viernes, 17 de agosto de 2018

Regresa

El peso siempre varía, a veces es más doloroso para las muñecas, a veces es tan liviano que no lo sientes. Las pastas, sin importar la dureza o diseño, se tratan con el mayor cuidado posible; el primer rayón o muesca es como una puñalada de culpabilidad directa.

Nuevo o viejo, el olor relaja. Pegando la nariz al centro, donde el pegamento o hilo mantiene a todas en su lugar, el aroma eleva una oleada de memorias amargas y agradables, despierta el sentimiento de añoranza que seguía al ver la pila de espera crecer, también atrae el anhelo por no volver a soltarlo, por regresar a ser aquella persona que leía sin descanso, libro tras libro, tema tras tema. Siempre buscando más. 

Una vez ocupado el lugar perfecto, con todo listo para proveer de la comodidad que hará el viaje más placentero, lees cada frase escrita alrededor: vuelves a examinar la portada, leer la sinopsis o referencias en la porción trasera, revisas el lomo, buscas solapas y las lees pensando cálidamente en la gratitud hacia el autor o autores. Agradecimientos, dedicatorias, algún fragmento de otro libro. Son lo último que separan del contenido que mueres por absorber y dejarte envolver. 

Como si se tratara de magia, poco a poco las letras le dan forma a las palabras, y estas a las oraciones y párrafos. Todo alrededor desaparece. La música deja de escucharse, como los sonidos del exterior, el calor o frío dejan de ser palpables, tu propio cuerpo deja de ser importante. Ya no eres tú, eres alguien más viendo un escenario completamente distinto al que te rodeaba al abrir el libro. Ya no son letras, son imagines lúcidas.

El dolor, el enojo, la soledad, la decepción, todo lo negativo se calla mientras la tranquilidad, felicidad, expectación y creatividad se elevan como el pasto y las hierbas que salen de entre las grietas del pavimento, es vida naciendo de entre lo que está muerto, inerte. Logras alejarte del miedo, el ruido interno, de todos esos pensamientos y sentimientos que sabes que no deberías estar acumulando, de todo eso que no le puedes decir a nadie porque nadie te va a escuchar de la forma que quieres, porque sabes que de nada sirve decirlo. Aún si estás consciente de que el límite de lo que puedes acumular está más cerca de lo que quisieras. 

Ochenta páginas no fueron suficientes, el ruido sigue ahí y, de todas formas, no has podido dormir bien en días así que desvelarse leyendo es la mejor excusa. Sigues y sigues, tus deseos por detenerte son débiles comparados con la emoción de saber lo que pasará después. 

Puedes hacerlo y lo haces. Te dejas llevar a ese mundo desconocido por horas, te dejas llevar al pasado en el que leer era lo mejor que podías hacer, lo que te llenaba. Sabes que son ya seis años desde que la sombra había caído, desde que la luz parpadeaba pesadamente, como si ayudara a la sombra a crecer y engullir todo lo que salvaba, todo lo que hacía que la luz fuera más fuerte. El recuerdo duele, mas no hay nada que hacer, únicamente terminar el corto viaje y liberación hasta que la sombra te permita volver a tomar otro entre tus dedos. 

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