Era una de esas noches en las que por muy cansado que me
sintiera no podía dormir así que dejé la casa sin que me escuchara nadie; me
alejé más allá de la puerta principal donde había un pedazo del muro mediano
que había rodeado la mansión en sus mejores tiempos, si es que los había
tenido. Era a la mitad donde la estructura de metal se había rendido por el
óxido, una porción de poco más de un metro se había caído dejando sólo las
bases en su viejo lugar, ahí fue donde me senté y ahí fue donde sabía que la
encontraría. En silencio me senté a su lado recibiendo una sonrisa de su parte
al hacerlo, ella veía hacia el cielo abarrotado de estrellas y sin luna
mientras que yo veía la mansión vecina que se había derrumbado casi entera y
sólo había dejado la pared trasera completa desde los cimientos hasta el techo
y unas pequeñas porciones de los pisos; sólo tres ventanas aún tenían sus
cortinas aunque estuvieran roídas y percudidas, en la ventana del ático el
pedazo de tela se sostenía débilmente del clavo que alguna vez había soportado
un extremo del palo que la había llevado, el viento en cualquier momento podría
decidir que ya no quería jugar más con la cortina y la tiraría sin el mínimo
esfuerzo.
—¿Alguna vez pensaste que si volvías a vivir nunca más
pensarías en quitarte la vida? —su interrogante detuvo el hipnotismo que el
lento ondular de la cortina me había provocado, ella sabía todo acerca de mí y
que me preguntara algo como eso me hacía recordar que el resto de mi historia
no estaba en su completo control.
—¿Tú has dejado de pensar que lo quieres hacer? —no la volteé
a ver pero sonreí al darme cuenta que le había respondido con otra pregunta,
justo lo que ella odiaba, y aun así me respondió negando con la cabeza—. Una
vez que descubres que existe una salida sencilla y cobarde de la monotonía y la
decepción no puedes dejar de sentirte tentado por ella... ni aunque te
demuestren lo mucho que sufrirían si lo hicieras. Alguna vez lo hicieron
contigo ¿no?
—Sí —esta vez si me giré para verla, ella había centrado su
mirada en los mechones de hierba que sobresalían de entre las cuarteaduras de
la banqueta—. Recuerdo una vez que mi hermano me despertó en medio de la noche
al entrar a mi cuarto, estaba llorando y me abrazó diciéndome que había soñado
que algo malo me pasaba... yo sólo pude sonreír y pensar en lo bueno que hubiera
sido que no fuera sólo un sueño y después pensé en lo alterado que se veía por
sólo un sueño... —calló por unos segundos mientras intentaba alcanzar con su
pie el pasto más alto que estaba frente a ella—. Después fue mi tía, en un
asalto lo primero que pensó al ver el arma del criminal fue que ya no nos
vería, que no podría vernos titulados y trabajando... lloró tanto por el simple
pensamiento —por fin me volteó a ver con su sonrisa que muchas veces me
parecía que no era sincera—. Esa segunda vez me hizo darme cuenta, por completo,
de que pasarían por lo mismo que tu familia pasó, me sentí egoísta por desearlo
y a pesar de eso no he podido cambiar de idea...
—Yo algunas veces lo retrasé pensando cosas positivas pero
después de tantos años en la negatividad y depresión los pensamientos
contrarios son vacíos e inútiles que en ocasiones sólo me hicieron reír por lo
estúpido que sonaban —una ráfaga de viento llegó por detrás nuestro y nos hizo
reír por la intensidad de esta que terminó rompiendo la seriedad de la plática.
Después retomamos el ambiente anterior—. Lo que sí me pregunto es si lo hice
por llamar la atención o porque de verdad necesitaba un médico...
—Igual y fueron las dos cosas —de un salto bajó del muro así
que la imité después de encogerme de hombros—. Mi deseo de abandonar mi vida
nunca desaparecerá, sigo avanzando y viviendo no por amor a hacerlo sino porque
estoy aferrada a que tarde o temprano tendré la fuerza para decidirme y a dejar
que mi egoísmo por fin supere mi preocupación por los que dejaré atrás. ¿Me
esperarás o me perdonarás si no puedo volver con todos ustedes?
—Sabes bien que haré las dos cosas, siempre lo haremos —yo
había sido su primer escape en el inicio de sus peores momentos, tenía a otros
chicos pero en cierta forma ella siempre me había escogido para esas pláticas
porque de entre los que nos habíamos atrevido a ponerle fin a nuestras vidas,
yo era el que más me parecía a ella en la forma de pensar. Hablar entre
nosotros era como una plática interna con las palabras que necesitábamos en los
momentos indicados, las opciones que queríamos escuchar y las objeciones que
queríamos dejar... ojalá pudiera alcanzarla más allá de este sueño, de este
escrito.
—Gracias, Ryo.
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