Después
de todos esos años separados sabía que el lazo que creamos se mantendría.
Escucharlos a través de teléfono me lo confirmó, se escuchaban felices de
verdad, tal y como muchas veces lo estuvimos antes de que nuestras carreras nos
separaran. Muy en mi interior sentí la añoranza por ese tiempo, la alegría que
esos días me dieron y la calidez que siempre sentí al estar junto a ellos.
Un
llamado me hizo despedirme de ellos, tenía tan pocas ganas de dejar de escucharlos,
tal cual ellos me lo demostraron; sin embargo tenía cosas que hacer y ellos lo
comprendían.
Llevé
lo que me pidieron y después regresé a mi lugar a seguir tecleando en mi
celular. Como lo hacía todas las veces en que tenía tiempo libre. Pocos sabían
de mi pasatiempo y esos cinco eran de esos pocos.
Me
gustaba escribir, había empezado a hacerlo hace más de diez años porque parecía
entretenido y porque no era difícil hacerlo. Había leído tantos libros que la
inspiración no me faltaba ni el conocimiento de reglas básicas de narración,
aunque mis primeros logros no fueron nada perfectos. Sólo gracias al tiempo y que
nunca me detuve, hoy mi escritura no es tan mala.
Creaba
historias con cierta facilidad, incluso mientras escribía una, iba formando la
idea de otra, lo que provocó que dejara muchas incompletas. Los temas variaban
o, si se repetían, los manejaba de manera diferente. Me sentía orgulloso de lo
que hacía aunque no tenía la confianza para enseñarle a cualquiera lo que
creaba, había historias que ni Tom había leído, y él siempre fue quien más
interés mostró en lo que hacía.
Por
eso mientras esperaba me entretuve escribiendo esta historia que tenía tiempo
en mi mente.
“Aún en los días más
tormentosos uno puede encontrar refugio. Sea un refugio construido con la familia,
con los amigos o de uno mismo; siempre ayuda a olvidar por un rato la lluvia
hasta que esta pase o antes de salir a ella.
Al inicio, estando en
este refugio solo, no sabía que estaba lloviendo; no lo escuchaba ni lo veía,
sólo me concentraba en lo que me divertía y distraía. Leer y escribir fueron
parte de lo que me ayudó a pasar el tiempo bajo ese refugio, así nunca me
molestó estar ahí solo. Aunque estar con mi familia también me agradaba.
Unos cuantos años
después comencé a sentir algunas gotas, ya se veía un poco nublado, sin embargo
no me importó porque estaba en mi refugio y no necesitaba estar afuera, no me
importaba que lloviera porque terminaría pasando, sabía que todas las tormentas
acababan en algún momento.
Y entonces lo noté.
Por momentos sólo llovía, en otros granizaba o la tormenta eléctrica cimbraba
todo alrededor. Me confundí mucho por el repentino inicio, me encerré aún más
en mi refugio y corrí a otros con las nuevas personas que conocí, o con las que
ya conocía.
Pasar de un refugio a
otro me empapaba, incluso estar en mi refugio solitario no siempre me dejaba
seco pues el viento provocaba que ese techo sin paredes no me protegiera por completo.
Mis tenis, calcetines y pies siempre se mantenían mojados, aun cuando el sol
parecía estar saliendo o me creía seco junto a ellos.
Por tiempo y otras
razones pasé periodos más largos en mi propio refugio, ahí solía olvidar de
nuevo la lluvia hasta que esta parecía enfurecerse, se convertía en una
tormenta que volvía a mojarme y tardaba mucho en secar. Sentía que el sol ya no
saldría más, así que seguía escribiendo como si de esa forma pudiera crear un
escape a toda el agua que se acumulaba, lo sentía útil.
¿Quién necesitaba
ayuda? Sólo era una tormenta, agua, truenos y viento. En algún momento
terminaría, no me hacía daño ni me molestaba de verdad. Pedirla sería demostrar
que era débil o que quería llamar la atención, me dirían que sólo era un mal
día y que me alegrara. No serviría de nada así que seguí por mi cuenta.
Un día de lluvia, sin
que esta estuviera tan fuerte, me di cuenta que quería correr bajo ella y
llegar a esa zona que desde mi refugio solitario parecía ser el mejor lugar sin
lluvia, sólo veía que ahí el cielo no estaba tan oscuro y había una salida. Me
di cuenta que quería estar ahí desde hace tiempo, que mis ojos habían estado
fijos en ese lugar, que mi corazón dolía cada que pensaba en ese escape.
Por eso cuando la
tormenta se hizo terriblemente fuerte, salí corriendo hacia ese lugar, sabía
que sólo ahí podría terminar todo el mal clima. Sabía que de ese lado no habría
más de esa agua y que todo volvería al silencio. Sin embargo me detuve a mitad
del camino y regresé al refugio de mi familia y por fin pedí ayuda.
Llegué a ver el sol
de nuevo, creí que todo volvería a estar bien pero las nubes nunca se fueron.
No tardaron en volver a oscurecer todo a mi alrededor tan súbitamente como
cuando me di cuenta de que estaba lloviendo. Esta vez ya no quiero ayuda,
pedirla sólo empeora el tiempo y duele.
La salida es la única
opción.”
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