lunes, 30 de octubre de 2017

Lila

Nuestra clase de física se había cancelado ese día. Después de esperar media hora a que el profesor llegara se decidió que ya no vendría así que nos fuimos de ahí. Obviamente yo no podía dejar de dudar y temer que fuera a llegar después de que nos hubiéramos ido, que al no ver a nadie nos guardaría las represalias para la siguiente clase y que seguramente sería algún tema dado por visto.

Por mí fue que nos fuimos de ahí casi a los cuarenta minutos, quería quedarme donde pudiéramos ver el salón por si llegaba, sin embargo ellos lograron distraerme para que la siguiente vez en que me diera cuenta, ya estuviéramos en nuestro sitio de descanso.

Me resigné con el tema que comenzaron de la nada sobre si nos gustaba o no hacer quehaceres en la casa y cuál era el que preferíamos y el que odiábamos. Me sorprendí de saber que Tomás era el quien más parecía hacer que el resto y que, además, casi disfrutaba.

—Es raro y sonará a excusa pero a mí mis padres nunca me dejan ayudarlos… —comentó Valeria con una mirada contrariada, veía hacia el pasto que sobresalía de debajo de sus pies, sólo antes de que comenzara a arrancarlo—. Tenemos ama de llaves, sí, pero incluso cuando ellos arreglan cosas que usaron o usamos los tres, no puedo ayudarlos. Lo único que logré hacer mi responsabilidad fue mi cuarto.

>>Y es que son sobreprotectores.—A medida que iba siguiendo el hilo de sus pensamientos, hablaba más rápido y arrancaba el pasto con más fuerza para arrojarlo lejos, aún evitando vernos—. O sea, estoy muy agradecida con ellos, siempre he creído que nací con los mejores padres, sé que me quieren y desean lo mejor para mí, que realizan muchos sacrificios por mí y se esfuerzan por mí… Pero a veces quisiera que me dejaran moverme sola, ser más independiente sin torturarlos con el miedo de que podría pasarme algo malo…

—¿Con el tiempo no se han vuelto un poco más flexibles? —le preguntó Iván, yo no estaba segura si intervenir era lo correcto, tampoco es que supiera las palabras necesarias, sin embargo algo en la forma en que él preguntó hizo que se sintiera como la única pregunta necesaria.

—Casi nada y yo no me atrevo a hablar con ellos por miedo a herirlos o hacerlos enojar… —Al decirlo por fin nos observó, sonrió casi con una disculpa en la mirada.

En ese momento creí que el silencio quedaría entre nosotros, que nadie más se atrevería a hablar de nuevo por temor a acaparar la atención. Yo sentía que quería hablar de mi familia, que quería contribuir para que ella supiera que no era la única con una familia imperfecta, mas las palabras no adquirían una forma lógica en mi mente sin que sonaran como un reproche.

—Los míos sí cambiaron con el tiempo, aunque fue demasiado repentino. —La costumbre de Iván era evitar miradas, sin importar de lo que hablara, siempre prefería ver más allá de nosotros—. Desde que tengo memoria, ambos fueron estrictos al grado de que en calificaciones un siete era la peor calificación del mundo y un ocho era la recompensa de un flojo; además eran de esos padres que con una mirada te advertían lo que pasaría si no te comportabas adecuadamente.

—¿La de “ya verás cuando lleguemos a la casa”? —Sonriendo de medio lado, Tomás volvió a callar después de recibir el asentimiento de Iván.

—Sí, eran de esos que sus métodos de disciplina incluía un cinturón y la palma de la mano. —Aún sin que nos viera directamente, se le veía la incomodidad al hablar del tema, la mayoría de las personas no lo veía como maltrato infantil aunque los nuevos padres reprobaban ese método, yo sabía que entre nuestras generaciones era algo normal—. Gracias o no gracias a eso, mi hermana y yo crecimos bien, sin embargo cuando entré a aquí ellos me… liberaron de tanta presión sin decirlo. Ya no me preguntaban por calificaciones o exámenes, no me exigían más dieces, y cuando saqué seis en historia, esperando un regaño terrible, ellos sólo me dijeron que al menos había pasado. —Se encogió de hombros antes de voltear a vernos—. Y ahora arruiné mi promedio porque la libertad es embriagante.

—Mi padres es un punto medio entre los suyos, o eso creo. —Cristal tomó el siguiente turno para hablar, una vez que se aseguró de que Iván había terminado. Ella era mucho más tímida que Iván, así que al hablar se encogió abrazando sus piernas y jugando nerviosamente con su cabello.—Él suele estar encima de mí preguntándome si ya he hecho exámenes y cómo salí, cada vez que le pido permiso para salir me lo niega o me pone condiciones o quiere saber a dónde y con quién estoy. Y al contrario de contigo, Iván, él parece volverse más estricto e insoportable que antes.

>>Y luego está mi mamá… ella me da más libertad y entiende que sólo quiero tener momentos divertidos con mis amigos, pero eso sólo provoca peleas entre ellos porque uno dice que sí y el otro que no —se quejó mientras enterraba un pedazo de rama en la tierra hasta que este se quebraba a la mitad por la fuerza—. Se iban a divorciar hace años ¿saben? Pero detuvieron todo porque mi mamá se enfermó y ella no podía cuidar bien de mí ni yo de ella… No debería pero desearía que se hubieran separado.

—Y cuando eras niña ¿te llevabas mejor con tu papá? —Esta vez un solo pensamiento llenó mi mente y me hizo intervenir en su relato, aunque parecía que ya había terminado, Cristal asintió como respuesta, yo noté un sutil dolor en su mirada al admitirlo—. Creo que deberías considerar no alejarte demasiado de él antes de que sea demasiado tarde…

Ninguno dijo nada, Cristal volvía a ver hacia nosotros, hacia a mí, al igual que el resto. Yo no acostumbraba huir de la mirada, por eso muchos se incomodaban conmigo; a mí eso ya no me importaba.

—Mi papá murió hace dos años, él y mi mamá trabajaban sus ocho horas normales en trabajos diferentes así que no era complicado que nuestras vacaciones pudieran organizarse para estar todos. Tal vez éramos una familia ejemplar, las presiones que nos daban eran normales sin ser demasiado estrictas o desinteresadas aunque sí eran de los creyentes del castigo. —En verdad era complicado hablar sobre castigos, sin embargo mi incomodidad por el tema fue opacado por el dolor que comenzaba a sentir mientras recordaba el tiempo anterior a esos dos años, tiempo que nunca volvería.
 
>>No había problemas reales entre nosotros cuatro, pero desde un poco antes de entrar a sexto de primaria comencé a esforzarme más y más en la escuela por la vez en que noté el orgullo en mis padres cuando obtenía las mejores calificaciones. Entonces me encerré, sólo me preocupaba mejorar hasta que un día, un solo día, decidí hacer caso de la sugerencia de mi mamá por salir una tarde con ellas… —Hasta ese momento dejé de verlos, no quería que se dieran cuenta si mis ojos llegaban a traicionarme con las lágrimas— Papá quiso quedarse porque tenía cosas que acabar de su trabajo así que sería tarde de chicas, como dijeron ellas.

Tuve que callar sólo unos segundos—. Murió de un paro cardíaco, cuando llegamos ya no pudimos hacer nada. —Le resté importancia al encogerme de hombros, no quería que me tuvieran lástima—. A partir de eso cada una de nosotras lidió con su pesar a su manera: mi mamá comenzó a trabajar doble turno para pasar en casa el menor tiempo posible, mi hermana decidió salir constantemente con sus amigos y yo sólo seguí encerrada estudiando porque si eso me arrebató tiempo con él, no lo echaría a la borda como si nada.

Y arruiné el ambiente. Creía que había pasado con Valeria, sin embargo lo que yo dije era más pesado, o eso pensé al inicio hasta que Tomás me dedicó una de sus contadas sonrisas, parecía sincera aunque al final fue un tanto triste.

—Mi familia también está incompleta aunque no igual —rascó su nuca por más pena que por verdadero picor–. Mi mamá se fue de la casa cuando mi hermanita tenía cuatro años y yo seis, lo poco que recuerdo de ella no son cosas agradables, son peleas entre ella y mi papá, no recuerdo ningún abrazo o palabras amables de ella aunque mi viejo asegura que en algunos casos si nos mostraba afecto a pesar de que ser madre nunca había sido su deseo. Mi papá tuvo que trabajar más para mantenernos a los tres, mi hermana mayor y yo decidimos aminorarle la carga al ocuparnos de los trabajos en la casa y cuidar a la menor para que no se presionara demasiado. Fuera de eso, no somos una familia tan complicada, sólo una muestra de que las mamás no siempre son las buenas.

—Y se nos acaba el tiempo, debemos regresar a clase. —Es cierto que ya hasta nos habíamos pasado por quince minutos de nuestra última clase, sin embargo fui la primera en tirar de la manga a Marco para evitar que se levantara mientras los demás usaban palabras para alentarlo a seguir el tema de nuestra conversación.

—Pero no debemos obligarlo, si tiene motivos para no hablar de eso, no vamos a intervenir —casi murmuró Cristal, tan tímida y femenina como solía ser. Marco dejó escapar un suspiro anormalmente largo junto a un par de expresiones de incomodidad y resignación.

—Creo que es obvio, mis padres no son buenos padres —exclamó finalmente—. Mi padre trabaja lejos y hay veces en que pasamos días sin verlo y cuando regresa suele estar borracho o con ganas de discutir con mi madre, algunas veces se golpean en uno al otro aunque la que acaba peor es ella. Y mi madre trabaja en turno vespertino, a veces también le gusta pasar la noche lejos de nosotros; ella nos educó a punta de golpes, aunque su disciplina fue tan ilógica o mala que sus tres hijos terminaron mal.

>>Con suerte mi hermano no acabará muerto o en la cárcel, mi hermana no se embarazará o acabará casada con un viejo que la mantenga, y luego estoy yo, del que no se espera nada, tal vez su muerte o que desaparezca algún día.

Entonces vimos a Marco incómodo y evitando nuestras miradas, una vez más se hizo el silencio sin que supiéramos como romperlo hasta que Iván fue de nuevo el que nos salvara. Se levantó para estirarse y sacudirse de encima todos los restos de árbol mientras veía su reloj.

—Ya no podemos entrar a clase, vamos por un helado —dijo sonriendo de medio lado, Valeria y Tomás fueron los primeros en levantarse aceptando la oferta y tratando de alegrar el ambiente de nuevo.

—De los baratos ¿no? Ando corta de dinero. —Cristal se unió a ellos doblando la cobija en la que ellos estaban sentados.


—No, de los caros, hoy hay dos por uno en los grandes. —Sabía que no siempre tenían dinero para esos helados, así que antes de que me reclamaran y me dijeran pudiente, me adelanté con las cuentas—. Cada uno tendría que pagar la mitad de un grande, en total sólo pagaríamos tres y comeríamos seis. —Ninguno se resistió a la oferta. 

lunes, 23 de octubre de 2017

Marco

Con la sugerencia de Valeria para que saliéramos una vez más antes de que las clases reiniciaran, estuve a nada de negarme pues salir con ellos era gastar dinero, aun cuando no comiéramos fuera. Tenía poco de que había empezado a ahorrar la limitada cantidad que mis padres me dejaban para comer y lo que lograba ganar en mi trabajo.

Tenía habilidad para aprender a componer cosas sencillas y para vender, así que logré conseguir un trabajo de medio día como vendedor en un local de tecnología, el cual tendría que dejar al final de las vacaciones, sin embargo ya tenía una idea del trabajo de medio tiempo que me ocuparía en las tardes al final de las clases, lo que seguramente reduciría mi tiempo para jugar con ellos a menos que dejaran de jugar tanto por la escuela.

Por esos ahorros fue que les pedí ir a un lugar tranquilo donde no gastáramos demasiado, lo que terminó siendo una buena idea. Los seis nos encontramos en uno de los parques mejor cuidados de la ciudad, ahí nos recostamos sobre el pasto después de comer un helado. Cristal hablaba con Lila mostrándole algo en su celular; Valeria, Tomás y yo conversábamos sobre la partida del día anterior en que habíamos tenido que competir contra otro gremio, e Iván estaba con sus audífonos puestos, los brazos detrás de la nuca y los ojos cerrados, sólo el movimiento rítmico de sus pies nos demostraba que aún estaba despierto.

—Mañana son las inscripciones ¿no? —Como si hubiera estado esperando el momento en que nuestras conversaciones se hubieran calmado, el comentario de Iván quedó perfecto, haciendo que me preguntara si verdaderamente había estado escuchando su reproductor de música.

—Este tercer año es diferente la elección de grupo o algo así ¿no? —Había escuchado algo acerca de eso de unos amigos un año mayores aunque nunca me detuve a prestarles la suficiente atención así que en ese momento no tenía idea de lo que consideraban diferente.

—¿Son materias del tronco común más otras centradas en la carrera que elegiremos o formamos el grupo con solo materias encaminadas a la carrera? —Me alegró saber que Cristal estaba tan perdida como yo, o al menos lo parecía.

—No, son siete grupos a elegir para cada turno —comenzó a explicar Valeria—. Los dos primeros son del área uno, que abarca ingenierías; los dos siguientes son de el área dos, o sea médico biológicas; otros dos son de la tercera que es de sociales y uno para el área cuatro, las artes.

Meditando las opciones, los seis quedamos en silencio. No podía saber lo que los otros pensaban, obviamente, en cambio yo no dejaba de darle vueltas a lo que concideraba para mi futuro pues desde que había decidido que me graduaría de la universidad había divagado en lo que más me agradaría estudiar, algo en lo que pudiera aplicar mis habilidades, si es que las tenía. Hasta ese momento fue que me pregunté lo que sería de los demás.

—Tal y como se espera… estudiaré medicina. —Sin que ninguno de nosotros se lo preguntáramos, Lila respondió la curiosidad que todos teníamos. Fui el segundo en unirme al momento de la verdad al decir que quería estudiar derecho.

Tomás siguió al estar seguro que iría a veterinaria mientras Iván aseguraba querer biología. Las otras dos aún no estaban muy seguras pues tenían dos opciones de las cuales elegir; Cristal estaba entre arquitectura y química, en cuanto que Valeria no se decidía si quería ingeniería en computación o mecatrónica.

Ninguno tendríamos caminos similares para recorrer, y eso aún sin pensar en las universidades donde estudiaríamos nuestras carreras. Nos quedamos en silencio evitando formular aquello que no queríamos escuchar, o que al menos yo no me sentía cómodo pensándolo.

—Tal vez si… —exclamó Valeria de la nada, se movió para buscar en su bolso su celular hasta que Iván le ofreció el suyo sin haber volteado a verla—. Exacto, esto —fue lo primero que dijo al ver lo que la pantalla del aparato mostraba.

Sólo podíamos ver como bajaba y subía su pulgar por la pantalla revisando lo que veía, obviamente no entendíamos lo que hacía en ese momento hasta que se explicó, antes de pasar el celular entre todos.

—Por cualquiera de las dos carreras que me interesan, tendría que irme a un grupo del área uno, pero me iré a uno del dos —dijo sonriendo—. En el área dos también llevan cálculo diferencial, la que se supone debe ser una materia importante en mis opciones así que será suficiente si la llevo, además lo que aquí me vayan a enseñar, seguramente en la universidad me lo enseñarán de nuevo.

Sutilmente dio la idea de que todos debíamos entrar a un grupo de la segunda área, aunque dejó caer la discreción cuando sugirió el segundo grupo de dicha área pensando que sería la opción menos popular para el resto. Los que debíamos decidir si era factible hacerlo era Cristal y yo, aunque ella no tardó en acceder al recordarnos que una de sus opciones sí era del área dos.

Tampoco fue difícil conmigo pues no estaba tan interesado en las diferentes clases que debería tomar si seguía el área de mi carrera aunque había escuchado que la tercera y la cuarta eran las más fáciles de aprobar. Sólo eso me hacía dudar, sin embargo no quería ser el único que quedara fuera del plan así que no pensé más en eso.

No nos quedamos más tiempo en ese sitio, únicamente discutimos lo último acerca del día de inscripción y nos fuimos. Había escuchado mucho sobre el nerviosismo que daba la reinscripción pues muchos temían no alcanzar cupo en el grupo que quisieran. En cambio yo nunca había sentido algo de eso ya que el primer año estuve en el grupo en el que se me asignó, para el segundo elegí el mismo día de la inscripción el primero que me agradó en número pues no tenía ni idea de las materias o maestros.

Hasta ese día en que sentía mis manos sudar por el miedo que me transmitía el resto hablando de que tanto se iban llenando los grupos y nuestra opción. Me sentía raro conversando con ellos a unos minutos de que el sistema se abriera para mí y me permitiera elegir mi grupo, no estoy seguro si lo que sentía en ese día era alegría por elegir junto a alguien mi grupo o si era incomodidad por lo mismo. Prefiero pensar que fue lo primero.


Gracias a esa decisión fue que mi último año en la preparatoria se convirtió en uno de los mejores de mi vida. Obviamente no cambié totalmente, aunque traté de hacerlo, sin embargo falté menos, dejé de beber y fumar tantas sustancias raras, me concentré en ahorrar bien lo que ganaba en mis trabajos de medio tiempo, en pasar tardes tranquilas con esos chicos y esforzarme un poco en la escuela para no tener que sufrir al final.

En mi memoria tengo el lúcido recuerdo de nuestro primer día, los seis llegamos casi a la misma hora para ocupar nuestros nuevos lugares juntos sin que prestáramos mucha atención a los demás compañeros. En parte yo lo hice porque me imaginaba que nadie de los que conocía estarían en ese grupo.

En los salones las mesas eran dobles y se formaban en cuatro hileras, nosotros ocupamos la segunda y tercera mesa de la columna cercana a las ventanas, por donde el escritorio del profesor se encontraba, y la segunda de la hilera siguiente. Todos los días nos cambiábamos de silla dependiendo de la hora en que llegábamos, la materia o el trabajo que se realizaría.

Los trabajos en equipo eran más fáciles, al menos si eran tríos o parejas porque cuando se trataban de cuartetos o quintetos debíamos sacrificar a dos o uno, sólo gracias a que los que entre nosotros aún tenían amigos en el salón de grupos pasados era que no peleábamos por saber quiénes se irían.

Todos los momentos que teníamos los pasábamos juntos, muchas horas libres o al final de las clases las pasamos en la plaza al costado de nuestra escuela o en la zona de ejercicios que había en el camellón frente a la preparatoria. Ya no jugábamos todas las noches, ni salíamos seguido los fines de semana, mas las conversaciones por el chat del teléfono nunca se apagaban, ni cuando nos quedábamos en el sitio secreto que Iván nos compartió que era en una parte del jardín de la escuela más cercano al estacionamiento menos usado.

El pasto no era tan fuerte pues los pinos del lugar dejaban mucha de su basura a su alrededor junto a sus semillas tan molestas; dejando eso de lado, el lugar era tranquilo, sin tanto ruido ni demasiada gente que pasara por ahí así que las chicas ya siempre llevaban una manta para que nos acostáramos sin tanto dolor.


Y en una de esos momentos de tranquilidad, sin tener que estudiar, correr a la clase siguiente, o las casas, fue que comenzamos más a hablar de nosotros. De todos nuestros gustos, disgustos, la música que escuchábamos, la secundaria y demás hasta que llegamos a uno de los temas que más temía: los padres.

miércoles, 18 de octubre de 2017

Valeria

Recuerdo la reunión en mi casa como de las mejores, y no lo digo por ser presumida, sino que sentí que todos se divirtieron de verdad, los vi relajados y felices de forma sincera. No sé si a ellos les pasó pero cuando se fueron y mi casa quedó sola, antes del regreso de mis padres, sentí como si me hubiera encontrado dentro de un paréntesis en mi vida de estudiante, sentí como si lo que pasamos fue un sueño o algo tan irreal.

Todos llegaron a tiempo, como con Lila; no tardamos nada en escoger los juegos a probar y así descubrir que Marco era bueno para los juegos de peleas más difíciles donde debías aprenderte los combos de ataques más eficientes (vaya memoria que demostró tener), mientras que Lila nos sorprendía al quedar en los primeros cinco lugares desde la segunda carrera pues su fuerte resultó ser la velocidad.

Llegó un momento en que comenzamos a reírnos por lo más insignificante, dejó de ser una competencia entre nosotros para convertirse en lo que queríamos que fuera, un momento agradable. Tal como lo fue en la última pelea antes de comer donde Marco se enfrentó a Lila, él lanzó un ataque preciso por lo que le gritamos a ella que se defendiera, sin embargo se equivocó de botones provocando que su personaje se agachara y el de Marco cayera del escenario y muriera torpemente.

Esa escena nos hizo reír como locos, unos terminaron en el suelo abrazándose el abdomen, otros rodaban sin control, algunos parecían privarse y todos comenzamos a llorar de tanta risa. Nunca me enteré por cuánto tiempo reímos, sólo sé que aun mientras comíamos, poco podíamos controlarnos
Temprano había salido con mis padres a comprar las hamburguesas que comería con los chicos, habíamos escogido de los sabores más populares con una para cada uno y tres más extra, las cuales no fueron necesarias porque quisieron mostrarse educados para no pedir más o porque ninguno de ellos comía doble.

Luego de la comida jugamos un par de horas más hasta que nosotras tres subimos a mi cuarto a lo que habíamos prometido. Mi mamá tenía mucho maquillaje porque era de los pocos adultos que aún le gustaba disfrazarse, aunque lo hacía más de personajes de los videojuegos que teníamos, y a veces mi papá la acompañaba o yo.

Cristal usó todo su conocimiento en hacer lucir a Lila como una chica mucho más guapa de lo que ya era mientras le daba una lección de qué era lo que usaba y cómo hacerlo. Me pareció que escuchaba a una de las mujeres que te maquillaban en las plazas comerciales para que les compraras sus productos, sólo que ella parecía mucho más honesta y amable.

Después usé mi método simplista para maquillar a Cristal para que al final Lila pusiera en práctica lo aprendido en mí. Justo daba los últimos toques cuando los chicos subieron a llamar a mi puerta pues ya habíamos estado mucho tiempo separados sin que supieran de nosotras. Los dejamos entrar hasta que ella hubiera terminado, lo que fue al final de cinco minutos.

Sus caras al vernos pasaron de la cautela, a la sorpresa y, finalmente, a una sonrisa juguetona cuando comenzaron a bromear con amabilidad con los cambios que teníamos. Pronto el ambiente entre nosotros volvió a ser tan relajado y agradable que los teléfonos comenzaron a sonar por las familias preocupadas por sus chicos.

Ofrecí mi casa para pasar la noche, pues ya era casi las siete y media, lo que únicamente rechazaron Iván y Cristal pues sus padres no les permitían algo tan repentino así que sólo salimos los seis a encaminarlos a la zona de transportes sin dejar de pedirle a Iván que la cuidara durante el trayecto común que recorrerían.

Regresando dejé a mis padres platicando con ellos en lo que arreglaba cosas en mi cuarto para que los cuatro pudiéramos dormir sin problemas, aun si ellos no tardaron en subir a ayudarme. No recuerdo toda nuestra conversación en ese momento, sólo puedo recordar el sentimiento que me llenó desde que los otros dos se fueron; no era tanto preocupación por lo tarde que era, ni incomodidad porque esos tres chicos estuvieran en mi cuarto, fue más el sentimiento de que si esa llegaba a ser la única vez en que nos reuníamos, ninguno de nosotros volvería a experimentar esa enigmática felicidad.

Luego de ese curioso día, pocas fueron las oportunidades que tuvimos para reunirnos de nuevo pues los exámenes de mitad de año nos entretuvieron por completo junto a una que otra salida con los amigos de siempre, quienes por mi parte no sabían nada de que me seguía viendo con mi equipo de biología. Si mantenía el secreto no era porque se fueran a sentir mal, lo fueran a tomar de la manera equivocada o algo por el estilo, solamente lo guardaba para mí misma porque sentía una complicidad agradable, un secreto único que sólo los seis teníamos o eso quería creer en esos días, lo que resultó ser cierto algunos años después cuando me dijeron que mantuvieron el mismo secreto.

Para la segunda mitad del año acumulamos pocas salidas entre nosotros, de hecho sólo fue una, aunque las veces en que nos vimos fue para la visita a la casa de Iván, la de Cristal, y de nuevo la de Lila y la mía. Aun cuando tres de esas reuniones fueron para estudiar juntos y ayudarnos para los exámenes finales.

A Marco lo ayudamos en matemáticas, física y biología, a Cristal en matemáticas, a Tomás con química y a mí con literatura un poco e Iván en historia. Hubo momentos en que me sentí mal por estar con ellos en lugar de mis amigos de siempre, sin embargo con ellos nunca podía estudiar sin distracciones o sin sentir una obligación más que un tipo de entretenimiento, además era interesante ver los métodos tan creativos con los que Cristal memorizaba algunas cosas, el razonamiento tan lógico de Iván, la asociación de palabras de Lila, la envidiable memoria fotográfica de Marco y los cuadros y esquemas que Tomás hacía casi por todo.

Cuando estaba convencida de que yo de verdad no tenía ningún método tan interesante para estudiar, pues toda mi vida siempre había leído una y otra vez mis apuntes, ellos me hicieron notar la facilidad que tenía para encontrar las preguntas más importantes que se pudieran hacer del tema o las frases que lo resumían todo. No voy a mentir, al inicio creí que lo decían sólo por decirlo hasta que me vi corrigiendo a alguno de ellos con mis ideas de preguntas relevantes.

Para la primera semana de exámenes finales, Lila e Iván fueron los que se libraron de hacer alguno, el resto de nosotros pasamos la primera vuelta exceptuando Marco que tuvo que hacer segunda de dos materias, las cuales aprobó sin más problemas.

En cuanto los seis estuvimos a salvo de todo el segundo año de preparatoria, acordamos salir a celebrarlo al ir a una plaza donde había renta de videojuegos. En ese lugar tenían los más famosos y comunes de carreras, peleas y de baile así que nos entretuvimos jugando los que antes no probamos hasta que los demás visitantes notaron el modo de jugar de Marco y de Lila, acaparándolos para retarlos.

Obviamente estuvimos con ellos alentándolos en las primeras partidas, mas al ver que estas seguirían un poco más, nos ocupamos en jugar los cuatro algún otro juego. No duramos más de un par de partidas, el par estrella pronto nos alcanzó sin dejar de reclamarnos porque los habíamos dejado solos con tantos extraños.


Luego de ese día disfrutamos nuestras vacaciones de verano a nuestro modo sin reunirnos de nuevo. Seguíamos hablando a través del chat, no nos contábamos de nuestros días ni de las salidas con otros amigos, sólo hablábamos de cosas sin mucho sentido que empezaban con la frase de alguno o sobre cosas que todos podíamos estar viendo en la televisión al mismo tiempo.

Al menos las primeras semanas fue así hasta que Cristal dio la sugerencia de un juego online popular que los seis podíamos jugar para hacer un equipo. Pasamos parte de la tarde y la noche discutiendo de las subclases que podíamos tomar cada uno para hacer nuestro equipo balanceado desde un inicio.

No sé si fue suerte o una demostración más pero fácilmente elegimos lo que seríamos y el cómo nos iríamos desarrollando según las explicaciones de Cristal e Iván que conocían más sobre el juego. Al terminar tarde esa plática decidimos iniciar como tal la tarde siguiente en que al mismo tiempo realizamos la introducción y tutorial hasta que nos dejaron formar nuestro gremio y así jugar a nuestro ritmo.

Esa primera partida la terminamos a las cuatro de la mañana pues comenzamos a reír por cualquier cosa que pasaba, y vaya que pasaban pues los errores que cometíamos a causa del sueño iban en aumento.

Noches como esa fueron varias mientras seguíamos de vacaciones, nos manteníamos en niveles iguales, lo que ganábamos siempre lo repartíamos equitativamente y planeábamos con cuidado qué hacer con el resto.


De pronto salir de casa se volvió aburrido, sin importar si era con mis amigos de siempre o con mi familia ya que mi mente se ocupó por completo del juego y las aventuras virtuales que vivía con esos mismos cinco chicos que poco seguía conociendo. Al menos fue así hasta que planeamos salir de nuevo antes de que nuestros días libres terminaran, lo cual agendamos un día antes de las inscripciones sin que lo notáramos. 

lunes, 9 de octubre de 2017

Marco

Constantemente me daba cuenta lo diferente que me sentía con mis amigos de siempre y los nuevos chicos que había conocido. Con los segundos solía sentirme fuera de lugar, llegaba a pensar en lo mucho que a ellos les importaba la escuela y en la poca motivación que yo sentía con ese tema, exceptuando las veces en que recordaba mi promesa. Me hacían sentir tranquilo y con ganas para intentar mejorar.

Sin embargo con los primeros podía hablar de mis problemas sin que me vieran con preocupación o algo similar ya que a ellos no les interesaba, no me daban consejos inútiles porque no me decían nada, y me agradaba que al siguiente día ya no recordaran lo que había dicho gracias al efecto del alcohol o las drogas. Eran lo que necesitaba: unos oídos sordos.

Por eso aunque me quería esforzar un poco, prefería seguir saltándome clases para estar con ellos. Sin embargo, a dos semanas de que tuviéramos que entregar el trabajo de literatura, comencé a entrar a la mayoría de mis clases para comprobar que Iván era quien más se estaba saltando clases pues de las cinco clases de matemáticas en la semana, sólo entró a dos y a una de las clases de inglés.

Al inicio de una de esas segundas clases fue que vi a Iván yendo al lado contrario de donde los salones se encontraban así que lo seguí por mera curiosidad y porque veía a mis otros amigos llamándome para no entrar. En la planta baja del edificio D se detuvo para sentarse entre un grupo de cinco chicos y chicas que lo saludaron amistosamente, no los conocía a todos pero identifiqué a uno como de tercer año.

Pude verlo desde el lugar que ocupé con mis amigos, se veía relajado entre ellos aunque sólo hablaba con uno y se reía de lo que otros contaban. No recuerdo cómo, sin embargo comencé a pensar que él y yo no éramos tan diferentes y que yo podría verme de la misma forma cuando estaba con mis amigos. Por esa razón me inquietaba que no entrara a todas sus clases, sabía bien que yo dejaba de entrar cuando quería olvidarme de mis problemas, cuando estar escuchando al profesor no callaba el ruido en mis pensamientos.

Durante la última clase de literatura en esa semana, cuando la maestra nos dejó juntarnos en los equipos de trabajo, le pregunté a Tomás sobre las faltas de Iván, a lo que me respondió que eran chicos de tercer año que había conocido por Internet, no sabía mucho más de ellos además de tener el mismo gusto de Iván por una saga de juegos “o algo así”, como me dijo.

No quise presionar más sobre el tema pues Tomás parecía un tanto indiferente así que me concentré en la división del trabajo para nuestra historieta ya que yo sería quien se encargaría de dibujar, a pesar de que yo no era tan bueno en eso pero era mejor que el resto, según ellos.

Ese día aún teníamos una semana restante para entregar el trabajo, razón por la que todos estábamos tan tranquilos todavía dejando pasar el tiempo. O al menos así habría estado si no fuera por esos cinco chicos que no tenía mucho de conocer, ellos me convencieron de que el lunes en la tarde nos juntáramos un rato sólo para avanzar en el trabajo al estar seguros de que el resto lo dejaría todo al último.

Sinceramente, pensé en negarme pues yo no tenía prisa si los demás no la tenían y ni me interesaba una calificación perfecta en ese trabajo, sin embargo sabiendo que Iván iría me dio la idea para lograr conocerlo un poco más y así dejar de sentir esa curiosidad por su momento de rebeldía.


Ocupamos la misma mesa en el segundo piso, cada uno nos sentamos con el otro integrante de nuestro equipo y comenzamos a hablar de lo que teníamos o nos habían dicho los otros; no subíamos mucho la voz, estuvimos completamente concentrados en nuestro trabajo por casi más de una hora hasta que comenzaron a estirarse algunos para cambiar su atención al resto como si recordaran que estaban ahí.

—Por cierto, Iván ¿no habías dicho que pocas veces te saltabas las clases? —Lila ganó mi pregunta, lo que me hizo casi suspirar por evitarme ser quien más parecía interesado en él.

—Que según sólo había faltado “un par de veces” —rió al igual que el resto de nosotros con el sonido de mi voz imitadora, no se veía incómodo por el tema o porque fuera nuestro centro de atención.

—Bueno, tenía que convencerte de ir con nosotros, Lila. —Se encogió de hombros aún sonriendo—. Pero todos sabemos que tú eres la más responsable entre nosotros.

—Pero no cambies el tema —Valeria intervino—. ¿Vas tan bien en matemáticas que te aburren las clases? Tal vez deberías darme clases para que entienda o a Marco que debe ser quien más lo necesite.

—Quisiera negarlo pero mi reputación me precede.

—Sí me aburre pero no porque sepa mucho. —Hasta ese momento fue evidente que no le estaba agrandando ser nuestro tema de conversación—. Sólo que conocí a un grupo de chicos con los que puedo hablar sobre un juego que nadie más ha jugado. A veces me convencen de no entrar y ya.

No volvimos a hablar del tema, al menos no nosotros seis juntos pues no tuvimos otra oportunidad de reunirnos en bastante tiempo. Aún así seguí sintiendo curiosidad por sus razones verdaderas ya que después de entregar nuestro trabajo, él comenzó a faltar más pues solía saltarse cuatro clases en la semana y, una sola vez, no lo vi con sus nuevos amigos ni en el salón.

Eso había movido mi interés en él de nuevo, sin embargo en mi casa me dieron motivos de distracción cuando mi hermana y mi mamá estuvieron en casa temprano. Ahora ya no puedo recordar qué fue lo que hizo mi hermana para que llamaran a mi mamá a su escuela y que después de la suspensión, la recogiera saliendo.

Sólo sé que era lo peor tenerlas juntas. Lo que nunca olvidaría era el cómo había comenzado el odio tan grande de mi hermana por nuestra madre. Tenía yo diez años y ella ocho, aprovechando que ninguno de nuestros padres llegaba temprano últimamente, los dos nos salimos antes de hacer nuestras tareas para estar con nuestros amigos de la colonia.

Nuestra madre nos encontró y sin decirnos nada nos arrastró de regreso a la casa tirando del cabello de ambos, hasta que estuvimos por llegar comenzó a regañarnos por salir antes. La humillación frente a nuestros amigos fue tan horrible como los golpes que nos dio; el miedo nos duró una semana más o menos hasta que volvimos a salir aunque mi hermana ya no trataba a sus amigos como antes.

Según yo esa fue la razón de su odio, por eso cada que estaban juntas había gritos e insultos si no había nadie más en quien mi mamá pudiera desquitarse o con quien mi hermana pudiera distraerse. Y como odiaba sus peleas prefería llegar muy tarde y no hacer mis tareas en lugar de soportarlas, por culpa de eso me salté algunas clases para evitar los regaños de trabajos no entregados, además de que estar con mis otros amigos me permitía distraerme.

Más o menos dos semanas después de la entrega del trabajo, un jueves, me despertaron los gritos y golpes de mi mamá pues se había metido en mi cuarto para comenzar a pegarme en la cabeza con sus manos mientras mi hermana entraba después gritándole de lo que fuera que su pelea se tratara.

Me alejé de ella para intentar salir, no obstante mi hermana me retuvo por el brazo como si quisiera que la protegiera. Me tuvieron como escudo y excusa por casi una hora hasta que mi paciencia se agotó. Me solté de cualquier intento por seguir reteniéndome y salí de la casa sin prestar atención a sus llamados y quejas.

Ese día y el siguiente falté a clases, mi humor estaba peor que nunca así que preferí pasarlos fumando y bebiendo hasta el domingo en que noté los mensajes a mi celular, que había dejado en algún lugar de mi cuarto, en el chat de Valeria. Era sobre el día que iríamos a su casa, mas al ver que yo no respondía lo dejaron con un “esperemos a ver qué dice Marco”.

Tuve que vencer mi lucha interna antes de responderles pues si lo hubiera hecho sin pensar, posiblemente nunca habría vuelto a salir con ellos. Acepté esperando que mis amigos en la escuela ya me hubieran hecho olvidar lo que pasaba, o que la guerra femenina hubiera terminado en mi casa, o que estar con esos otros cinco me distrajera un poco.


Nos reuniríamos de nuevo en sábado, así que durante la semana traté de no faltar a clases, sin embargo el odio de las dos mujeres en mi casa constantemente me daba el ánimo para fracasar. Fue un día de esa semana en que vi a Iván con sus amigos y me hizo pensar que seguramente él no estaba con ellos por mi misma razón pues él se veía feliz con ellos, no sólo relajado. 

martes, 3 de octubre de 2017

Lila

Con ellos fue mi primer escape de clases. No importaba lo que ellos decían, no podía dejar se sentir que estaba haciendo algo malo. Las palabras de Iván, aunque revueltas e incompletas, me habían ayudado sólo a decidirme, mas no a tranquilizarme a pesar de que sabía que mi madre no se enteraría ni mi hermana, sólo sentía que traicionaba a mi padre, lo que para mí pesaba más que otra cosa.

Únicamente cuando la película comenzó fue que el nerviosismo cedió pues me divertí tanto con la proyección que olvidé la hora y el lugar donde me encontraba. Lo que terminó al salir del establecimiento y reconocer el estacionamiento de la plaza vecina de nuestra escuela, mi reloj corroboró lo que ya había pensado cuando entramos a la función sobre perder dos clases y salir un tanto más tarde de la hora normal.

Caminábamos hacia las paradas, ellos no dejaban de platicar de lo más gracioso, hasta que Cristal se detuvo en seco para observarnos y ahogar un grito antes de decir:— ¡Las mochilas!

En ese instante los seis salimos corriendo de regreso al cine por nuestras cosas que dejamos encargadas en paquetería al entrar. Íbamos riendo como niños de nuevo, incluso competimos por ver quien era el más rápido, título que se ganó Marco, con Cristal como segunda e Iván como último.

Al entregarlas, el encargado se mantuvo con la actitud de alguien acostumbrado a esos olvidos, sin embargo nosotros seguimos riendo aún después de habernos separado para nuestras paradas correspondientes.

Me hubiera gustado pensar que nuestra falta no fue percibida por el resto de nuestros compañeros pues en cada clase de inglés el grupo se dividía en dos, no obstante también faltamos a la clase de historia en el salón normal, seguramente fue obvia la ausencia de nosotros seis aunque nos sentáramos en lugares diferentes.

Lo que le dije a mis amigas fue que me había sentido mal por lo que me fui temprano a casa, algo que no tenían forma de dudar puesto que no sabían que yo nunca había faltado por algo como eso. Después de esa vez nunca volvieron a obligarme a faltar a clases aunque no fue la última ocasión en que lo hice.

Dos semanas más tarde los invité a mi casa por lo que les había prometido sobre las películas de terror que mi papá había coleccionado por varios años. Los sábados mi mamá no estaba así que sólo tuve que avisarle a mi hermana por si se quedaría o saldría. Ella era lo contrario a mi pues era una persona carismática en quien la gente confiaba fácilmente, era sociable y muy expresiva; constantemente salía con sus amigos o los llevaba a casa, por eso se sorprendió de que yo fuera a llevar a alguien.


Para las doce veinte los cinco ya estaban todos en la sala eligiendo las películas que podríamos ver, Tomás era el que más sabía de eso así que les daba opciones y ellos decidían cuál escoger; dos de las tres candidatas duraban sólo una hora, por esa razón comenzamos con la de dos horas.

Mi hermana, quien a último minuto había decidido salir un rato por la mañana, regresó cuando el final de la primera estaba cerca; fácilmente supo moverse sin que nadie la notara, más que yo, para  no interrumpir y mandar a traer la pizza que ese día comeríamos.

De esa forma, hasta que la comida llegó, mi hermana bajó a presentarse con aquellos que había llevado, sin poder ocultar de nuevo su sorpresa por lo variado que parecía ser el grupo a quienes llamé amigos.

—Así que Lila y Lorena… —Estaba en la cocina cuando escuché la observación de Marco, incluso imaginé el golpe con el codo que Valeria le debió haber dado por el quejido que hizo.

—De hecho es algo gracioso eso de los nombres. —Para asegurarse de que no estaba diciendo algo que no debía, mi hermana fue conmigo a la cocina a ayudarme con los vasos y recibir mi aprobación del comentario—. El nombre de mi papá es Leonel y el de mi mamá es Lucero…

—Ríanse, esos dos tenían sentido del humor y por eso los escogieron así.—Al notar que el silencio había durado más de lo normal, tuve que intervenir pues imaginaba lo seria que ellos creían que yo era.

Que hablaran con mi hermana no fue difícil, toda la comida platicaron sobre la película pues ella también ya la había visto. Cuando bajó a comer con nosotros creí que me sentiría celosa de que se llevara bien con ellos ya que esa carisma era la única característica que yo le envidiaba a pesar de que ya me había acostumbrado a no ser alguien de muchos amigos. Y sin embargo no sentí nada más que tranquilidad y alegría de verla hablar con ellos como si fuera una más de nosotros, si es que estaba bien que lo dijera de esa forma en esos tiempos.

La invitaron a acompañarnos a ver las siguientes películas, no obstante ella se negó explicando que ya las había visto y tenía cosas que hacer. Mientras Tomás y Valeria me ayudaban a recoger la mesa junto a Lorena, los otros cuatro fueron a preparar la siguiente película.

Fue al final de la segunda que me di cuenta de que Cristal ya no quería seguir viendo pues cada vez se removía más en su lugar a mi lado y se distraía con su teléfono aunque trataba de no molestar. Por eso le sugerí que subiéramos a mi cuarto, al inicio trató de convencerme de que no estaba inquieta hasta que mi excusa de que esa no era mi película favorita y que ya la había visto la convenció.

A los pocos minutos de haber subido, Valeria se unió a nosotras sólo porque no quería quedarse sola con ellos y porque tenía curiosidad de mi habitación. Hablamos sobre la distribución de nuestros cuartos, lo que nos gustaba y no gustaba de estos y cosas tan simples como esas. De alguna manera llegamos a la observación de que no tenía cosméticos ni tocador, por lo que mi poco conocimiento sobre estos le dio la idea a Valeria para cuando fuera su turno de cumplir con la otra promesa.

—Cuando vayan a mi casa y nos cansemos de jugar, haremos sesión de chicas y nos maquillaremos con los cosméticos de mi mamá.

—Así que la siguiente parada será la casa de Vale. —Con la voz de Tomás se asomó su mano para pedir permiso antes de entrar, lo que me pareció muy considerado.

—Sí, sólo que creo que sería mejor dejarlo a después de que pase el proyecto de literatura. —Los tres chicos entraron en cuanto los invité, Iván fue quien avisó de que ya habían apagado la tele y el DVD mientras se sentaba junto a Marco en la cama.

—Confío en que las habilidades de Cristal serán mucho mejores que las de Valeria en maquillaje. —Mientras la primera se reía inocentemente, la otra fulminó con la mirada a Marco, quien se hizo el desentendido.

—No es que no sepa, sólo no me gusta hacerlo para ir a la escuela. —Haciendo un puchero infantil, Valeria se cruzó de brazos.

—Bueno, pero Cristal convive con las empanizadas, cosas debe haber aprendido. —Al inicio pareció que Iván se arrepentiría de su comentario, mas al escuchar a Cristal riendo abiertamente, supo que no se había pasado.

Con eso comenzamos a criticar a los que llamábamos amigos, quiénes no nos caían bien, los que de alguna forma queríamos y los que no conocíamos bien, ya fueran de los nuestros o de ellos. De eso terminamos mencionando como Valeria y Cristal eran hijas únicas, Marco y Tomás eran los hermanos de en medio, e Iván y yo que éramos los mayores.

Los cinco se fueron a las seis veinte, a poco de que comenzara a oscurecerse. Tomás y Valeria fueron los únicos que se llevaron un par de películas de la colección para verlas en su casa, yo sólo les pedí tratarlas con cuidado y no olvidarlas porque eran de mi papá. Me disponía a lavar los trastes cuando mi hermana bajó.

—No les dijiste sobre papá. —Al inicio tardé un poco en entender a qué se refería.

—No les mentí ni nada, sólo aún no era momento de que lo supieran, además no es muy necesario andar contándolo.

—¿Aún? ¿Desde hace cuánto los conoces?


—Como un mes. —Me encogí de hombros para restarle importancia e ignorar la incredulidad de su mirada con la que reprochaba haberlos dejado solos en la sala mientras yo me subía a mi cuarto. No sabía con qué tipo de gente ella se juntaba y llevaba a la casa, pero eso me hizo pensar que yo no era tan desafortunada con la búsqueda de la amistad.