Tu
alrededor está cubierto de hojas secas, todas teñidas de los colores
característicos del otoño. El viento las remueve y tira nuevas para completar
el tapete que decora y oculta la tierra de abajo; debería sentirse frío, lo
normal en esa época, sin embargo no te hace temblar. Seguramente la ropa que
llevas es suficiente.
Deseas
enterrar tus pies desnudos en la humedad bajo las hojas o pisarlas para
escuchar ese crujido tan reconocido y relajante que tienes bien grabado en la
memoria. Levantabas tu pie para sentirlo, cuando detrás de ti escuchaste los
pesados y apresurados pasos de una persona; volteaste a ver lo que sucedía, te
sorprendes de ver que el hombre está más lejos de lo que escuchaste, mas no te
detienes a pensar en ello pues lo ves ir directo hacia ti.
Sientes
como cada célula de tu cuerpo reacciona al peligro inminente aun cuando no eres
capaz de entender por qué sería así cuando lo único que observas es a un hombre,
llevando una escoba en la mano como arma, correr hacia donde estás. Sabes que
eres su objetivo, que el palo de ese objeto acabará golpeando tu espalda o
cabeza, no importa que no entiendas el motivo, si lo ofendiste o si solo se
trata de un hombre loco.
Corres
tan rápido como puedes, de tu boca no sale nada más que tu aliento, no tienes
miedo ni enojo, simplemente sabes que lo mejor que puedes hacer es alejarte,
salir de ese lugar de inmediato e ir a tu casa.
Pasas
entres árboles y pastos tan altos que te llegan a los muslos, en medio de la
noche puedes ver bien hacia dónde correr para no golpearte ni caer en los hoyos
del parque en el que te encuentras. Recuerdas bien que siempre has disfrutado
de pasear en ese lugar porque es casi tan parecido a un bosque de verdad, sabes
que esa tarde llegaste ahí por la misma razón que lo hiciste en el pasado:
buscando un poco de tranquilidad. No obstante, no entiendes cómo es que aún te
encuentras dentro de este sitio, sabiendo que antes del atardecer ya se
encuentra cerrado.
No
crees posible que ese hombre piense que estás ahí para robar, aunque tampoco
estás seguro de que no lo estabas. Recuerdas quién es tu familia, el sitio
donde vives, sabes quién eres a pesar de que no recuerdas cómo eres, el físico
lo sabes, mas no tu forma normal de comportarte. Tal vez es normal que la gente
te persiga de esa manera porque los ofendes o porque, en el peor de los casos,
dañaste a alguien o algo importante para ellos. Tal vez acabaste ahí porque
alguien te engañó y te abandonó en ese lugar, tal vez te perdiste porque eres
malo orientándote o te distrajiste. ¿Eras una persona buena? ¿Alguien malo?
Comienzas
a preguntarte si cuando regreses a tu casa ¿las personas con las que vives o
conoces notarán que te comportas diferente? ¿Serás la misma persona con la que
ellos están familiarizados o no te podrán reconocer?
Es
hasta ese momento en que te asustas. Te das cuenta de que si no le hablas al
hombre es porque no tienes voz, nada sale de tu boca más que sonidos sofocados
y algo similar a gruñidos de desesperación. Y, además, no sabes si la gente que
conoces querrá ayudarte o perjudicarte.
No
es como si, de todas formas, tuvieras muchas opciones más que ir a los sitios
que conoces, no puedes huir de ese hombre toda la noche, pronto sentirás el cansancio
que podría impedirte regresar a tu casa, pronto podría atraparte. Es por eso
que cambias de ruta, recuerdas dónde se encuentra la salida, debes alejarte de
ese lugar y buscar respuestas. El único inconveniente es que tu escape se
encuentra detrás del que te persigue, no más de diez metros lejos de ti y ya no
quieres volver a internarte.
Decides
encararlo, aprovechando que sigue muchos pasos detrás de ti, te detienes a
recuperar un poco de aliento, lo observas directamente a los ojos. Notas que va
bajando la velocidad, preparado para seguir la dirección que vayas a tomar, aunque
tú hayas decidido que irás de frente.
Ya
no corres, caminas hacia él, tratas de mostrarte más tranquilo, casi quieres
decirle que no quieres más problemas y que estás dispuesto a irte sin más. Nada
más has dado tres pasos cuando lo ves detenerse en seco, todo el color de su
piel desaparece como si no pudiera creer lo que ve. Por unos segundos piensas
en darte la vuelta y ver si hay algo atrás de ti, sin embargo estás seguro de
que te está viendo a ti.
Das
un par de pasos más cuando él se gira y se aleja de ti, no corre aunque sí
avanza con rapidez.
—¿Qué
fue…?
Las
primeras palabras dejan tu boca, lo que te sorprende. De pronto el pasto no
está tan alto, la silueta del hombre se ha perdido entre las sombras que
parecen mucho más densas que antes, ya no llegan los mismos olores y sonidos que
antes.
Te
diriges a la salida antes de que regrese con antorchas o pistolas, sabes que es
posible. Una vez fuera, tanto del parque como de la vista de las personas que
oyes conversar, escuchas algo que te hace detener tu huida del sitio.
—…
lo estoy diciendo, tú lo viste —escuchas a un hombre decir, posiblemente el que
te seguía, así que quieres saber qué lo asustó—. Era un perro negro, se detuvo
y… y… se levantó, era una persona, ya no un perro…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario