Tal
vez sea una de las pocas personas que de verdad quisiera regresar a los tiempos
de preparatoria donde toda la vida era más sencilla a pesar de que aún no
podíamos ser adultos. Tuve varios amigos que me hicieron los días divertidos,
aunque sólo cinco de ellos hicieron de mis días horas inolvidables, me dieron
las mejores de las alegrías cuando lo único que deseaba era ser mayor e independiente.
Recuerdo
que estábamos atorados con los últimos dos problemas del examen de casa, ni
siquiera Lila parecía poder encontrar la respuesta a estos y el tiempo se nos terminaba.
La propuesta de Cristal fue algo que ya había estado pensando aunque me alivió
que fuera ella quien lo dijera porque así podría dar aparte mi ayuda con mi
amiga de otro grupo.
Que
hubiese aceptado ayudarnos me ayudó a olvidarme un poco de la molestia que
sentía porque mis padres fueran hasta la escuela por mí. Es cierto que ya era
tarde, pero no vivíamos tan lejos como para que tuvieran que preocuparse tanto,
además de que vivía hacia donde Lila vivía así que podíamos ir juntas sin que fuera
tan peligroso; sin embargo ellos nunca querían dejarme correr ese tipo de
riesgos.
No
podía odiarlos por eso, sabía muy bien que lo hacían sin malas intenciones, que
sólo querían protegerme aunque ya tuviera dieciséis años. Por eso quería ser
mayor pronto, para dejar de ser la carga que me creía ser y poder hacer mis
cosas sin tener que estar pensando que mis padres ya me esperaban, que debía
avisarles dónde estaba cada diez minutos y con quién. La mayor parte del tiempo
era embarazoso hacerlo, me sentía tan mal cuando mis amigas los veían ya
esperándome o mandándome mensajes, aun cuando lograba hacerme la tonta con
otras cosas para que lo olvidaran.
Al
menos no me exigían tanto al estudiar pues nunca me consideré muy brillante ni
aplicada así que sólo intentaba cuanto podía para que los permisos no se me
negaran, en caso de que pensaran hacerlo.
Esperé
a que fueran las nueve para agregar los números que me habían pasado, no me
llevó más de cinco minutos por lo que antes de hablarles me quedé viendo sus imágenes.
Cristal tenía una foto con sus amigas, las cuales no me agradaban mucho por su
forma de ser tan creída, lo que era diferente con Cristal por su timidez y
modestia; en esa foto ella se veía con una sonrisa más honesta que las de
ellas, por eso era que se veía más bonita. Tomás también tenía una foto suya
aunque estaba con su perro, o el que yo creía que era suyo, lo abrazaba con un
brazo mientras el perro parecía sonreír con su lengua de fuera.
Lila
aún tenía la imagen predeterminada que ponen al instalar el chat. Marco tenía la
imagen de una banda de rock, o eso me pareció, lo que no era muy diferente a lo
que imaginaba de él. Iván tenía una imagen que tuve que ver por un tiempo algo
más largo para encontrar que se trataba de un paisaje hecho digitalmente, al
verlo mejor noté lo hermoso que era así que me imaginé que lo habría sacado de
algún juego o algo similar.
Valei:
>>Hola, soy yo Valeria. Mi amiga aceptó ayudar. Hablará con la maestra
Estela y nos dejará preguntarle lo que necesitamos.
Cristy:>>Oh
bien, así podremos terminar pronto.
Iván:
>>Sino es que nos descubren y terminamos peor que los que no harán ese
examen…
Tom:
>>¿Empezamos otra vez?
Valei:>>Apostemos.
Decide qué.
Marco:
>>¿Nosotros podemos apostar también?
Tom:
>>Apoyo eso. Para ver quién tiene la razón.
Iván:
>>Apostaremos calificación ¿no es suficiente?
Cristy:
>>No seas así, pon emoción.
Lila:
>>Yo apuesto a que si nos descubren, que la culpa sea sobre Valeria.
Tom:
>>Técnicamente Cristal dio la idea.
Valei:
>>Ya sé! Si nos atrapan Cristi y yo invitamos el cine o la comida o lo
que sea. Si no, Lila e Iván… Pues también, invitan.
Marco:
>>Me parece justo.
Tom:
>> Igual a mí.
Iván:
>>Sólo porque no tienen nada qué perder.
Lila:
>>Ya veremos si de verdad no pierden nada.
La
conversación que creí que duraría cinco minutos terminó siendo de hora y media
donde no hablamos de nada sobre nuestras vidas, sólo seguimos la broma de
nuestra apuesta pareciendo que no éramos un grupo de seis chicos recién conociéndose.
No
había sido mi principal objetivo cuando pedí sus números a pesar de que sabía
bien cómo la gente cambiaba cuando hablaba desde un chat a como era cuando
hablaban en persona, lo que yo había querido era sólo facilitar nuestra
comunicación fuera de la escuela, en cambio el desarrollo que se dio sólo me
hizo desear que ese trabajo durara un poco más.
Al
final de nuestro día de clases les pedí que me esperaran en la zona donde el
cubículo de la profesora se encontraba mientras iba por mi amiga quien ya
estaba saliendo, las chicas con las que se juntaba también eran mis amigas y
querían acompañarnos hasta que las convencí de que no tardaría en dejar que se
regresara con ellas.
—¿Y
quién está en tu equipo? ¿Gina y ellas?
—Oh
no, fue un equipo… que, se puede decir, lo eligió el profesor. —Sentí que se
extrañaría si veía a los chicos de mi equipo, lo mismo que sentí con el resto
de nuestras amigas—. Somos algo variado así que no te rías.
Aun
sabiendo que no lo haría, se lo dije antes de distraerla con una plática más
simple sobre cómo le estaba yendo ese año. Con la profesora ella entró primero
para explicarle que éramos alumnos del maestro Roberto, lo que provocó en ella
una muñeca instantánea que me llevó a golpear suavemente con mi codo a Iván
para que se fuera haciendo a la idea de su apuesta perdida.
—A
ver, déjenme ver cómo han respondido los problemas anteriores. —Cristal le pasó
la hoja de nuestras respuestas después de que hubiera leído los problemas, los
seis nos quedamos en silencio hasta que nos vio con una sonrisa amable—. Vaya
que lo han hecho bien, si fuera su maestra y me entregaran sólo esos ocho, les
pondría un diez sin dudarlo.
—Qué
alivio, no podía dejar de pensar que algo había mal. —Tomás suspiró, los demás
nos reímos de su comentario al sentir el mismo alivio.
—Pero
no se pueden relajar aún, estos últimos dos son bastante ambiguos. —Se inclinó
sobre su escritorio con la parte posterior de la hoja de los problemas lista
para garabatear su explicación mientras los seis nos pegábamos los unos a los
otros para poder ver todo.
Como
lo habíamos planeado, nos explicó qué y cómo buscar sin darnos la respuesta real,
lo cual nos dejó muy conformes. Al dejar su cubículo, después de agradecerle y
cerciorarnos de que no le diría a nadie de nuestra trampa, nos quedamos en las
jardineras más cercanas para comprobar lo que ya habíamos discutido y de cómo Cristal
había sido quien había tenido la idea más cercana a lo que debíamos hacer.
Nos
fuimos a las tres, el ambiente entre nosotros parecía aligerarse cada vez más.
En esos días pensé que sólo yo quería que ese trabajo durara más, por eso hoy
me alegro de saber que el sentimiento era mutuo.
El viernes
ya era nuestro último día puesto que nuestro examen debía ser entregado ese
mismo día hasta las cuatro, que era la hora límite. En cuanto nuestra última
clase terminó, los seis fuimos rápido hacia la misma mesa en la biblioteca, en
el camino los tres chicos habían tomado los libros en lo que nosotras
preparábamos las hojas y sillas.
De
nuevo no hablamos de nada que no fuera ese trabajo infernal en el que nos
habíamos metido, las ideas fluyeron más rápido que con las primeras ocho pues
teníamos aún la explicación de la maestra en mente y por lo que habíamos ya hablado
así que en una hora terminamos.
Mientras
Iván y Lila daban una revisión final, Cristal, Tomás y yo saltamos de nuestras
sillas con los brazos hacia arriba, sólo la advertencia de Marco nos impidió
gritar de verdad por la alegría de haber terminado a tiempo. Dejamos la
biblioteca a las tres diez, caminamos hacia el salón donde encontraríamos a
nuestro profesor sin dejar de platicar sobre nuestra victoria ya que la
calificación no nos preocupaba por lo que la maestra nos había dicho.
Con
su sonrisa tan extraña, el maestro aceptó nuestros problemas felicitándonos por
hacerlo a tiempo y completo, se despidió deseándonos un buen fin de semana y
regresó a su clase. Los seis nos quedamos en el mismo lugar viéndonos sin decir
nada.
—Y
pues terminamos… y todo salió bien. —Fue lo único que se me ocurrió que podría
decir sin parecer tan sentimental como esperaba.
—Ya
después veremos si fue útil el sacrificio… —Marco se encogió de hombros, tal
como parecía ser su costumbre.
—Creo
que falta pagar la apuesta. —Fue clara la timidez de Iván al decirlo, Tomás le
sonrió para alentarlo—. Estoy dispuesto a pagar cuando digan.
—Supongo
que yo igual, si es cine… de preferencia.
Al
final acordamos usar el pago de esa apuesta cuando nos dieran los resultados
del examen de casa y así poder celebrar si de verdad resultaba haber sido un
sacrificio grato. Esa promesa nos permitió no despedirnos completamente de la
unión que habíamos formado.
Yay por fin lo terminaron!~
ResponderBorrarSiento que Valeria no tiene tanta historia como los otros, tal vez porque no tiene nada que resalte tanto aparte de que sus padres son sobreprotectores, pero me agrada.
Deberian amar a esa maestra por ayudarlos (?)