Sinceramente
tuve mucho miedo al final del tercer año de preparatoria, no quería perder a
esos cinco amigos que gané tan tarde. Si Valeria no iniciaba las
conversaciones, yo lo hacía. Quería hablar con ellos, quería saber de ellos
para que la distancia entre nosotros no se hiciera mayor de lo que ya era. Me
aferré a la idea de Tom sobre las vacaciones interminables, era lo mejor.
Me
había decidido por arquitectura, el temor que sentí por mi poca suerte en las
matemáticas fue fácilmente disipado por ellos al decirme que podría con ellas,
que no serían tan complicadas como las derivadas y las ecuaciones. Y tenían
razón, no tardé ni medio semestre en acostumbrarme a ellas y a usar los métodos
que Lila me había enseñado antes.
Así
como el tiempo avanzó, la distancia entre nosotros creció. Todos conocimos más gente,
por lo menos una vez todos tuvimos pareja, las salidas entre los que estábamos
en la zona central disminuyeron por diferencias en los horarios y porque
queríamos irnos con los nuevos amigos, aunque de vez en cuando sí nos veíamos,
excepto Lila quien fue encerrándose de nuevo en sus estudios.
Para
el cuarto semestre, las salidas de cada semestre fueron incompletas, algunos no
lograban hacerse tiempo, otros se enfermaban el día, unos ya tenían compromisos.
Quisiera decir que no fue sencilla la separación, sin embargo lo fue. Sin que
necesitáramos hablarlo o detenerlo, dejamos de contactarnos tan seguido,
decíamos que así tendríamos mucho más que platicar cuando nos viéramos, y en
parte era cierto.
A veces
sólo éramos dos de los seis, cuando había suerte llegábamos a cuatro, sólo un
día a cinco. Ya no jugábamos aquel juego de computadora que tanto nos obsesionó
a todos, después de que decidiéramos subir diez niveles cada mes y cuando
tuviéramos tiempo, aunque no nos encontráramos hasta fin de mes para hacer
misiones.
En
las redes sociales era donde nos poníamos al tanto de lo que pasaba en nuestras
vidas, en lugar de hablarlo, y a pesar de que Lila e Iván eran los que menos
actualizaban estas. Ahí veíamos, o al menos yo, las salidas que celebraban con
sus amigos, algunos de sus logros o de sus relaciones amorosas. Aunque dejé de
checarlos hacia el inicio de mi séptimo semestre.
Y a
finales de ese semestre fue que logré que Lila y Valeria aceptaran, y pudieran,
salir un sábado conmigo. Fuimos a un parque, no quería gastar tiempo caminando
sin prestar atención a los aparadores de algún centro comercial ni ver una
película sin poder hablar con ellas. Tampoco lo hice para saber si ellas también
sentían tristeza por nuestra distancia, sólo quería estar con ellas y saber un
poco de cómo les iba.
Lila
nos contó de su novio, de cómo sería un chico aburrido para nosotras porque
juntos sólo estudiaban y pocas veces se ponían románticos, pocas veces salían
en citas y aún así se querían mucho y se entendían. Nunca comprendería su
relación pues Lila era una chica realmente intelectual, lo contrario a mí, pero
me sentía feliz por ella, porque había cambiado mucho de la chica seria y
simple que había sido cuando nos conocimos en aquel viejo trabajo.
Por
otra parte Valeria nos habló de su novia, ella nos había dicho desde la
preparatoria que se consideraba bisexual, por eso en la universidad ya había
tenido un novio y una novia, esta era la tercera y sentía que era más real que
los otros dos. Era sencillo aceptar su forma de amar, siempre había sido muy
liberal y abierta, sabía que en el fondo era una persona casi tan romántica
como yo, aunque le gustara negarlo. Además al inicio se había negado a las
relaciones con chicas de su carrera por el estigma social que había sobre la
falta de feminidad en las que estudiaban mecatrónica, había querido negarse a
eso vistiendo mejor y maquillándose, además de que su novia era de otra carrera.
Nos
contó que al final esta nueva novia la había convencido, después de algunos
largos intentos, en desmentir lo que se decía pues ella era tan delicada como
yo, así me dijo Valeria. En sus fotos de veían felices juntas, se divertían y
Vale estaba orgullosa de ella por lo mucho que nos contó de sus logros.
Y yo,
que salía con el que era mi segundo novio de la carrera; con él ya había
cumplido dos años y queríamos estar más tiempo juntos, teníamos un relación
típica heterosexual donde él era un caballero y yo una chica amorosa. Pensé que
a los ojos de ellas, mi relación les parecería aburrida, no obstante me
hicieron muchas preguntas sobre él y se preocuparon de que me tratara bien. Me
sentí tan afortunada por tenerlas y casi lloré al extrañar los viejos tiempos.
Finalmente
hablamos de lo que sabíamos de las últimas parejas de los tres chicos. Marco ya
había tenido poco más de cuatro novias, lo que era normal pues siempre se
llevaba bien con las chicas y, aunque aún le gustaban las fiestas y la bebida,
se había cuidado para no dejar a nadie embarazada y terminar su carrera. Tom se
había declarado gay desde el final de nuestro tercer año aunque hasta el tercer
semestre tuvo su primer novio, después de ese fueron dos más que lo dejaron
medio decepcionado y enojado, por mucho tiempo me divertí escuchándolo hasta
que dejó de llamarme.
Iván…
tuvo una novia que todos amamos, nos caía muy bien por su forma sencilla y
simpática de ser. La conocimos un día en que todos fuimos a verlo a su casa
porque se había enfermado de apendicitis, había tenido una cirugía de la que se
recuperó en pocos días; ambos se veían bien juntos y ella publicaba cosas de
los dos porque él no lo hacía, y fue por ella que nos enteramos que terminaron
aunque no supimos el por qué. Después de eso nos perdimos de su vida amorosa.
Hoy
ya son casi ocho años desde que terminamos la preparatoria, ya tengo los
veinticinco años cumplidos y he estado trabajando como titulada desde hace poco
más de dos años. Por un evento en la oficina terminé saliendo más temprano así
que me detuve en un café a distraerme un poco con dos compañeros del trabajo,
una era unos años mayor que yo y el otro más joven, hacíamos equipo en el
proyecto que nos habían asignado y, por suerte, no nos llevábamos mal.
Hablamos
un poco de cosas sin mucha importancia hasta que cada uno nos distrajimos en
nuestros celulares. Paseaba por las redes sociales cuando me encontré una foto
de Tom reuniéndose con algunos amigos de su carrera. No estoy segura de cuándo
era la primer memoria que llegó a mi mente al verlo, pues noté enormes cambios
en él como lo era su mirada madura, su estilo de vestir más serio e, incluso,
se había dejado barba después de siempre jurar que no lo haría.
Una
punzada de dolor atravesó mi corazón, él había cambiado durante ese tiempo y
hasta ese momento yo lo sabía. La última vez que había hablado con él fue a un
semestre de que él terminara su carrera, me había dicho lo indeciso que se
sentía respecto a la especialidad que tomaría pero ya no me había enterado de
su decisión hasta que paseé entre sus publicaciones hasta ver que trabajaba en un
refugio de animales decomisados.
Tal
y como a mí me había sucedido, no tenía alguna fotografía o publicación con los
otros cuatro, por esa razón fui buscando uno a uno. La última foto de Lila era
con su novio, el mismo de los últimos años; en cada retrato, de los pocos que
tenían, se veían felices a su manera. Marco fue el siguiente, de nuevo estaba
acompañado de una chica que no conocía, aunque no parecían tanto una pareja;
siempre salía con traje, sólo en un par estaba en ropa casual bebiendo con
amigos.
Valeria
se veía con amigos, tenía fotos de competiciones fuera del país con los
aparatos que, la última vez le había contado, creaba junto a su equipo de
investigación; se centraban en prótesis más que en tecnología que facilitara la
flojera humana (esas palabras usó). Sólo con Iván fue una búsqueda sin
resultados importantes, la última vez que había escrito o enseñado algo
personal era de cuatro años atrás sobre un viaje con sus compañeros de escuela,
la última cosa que había compartido fue hace siete meses. Él siempre
descuidando esa red social que tanto odiaba.
Mis
compañeros del trabajo ya estaban de nuevo hablando, era algo sobre salir el
viernes o el fin de semana, no les presté mucha atención pues me dediqué a
crear un evento para nosotros seis. Deseaba verlos, estaba realmente motivada y
emocionada a pesar de la vocecilla miedosa que me susurraba mis inseguridades.
¿Y si ellos ya no querían nada con el resto? ¿Y si ya no me recordaban? ¿Qué
tal si ya ni viven en el país?
Sólo
tenía una forma de encontrar la respuesta a eso y fue invitándolos con un
simple mensaje: Hay que recordar los
viejos tiempos, les ruego que hagan todo lo posible porque el domingo, dentro
de un mes, estén libres para vernos, los seis. Podemos ir planeando a dónde y
cómo después, mientras sólo dejen apartado e intocable ese día. Por favor.
Ya
que lo había publicado me di cuenta que sonaba medio desesperada en ese
mensaje, pensé en modificarlo, mas decidí no hacerlo porque era como me sentía.
Las
respuestas de Valeria, Marco y Tomás no tardaron nada en llegar, si acaso fueron
diez minutos en que mi mensaje estuvo sin ser visto. Los tres se mostraron
interesados y emocionados, lo que me levantó los ánimos aún más. Por educación tuve
que despedirme de mis dos compañeros para ir a responderles y planear sin
ignorar a nadie, lo hice durante el trayecto al trabajo de mi novio que saldría
más tarde.
Hablamos
sobre los lugares que conocíamos y las cosas que podíamos hacer, muchas fueron
sugerencias bien recibidas para ese domingo que planeábamos, otras se quedaron
como opciones para futuros encuentros. La primer duda fue de Tom sobre si
podríamos llevar a alguien más, a lo que respondimos que ese día no pero que en
uno siguiente sí lo podríamos hacer más grande.
Lila
respondió en la noche, dio otras sugerencias y nos dijo que haría todo lo
posible para tomar el día pues ella sí trabajaba en domingo. Iván nos respondió
en la tarde del siguiente día, sólo dejó dicho que iría a donde decidiéramos.
Deseé
tanto porque el mes se pasara volando que sentí que sucedió como tal. Ya
faltaba una semana cuando se decidió terminantemente que iríamos de picnic a un
bosque a las afueras de la ciudad, ahí podríamos hablar tanto como quisiéramos
sin que otros ruidos o distracciones nos detuvieran. Después de ahí dejamos
pendiente si iríamos a la casa de Marco o si lo dejaríamos para otra ocasión
puesto que él estaba emocionado por enseñarnos la casa que había comenzado a
rentar hace cuatro años y la que estaba a poco de comprar.
La
noche anterior a vernos no podía dormir, me sentía emocionada y tan feliz que hasta
mi novio estaba feliz por mí, no se quejó de que no parara de hablar de mi
salida ni de los planes a futuro que estábamos ya haciendo. Él sabía lo mucho
que esos chicos habían significado para mí así que tampoco podía esperar para
conocerlos.
En
la mañana, cuando estaba por llegar al punto de reunión, un solitario mensaje
nos llegó a todos: Lo siento, mi mamá se cayó
hoy y debo llevarla al hospital, no podré ir con ustedes. La disculpa era
de Iván.
Notamos
que nos había enviado lo mismo cuando acabaron los abrazos, los gritos de
emoción y las risas. Nos desanimó un poco saber que no estaríamos todos, pero
comprendíamos que era un imprevisto real.
Lo
llamamos ya estando en un mismo auto, el de Lila, lo sorprendimos al hablarle
todos juntos y le deseamos lo mejor para su mamá. No pudimos tener una
conversación muy larga porque sonaba ocupado, sin embargo lo sentimos feliz al
escucharnos.
Tendríamos
que disfrutar el día sin él, así nos lo pidió.
I knew it!
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