martes, 29 de agosto de 2017

Marco

No hay día en que no me pregunte cómo habría sido mi vida si ese extraño evento en segundo de preparatoria no hubiera ocurrido. Seguramente habría terminado en la peor forma, no tendría trabajo ni un futuro, habría hecho enojar tanto a mis padres que me habrían corrido o algo. También me pone de mal humor pensar en ello porque me recuerda la forma en que llegué a conocer a esos cinco chicos que antes nunca habría imaginado en hablarles.

El día anterior estuve toda la tarde con mis amigos, recuerdo que fuimos a beber y después en la casa de uno de ellos estuvimos fumando marihuana. En mí eso era lo normal, si bien nunca me ponía al grado de perderme y olvidarme por completo de todo lo que odiaba, sí solía perder horas de clase o como excusa para evitar llegar temprano a casa, como ese día.

Llegué a mi casa pasadas de las once, estaba por usar mis llaves en la puerta cuando escuché a mi madre discutiendo con mi padre, lo que siempre terminaba con él haciéndola callar para que después se desquitara con alguno de mis hermanos o conmigo así que me metí por la ventana de mi cuarto. Dejando mi puerta cerrada, me tiré en el piso pues la cabeza aún la sentía ligera por la droga y el alcohol; cuando me pareció oír el grito final de mi padre, tomé el primer libro que encontré bajo mi cama y traté de distraerme con las imágenes en él cuando hallé un tema que de alguna forma llamó mi atención.

Desperté tarde, podía llegar a la segunda clase sin embargo mis amigos me convencieron de entrar hasta la tercera para terminarnos lo que el día anterior sobró. En esa tercera teníamos examen, ya no recuerdo qué materia era o de qué fue el examen, sólo sé que lo resolví a medias sin entender nada de lo que respondía.

En la cuarta clase me di cuenta de que lo que había leído era lo que el profesor había pedido, mi mente no estaba tan centrada así que cuando escuchaba las preguntas, y yo me sabía las respuestas, muy tarde reaccionaba para levantar la mano. La única vez en que pude hacerlo fue, sin que me diera cuenta, cuando preguntó quiénes habían leído.

Sentí mi mente despejada cuando el profesor llevaba la mitad de la explicación del tema, hasta ese momento noté que mis amigos no estaban y que sólo había otros cinco de los que no conocía sus nombres, incluso un par de ellas ni recordaba que fueran en mi mismo grupo. Al final de la clase, cuando una de ellos tomó la iniciativa, supe de inmediato que no me interesaba nada de eso y que ellos sabían que no lo haría. Lo que ellos pensaran era la menor de mis preocupaciones pues después no los volvería a ver en la vida.

El resto de ese día, el viernes y el sábado seguramente fueron tal cual los pasados pues poco los recuerdo. Sólo sé que el viernes me puse a pensar en cómo creía que mi hermano mayor terminaría en la cárcel o muerto si seguía con la banda que estaba y que cada día parecían caer más en las malas influencias del barrio vecino; y en cómo mi hermana menor, teniendo ya trece años, no estaba lejos de terminar embarazada, lo que provocaría que mis padres la corrieran de la casa. Al final ninguno de ellos dos ya pasaba tiempo ahí, yo casi siempre era quien más temprano llegaba y creo que el que menos faltas tenía en la escuela.

El domingo me fui temprano de con mis amigos porque ya no tenía dinero para comprar comida, eran la seis mientras iba en el transporte sintiendo los efectos del alcohol comenzar a disiparse. Al llegar a casa sólo vi encendida la luz del comedor sin ruido, entré esperando que mi madre se encontrara en la sala dormida frente a la televisión o en su cuarto, en cambio estaba en la mesa del comedor con varias botellas vacías de cerveza y una de tequila a la mitad.

Caminé esperando hacer lo menos posible de ruido, mi hambre tendría que esperar pues ya la escuchaba quejándose de que sólo a eso iba a casa o cosas similares. Estando casi frente a mi habitación comencé a escuchar a mi madre hablar arrastrando las palabras.

—Por eso. —Me detuve en seco, mi primer pensamiento fue que me había escuchado, sin embargo al no entender su expresión, supe que no me hablaba a mí, sólo hablaba con ella misma—Ya lo veo, Javier llegará alto con lo esforzado y fuerte que es, tendrá su negocio y gente trabajando para él, mantendrá una familia y todo será bueno para él aunque no haya terminado la preparatoria. Para muchos es así.

>>Lizbeth… yo sé que ella será una madre fantástica, es muy guapa así que no tardará en encontrar un marido mejor que su padre, será ama de casa y no tendrá mayores preocupaciones que sus hijos… Me pregunto si me dejará conocerlos. —Por ocasiones pasadas sabía que mi madre era del tipo de borracho que disfrutaba de hablar, a veces era sincera y otras veces incoherente. Hasta la fecha no he descubierto si en eso que dijo había verdades o deseos, y era de lo que más odiaba recordar.

>>Y Marco… ¿qué hace él? Nada, creo. Tiene la cara y la personalidad de su padre, estoy segura de que se matará por meterse de todo, o tal vez se contagie de algo incurable. No le veo futuro ni carácter.—Al escucharla sentí un nudo en mi garganta al mismo tiempo en que un calor recorría mi cuerpo, apreté con fuerza la manija de mi puerta—. Tal vez se vuelva un inútil como su padre, tal vez ya lo es, no es tan inteligente de todas formas.

Dentro de mi habitación caminé de un lado a otro pateando cosas, apretando mis puños y murmurando maldiciones. Nunca antes había odiado a mis padres, me enojaba que uno fuera un adicto al trabajo y al alcohol, y la otra una persona que no quería hijos ni estaba conforme con su vida. Ni siquiera los odié por la poca atención que nos prestaban, por cómo mi padre le pegaba a nuestra madre para que ella nos atormentara a nosotros tratando de sanar su orgullo aunque lo hiciera bajo la fachada de querer criar a sus tres hijos como unos adultos excepcionales.

Nunca eso me afectó hasta que me hizo notar que ella estaba tan ciega como él. Con eso que la escuché decir me demostró que todo lo que yo había tratado de hacer para que todos los regaños y golpes que me dio valieran la pena, creyendo que no era una persona tan perdida, no fueron más que mis ilusiones. Casi pude jurar que para ella yo no era más que una molestia.

Terminé en el suelo con las manos en la cabeza, quería salirme de ese sitio y no volver más como parecía que mi hermano ya había hecho, pensé en empezar una mala vida como la que ella creía que tendría para que se sintiera mal si era realidad, no obstante algo no me lo permitía. Tal vez nunca sepa si fue miedo, deseo o algo que no sé nombrar, sólo recuerdo haberme decidido en tomar mis libros e intentar ser lo contrario a lo que pensaba, hacerla sentir mal por pensar así de mí cuando era el único al que le interesaba su futuro.

Por eso respondí los problemas; sin importar lo poco que solía prestar de atención a las clases, el tema no fue tan difícil por lo poco que había leído y lo que había alcanzado a escuchar del profesor.


La primera tarde con los cinco fue menos aburrida de lo que creí que sería a pesar de que no hablamos pues ninguno de nosotros parecía tener algo en común con el resto, además de que dos de ellos parecían ser inteligentes aunque a Lila se le notaba más que a Iván pues él parecía tan carente de interés como yo.

En la segunda el ambiente fue más ligero ya que nos fuimos acostumbrando a estar juntos apesar de que no hablábamos de nada que no fuera el dichoso examen de casa. Lo que ese día me hizo recordar que me encontraba con personas diferentes fue el ver como todos se apresuraban por irse ya que dieron las seis, todos luciendo más preocupados que cuando fueron las cuatro en la vez anterior.

—¿Tendrás problemas en tu casa por ser tan tarde? —La chica más pequeña entre las tres de nuestro equipo, Cristal, parecía que siempre tomaba su distancia de mí y evitaba contacto visual; no sabía si lo hacía por timidez o por que me tenía miedo, así que traté de calmarla ya que estábamos solos esperando nuestros transportes.

—Supongo… —Sin verla directamente noté la forma en que apretaba entre sus manos las correas de su mochila, me imaginaba que no quería que le siguiera hablando pero a mí me molestaba ese silencio incómodo y no podía encender un cigarro con ella a mi lado.

—¿Vives muy lejos de aquí?

—No… —Me di por vencido, no sabía qué más preguntar o hacer, sólo pensé que si mis amigos estuvieran en mi lugar o ahí, ya la estarían molestando para que hablara más y, en esos momentos, imaginaba que no era lo correcto—. Bueno sí… —Me sorprendió que siguiera hablando, su voz sonaba menos baja y tímida—. Mi papá me espera a la mitad del camino…

—Ya veo. —De su mochila sacó unas frituras a la mitad y me ofreció, quería negarme pero no quería hacer que perdiera la confianza así que tomé una agradeciendo—. ¿Quieres que te acompañe? Ya está oscuro.

—N-no, no tienes qué hacerlo. —La luz no era muy intensa aunque me pareció verla sonrojarse, antes de que respondiera llegó el camión así que los dos tuvimos que subirnos, lo que no calmó su nerviosismo.


Bajó sola, me despedí de ella y me seguí hacia mi casa, sólo para quedarme en el parque más cercano a esta para no tener que llegar tan temprano mientras aprovechaba para leer de lo que ya me había perdido de otras clases gracias al par de cuadernos que Iván me había prestado ese día. 

miércoles, 23 de agosto de 2017

Lila

Desde que el profesor nos había hablado de ese examen en equipo mi primer pensamiento fue que, como siempre, terminaría siendo yo quien hiciera la mayor parte mientras el resto del equipo hacía lo mínimo. Para ese tiempo yo ya estaba más que acostumbrada a eso, desde la secundaria me había pasado una y otra vez sin importar quiénes fueran mis compañeros o de qué fuera el trabajo, nunca nadie quería esforzarse, nadie quería ser responsable del liderazgo sabiendo que si se fallaba sería su culpa, y nadie sabía hacer un buen trabajo en equipo. 

Consciente de que nadie cambiaría, dejó de importarme el resto o lo que pensaran. Yo era inteligente, yo notaba las flaquezas en cuanto a esos trabajos, ninguno de ellos lo podía entender así que sólo quedaba una cosa: congelar mis emociones, tomar mi distancia y trabajar como sabía hacerlo, ya sin tomar en cuenta quién de los que se beneficiaba no lo merecía. 

Estar sola se había vuelto constante, quien se me acercaba lo hacía con interés, quien se alejaba y criticaba lo hacía por envidia. Siendo sincera, llegué a pensar que la preparatoria podría ser un nuevo inicio, en el fondo de mí encontraba el deseo de conocer gente que me aceptara y no me usara, gente que tal vez me comprendiera. En los primeros seis meses noté que sólo habían sido falsas ilusiones, deseos muertos. 

No obstante hubo alguien que llamó mi atención en esos primeros días, era el nombre incompleto en un rumor sin fuerza. Decían que en nuestra generación había entrado un chico que en el examen de admisión había obtenido un puntaje de ciento veinticinco de ciento veintiocho aciertos posibles, me desanimó saber que no estaba en mi misma clase y que era difícil encontrarlo por la falta de la noticia completa. 

Hasta después de un mes escuché a un compañero hablando con sus amigos sobre esa persona que buscaba, él había conocido a ese chico en la secundaria así que sabía que era inteligente, callado y antisocial; sabía en qué grupo estaba así que los seguí discretamente cuando fueron para enseñárselos. Físicamente era un chico normal, ni guapo ni feo, se encontraba con algunos chicos aunque parecía más incomodo que nada y por eso se mantenía en silencio. Quise hablarle, imaginé que compartía mi mismo sentir, sin embargo nunca me atreví a hacerlo. 

El siguiente año me sorprendí genuinamente de verlo en el mismo salón aunque a simple vista noté que algo había cambiado a pesar de que no tendría razones suficientes para justificarlo. Bastaron dos meses para ver que no era tan tímido como me había parecido la primera vez pues ahora se juntaba con otros seis chicos junto a los que reía y platicaba sin problemas. Podría no hablar mucho, mas no se veía incómodo entre ellos. 

Lo que terminó con mis expectativas y confirmó el cambio en él fueron las calificaciones de los primeros exámenes, no eran mayores de siete exceptuando en la clase de inglés donde había obtenido nueve aunque en cada clase se la pasaba distraído, no participaba a menos que lo obligaran y parecía no caerle muy bien la profesora. 

Ya no era nada del chico que había llamado mi atención, muchas veces dudé en que el otro compañero se hubiera equivocado, sin embargo en momentos se veía regresar a ese chico que antes podía haber sido al demostrar momentos en que parecía ignorar las pláticas de sus amigos manteniéndose en silencio con la vista viendo más allá de ellos o cuando los profesores le hacían preguntas que siempre podía responder acertadamente, además de que una de las chicas con las que me juntaba me confirmaron que él había sido el del mejor puntaje pues ella había escuchado de sus profesores mencionarlo el primer año. 

Al final de esos dos meses decidí olvidarme de ellos para volver a mi propio mundo hasta que ese trabajo en equipo me despertó de nuevo al verlo como parte de él. Muchas veces me dije a mi misma que no tuviera esperanzas de que con él todo fuera a ser más fácil, por eso me sorprendió saber que las respuestas de él estaban casi tan bien desarrolladas como las mías, al igual que las de Marco quien había respondido un par más que él. 

En todos los años en que me quejé de ese tipo de trabajos, esa fue la primera vez en que no sentí que perdí horas haciendo un trabajo solitario, a pesar de que hacíamos cada quien cosas diferentes, no se sentía como si no ayudáramos al trabajo final, cada quien aportaba lo que podía sin ser menos o más, al menos en los primeros cuatro problemas que todos pudimos responder pues no podía dejar de pensar que podría ser diferente con los siguientes que sólo nosotros tres respondimos. 

Pensaba que Cristal, Valeria y Tomás se harían los desentendidos, que llegarían con la excusa de que de nuevo seguían sin entenderles y que se concentrarían en justificar lo que nosotros hubiéramos resuelto, incluso creía que Marco ya no iría y que Iván tampoco respondería más. 

Debido a eso nuevamente me sorprendieron pues a la misma hora estábamos los seis con cuatro problemas más resueltos y un par que seguíamos sin entender. Pasamos las primeras dos horas justificando lo que teníamos para que ya quedaran completos los primeros ocho, las siguientes dos horas fueron enteramente centradas a intercambiar nuestras ideas sobre los dos que faltaban. 

Poco nos acercamos al resultado cuando dieron las seis, estábamos agotados y hambrientos pues sin que nos diéramos cuenta el cielo había comenzado a oscurecer. Recogiendo con rapidez las cosas, cinco de nosotros salimos a contestar las llamadas perdidas de aquellos que se preocuparon por ser tan tarde. 

—Creo que deberíamos pedir ayuda. —Ante la inesperada propuesta, los cinco nos giramos hacia Cristal quien pareció encogerse al ver la atención puesta sobre ella, sin embargo no se intimidó por completo pues siguió su idea—. Sólo sería preguntar si estamos bien en la forma que lo hacemos o si necesitamos algo más, no que nos dé la respuesta. 
—El profesor nos dijo que lo hiciéramos solos… —Para mi sorpresa, Iván fue quien tuvo que ser el aguafiestas y no yo. 

—No es como si se llevara bien con el resto.—La sugerencia fue dada por quien estaba segura que la daría, Marco sólo se encogió de hombros sabiendo que era lo que se esperaba de él—. Tal vez nadie le diga lo que hicimos. 

—Yo tengo una amiga en el grupo de la profesora Estela, ella no se lleva nada bien con nuestro maestro y es muy accesible. —Valeria sonrió orgullosa de ayudar con el plan. 

Mientras Tomás también se escogía de hombros sin desaprobar la idea, Iván y yo intercambiamos una mirada insegura ya que, supuse, los dos teníamos miedo y desconfianza de las consecuencias si el maestro se enteraba a pesar de que la forma en que ellos explicaban que sería seguro era tan convincente. 

—Hablaré con mi amiga al llegar a casa, así que pásenme sus correos para encontrarlos en Internet. —Sin dejar de hablar, sacó una pequeña libreta y una pluma para que anotáramos lo que pedía. 

—Yo… no tengo ningún tipo de red social. —Odiaba esas cosas, a todos los que las tenían los obsesionaba estúpidamente, te hacían perder tiempo y alejarte de los que tenías enfrente y, además, estoy segura de que no tendría con quien perder mi tiempo ahí. Aún así me fastidiaba tener que admitir que no poseía ninguna de esas cosas pues siempre seguía la misma pregunta: ¿por qué no? 

—Oh, está bien, entonces que sean sólo sus números y por mensajes en el chat, así que asegúrate de instalarlo aunque sea sólo para este trabajo ¿sí? 

A cualquier otro que me había sugerido lo mismo, como lo hicieron las chicas con las que me juntaba en el salón, les había negado la petición, sin embargo Valeria no lo decía por obligarme a usar lo popular y por comodidad para ella, sino por todos y por el trabajo así que acepté hacerlo. 

Saliendo, Valeria se encontró con el auto de su familia ya frente a la entrada para recogerla, Marco y Cristal fueron hacia la derecha para llegar a la estación de sus autobuses mientras los otros dos chicos y yo tomábamos el camino a la izquierda por nuestros transportes.

Tal cual la vez anterior, los tres caminamos juntos sin hablar pues Tomás llevaba puestos sus audífonos, Iván parecía un tanto molesto y yo me encerraba en mis pensamientos, como siempre.

jueves, 17 de agosto de 2017

Tomás

Durante todo el fin de semana estuve pensando en lo que me había metido por culpa de Iván ya que un examen en casa, por muy tentador y fácil que se escuchara, no sería un trabajo de unas horas, además de que sería en equipo y de que los enunciados en la copia eran confusos. Tendríamos que quedarnos después de las clases del lunes para intentar resolverlos con lo que hiciéramos antes, lo cual me preocupaba porque no quería dejar la escuela más tarde de las cuatro.

A pesar de que ese día yo había leído lo que nos había pedido, habría preferido dejar el salón a tener que concentrarme en esto que sería peor. Al inicio me arrepentía de haber seguido, como la mitad de las veces hacía, a Iván; sin embargo ahora no lo culpo de nada pensando en lo que a futuro me dejaron esas largas tardes.

De lo poco que recuerdo de los días previos a ese trabajo fue el domingo, en el cual me imagino que estaba ayudando a mi hermana mayor a los trabajados del hogar barriendo y trapeando mientras ella lavaba la ropa, mi hermana menor seguramente estaba ayudando a papá con la comida. Por alguna razón era más fácil pedir permiso o avisar que saldría una tarde con mis amigos en el fin de semana que avisar que me quedaría más tarde en la escuela, sentía que no era la correcto pues después de clases siempre había cosas que hacer y no quería que mi hermana se encargara de ellas aunque me dijera que estaba bien.

—¿Por qué no? No me gusta que se queden aquí encerrados toda la tarde, seguramente pasar tiempo con sus amigos es divertido, aunque no por eso quisiera que se metieran en cosas peligrosas, yo sé que saben lo que está bien y mal, si no, pues yo estoy en las noches para escucharlos. —Nunca olvidaré esas palabras, él siempre supo que no socializábamos fuera de la escuela porque nos sentíamos obligados a volver a casa y ayudar en todo cuanto pudiéramos ya que él siempre trabajaba hasta tarde por nosotros. Ya no éramos unos niños, ninguno de los tres, y aún así se esforzaba por que no nos faltara nada más que su presencia en las tardes.

Tal vez si no hubiéramos heredado esa bondad, solidaridad y esfuerzo que nuestro padre nos mostraba, habríamos terminado como los chicos que nunca estaban en sus casas, que no se esforzaban en la escuela. Muchas veces pensé en lo que habría sido si alguna de mis hermanas se hubiera embarazado joven, o que me hubiera vuelto un drogadicto… Pensar en lo mal que lo pasaría nuestro papá me enorgullecía de que nada de eso hubiera pasado.


Para el lunes ya tenía cuatro de los diez problemas resueltos, Iván me dijo que había hecho igual cuatro aunque uno lo consideraba muy incompleto lo que me hizo suspirar, si él hubiera querido, habría resuelto al menos ocho.

Las clases fueron normales y aburridas, no podía dejar de desear que la última terminara más temprano para tener más tiempo del examen, sin embargo no sucedió así. Los seis nos encontramos frente a la entrada de la biblioteca a las dos después de habernos despedido de nuestros demás compañeros, recuerdo que me pareció que Marco había llegado primero.

Sin nada más que un corto intercambio de miradas, entramos a buscar una mesa en el piso superior donde iba la minoría pues no había nada más que algunas revistas viejas de investigación. No hablamos entre nosotros hasta encontrarnos frente a frente sacando lo que respondimos el fin de semana, ninguno lo había podido hacer completo, lo que fue un alivio para todos aunque también una presión.

Nos intercambiamos nuestras respuestas rotándolas hasta que volvieran nuestras hojas con nosotros, sólo una de las respuestas de Valeria y Cristal no había sido tan acertada, la mía había quedado un poco incompleta mientras que la de los otros tres eran las mejores aunque variaran en palabras y algunas ideas que alguno había dejado de lado.

Acordando que Cristal tenía la letra más bonita y legible, le pedimos ser ella quien transcribiera la respuesta a la hoja que entregaríamos; Valeria, Lila y yo nos ofrecimos a bajar por los libros que hicieran falta para contestar los demás ejercicios, Marcos e Iván sólo asintieron comparando sus problemas con el resto.

La sección de biología se encontraba a mitad de las filas de estantes en la planta baja, no era mucho material ni estaba muy actualizado, sin embargo nos podía servir de referencia para saber que buscar después en internet u otro tipo de libros así que fuimos revisándolos. Yo ya tenía cuatro y Valeria tres, Lila sólo revisó de los que ya teníamos que no fueran iguales para después ir a otra sección.

Tomando un par de los que Valeria ya llevaba, subí a dejarlos antes de que los trabajadores me reclamaran pues lo máximo que una persona podía llevar eran tres libros. Los tres seguían atentos a sus propias cosas, sabía que Iván no sería de los primeros en romper el silencio pues, aunque lo disimulaba con la mayoría de las personas, era un chico tímido en un inicio.

A Marco no lo conocía para nada, pocas veces me había fijado en él antes de ese ejercicio, fueron nuestros amigos quienes me hicieron notar que él era parte de los que llamábamos como los irresponsables así que si estaba con nosotros era tanto una sorpresa como un posible infortunio. Yo, sinceramente, creía que había hecho lo mismo que Iván para quedarse.

Quien terminó robando mi atención fue la timidez tan evidente de Cristal, era algo baja de estatura, una apariencia tierna aunque normal, usaba colores y ropa muy femenina aunque poco resaltaba entre sus amigas quienes eran de aspecto más arreglado con maquillaje y joyas. Ahora que podía verla bien, ella no encajaba para nada con esas chicas. A nosotros, cuando estábamos los cinco juntos, se nos acercaban sólo para tratar de atrapar chicos, lo que me había hecho reír bastante pues entre nosotros no consideraba que fuéramos guapos ni los populares o algo por el estilo, creía que éramos normales. Al menos Iván y yo lo seguíamos siendo.

La chica tímida terminó de escribir, se veía nerviosa tomando las hojas para disimular que ya no sabía qué más hacer pues no sentía que ellos pudieran responderle de la mejor manera. Esperando poder calmarla un poco, me apresuré para ocupar mi lugar frente a ella y repartir los libros. Le sonreí con toda la amabilidad que creía podía mostrar, por ello me respondió con una sonrisa más pequeña aunque sincera.

—¿Cuál les pareció la mejor redactada? —Distraídamente abrí el libro para buscar el tema de esa primera pregunta.

—La de… —Marco tomó una de las hojas buscando el nombre, sin embargo ninguna de estas tenía así que sólo frunció el ceño ya que no parecía conocer ninguno de nuestros nombres—. Esta.

—Sí, la de Lila y también esto de la tuya—Tomando la hoja de Marco, Iván leyó un poco para señalar lo que mencionaba, con un encogimiento de hombros el otro chico demostró su acuerdo así que Iván tomó ambas para acercárselas a Cristal—. ¿Quieres que te ayudemos a redactar o puedes?

—Estaré bien, gracias.

—No, yo quiero ayudar a redactar. —Valeria dejó los libros para ocupar el lugar al lado de ella, era una chica de personalidad abierta y alegre así que Cristal no se mostró tan temerosa cuando le comenzó a hablar con tanta familiaridad.

Mientras Iván y Marco se centraban por su cuenta en contestar el resto de los ejercicios, Valeria y Cristal transcribían las respuestas, Lila y yo buscábamos la información para fundamentar esas respuestas. No hacíamos ruido, hablábamos en susurros las pocas veces que lo necesitamos, nos concentramos en nuestro trabajo completamente sin notar el tiempo que pasaba hasta que Valeria nos hizo regresar.

—¿A qué hora comen normalmente? —Se había recargado en su silla para estirar su espalda, dejó de ver lo que la otra chica hacía para ver como todos reaccionábamos diferente a su pregunta tan espontánea mientras sobaba su abdomen demostrando que ella ya tenía hambre.


Aun después de este tiempo todavía me provoca una sonrisa pensar en la forma tan aleatoria de romper el silencio en que seis desconocidos se encontraban a pesar de estar trabajando en lo mismo. La mitad de nosotros respondió que lo hacíamos entre las tres y las cuatro, sólo por eso, siendo casi tres y media, Lila dijo que por ese día ya era suficiente avance y que el miércoles volveríamos a reunirnos para seguir. Todavía teníamos una semana completa antes de la fecha de entrega. 

martes, 8 de agosto de 2017

Cristal

En segundo de preparatoria conocí a cinco personas de una forma en que nunca me imaginé que sucedería, además de que ese acontecimiento me hizo darme cuenta de la verdad acerca de los que antes consideré como mis amigos, esos cinco me permitieron cambiar mi personalidad a lo que hoy soy. 
Recuerdo bien haber estado asustada cuando el maestro sacó a los que no habían estudiado del tema que nos pidió, de mis amigas sólo dos lo habíamos leído pero Erica prefirió seguirlas para aprovechar las horas libres que quedarse a evitar un tema por visto. Sinceramente deseé ser tan despreocupada como ellas y seguirlas, sin embargo tenía más miedo de las consecuencias por irme que el encontrarme con gente con la que nunca había hablado. 

Una chica llamada Lila nos salvó siendo la que ideara la mejor forma de trabajar así que me relajé y fui a buscar a mis amigas. No estaban en nuestro punto de reunión de siempre ni en la biblioteca así que les hablé. Se encontraban en la plaza de a lado de la escuela, estaban comiendo helado y el tiempo ya no alcanzaba para que yo las acompañara así que me quedé en los alrededores de nuestro propio salón jugando con mi celular. 

A mi lado llegó Valeria, me sonrió como si entendiera la razón por la que estaba sola en ese momento porque se encontraba igual, o al menos eso creí. Retomaba mi juego cuando escuché la música de este sonar, al bajar el volumen noté que no era el mío sino el de Lila; quise voltear a verla y hablarle por jugar lo mismo, sin embargo mi timidez me hizo detenerme y seguir en lo mío pues sabía que después de ese supuesto examen no volveríamos a hablar. 

El resto del día escuché a mis amigas hablar, no traté de mostrarme interesada ni de interferir ya que no me sentía con las ganas de hacerlo. No estaba segura si había sido porque me sentía enojada de que me hubieran dejado sola o si estaba dolida o si simplemente no era un buen día. 

Regresé a casa aún molesta, saludé sin mucha gana a mi mamá y me fui a mi cuarto a esperar que me llamara para comer, sabía que ella nunca me preguntaría por mi actitud o por cómo había estado mi día porque así era ella. 

Al inicio mi padre había sido todo para mí, era mi modelo, mi protector y con quien más pasaba tiempo pues con él todo era divertido cuando tenía tiempo mientras que mi mamá se portaba más grosera y fría conmigo. Cuando mi papá comenzó a trabajar más, su tiempo para mí disminuyó y, de alguna forma, él cambió a ser un hombre más estricto, que si bien no me exigía las mejores calificaciones, no me permitía faltar sin razón ni dejar trabajos al último, además de que no podía ir a las casas de mis amigas. 

Para cuando entré a la preparatoria, mi mamá se había vuelto menos fría conmigo para ser demasiado condescendiente ya que me daba permiso para todo aunque mi papá ya hubiera dicho que no, me defendía de las exigencias de él y me consolaba aunque sus palabras siempre sonaran algo vacías.
Puedo decir que gracias a eso comencé a cambiar. Seguía siendo tímida en los momentos de conocer nueva gente, sin embargo ya no tardaba tanto en abrirme hacia las personas que me habían hablado ni tardaba en confiar en ellas lo suficiente para encontrar el coraje que necesitaba para pedir los permisos que me permitieran salir con ellas. 

Me divertía, estar con ellas me ayudaba a olvidarme de cualquier tipo de problema, podía volverme una chica simple que riera de cualquier cosa, podía soltar el miedo con el que asistía a la escuela, podía sentirme una chica normal. Y así, al volver a casa, el silencio dentro de esta me volvía a desanimar; me di cuenta de lo sola que me sentía cuando ya no podía seguir riendo con ellas porque tardaran en contestar sus mensajes y porque preferían pasar todo el día en las redes sociales, las cuales yo también tenía aunque me aburrían, por eso pasaba más tiempo con los juegos de mi celular.

Después de cuatro horas entretenida con mi teléfono terminé por aburrirme, lo arrojé a mi cama para ir hacia mi escritorio y encender la computadora. No siempre encontraba con qué pasar el tiempo en Internet así que había instalado otro tipo de juegos en esta. Mientras esperaba que se encendiera, saqué la hoja del supuesto examen de casa recordando que mis amigas no se habían mostrado ni un poco interesadas por el contenido de este. 

Sólo había leído las primeras palabras cuando recordé los que serían parte de ese equipo pues me parecía que no teníamos nada en común. Por apariencia podía decir que éramos: un chico rebelde y vago, un par de amigos donde uno parecía más carismático que el otro, una chica que la mayoría consideraba como prepotente por ser inteligente, una chica que parecía reírse de cualquier cosa y de las que les gustaba llamar la atención y una chica tímida.

Era obvio que, si no terminábamos odiándonos por la forma diferente en que pudiéramos trabajar, terminaríamos como conocidos que se saludarían de vez en cuando para que al graduarnos nunca volviéramos a saber de nosotros. No sé por qué pasaba así, pero era poco común que se formaran grupos de amigos donde el género variara tan perfectamente como en nuestro equipo ya que siempre se hacían los grupos de chicas y grupos de chicos, siendo sólo uno o dos los que se mezclaran. Nunca lo noté hasta ese día. 


El viernes pasó tan aburrido como el día anterior, mis amigas hablaron y hablaron de cosas que realmente no me interesaban; cuando planearon salir al siguiente día decidí no acompañarlas porque no quería enfrentar a mi padre diciendo que no y mi madre diciendo que sí, además de que estaba ahorrando mi dinero y salir con ellas significaba gastarlo. 

Un par de veces me encontré volteando a ver hacia mis próximos compañeros de equipo. Quien más me interesaba era Valeria por haber tenido el mismo juego que yo aunque sentía que no podría llevarme bien con ella por su forma de ser tan abierta y simple, además de que me daba un poco de miedo pensar que le gustaba hacer bromas o molestar, y por muy ligero que pudiera serlo o inocente, era algo que me disgustaba pues incrementaba mi propia inseguridad. 

Los dos amigos parecían inseparables, siempre se sentaban juntos y caminaban juntos a pesar de que la mitad de las veces se encontraban con otros chicos con los que Tomás hablaba más que Iván. Ellos me hacían recordar la envidia que me daban los chicos en general por lo fácil que parecía que les era hablar entre ellos puesto que no tenían que demostrar superioridad u originalidad para que otros aceptaran hablarles. Las mujeres siempre me parecieron más estrictas y fijadas, además de envidiosas. 

Lila, al fijarme mejor, noté como parecía ignorar a sus amigas pues ellas hablaban casi en cualquier momento mientras que ella se dedicaba a sus apuntes o al libro que llevara en las manos. Obviamente en ese día no lo comprendí pues unas horas de verla no eran suficientes, fue hasta después que supe el origen de su comportamiento.

A Marcos no me atreví a observarlo mucho, en primera porque se sentaba hasta atrás y yo por en medio, en segunda porque me daba miedo que notara mi mirada sobre de él y que por eso me molestara junto a sus amigos o que tal vez rechazara mi interés momentáneo. Las pocas veces en que tuve excusas para verlo fue cuando llegaba tarde al salón de la nueva clase; caminaba lento y con la espalda encorvada, las manos en los bolsillos ya rotos de su pantalón o su chaleco de mezclilla negra, parecía que su cabello pocas veces lo arreglaba así que se veía maltratado y desordenado. Hasta ese momento me di cuenta que no conocía su voz pues a pesar de ser de los que no prestaban atención, no alzaba el volumen. 

A la hora de la salida me despedí de mis amigas quienes aún querían hacer planes para el siguiente día, no era la primera vez que las dejaba tan abruptamente pues ya sabían que no siempre se me daba el permiso para salir y, aun así, sentí que mientras me alejaba de ellas se quedaban hablando de mí. Bien podía ser mi propia imaginación o podría ser la realidad, sin embargo no tuve el valor ni la excusa para girar a verlas. 

En mi casa esos pensamientos se acabarían, fácilmente encontraría con qué distraerme hasta que me entraran las ganas de hacer un poco del dichoso examen de casa. Sólo esperaba que no fuera la única entre los seis que lo intentara.

martes, 1 de agosto de 2017

Pues ya

Y mi cobardía sobre mi adorada historia Futuro sigue en mí así que mejor empezaré a publicar los martes esta historia que se llama El camino que elegimos.


A esta historia no le hice entrada por aquí porque no tiene mucho que la creé. No tiene caso que se la haga de una vez porque podrán leerla así que consideren esta como su entrada "oficial".

Decidí escribir esta historia porque quería hacer alguna con un grupo de chicos que tuviera diferente tipos de familia, quería explorar lo que se sentía tener una familia donde la madre no lo era todo, donde ella no estaba o estaban ambos padres o donde la relación era mejor con el padre. Sobra decir que yo crecí en una familia con padres separados/divorciados y que mi hermano y yo nos quedamos al cuidado de mamá; y pues yo solo alimenté mi odio hacia mi padre por dejarnos así que por mucho tiempo me fue difícil pensar que no todos los papás eran malos.

Además de explorar esas familias, también lo hice para tratar de entender a aquellas personas que he conocido que tienen alguna familia parecida a las de mis chicos. Sentía curiosidad por ellos y por lo que me hubieran contado o yo me hubiera enterado así que me basé un poco en esa gente, inventé otro poco de información y combiné otras. Además lo hice esperando que la gente se pudiera identificar con ellos y pudieran entender a otros.

Y, finalmente, apresuré la escritura de esta historia (aún dejando otras de lado) porque quería ponerla aquí, porque quería que alguien tuviera qué leer y tratar de ayudar con el aburrimiento.


Creo que puse mucho de mí en estos chicos, más en dos en realidad; aparte de que lo que los unió es basado en un hecho real que viví estando en la preparatoria aunque las personas de mi equipo no se convirtieron en mis mejores amigos (sólo mi mejor amiga ya era parte del equipo).

Todas las ideas y planes que tenía para esta historia no las pude utilizar, pasé por tiempos en que no escribía nada o no tan bien, hay un capítulo en especial que tenía bien formado en mi mente pero al escribirlo no salió tan bien como quería. No me puedo quejar, no quedó tan mal a pesar del tiempo que pasé dudando sobre el la forma que tendría el final; aún así esperaba más de ella... Siento que fue un retroceso en mi desarrollo como escritora, sin embargo no es tanto como una mancha en mi currículo(?), sólo es algo que no me dejó muy satisfecha. Aún así me gustaron mis personajes así que la atesoraré como las demás.

Por cierto, esta fue mi historia número 37~ ojalá la número 40 sea celebrada con bombos y platillos~~

Y otra cosa, redecoré mi blog... un poco.

Iván

Todo el tiempo conocemos gente, muchos se quedan grabados en nuestra memoria y otros simplemente los terminamos olvidando hasta que alguna cosa nos hiciera recordarlos y preguntarnos qué habría sido de ellos. Y sin embargo yo siempre creí que los amigos sólo eran para estar en la escuela, y una forma de ser diferentes a quienes éramos con nuestra familia, siempre consientes de que dejaríamos de vernos al cambiar de escuela. Aún así, pensaba que llegando a la universidad podría enfocarme mejor en elegir a mis nuevos amigos pues serían los que recordaría cada vez que encontrara problemas profesionales. 

De cualquier forma, nunca fui una persona muy sociable porque no sentía la necesidad y porque mis padres siempre fueron estrictos al grado de que si salía de la escuela a las tres y sabían que el trayecto de esta a mi casa era de hora y media, me querían a las cuatro treinta en la casa; y que si quería salir de fin de semana con alguien que no fuera familia, debía pedir permiso dos semanas antes, recordarles una semana antes y decirles con quién, a dónde y a qué hora iría. 

Nunca los juzgué, siendo adolescente tal vez me parecía duro pues esperaban las mejores calificaciones y, como tampoco me importaba no formar lazos tan fuertes con los demás, seguí indiferente hasta la preparatoria; ahí fue donde cambié. Ellos soltaron la soga con la que me mantenían como un estudiante ejemplar, me dieron la libertad que no anhelaba; sin aviso ni conversaciones poco a poco fui perdiendo el control al no saber cómo tenerlo en mí mismo. 

Al inicio fue tan duro por el miedo que sentía por estar fallando a sus ojos, no obstante todo lo rígidos que ellos habían sido me comenzaba a parecer como una simple invención mía pues ahora no recibía gritos ni amenazas al fallar un examen, en su lugar ambos me decían que lo había intentado, que dejara de confiarme y mejorara para el siguiente. 

Quería hacerlo, me sentía mal conmigo mismo y aún dudaba de sí lo que me decían era lo que en realidad pensaban, sin embargo algo en mí ya no me permitía concentrarme, ya no me dejaba pensar a futuro ni desear mejorar. Me sentía vacío y solo. 

El primer año de la preparatoria fue el inicio de la caída, el segundo fue mi desesperación por no ser capaz de volver a ser el estudiante anterior; a pesar de todo el miedo y decepción, una parte más fuerte de mí dejaba de darle importancia a todo eso. 

Y el tercero pasó con un intento de recuperación cuando toqué fondo. Comencé a saltarme clases, a no entregar algunas tareas o estudiar poco para los exámenes; como consecuencia mis calificaciones bajaron, mi concentración disminuyó junto a mi memoria por lo que empecé a hablar más con algunos amigos tratando de olvidarme de la culpa. 

Aún no me atrevía a salir demasiado con ellos, creyendo que mis padres no me lo permitirían por mi desempeño escolar, aunque seguía sin importarme ser el que escuchara sus conversaciones de lo que habían hecho juntos algún fin de semana. Me sentí liberado y ellos me dijeron que, en efecto, era una persona más abierta y amigable que antes. 

Creerán que mi historia concuerda con la creencia popular de que la preparatoria son los mejores años de la juventud, creerán que después de eso pude recuperar mi ritmo anterior y hablar con mis padres para enseñarles la nueva persona que era. Sin embargo no fue así, aunque sí me ocurrió algo que por muchos años consideré como la mejor de las coincidencias y giros del destino. Esas vivencias me dieron mucha fuerza y esperanza, me mantuvieron estable por algunos años hasta que terminó. 

El destino nos unió, seis chicos que no habíamos hablado antes de aquél evento, seis estudiantes diferentes en todos los aspectos. 


Todo comenzó al inicio de nuestra cuarta clase de un jueves, a mitad del año escolar. En ese tiempo podía reconocer bien a todos mis compañeros de grupo, no le hablaba ni a la mitad ni estaba interesado en hacerlo ya que me sentía conforme con mi amigo Tomás quien había conocido a mediados del año anterior. Él y yo no teníamos nada en común más que nuestra forma de ser pues ambos solíamos ser difíciles de hacer reír sinceramente aunque podíamos reír fingido, también éramos personas algo rencorosas y, a veces, malhumorados. 

La clase anterior a esa, el profesor le pidió al grupo leer sobre cierto tema que ya no soy capaz de recordar, no era algo muy complicado y, sin embargo, lo olvidé por completo el día de la clase. El maestro comenzó a hablar un poco de eso haciendo algunas preguntas que deberíamos contestar si leímos de verdad, en cambio nadie parecía estar dispuesto a demostrarlo. 

El profesor se mostró enojado, al mismo tiempo que se decepcionaba, directamente nos pidió alzar la mano si habíamos leído algo. Cuando yo alcé mi mano, Tom lo dudó un poco antes de hacerlo igual. 

—Habías dicho que no leíste —me susurró mientras otros levantaban su mano con miedo, el profesor nos observó a los seis esperando a alguien más.

—Lo sé, sólo me arrojo al peligro. 

Y tal como lo dije, lo hice. Siempre fui un mentiroso, sean blancas o cobardes, era rápido para inventar mis mentiras y lanzarlas de forma tan convincente que pocas veces me descubrían. Después de crecer con padres que te mantienen bajo un escrutinio tan severo, esta se vuelve la mejor forma de evitarse problemas. 

Aún así el corazón me latía con fuerza por lo que había hecho, tenía miedo de que el maestro decidiera pedirnos explicarle lo que leímos, que de alguna forma le confirmáramos lo que estudiamos. Si bien tenía conocimientos del tema, no estaba seguro de ser capaz de explicarlo con detalle así que sólo rogué que no lo notara. 

Le pidió al resto del grupo que dejara el salón, que el tema lo daría por visto para ellos y sólo nos lo explicaría a nosotros. Los seis nos quedamos en nuestros lugares viendo al resto irse con dudas, felicidad por terminar una clase antes o con arrepentimiento por su falla. Yo no podía dejar de preguntarme si había tomado la decisión correcta. 

Una vez vacío el salón, el maestro volvió a suspirar, esta vez como si fuera de alivio después de mantener su fachada ruda. Nos vio antes de darnos una rápida explicación del tema. Y, como lo había pensado, no era nada complicado. 

Al final nos dijo que el siguiente examen para nosotros sería en casa y en equipo, serían diez preguntas tipo problema que deberíamos desarrollar, explicar y esquematizar. Nos pidió esperar un poco mientras iba por las copias y después nos advirtió que no deberíamos pedir ayuda de otros maestros, que quería las fuentes de libros y que los seis trabajáramos, sólo así nos aseguraría una buena calificación. 

Dejamos el salón a quince minutos de la siguiente y última clase, los seis caminamos en silencio para alejarnos un poco. Reconocía a los otros cuatro chicos; el otro hombre, además de Tom y yo, era Marco, un chico de aspecto un tanto salvaje por su cabello negro siempre en desorden y de largo hasta los hombros, además de que sus ropas eran de colores oscuros y algunas desgastadas, solía ser de los que se sentaban hasta atrás en los salones para que los maestros no lo vieran dormir o distraerse, que hubiera estado entre los que habían leído era una sorpresa pues no me parecía la clase de chico que se aplicara en la escuela. Él se quedó con las manos en los bolsillos con un cigarro en la boca, el cual supongo que no encendió por nosotros. 

Las otras tres personas eran tres chicas que formaban parte de diferentes grupos de amigos. Valeria era una chica que hablaba con Tom porque iban en la misma clase de escultura aunque nunca conversaban, cuando yo estaba, de cosas que no fueran su clase; a mí me saludaba por cortesía sin que alguna vez hubiéramos tenido una plática real.

La segunda era Cristal, una chica que siempre estaba con sus cuatro amigas como si no pudiera estar sola, por eso ahora se veía como asustada por estar con nosotros, manteniendo su mirada en el suelo a pesar de que veces anteriores nos había saludado a Tom y a mí.

Lila fue la tercera, a ella nunca le había hablado ya que era de las aplicadas y que se sentaba hasta adelante, no se veía como una persona difícil cuando estaba con sus dos amigas aunque sola sí intimidaba un poco a pesar de que Tom me aseguraba que sólo me pasaba a mí. Fue la primera en poner la copia del examen frente a nosotros. 

—No sabemos cómo trabajamos porque no nos conocemos bien —Comenzó a decir provocando en el resto cierto alivio porque tomara la iniciativa—. Por eso sugiero que tratemos de resolver lo más que podamos de todos este fin de semana y el lunes nos reunimos en la biblioteca a comparar e investigar más.— Nos observó a todos— ¿Están de acuerdo o tienen alguna otra idea? 

Ninguno de nosotros la contradijo, el primero en irse fue Marco quien se había mantenido en completo silencio e, incluso, no había asentido a la propuesta de Lila, sólo se había encogido de hombros. Debería preocuparnos su actitud, al menos a mí me preocupaba hasta su personalidad, sin embargo el resto estaba seguro que no haría nada desde un inicio. 

Tom y yo nos fuimos después de él, nos dirigimos a la zona de la cafetería para sentarnos en las mesas de piedra de los alrededores y leer lo que nos habían entregado. No se veía sencillo, tuve que releer hasta tres veces los primeros enunciados para comprenderlos sólo un poco, sin tener mucha idea de lo que en concreto debería investigar. 

—¿En qué nos metimos? —La sonrisa arrepentida de Tomás me hizo reír, mi temor se había extinguido desde que salimos del salón, había leído el examen sin más que tratar de entenderlo para dejar mi mente tranquila ya que de eso no tendría que preocuparme hasta el domingo en que lo intentara—. No te rías, mentiroso, estoy casi seguro que el tema por visto podría haber sido mejor.