No
hay día en que no me pregunte cómo habría sido mi vida si ese extraño evento en
segundo de preparatoria no hubiera ocurrido. Seguramente habría terminado en la
peor forma, no tendría trabajo ni un futuro, habría hecho enojar tanto a mis
padres que me habrían corrido o algo. También me pone de mal humor pensar en
ello porque me recuerda la forma en que llegué a conocer a esos cinco chicos
que antes nunca habría imaginado en hablarles.
El
día anterior estuve toda la tarde con mis amigos, recuerdo que fuimos a beber y
después en la casa de uno de ellos estuvimos fumando marihuana. En mí eso era
lo normal, si bien nunca me ponía al grado de perderme y olvidarme por completo
de todo lo que odiaba, sí solía perder horas de clase o como excusa para evitar
llegar temprano a casa, como ese día.
Llegué
a mi casa pasadas de las once, estaba por usar mis llaves en la puerta cuando
escuché a mi madre discutiendo con mi padre, lo que siempre terminaba con él haciéndola
callar para que después se desquitara con alguno de mis hermanos o conmigo así
que me metí por la ventana de mi cuarto. Dejando mi puerta cerrada, me tiré en
el piso pues la cabeza aún la sentía ligera por la droga y el alcohol; cuando
me pareció oír el grito final de mi padre, tomé el primer libro que encontré
bajo mi cama y traté de distraerme con las imágenes en él cuando hallé un tema
que de alguna forma llamó mi atención.
Desperté
tarde, podía llegar a la segunda clase sin embargo mis amigos me convencieron
de entrar hasta la tercera para terminarnos lo que el día anterior sobró. En
esa tercera teníamos examen, ya no recuerdo qué materia era o de qué fue el
examen, sólo sé que lo resolví a medias sin entender nada de lo que respondía.
En
la cuarta clase me di cuenta de que lo que había leído era lo que el profesor
había pedido, mi mente no estaba tan centrada así que cuando escuchaba las
preguntas, y yo me sabía las respuestas, muy tarde reaccionaba para levantar la
mano. La única vez en que pude hacerlo fue, sin que me diera cuenta, cuando
preguntó quiénes habían leído.
Sentí
mi mente despejada cuando el profesor llevaba la mitad de la explicación del
tema, hasta ese momento noté que mis amigos no estaban y que sólo había otros cinco
de los que no conocía sus nombres, incluso un par de ellas ni recordaba que
fueran en mi mismo grupo. Al final de la clase, cuando una de ellos tomó la iniciativa,
supe de inmediato que no me interesaba nada de eso y que ellos sabían que no lo
haría. Lo que ellos pensaran era la menor de mis preocupaciones pues después no
los volvería a ver en la vida.
El
resto de ese día, el viernes y el sábado seguramente fueron tal cual los pasados
pues poco los recuerdo. Sólo sé que el viernes me puse a pensar en cómo creía
que mi hermano mayor terminaría en la cárcel o muerto si seguía con la banda
que estaba y que cada día parecían caer más en las malas influencias del barrio
vecino; y en cómo mi hermana menor, teniendo ya trece años, no estaba lejos de
terminar embarazada, lo que provocaría que mis padres la corrieran de la casa.
Al final ninguno de ellos dos ya pasaba tiempo ahí, yo casi siempre era quien
más temprano llegaba y creo que el que menos faltas tenía en la escuela.
El
domingo me fui temprano de con mis amigos porque ya no tenía dinero para
comprar comida, eran la seis mientras iba en el transporte sintiendo los
efectos del alcohol comenzar a disiparse. Al llegar a casa sólo vi encendida la
luz del comedor sin ruido, entré esperando que mi madre se encontrara en la
sala dormida frente a la televisión o en su cuarto, en cambio estaba en la mesa
del comedor con varias botellas vacías de cerveza y una de tequila a la mitad.
Caminé
esperando hacer lo menos posible de ruido, mi hambre tendría que esperar pues
ya la escuchaba quejándose de que sólo a eso iba a casa o cosas similares.
Estando casi frente a mi habitación comencé a escuchar a mi madre hablar
arrastrando las palabras.
—Por
eso. —Me detuve en seco, mi primer pensamiento fue que me había escuchado, sin
embargo al no entender su expresión, supe que no me hablaba a mí, sólo hablaba
con ella misma—Ya lo veo, Javier llegará alto con lo esforzado y fuerte que es,
tendrá su negocio y gente trabajando para él, mantendrá una familia y todo será
bueno para él aunque no haya terminado la preparatoria. Para muchos es así.
>>Lizbeth…
yo sé que ella será una madre fantástica, es muy guapa así que no tardará en
encontrar un marido mejor que su padre, será ama de casa y no tendrá mayores
preocupaciones que sus hijos… Me pregunto si me dejará conocerlos. —Por
ocasiones pasadas sabía que mi madre era del tipo de borracho que disfrutaba de
hablar, a veces era sincera y otras veces incoherente. Hasta la fecha no he
descubierto si en eso que dijo había verdades o deseos, y era de lo que más
odiaba recordar.
>>Y
Marco… ¿qué hace él? Nada, creo. Tiene la cara y la personalidad de su padre,
estoy segura de que se matará por meterse de todo, o tal vez se contagie de
algo incurable. No le veo futuro ni carácter.—Al escucharla sentí un nudo en mi
garganta al mismo tiempo en que un calor recorría mi cuerpo, apreté con fuerza
la manija de mi puerta—. Tal vez se vuelva un inútil como su padre, tal vez ya
lo es, no es tan inteligente de todas formas.
Dentro
de mi habitación caminé de un lado a otro pateando cosas, apretando mis puños y
murmurando maldiciones. Nunca antes había odiado a mis padres, me enojaba que
uno fuera un adicto al trabajo y al alcohol, y la otra una persona que no
quería hijos ni estaba conforme con su vida. Ni siquiera los odié por la poca
atención que nos prestaban, por cómo mi padre le pegaba a nuestra madre para
que ella nos atormentara a nosotros tratando de sanar su orgullo aunque lo
hiciera bajo la fachada de querer criar a sus tres hijos como unos adultos
excepcionales.
Nunca
eso me afectó hasta que me hizo notar que ella estaba tan ciega como él. Con
eso que la escuché decir me demostró que todo lo que yo había tratado de hacer
para que todos los regaños y golpes que me dio valieran la pena, creyendo que
no era una persona tan perdida, no fueron más que mis ilusiones. Casi pude
jurar que para ella yo no era más que una molestia.
Terminé
en el suelo con las manos en la cabeza, quería salirme de ese sitio y no volver
más como parecía que mi hermano ya había hecho, pensé en empezar una mala vida
como la que ella creía que tendría para que se sintiera mal si era realidad, no
obstante algo no me lo permitía. Tal vez nunca sepa si fue miedo, deseo o algo
que no sé nombrar, sólo recuerdo haberme decidido en tomar mis libros e
intentar ser lo contrario a lo que pensaba, hacerla sentir mal por pensar así
de mí cuando era el único al que le interesaba su futuro.
Por
eso respondí los problemas; sin importar lo poco que solía prestar de atención
a las clases, el tema no fue tan difícil por lo poco que había leído y lo que
había alcanzado a escuchar del profesor.
La
primera tarde con los cinco fue menos aburrida de lo que creí que sería a pesar
de que no hablamos pues ninguno de nosotros parecía tener algo en común con el resto,
además de que dos de ellos parecían ser inteligentes aunque a Lila se le notaba
más que a Iván pues él parecía tan carente de interés como yo.
En
la segunda el ambiente fue más ligero ya que nos fuimos acostumbrando a estar
juntos apesar de que no hablábamos de nada que no fuera el dichoso examen de
casa. Lo que ese día me hizo recordar que me encontraba con personas diferentes
fue el ver como todos se apresuraban por irse ya que dieron las seis, todos
luciendo más preocupados que cuando fueron las cuatro en la vez anterior.
—¿Tendrás
problemas en tu casa por ser tan tarde? —La chica más pequeña entre las tres de
nuestro equipo, Cristal, parecía que siempre tomaba su distancia de mí y
evitaba contacto visual; no sabía si lo hacía por timidez o por que me tenía
miedo, así que traté de calmarla ya que estábamos solos esperando nuestros transportes.
—Supongo…
—Sin verla directamente noté la forma en que apretaba entre sus manos las
correas de su mochila, me imaginaba que no quería que le siguiera hablando pero
a mí me molestaba ese silencio incómodo y no podía encender un cigarro con ella
a mi lado.
—¿Vives
muy lejos de aquí?
—No…
—Me di por vencido, no sabía qué más preguntar o hacer, sólo pensé que si mis
amigos estuvieran en mi lugar o ahí, ya la estarían molestando para que hablara
más y, en esos momentos, imaginaba que no era lo correcto—. Bueno sí… —Me
sorprendió que siguiera hablando, su voz sonaba menos baja y tímida—. Mi papá
me espera a la mitad del camino…
—Ya
veo. —De su mochila sacó unas frituras a la mitad y me ofreció, quería negarme
pero no quería hacer que perdiera la confianza así que tomé una agradeciendo—. ¿Quieres
que te acompañe? Ya está oscuro.
—N-no,
no tienes qué hacerlo. —La luz no era muy intensa aunque me pareció verla sonrojarse,
antes de que respondiera llegó el camión así que los dos tuvimos que subirnos,
lo que no calmó su nerviosismo.
Bajó
sola, me despedí de ella y me seguí hacia mi casa, sólo para quedarme en el
parque más cercano a esta para no tener que llegar tan temprano mientras
aprovechaba para leer de lo que ya me había perdido de otras clases gracias al
par de cuadernos que Iván me había prestado ese día.