miércoles, 22 de noviembre de 2017

Cristal

Sinceramente tuve mucho miedo al final del tercer año de preparatoria, no quería perder a esos cinco amigos que gané tan tarde. Si Valeria no iniciaba las conversaciones, yo lo hacía. Quería hablar con ellos, quería saber de ellos para que la distancia entre nosotros no se hiciera mayor de lo que ya era. Me aferré a la idea de Tom sobre las vacaciones interminables, era lo mejor.

Me había decidido por arquitectura, el temor que sentí por mi poca suerte en las matemáticas fue fácilmente disipado por ellos al decirme que podría con ellas, que no serían tan complicadas como las derivadas y las ecuaciones. Y tenían razón, no tardé ni medio semestre en acostumbrarme a ellas y a usar los métodos que Lila me había enseñado antes.

Así como el tiempo avanzó, la distancia entre nosotros creció. Todos conocimos más gente, por lo menos una vez todos tuvimos pareja, las salidas entre los que estábamos en la zona central disminuyeron por diferencias en los horarios y porque queríamos irnos con los nuevos amigos, aunque de vez en cuando sí nos veíamos, excepto Lila quien fue encerrándose de nuevo en sus estudios.

Para el cuarto semestre, las salidas de cada semestre fueron incompletas, algunos no lograban hacerse tiempo, otros se enfermaban el día, unos ya tenían compromisos. Quisiera decir que no fue sencilla la separación, sin embargo lo fue. Sin que necesitáramos hablarlo o detenerlo, dejamos de contactarnos tan seguido, decíamos que así tendríamos mucho más que platicar cuando nos viéramos, y en parte era cierto.

A veces sólo éramos dos de los seis, cuando había suerte llegábamos a cuatro, sólo un día a cinco. Ya no jugábamos aquel juego de computadora que tanto nos obsesionó a todos, después de que decidiéramos subir diez niveles cada mes y cuando tuviéramos tiempo, aunque no nos encontráramos hasta fin de mes para hacer misiones.

En las redes sociales era donde nos poníamos al tanto de lo que pasaba en nuestras vidas, en lugar de hablarlo, y a pesar de que Lila e Iván eran los que menos actualizaban estas. Ahí veíamos, o al menos yo, las salidas que celebraban con sus amigos, algunos de sus logros o de sus relaciones amorosas. Aunque dejé de checarlos hacia el inicio de mi séptimo semestre.

Y a finales de ese semestre fue que logré que Lila y Valeria aceptaran, y pudieran, salir un sábado conmigo. Fuimos a un parque, no quería gastar tiempo caminando sin prestar atención a los aparadores de algún centro comercial ni ver una película sin poder hablar con ellas. Tampoco lo hice para saber si ellas también sentían tristeza por nuestra distancia, sólo quería estar con ellas y saber un poco de cómo les iba.

Lila nos contó de su novio, de cómo sería un chico aburrido para nosotras porque juntos sólo estudiaban y pocas veces se ponían románticos, pocas veces salían en citas y aún así se querían mucho y se entendían. Nunca comprendería su relación pues Lila era una chica realmente intelectual, lo contrario a mí, pero me sentía feliz por ella, porque había cambiado mucho de la chica seria y simple que había sido cuando nos conocimos en aquel viejo trabajo.

Por otra parte Valeria nos habló de su novia, ella nos había dicho desde la preparatoria que se consideraba bisexual, por eso en la universidad ya había tenido un novio y una novia, esta era la tercera y sentía que era más real que los otros dos. Era sencillo aceptar su forma de amar, siempre había sido muy liberal y abierta, sabía que en el fondo era una persona casi tan romántica como yo, aunque le gustara negarlo. Además al inicio se había negado a las relaciones con chicas de su carrera por el estigma social que había sobre la falta de feminidad en las que estudiaban mecatrónica, había querido negarse a eso vistiendo mejor y maquillándose, además de que su novia era de otra carrera.

Nos contó que al final esta nueva novia la había convencido, después de algunos largos intentos, en desmentir lo que se decía pues ella era tan delicada como yo, así me dijo Valeria. En sus fotos de veían felices juntas, se divertían y Vale estaba orgullosa de ella por lo mucho que nos contó de sus logros.

Y yo, que salía con el que era mi segundo novio de la carrera; con él ya había cumplido dos años y queríamos estar más tiempo juntos, teníamos un relación típica heterosexual donde él era un caballero y yo una chica amorosa. Pensé que a los ojos de ellas, mi relación les parecería aburrida, no obstante me hicieron muchas preguntas sobre él y se preocuparon de que me tratara bien. Me sentí tan afortunada por tenerlas y casi lloré al extrañar los viejos tiempos.

Finalmente hablamos de lo que sabíamos de las últimas parejas de los tres chicos. Marco ya había tenido poco más de cuatro novias, lo que era normal pues siempre se llevaba bien con las chicas y, aunque aún le gustaban las fiestas y la bebida, se había cuidado para no dejar a nadie embarazada y terminar su carrera. Tom se había declarado gay desde el final de nuestro tercer año aunque hasta el tercer semestre tuvo su primer novio, después de ese fueron dos más que lo dejaron medio decepcionado y enojado, por mucho tiempo me divertí escuchándolo hasta que dejó de llamarme.

Iván… tuvo una novia que todos amamos, nos caía muy bien por su forma sencilla y simpática de ser. La conocimos un día en que todos fuimos a verlo a su casa porque se había enfermado de apendicitis, había tenido una cirugía de la que se recuperó en pocos días; ambos se veían bien juntos y ella publicaba cosas de los dos porque él no lo hacía, y fue por ella que nos enteramos que terminaron aunque no supimos el por qué. Después de eso nos perdimos de su vida amorosa.


Hoy ya son casi ocho años desde que terminamos la preparatoria, ya tengo los veinticinco años cumplidos y he estado trabajando como titulada desde hace poco más de dos años. Por un evento en la oficina terminé saliendo más temprano así que me detuve en un café a distraerme un poco con dos compañeros del trabajo, una era unos años mayor que yo y el otro más joven, hacíamos equipo en el proyecto que nos habían asignado y, por suerte, no nos llevábamos mal.

Hablamos un poco de cosas sin mucha importancia hasta que cada uno nos distrajimos en nuestros celulares. Paseaba por las redes sociales cuando me encontré una foto de Tom reuniéndose con algunos amigos de su carrera. No estoy segura de cuándo era la primer memoria que llegó a mi mente al verlo, pues noté enormes cambios en él como lo era su mirada madura, su estilo de vestir más serio e, incluso, se había dejado barba después de siempre jurar que no lo haría.

Una punzada de dolor atravesó mi corazón, él había cambiado durante ese tiempo y hasta ese momento yo lo sabía. La última vez que había hablado con él fue a un semestre de que él terminara su carrera, me había dicho lo indeciso que se sentía respecto a la especialidad que tomaría pero ya no me había enterado de su decisión hasta que paseé entre sus publicaciones hasta ver que trabajaba en un refugio de animales decomisados.

Tal y como a mí me había sucedido, no tenía alguna fotografía o publicación con los otros cuatro, por esa razón fui buscando uno a uno. La última foto de Lila era con su novio, el mismo de los últimos años; en cada retrato, de los pocos que tenían, se veían felices a su manera. Marco fue el siguiente, de nuevo estaba acompañado de una chica que no conocía, aunque no parecían tanto una pareja; siempre salía con traje, sólo en un par estaba en ropa casual bebiendo con amigos.

Valeria se veía con amigos, tenía fotos de competiciones fuera del país con los aparatos que, la última vez le había contado, creaba junto a su equipo de investigación; se centraban en prótesis más que en tecnología que facilitara la flojera humana (esas palabras usó). Sólo con Iván fue una búsqueda sin resultados importantes, la última vez que había escrito o enseñado algo personal era de cuatro años atrás sobre un viaje con sus compañeros de escuela, la última cosa que había compartido fue hace siete meses. Él siempre descuidando esa red social que tanto odiaba.

Mis compañeros del trabajo ya estaban de nuevo hablando, era algo sobre salir el viernes o el fin de semana, no les presté mucha atención pues me dediqué a crear un evento para nosotros seis. Deseaba verlos, estaba realmente motivada y emocionada a pesar de la vocecilla miedosa que me susurraba mis inseguridades. ¿Y si ellos ya no querían nada con el resto? ¿Y si ya no me recordaban? ¿Qué tal si ya ni viven en el país?

Sólo tenía una forma de encontrar la respuesta a eso y fue invitándolos con un simple mensaje: Hay que recordar los viejos tiempos, les ruego que hagan todo lo posible porque el domingo, dentro de un mes, estén libres para vernos, los seis. Podemos ir planeando a dónde y cómo después, mientras sólo dejen apartado e intocable ese día. Por favor.

Ya que lo había publicado me di cuenta que sonaba medio desesperada en ese mensaje, pensé en modificarlo, mas decidí no hacerlo porque era como me sentía.

Las respuestas de Valeria, Marco y Tomás no tardaron nada en llegar, si acaso fueron diez minutos en que mi mensaje estuvo sin ser visto. Los tres se mostraron interesados y emocionados, lo que me levantó los ánimos aún más. Por educación tuve que despedirme de mis dos compañeros para ir a responderles y planear sin ignorar a nadie, lo hice durante el trayecto al trabajo de mi novio que saldría más tarde.

Hablamos sobre los lugares que conocíamos y las cosas que podíamos hacer, muchas fueron sugerencias bien recibidas para ese domingo que planeábamos, otras se quedaron como opciones para futuros encuentros. La primer duda fue de Tom sobre si podríamos llevar a alguien más, a lo que respondimos que ese día no pero que en uno siguiente sí lo podríamos hacer más grande.

Lila respondió en la noche, dio otras sugerencias y nos dijo que haría todo lo posible para tomar el día pues ella sí trabajaba en domingo. Iván nos respondió en la tarde del siguiente día, sólo dejó dicho que iría a donde decidiéramos.

Deseé tanto porque el mes se pasara volando que sentí que sucedió como tal. Ya faltaba una semana cuando se decidió terminantemente que iríamos de picnic a un bosque a las afueras de la ciudad, ahí podríamos hablar tanto como quisiéramos sin que otros ruidos o distracciones nos detuvieran. Después de ahí dejamos pendiente si iríamos a la casa de Marco o si lo dejaríamos para otra ocasión puesto que él estaba emocionado por enseñarnos la casa que había comenzado a rentar hace cuatro años y la que estaba a poco de comprar.

La noche anterior a vernos no podía dormir, me sentía emocionada y tan feliz que hasta mi novio estaba feliz por mí, no se quejó de que no parara de hablar de mi salida ni de los planes a futuro que estábamos ya haciendo. Él sabía lo mucho que esos chicos habían significado para mí así que tampoco podía esperar para conocerlos.

En la mañana, cuando estaba por llegar al punto de reunión, un solitario mensaje nos llegó a todos: Lo siento, mi mamá se cayó hoy y debo llevarla al hospital, no podré ir con ustedes. La disculpa era de Iván.

Notamos que nos había enviado lo mismo cuando acabaron los abrazos, los gritos de emoción y las risas. Nos desanimó un poco saber que no estaríamos todos, pero comprendíamos que era un imprevisto real.

Lo llamamos ya estando en un mismo auto, el de Lila, lo sorprendimos al hablarle todos juntos y le deseamos lo mejor para su mamá. No pudimos tener una conversación muy larga porque sonaba ocupado, sin embargo lo sentimos feliz al escucharnos.


Tendríamos que disfrutar el día sin él, así nos lo pidió. 

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