír con amabilidad, nosotros
nos alegramos de la excelente memoria que tenía, con la que pudo guardar los
nombres de la familia de nuestro amigo.
—Se
fueron hace años, no sé cuántos —La mujer mostró indiferencia—. O llegaron
tarde o les dieron mal la dirección, pero yo no sé nada de ellos después de que
se fueron.
Sin querer
hablar más con nosotros, cerró la puerta. De nuevo nos vimos los unos a los
otros con la pesadez de la derrota y el nerviosismo, caminamos hacia el coche
aún en silencio sin entrar aunque ya había abierto los seguros. Ninguno de
nosotros quería darse por vencido aunque el enterarnos de esa forma que él
había cambiado de dirección nos dio un fuerte golpe.
—No
lo dejaremos así. —Como siempre, Lila tomó la iniciativa para liderarnos— Val,
tú fuiste quien más hablaba con Samantha, trata de contactarla y pedirle
información pero no la alarmes. —Asentí sacando mi celular al instante, aún buscando
Sam entre mis amigos, escuché las demás órdenes—. Tom, habla con los demás
amigos que tuvieron en la prepa u otros amigos que hayas conocido bien de su
carrera, tal vez sepan algo que tú no aunque parece imposible. —Él tampoco
tardó en sacar su teléfono y realizar lo pedido—. Nosotros revisaremos las
demás redes que tiene para sacar alguna información sobre otras personas que
conozca bien o del lugar donde haya estado. Vamos a comer mientras.
—¿Quién
maneja? Yo debo textear —Todos se hicieron los desentendidos hasta que Cristal
puso los ojos en blanco y tomó las llaves, después todos subimos a devolver el
silencio aunque este ya no era tan pesimista.
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