martes, 18 de agosto de 2015

Así fue

Era una de esas noches en las que por muy cansado que me sintiera no podía dormir así que dejé la casa sin que me escuchara nadie; me alejé más allá de la puerta principal donde había un pedazo del muro mediano que había rodeado la mansión en sus mejores tiempos, si es que los había tenido. Era a la mitad donde la estructura de metal se había rendido por el óxido, una porción de poco más de un metro se había caído dejando sólo las bases en su viejo lugar, ahí fue donde me senté y ahí fue donde sabía que la encontraría. En silencio me senté a su lado recibiendo una sonrisa de su parte al hacerlo, ella veía hacia el cielo abarrotado de estrellas y sin luna mientras que yo veía la mansión vecina que se había derrumbado casi entera y sólo había dejado la pared trasera completa desde los cimientos hasta el techo y unas pequeñas porciones de los pisos; sólo tres ventanas aún tenían sus cortinas aunque estuvieran roídas y percudidas, en la ventana del ático el pedazo de tela se sostenía débilmente del clavo que alguna vez había soportado un extremo del palo que la había llevado, el viento en cualquier momento podría decidir que ya no quería jugar más con la cortina y la tiraría sin el mínimo esfuerzo.

    —¿Alguna vez pensaste que si volvías a vivir nunca más pensarías en quitarte la vida? —su interrogante detuvo el hipnotismo que el lento ondular de la cortina me había provocado, ella sabía todo acerca de mí y que me preguntara algo como eso me hacía recordar que el resto de mi historia no estaba en su completo control.
    —¿Tú has dejado de pensar que lo quieres hacer? —no la volteé a ver pero sonreí al darme cuenta que le había respondido con otra pregunta, justo lo que ella odiaba, y aun así me respondió negando con la cabeza—. Una vez que descubres que existe una salida sencilla y cobarde de la monotonía y la decepción no puedes dejar de sentirte tentado por ella... ni aunque te demuestren lo mucho que sufrirían si lo hicieras. Alguna vez lo hicieron contigo ¿no?
    —Sí —esta vez si me giré para verla, ella había centrado su mirada en los mechones de hierba que sobresalían de entre las cuarteaduras de la banqueta—. Recuerdo una vez que mi hermano me despertó en medio de la noche al entrar a mi cuarto, estaba llorando y me abrazó diciéndome que había soñado que algo malo me pasaba... yo sólo pude sonreír y pensar en lo bueno que hubiera sido que no fuera sólo un sueño y después pensé en lo alterado que se veía por sólo un sueño... —calló por unos segundos mientras intentaba alcanzar con su pie el pasto más alto que estaba frente a ella—. Después fue mi tía, en un asalto lo primero que pensó al ver el arma del criminal fue que ya no nos vería, que no podría vernos titulados y trabajando... lloró tanto por el simple pensamiento —por fin me volteó a ver con su sonrisa que muchas veces me parecía que no era sincera—. Esa segunda vez me hizo darme cuenta, por completo, de que pasarían por lo mismo que tu familia pasó, me sentí egoísta por desearlo y a pesar de eso no he podido cambiar de idea...
    —Yo algunas veces lo retrasé pensando cosas positivas pero después de tantos años en la negatividad y depresión los pensamientos contrarios son vacíos e inútiles que en ocasiones sólo me hicieron reír por lo estúpido que sonaban —una ráfaga de viento llegó por detrás nuestro y nos hizo reír por la intensidad de esta que terminó rompiendo la seriedad de la plática. Después retomamos el ambiente anterior—. Lo que sí me pregunto es si lo hice por llamar la atención o porque de verdad necesitaba un médico...
    —Igual y fueron las dos cosas —de un salto bajó del muro así que la imité después de encogerme de hombros—. Mi deseo de abandonar mi vida nunca desaparecerá, sigo avanzando y viviendo no por amor a hacerlo sino porque estoy aferrada a que tarde o temprano tendré la fuerza para decidirme y a dejar que mi egoísmo por fin supere mi preocupación por los que dejaré atrás. ¿Me esperarás o me perdonarás si no puedo volver con todos ustedes?
    —Sabes bien que haré las dos cosas, siempre lo haremos —yo había sido su primer escape en el inicio de sus peores momentos, tenía a otros chicos pero en cierta forma ella siempre me había escogido para esas pláticas porque de entre los que nos habíamos atrevido a ponerle fin a nuestras vidas, yo era el que más me parecía a ella en la forma de pensar. Hablar entre nosotros era como una plática interna con las palabras que necesitábamos en los momentos indicados, las opciones que queríamos escuchar y las objeciones que queríamos dejar... ojalá pudiera alcanzarla más allá de este sueño, de este escrito.

    —Gracias, Ryo.

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